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martes, 20 de septiembre de 2011

De Perón y Vargas a Cristina y Dilma, por Eduardo Anguita (para “Tiempo Argentino” del 20-09-11)



INTEGRACIÓN REGIONAL


Publicado en TIEMPO ARGENTINO el 20 de Septiembre de 2011
Por Eduardo Anguita
Periodista y Director de Miradas al Sur.


Brasil forma parte del entramado de bloques de países con peso propio y la Argentina adquirió una dimensión impensada por la historia que vivió en la última década, especialmente en los últimos ocho años.


Impensada por la historia que vivió en la última década, especialmente en los últimos ocho años, en los que revirtió una crisis con muchos puntos de similitud a la que desvela al Primer Mundo. Pero, además, no puede quedar de lado que Brasil y la Argentina lograron un grado de sintonía en su integración regional y en sus políticas domésticas sin precedentes.

En su reciente libro La encrucijada del Bicentenario, Jorge Coscia relata algunas de las historias en las que hurgó cuando trabajó para el guión de la película Eva y Juan (estrenada el jueves pasado y dirigida por Paula de Luque). Una de ellas refiere a una película en la que Eva Perón hacía “de mala” y discutía con Libertad Lamarque, “una actriz respetadísima –afirma Coscia–, protagonista de películas que la hicieron estrella en el exterior.

Por esos días, Brasil entró a la Segunda Guerra Mundial por presión de los Estados Unidos y participó en la batalla de Montecassino, Italia. Es decir, ese país no participó del conflicto desde una posición de autonomía, sino obligado a intervenir como ejército funcional a una guerra imperialista.

Libertad Lamarque viajó a cantarles los soldados brasileños, y parece que esto ameritó una discusión, porque Eva ya estaba más cerca de Perón y, siguiendo a Jauretche, estaba en contra de intervenir en una guerra imperialista”. El hecho, además de la atractiva escena de la historia reciente de la Argentina, fue una bisagra en los vínculos entre ambos países.

Brasil pagó cara su alineación, ya que los submarinos alemanes hundieron decenas de mercantes brasileños. Franklin Roosevelt no perdió oportunidad de ir a Río de Janeiro y subirse a un jeep militar estadounidense en el que revistaba a los efectivos brasileños junto al entonces presidente Getulio Vargas.

Pasados los meses, en marzo de 1945, la Argentina fue el único país del continente que se negó a firmar la llamada Acta de Chapultepec y que era la confirmación de la doctrina de alineamiento con los criterios de Defensa (y ataque) de los Estados Unidos.

El derrotero de las relaciones entre la Argentina y Brasil estuvo signado por el alineamiento de este último país con la primera potencia mundial. El golpe militar que derrocó en 1964 a João Goulart se debió precisamente a que el año anterior había convocado a un plebiscito para que Brasil recuperara el presidencialismo y, de ese modo, Goulart dejaba de estar condicionado por las presiones de los mandos militares, sintonizados con Washington. El golpe permitió una profundización de la injerencia estadounidense.

Pero el surgimiento del Partido de los Trabajadores y, en particular, de su máximo líder, el ex presidente Lula, significaron un proceso de cambio extraordinario.

Lula recién llegó a la presidencia en la cuarta oportunidad que encabezó la fórmula del PT. Eso fue a fines de 2002 y, desde entonces, ese partido gobierna Brasil. La sintonía que logró Néstor Kirchner con Lula merece un estudio serio.

Lo que puede decirse es que ambos no figuraban en los planes del Departamento de Estado y llegaban con el peso de la historia, pero en escenarios que reclamaban una visión estratégica del momento que vivían. Estratégica en un doble sentido: que vieran la perspectiva y no se corrieran de defender los intereses populares y que, al mismo tiempo, supieran interpretar la correlación de fuerzas para no dar pasos en falso.

Ocho años después, Cristina y Dilma están al frente de dos naciones consolidadas, con instrumentos de alianzas regionales de importancia y ante un escenario internacional de una complejidad asombrosa. Días pasados, en el marco del Congreso Iberoamericano de Cultura llevado a cabo en Mar del Plata, estuvo Valter Pomar, académico y dirigente nacional del PT, quien participó de un debate sobre los desafíos de la integración del sur americano. Su intervención, impecable, sirvió no sólo para tomar dimensión de la crisis sistémica que afronta el capitalismo en los Estados Unidos o para certificar que las medidas adoptadas por Barack Obama no afectan los intereses del capital financiero especulativo. Pomar expresa el punto de vista de un partido que fue alineando la política exterior al servicio de la nueva etapa de Brasil, de cara a sus aliados de la región –entre los que la Argentina es un socio destacado– y un mundo plagado de incertidumbres.

Es probable que esta Asamblea de Naciones Unidas sea sólo un escenario donde se escuchen posturas muy distintas en una semana donde la llamada crisis griega puede subir de temperatura. Pero no todo es la recesión europea y varios de sus bancos con posibilidades de colapsar. Este año cambió la fisonomía del Magreb, la OTAN hizo cabeza de playa en Libia, Palestina quiere conquistar su derecho a la autodeterminación. India y China avanzan para ser jugadores claves en la arena internacional, pero su crecimiento económico, comercial y tecnológico no tiene un correlato en las políticas de igualdad y equidad que reclaman los líderes sudamericanos. En esta región, puede verse como un elemento de distensión la política de paz llevada a cabo por el colombiano Juan Manuel Santos, pero no puede dejar de observarse la gravísima situación de México, con miles de muertos que no pueden adjudicarse sólo a una trama de mafias del narcotráfico, en un país que el año próximo tendrá elecciones presidenciales y en el que la oposición al actual mandatario Felipe Calderón reclama todavía por el supuesto fraude de 2006.

Apenas al sur de México, Guatemala acaba de asistir a la renovación presidencial, y en la segunda vuelta de noviembre quedaron un militar acusado por graves violaciones a los Derechos Humanos –Otto Pérez– y un empresario que pide la pena de muerte –Manuel Baldizón–.

En Panamá, el empresario Ricardo Martinelli encarna esta camada de hijos dilectos de la diplomacia del Departamento de Estado que dicen detestar la política para captar el voto escéptico de sectores populares y de capas medias.

Ni hablar del chileno Sebastián Piñera, que no duda en reprimir salvajemente a los estudiantes. Honduras quedó con un presidente surgido de un golpe teledirigido por halcones del Departamento de Estado, ya que el empresario Porfirio Lobo fue legitimado tras el golpe a Manuel Zelaya.

Es muy difícil saber qué pasará en los próximos meses respecto de los vaivenes de los Estados Unidos, una potencia declinante en lo económico pero que sigue siendo el gendarme del mundo. Los desafíos, sin duda, tienen como condición necesaria mantener esta unidad que muestran líderes de la estatura de Dilma y Cristina. Pero no es suficiente, porque hay quienes creen que la buena noticia es que los productos primarios mantienen precios altos en un mundo que requiere de alimentos y energía.

Eso deja un costado peligroso, ya que no hay soberanía posible para la región sin mayor soberanía financiera y mayor independencia tecnológica. Independientemente de la diversificación de los mercados y de los precios internacionales, el sur de América debe dar pasos decisivos para crear el Banco del Sur, para lograr que el Banco Interamericano de Desarrollo salga de los lineamientos del Banco Mundial y del FMI, para volcar sus fondos a las necesidades de desarrollo e integración de las naciones que lo componen. Y, por qué no preguntarse, por qué un banco de fomento para América Latina y el Caribe tiene su sede en Washington. Por qué no preguntarse por qué los cientos de miles de millones de dólares de las reservas de los bancos centrales de la región están en ciudades del hemisferio norte. Por qué no preguntarse cuándo se modificará la moneda de transacciones comerciales y financieras del mundo. No se trata de preguntas retóricas.

Se trata de prioridades en las agendas de la administración de los recursos y, sobre todo, del bienestar de los habitantes de esta parte del planeta. Un pensamiento estratégico como el que reclaman Valter Pomar y miles de cuadros políticos con formación intelectual requiere de un salto en el proceso de integración sudamericana con la creación de las instituciones que puedan estar a la altura de los cambios que se viven.

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