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viernes, 3 de junio de 2011

PARAGUAY BICENTENARIO : 200 AÑOS DE IN/DEPENDENCIA, por Juan Carlos Decoud Fernández (para "Iniciativa", 27-05-11)



27 Mayo, 2011 Iniciativa
Por Juan Carlos Decoud Fernández*


El Paraguay celebró su bicentenario y, como las demás naciones de esta región sudamericana, lo festejó con las pompas apropiadas a la ocasión.
El 15 de mayo de 1811, esta nación conoció su “independencia”, la que debe ser contextualizada en el amplio marco de las revoluciones burguesas de la época. En efecto, la independencia paraguaya es parte de una serie de acontecimientos que, a partir del clímax que significaron la independencia norteamericana y la Revolución Francesa, atravesaron la Revolución de Mayo bonaerense y la Constitución de Cádiz y se expandieron por toda la geografía de este continente.
Sin embargo, el proceso independentista paraguayo tuvo sus particularidades relevantes. Los historiadores coinciden en que la emancipación de este país se dio, sobre todo, respecto de Buenos Aires antes que de la corona española. Entre las facciones españolistas, porteñistas y “nacionalistas” que había en la provincia del Paraguay, la última prevaleció con el liderazgo ascendente de José Gaspar Rodríguez de Francia quien, a la formalidad del aspecto revolucionario burgués, le agregó un fuerte componente de soberanía socioeconómica.
El comercio externo del Paraguay dependía casi totalmente de la navegabilidad del río Paraná hasta su desembocadura en el río de la Plata. Por lo tanto, la voluntad política bonaerense condicionaba la mayor parte de la actividad comercial de la “provincia” del norte. Entonces, el Paraguay de Francia aprendió a subsistir en sí y para sí, con una mínima vinculación externa y un máximo de concentración en torno a un poder, cuestionable en sus métodos de control, pero absolutamente consciente de su impulso a constituirse como nación autónoma y soberana.
En realidad, fue el Reglamento de Gobierno de 1813 el que por primera vez utilizó jurídicamente la expresión “República del Paraguay”, definió una forma de gobierno (el consulado) y reglamentó otros componentes que quedaron institucionalizados como signos de un estado nacional.
Pero, más allá de la precisión de los datos históricos, podemos acordar que la hegemonía francista instauró una auténtica independencia de toda dominación externa, incluso en sentido económico; rasgo ausente en los demás estados “surgidos” de las revoluciones de las primeras décadas del siglo XIX, donde la expulsión de la dominación española fue sustituida por una creciente dependencia financiera, especialmente, respecto de la banca inglesa.
A fuerza de austeridad, el Paraguay fortaleció una productividad basada en su auto subsistencia. Con 29 años en el poder, Rodríguez de Francia consolidó una nación que, por varias décadas, no conoció deuda externa ni interna, hambre ni mendicidad. Cuando Carlos Antonio López llegó al poder en 1841, se encontró con una base que le permitió construir una emergente revolución industrial centrada en el estado como sujeto principal.
El final de esta historia emancipadora es conocido por todos. Una guerra contra la triple alianza (Brasil, Argentina y Uruguay) donde los aliados gozaron de la “generosa” financiación inglesa. Así, fue aniquilada la experiencia del Paraguay plenamente independiente.
Finalizada la guerra, la élite “liberal” paraguaya -bendecida y controlada por las fuerzas aliadas de ocupación- juró la constitución de 1870 donde, en coherencia con la tendencia de la época, se sacralizaba la propiedad privada y se estipulaban las normativas que aseguraban la primacía del individualismo económico, concepto hasta ese momento desconocido por esta nación.
Cada vez más dependiente, el país cayó en 1954 bajo el dominio de Alfredo Stroessner, quien, en su estrategia de “avance hacia el este”, sustituyó –o complementó- paulatinamente el “subimperialismo” (Cfr: Chiavenato, 2005) argentino por el brasilero.
La ley de migraciones Nº 470/74 le permitió a Stroessner regular una inmigración selectiva, especialmente, orientada a la atracción de capitales para el inicio de su “modernización conservadora” (Cfr: Ramón Fogel: 1996). Esta ley facilitó la creación de una agricultura capitalista orientada a la exportación, principalmente en manos de los colonos brasileros del este. Al mismo tiempo, todas las experiencias comunitarias de desarrollo alternativo, como las ligas agrarias, fueron perseguidas, reprimidas y casi exterminadas por el régimen.
El proceso fue coronado con la construcción de la represa de Itaipú entre el Brasil y el Paraguay, proyecto que significó un impacto ambiental nefasto y mayor dependencia respecto de la República Federativa.
La corrupción en torno a Itaipú se evidenció en las cláusulas leoninas a favor del Brasil, las concesiones en desmedro del Paraguay y el auge de la oligarquía paraguaya conformada por los llamados “barones de Itaipú”.
Por otro lado, la economía informal, basada en el contrabando y la piratería, manejada por socios (militares y civiles) de Stroessner, marcó la fama interna y externa del Paraguay, con las consecuencias que persisten hasta hoy.
La nación próspera, equitativa e independiente que emergió entre 1811 y 1865 cedió ante la injusticia social y formal, la corrupción sistémica y la riqueza acumulada en una minoría que amasó todo lo que pudiera existir de recursos en el país. Así vivió el Paraguay, sin que la caída del régimen stronista haya significado algún tipo de mejora respecto de tales condiciones. Más bien, las élites en el poder después de Stroessner agravaron la situación generando mayor acumulación -en un extremo minoritario- y mayor pobreza –en el lado opuesto mayoritario.
Después de 19 años y dos meses de transición democrática, el 20 de abril de 2008 la Alianza Patriótica para el Cambio derrotó al casi “imbatible” partido colorado, principal responsable institucional de la corrupción, la tiranía, el asesinato, el analfabetismo, la tortura y la miseria del Paraguay en los últimos 60 años.
Fernando Lugo asumió como catalizador de la crisis de liderazgo. Un obispo con una fuerte impronta doctrinaria de la teología de la liberación bajó al ruedo político electoral. La inexperiencia en la gestión del poder, un entorno que no pudo abstraerse de la cultura política colorada y las distracciones “amatorias” del ex obispo Fernando Lugo demoraron las transformaciones aspiradas por los sectores sociales que lo eligieron. No obstante, varios signos señalan que se trata de un gobierno que -comparado con los anteriores- está más orientado a satisfacer las necesidades de las mayorías.
Las transferencias financieras -mucho más generalizadas- a los sectores pobres, la redistribución de los recursos otorgados por las entidades binacionales (Itaipú y Yacyretá), los récords de recaudación tributaria, las crecientes reservas de divisas del banco central, los servicios de salud pública algo más accesibles y el aumento de la inversión en educación, entre otras medidas, oxigenan el panorama del bicentenario paraguayo.
A esto hay que sumar el logro de la reivindicación histórica obtenida del Brasil en forma de compensación por la energía excedente que el Paraguay cede al país vecino. En tal concepto, el senado brasilero acaba de aprobar los 360 millones de dólares anuales (240 millones más) que la economía paraguaya recibirá por la energía eléctrica cedida.
Si bien, el logro está lejos del monto anunciado durante la campaña luguista, se puede afirmar que el hecho presupone una imagen paraguaya que se va renovando, así como mayor autoridad para negociar mejores condiciones con los socios internacionales.
Entre logros y desaciertos, el gobierno de Fernando Lugo acaba de ingresar a su segunda mitad de mandato. Mientras, las especulaciones sobre la sucesión comienzan a dominar las negociaciones políticas y los discursos mediáticos.
La vuelta al poder del partido colorado de la mano de sus referentes -consolidados mediante el enriquecimiento a costa del estado, los negocios ilegales o una combinación de ambos- surge como un escenario posible.
Por otro lado, una coalición resquebrajada en el poder ejecutivo, que se distribuye entre dos bandos: Por un lado, el Partido Liberal (el principal de la alianza) y, frente a él, el entorno más próximo del presidente Lugo conformado por una heterogénea combinación de izquierda y populismo. Los actores del primer grupo (el Partido Liberal) se asumen como los únicos con derecho a encabezar una fórmula presidencial, mientras, el segundo bando sondea la simpatía popular hacia una reelección.
Ambos argumentan según su propio prejuicio. Los liberales parten de la certeza de que su partido, por ser el mayoritario de la alianza que ganó la presidencia en 2008, tiene el mérito logrado para liderar la postulación para el 2013. Por su parte, los demás sectores, más allegados a Lugo, recurren al argumento histórico de que el liderazgo liberal no asegura la atracción de sectores no liberales, cuyos votos son imprescindibles para un triunfo.
Ante esa disputa, los principales referentes liberales parecen mucho más cómodos flirteando con la derecha, especialmente, el PUNACE, liderado por el ex general Lino Oviedo, y el Partido Patria Querida.
Sin embargo, si bien chocan con un sentido común adverso y mayoritario, los movimientos de izquierda demostraron en las elecciones municipales de 2010 mayor caudal electoral respecto del partido de Oviedo y de Patria Querida. Por lo tanto, cualquier estrategia debe contar entre sus elementos a aquellos sectores sociales populares.
Bajo este escenario, el país que, en otra época, supo construir una verdadera independencia (política, jurídica y económica); después de siglo y medio de imperialismos, subimperialismos, tiranías y oligarquías corruptas, se encuentra agobiado por la dependencia, con un registro de importación que duplica a su exportación, con un saldo comercial negativo compensado desvergonzadamente por el contrabando, el narcotráfico y el tráfico de armas y, finalmente, con una cultura política instaurada en años de coloradismo que, con energías renovadas en la llanura, se posiciona como el monstruo agazapado que permea a todos los partidos y movimientos con sus mecanismos de clientelismo y corrupción.
Un Paraguay que conoció sus propios modelos históricos de independencia integral enfrenta esos -y otros- conflictos bicentenarios. Con ese contexto celebra, recuerda y rememora su rico pasado. Y con ese presente disputa su futuro con el dilema de recuperar -resignificada con sentido regional (Mercosur-UNASUR)- su otrora soberanía popular o sucumbir bajo la dependencia de nuevas tiranías mafiosas -internas y externas.

*Licenciado en Comunicación Social, Docente de la Universidad Nacional de Asunción, de la República del Paraguay.

Publicado en :
http://espacioiniciativa.com.ar/?p=2913

1 comentario:

LAW_LAW dijo...

Hace tiempo que nadie se animaba a escribir un artículo tan luguista. Le felicito por el estómago al personaje que se atrevió a repetir tantos disparates sobre este bochorno internacional que se llama Fernando Lugo.