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sábado, 4 de junio de 2011

EL NEOLIBERALISMO, LA DEMOCRACIA Y LA CONSTRUCCIÓN DEL “SENTIDO COMÚN”, por Adrián Corbella (para “Mirando hacia adentro”)

Desde el principio de los tiempos los hombres se han enfrentado, han discutido, han luchado, por cuestiones ideológicas. Por tener una idea, un proyecto, una forma de ver la realidad y operar sobre ella, o por tener otra. Lo podemos rastrear muy atrás en la Historia : patricios y plebeyos en la antigua Roma ; reforma y contrarreforma en la Europa Moderna ; capitalistas y comunistas en la Guerra Fría… Siempre han habido distintas posiciones, distintas ideas, ideologías diversas … Y siempre las habrá…
La democracia se inventó para dirimir civilizadamente esa cuestión. Si usted tiene que elegir entre el candidato A, el B, y el C, se supone que no da igual que gane uno o el otro, porque cada uno tiene un proyecto distinto, y emprenderá, en caso de ganar, disímiles políticas.
Esto ha sido siempre así … salvo en esa infame década del noventa.
En 1989 terminó la Guerra Fría con la victoria de los Estados Unidos frente a la Unión Soviética. El Muro de Berlín fue demolido a mazazos por los manifestantes de las dos repúblicas alemanas. Los regímenes del “socialismo real” europeo-orientales se derrumbaron, y se fueron transformando en economías de tipo capitalista, en economías de mercado. La URSS se dividió en 17 estados independientes, que siguieron los pasos de sus vecinos de Europa Centro-oriental.
Hasta aquí estamos en un conflicto como tantos en la Historia de la humanidad, en el cual alguien gana, y otro pierde.
Pero, en Occidente, la victoria se les subió a la cabeza. Los neoliberales perdieron el contacto con la realidad y se lanzaron a realizar interpretaciones realmente inéditas, con pocos antecedentes en la rica Historia de la Humanidad. Los neoliberales proclamaron “el fin de las ideologías”, y, lo que es peor aún “el fin de la Historia”. No es posible encontrar en la historia humana el ejemplo de otro grupo político-ideológico que se lance a decir : la Historia se detiene, el pensamiento ha llegado a su culminación, la Tierra ya no girará más, porque nosotros hemos triunfado. Nosotros somos el producto final de la evolución humana …
Y, lo más grave, es que esta declaración no fue solamente una marketinera frase publicitaria, sino una concreta guía en la acción político-ideológica de esos años.
Durante más de diez años se planteó, no sólo en Argentina sino en todo el mundo, al neoliberalismo como ideología definitiva y final de la historia de la Humanidad. Y esta perspectiva vació de contenido no sólo a la discusión política (ya que no había nada que discutir) sino también al propio sistema democrático . Como decían los políticos y economistas neoliberales : “no se puede hacer otra cosa” ; por lo tanto no había nada que votar ; sólo había que consultarle a los técnicos económicos acerca de las políticas correctas, y luego elegir un buen “gerente” que las implementara.
La política concebida como una actividad de “gestión”, como simple implementación de la ideología triunfante, expresión del triunfo final de una verdad definitiva, fue la más pura expresión de las “democracias” neoliberales. Esta concepción política tuvo su contrapartida en el cierre del período, en los comienzos del siglo XXI, en expresiones antisistema, antipolíticas, que en Argentina se expresaron en el “que se vayan todos”, y en España tienen hoy su representación en los “indignados”. Estos pensamientos antisistémicos son el lógico corolario del pensamiento neoliberal : si hay una única política posible, y todos hacen lo mismo, el fracaso de esas políticas generan un rechazo sistémico, casi nihilista. Se rechaza el “todo” y sólo queda la nada …
La década larga de hegemonía neoliberal (que en Europa y Estados Unidos se ha extendido hasta hoy) provocó múltiples consecuencias. No sólo la construcción de un “pensamiento único” que desplazaba cualquier otra idea política o económica, sino también la construcción mediática de un “sentido común” acorde a esas ideas…
Muchas personas piensan que el llamado “sentido común” es algo general y objetivo. No hay idea más desacertada. El llamado “sentido común” es una construcción histórica, social y cultural, donde se unen una serie de ideas, concepciones y criterios que han alcanzado un amplio margen de consenso y hegemonía , y que por lo tanto se consideran expresión de algo “lógico” y “natural”.
Y podemos poner al respecto un ejemplo muy concreto, y muy fácil de entender : si pudiéramos revivir un egipcio de la época de Kheops, un romano de tiempos de César y un inca de los años de Manco Capac, estaríamos en presencia de tres “sentidos comunes” muy distintos al nuestro. E igualmente “lógicos” y “naturales” en su contexto histórico concreto.
De todas maneras, extraña mucho que las políticas neoliberales hayan seducido (y sigan seduciendo) a tanta gente durante tanto tiempo. Lo que no extraña demasiado es que el neoliberalismo haya generado ideas tan rocambolescas, ya que, si bien el “sentido común” liberal concibe a sus propias ideas como la más acabada expresión del “realismo”, las ideas liberales han sido siempre cualquier cosa menos realistas…
El liberalismo tomo forma claramente como ideología económica a fines del siglo XVIII, a partir de las ideas del economista escocés Adam Smith. Luego se fue desarrollando con diversos pensadores, que respetaron su identidad original, hasta que en el siglo XX Milton Friedman le dio al liberalismo una nueva vuelta de tuerca, dando inicio al llamado “neoliberalismo”.
Las ideas económicas liberales tienen una simpleza pasmosa : lo que debe hacerse en economía es sencillamente … NADA. La economía se maneja sola. Existen leyes naturales e inmutables, como la de la oferta y la demanda, que corrige automáticamente todos los desequilibrios. El Estado debe abstenerse de intervenir, porque cualquier intervención que tenga es perniciosa. Por eso debe limitarse a generar un sistema jurídico que permita a las fuerzas económicas moverse libremente y sin intervención. Los liberales del siglo XVIII, con Smith a la cabeza, aceptaban la intervención del Estado en la justicia, la seguridad y la educación. Los neoliberales del siglo XX y XXI cuestionaron incluso eso…
La frase más famosa de los liberales ha sido quizás “laissez faire, laissez passer” (dejad hacer, dejad pasar), y la imagen casi publicitaria que lo resume es la de la “mano invisible” de las leyes de mercado que ordenan una realidad económica en apariencia caótica…
Para los liberales estas teorías fueron siempre LA VERDAD, y sostuvieron ese concepto con un entusiasmo militante que no es difícil confundir con el de los fanáticos políticos o religiosos.
La práctica concreta de estas ideas ha sido bastante desastrosa. La crisis sistémicas del capitalismo son recurrentes, tanto a nivel estatal como global. Y la respuesta de los economistas liberales es siempre la misma : si el liberalismo ha tropezado es porque no se ha aplicado en su totalidad, porque se han implementado mal las medidas, porque han dejado nichos de la economía o la sociedad sin liberalizar… Por lo tanto el fracaso del neoliberalismo se soluciona con más neoliberalismo, con una aplicación de las mismas políticas que acaban de fracasar, pero de una manera más radical, menos contemplativa, más fanática…
La respuesta es siempre la misma . Y tiene lógica que lo sea. Si se piensa que se aplica ‘la única política posible’, y esta fracasa, la culpa no puede ser de la teoría, sino de su implementación…
En otras palabras : si la realidad no se comporta como la teoría dice que debe comportarse, la culpa es siempre de la realidad, de la implementación de la teoría ; nunca es de la sacrosanta teoría…
La América Latina de los primeros años del siglo XXI está rompiendo con esta lógica. El neoliberalismo fracasó y está en retirada. Y se vive un regreso a la normalidad, a la existencia de diversas ideologías, diversos proyectos, que se enfrentan electoral y mediáticamente, que dividen a las sociedades.
Algunas personas, acostumbradas al “pensamiento único” de los noventa, no puede aceptar estas discrepancias, estas diferencias de opinión, tan democráticas. Y entonces comienzan a hablar de crispaciones, de intolerancia, del necesario regreso a las virtudes republicanas, sin advertir que no hay nada más democrático y republicano que la existencia de distintos proyectos política e intelectualmente en pugna.
Estas personas ven en la diversidad ideológica un símbolo de autoritarismo, de intolerancia, de crispación, cuando es exactamente lo contrario. Acostumbradas al “pensamiento único” no admiten que otro pueda pensar libremente distinto. Si alguien no acuerda con las ideas de ellos, que son acabada expresión del “sentido común” (neoliberal) hay que buscar interpretaciones oscuras, o el clientelismo, o la corrupción, o la cooptación mercenaria, o la “falta de calidad” del voto de los sectores populares. El único pensamiento posible es el de ellos. Todo lo demás es fruto de una oscura conspiración autoritaria a la que tachan indistintamente de “fascista”, “stalinista”, “populista”, “guevarista” … como si todo fuera lo mismo.
La hegemonía neoliberal ha durado mucho, demasiado.
En Europa el cuestionamiento recién empieza, y no ha tomado una forma, un perfil ideológico definido.
En América Latina este proceso ya lleva una década, y si bien el neoliberalismo ha perdido muchas posiciones, conserva otras, y no está derrotado.
Los latinoamericanos tenemos el privilegio de vivir en un continente donde la diversidad política e ideológica ha regresado. Donde las distintas fuerzas políticas quieren hacer cosas distintas. Donde no será lo mismo en estos días para los peruanos elegir a Fujimori o a Humala. Donde no será lo mismo para los argentinos elegir en octubre a Cristina, a Alfonsín o a Duhalde …
Debemos acostumbrarnos a la idea de que no todos pensamos lo mismo. Debemos recuperar la confianza en la política como herramienta para definir rumbos y orientaciones. Debemos acostumbrarnos a la diversidad.
Bienvenida, Democracia…

Adrián Corbella, 4 de junio de 2011.



2 comentarios:

adrián dijo...

yo agregaría que la democracia no es universal, es una forma occidental.
Existen muchas y variadas formas de gobierno de las sociedad en nuestra época, y no son residuos del pasado, son válidas hoy y acá.
Podríamos pensar que si el neoliberalismo es una forma de crear hegemonía dentro de los paises occidentales, la democracia occidental es una forma de crear relaciones de dominio sobre otras sociedades con otros patrones de organización.
Sin caer en el relativismo, por lo menos salir del democracismo occidentalizante.
He dicho, costen actas.

Adrián Corbella dijo...

Interesante comentario. Voy a reflexionar sobre él.