Por
Eric Calcagno, senador de la Nación, y Alfredo E. Calcagno, doctor en Ciencias Políticas
politica@miradasalsur.com
Eric Calcagno, senador de la Nación, y Alfredo E. Calcagno, doctor en Ciencias Políticas
politica@miradasalsur.com
En los últimos tiempos, el arco opositor parece haber tenido percepciones erradas, que dieron lugar a una serie de equivocaciones instrumentales: confundió las elecciones nacionales con las locales, descalificó a las elecciones primarias, y ahora presenta como panaceas de la democracia a la boleta única y a una mayoría parlamentaria opuesta al Poder Ejecutivo. Veamos.
La confusión entre elecciones nacionales y locales. El primer error consiste en confundir elecciones nacionales con locales. Los resultados de Córdoba, Santa Fe y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires le hicieron creer que había un vuelco de la opinión en contra del Gobierno Nacional; la explicación era más simple: la ciudadanía se inclinó por diferentes oficialismos; otros fueron los resultados de las elecciones primarias.
Descalificación de las elecciones primarias.
El segundo error fue “ningunear” a las elecciones primarias. En los hechos hubo una participación popular extraordinaria (como en una elección general), que como sistema y como metodología transparentó y fortaleció el funcionamiento de los partidos políticos. Esto también implicó un aumento de la calidad institucional, que permite competir a las corrientes internas de cada partido político. Se cumplieron los objetivos de la ley de Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias.
La promoción de la boleta única.
El tercer error es pretender que la boleta única es la panacea para afianzar la democracia, lo cual es falso. El principal fundamento de este método es que hace imposible robar boletas en el cuarto oscuro, lo cual puede subsanarse por otros medios (por ejemplo, la provisión fácil de boletas). Pero genera otros problemas, porque muchos electores creen que al puntear a los candidatos a gobernador, por ejemplo, están votando a toda la boleta. Así, en las elecciones de Córdoba del 8 de agosto de 2011 con boleta única, en la elección legislativa hubo un 18,67% de votos en blanco, mientras que en las de gobernador ese porcentaje fue sólo del 2,47%; en Santa Fe esos porcentajes fueron de 8,30% y 2,30%, respectivamente. Además, en las boletas de legisladores sólo figuran los tres primeros nombres de las listas de cada partido. Pasamos entonces de la lista sábana a la lista casi vacía, más allá de por quiénes se vota.
La principal debilidad de la boleta única es conceptual.
Los partidos de la oposición, incapaces de ganar el Poder Ejecutivo en regímenes presidencialistas nacional o “gobernalistas” provinciales, tratan de debilitarlo. Con un régimen de boleta única se induce a votar a personas y no a programas de gobierno; y esos candidatos pueden ser de diferentes partidos.
La mezcla del régimen parlamentario con el presidencialista.
Los primeros errores revelan una percepción parcial de la realidad. El cuarto error tiene una importante carga política, ya que pretende o bien institucionalizar la táctica de “poner palos en la rueda” o bien determinar que la oposición cogobierne en un régimen presidencialista.
Oponerse a todo.
La táctica de obstruir cada uno de los actos de gobierno es una constante del arco opositor. No aparecen alternativas consistentes para proponer, en particular en el ámbito económico, donde la vuelta a las políticas neoliberales es su único horizonte. Entonces, plantean cuestiones de forma, con la resonancia de los medios de comunicación predominantes. Es el clásico método de poner “palos en la rueda”.
Congreso vs. Poder Ejecutivo.
En los regímenes presidencialistas, la oposición entre Ejecutivo y Congreso es uno de los mejores medios para impedir el cumplimiento del programa de gobierno que el pueblo votó al elegir Presidente o Presidenta. Se llega así a una situación de callejón sin salida que favorece a los intereses conservadores y obstaculiza la transformación emprendida. La solución real es la política: si los partidos de la oposición tienen un programa alternativo, podrán aplicarlo si alguna vez ganan las elecciones presidenciales, porque el Poder Ejecutivo es unipersonal. La otra posibilidad es que promuevan una reforma constitucional para implantar un sistema parlamentario.La insensatez de este híbrido es notoria en el plano teórico; pero además está probada en la práctica.
El caso de Estados Unidos es paradigmático; recordemos que en la década de 1930, la oposición del Congreso retardó varios años la aplicación del New Deal del Presidente Roosevelt y que ahora el presidente Obama no pudo sancionar aspectos centrales del Plan de Salud, que era el eje de su programa electoral.Entre nosotros, si desde 2003 hubiera prevalecido la oposición en el Congreso, no se hubiera recuperado el sistema jubilatorio, ni sancionado la Ley de Servicios de Comuncación Audiovisual, ni estatizado Aerolíneas Argentinas, ni pagado deuda externa con reservas (con lo que habríamos recaído en un fuerte endeudamiento externo a tasas usurarias o provocado una recesión para pagar con el presupuesto nacional); el plan de obras públicas estaría más cerca de los 1.097 millones de pesos de 2003 que de los 46.500 millones de pesos de 2011, entre otros. En síntesis, no hubiera sido posible la aplicación de un modelo de desarrollo con inclusión social, porque hubiera funcionado a pleno la “máquina de impedir”.
La sublimación de los “palos en la rueda”.
Ahora, frente a los resultados de las elecciones primarias, el arco opositor enuncia un nuevo teorema: “Para afianzar la democracia, el Poder Legislativo debe ser de signo político opuesto al Poder Ejecutivo”.Los “palos en la rueda” más elementales, como el asedio de los medios de comunicación dominantes y la oposición parlamentaria a cualquier proyecto, demostraron que sólo sirven para retardar, pero que no cambian ni el fondo de la cuestión, ni la correcta percepción de la opinión sobre los actos de gobierno.
El arco opositor intenta entonces una versión más refinada, que en los hechos institucionaliza el inmovilismo: suponen que la mejor máquina de impedir es un Congreso adverso al Gobierno. Esta nueva doctrina sostiene que “lo fundamental es impedir la concentración de poder”, y en consecuencia corresponde votar por parlamentarios opuestos al Poder Ejecutivo. Creemos que se trata de otro error de percepción.
El equilibrio de poderes fijado en la Constitución define las atribuciones de cada uno y fija las normas para una coexistencia normal; pero no introduce la interferencia de un poder en otro. Si el Congreso pudiera paralizar al Poder Ejecutivo, lo que se lograría es el inmovilismo. Es el ideal del establishment para mantener su poder, en especial el económico. Algunos medios de comunicación lo enuncian y lo repiten políticos opositores, en una versión que vincula a la libertad con la impotencia del Poder Ejecutivo.Para una sociedad que se ha beneficiado en su conjunto con las transformaciones iniciadas en 2003, con todo lo que queda por avanzar todavía, este inmovilismo no parece responder a las necesidades de la ciudadanía ni a sus aspiraciones a futuro.
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