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martes, 28 de junio de 2011

AGIS : “La actual batalla contra la inflación, es producto de la negativa opositora a las retenciones móviles en 2008”, reportaje para "Iniciativa".

Emmanuel Agis: “La actual batalla contra la inflación, se explica, en gran medida, como producto de la negativa opositora a las retenciones móviles en 2008”.
Entrevista exclusiva al economista co-autor de “Aportes de la Economía Política en el Bicentenario”.

28 Junio, 2011 Iniciativa
Reportaje de Telémaco Subijana y Federico Ghelfi

Iniciativa entrevistó en exclusiva al economista Emmanuel Agis, co-autor del libro “Aportes de la Economía Política en el Bicentenario”. Es Coordinador del departamento de Política Económica de la sede en Buenos Aires de la Sociedad Internacional para el Desarrollo (SID-Baires), miembro de la Asociación de Economía para el Desarrollo de Argentina (AEDA) y del Programa de Formación Popular en Economía (PROFOPE). Caracterizó el esquema macroeconómico de Argentina iniciado en 2003, resaltó el papel de las medidas contra-cíclicas para superar la crisis internacional de 2009 y analizó los desafíos pendientes en materia de desarrollo industrial.

-¿Cuáles son los ejes centrales de lo que Ud. llama el “nuevo esquema macroeconómico de Argentina”?

Hay un conjunto importante de ejes, pero creo fundamentalmente que este esquema se define -por necesidad o por urgencia- después de la devaluación de 2002. Se trata claramente de un esquema de “tipo de cambio apreciado” o “tipo de cambio diferenciado”. En el “frente cambiario” junto con la devaluación de 2002, lo que sucede en Argentina es el comienzo de un sistema de tipo de cambio “diferenciado”, que no equivale a un tipo de cambio “alto”. El establecimiento de la devaluación sumada a la intervención de las retenciones resulta en que, además de tener un tipo de cambio a nivel general más alto, llegamos a un tipo de cambio diferencial por sector. Los procesos de industrialización y desarrollo que asomaron en el país se dieron a partir de un esquema de tipo de cambio diferenciado. Esa es una de las patas importantes.
El otro eje central se produce -primero por necesidad y después por buen tino político- con el default de la deuda y la posterior renegociación. Ahí claramente el espacio fiscal de la Argentina tuvo un incremento muy importante que le permitió empezar a hacer política, que es justamente lo que no venía desarrollando antes. Una política fiscal gracias a que el porcentaje de la deuda en el gasto fiscal se redujo significativamente y eso empezó a permitir la implementación de una serie de medidas que también ayudaron a traccionar el crecimiento.
Un tercer punto que se destaca es todo el esquema de políticas de ingreso que se viene implementando fundamentalmente de 2003 a la fecha: comenzó con aumentos por decretos, luego se recuperó el sistema de negociación como las paritarias y también encontramos algunos hitos muy importantes, como el Plan de Inclusión Previsional y la Asignación Universal por Hijo.
En definitiva, ésos son los tres ejes: el tipo de cambio diferenciado, una significativa reducción de la deuda -con el consecuente espacio fiscal ganado para hacer política- y una batería de políticas de ingreso que permite paulatinamente recuperar el poder adquisitivo y reducir la desigualdad, la pobreza y la indigencia.

-¿Qué factores atribuye a la menor repercusión relativa que la crisis financiera internacional tuvo la crisis en nuestro país?

Se pueden dividir dos aspectos. Por una parte, las cuestiones estructurales: la redefinición del espectro económico y la salida de un esquema de tipo de cabio fijo. La Argentina soportó bastantes pocas presiones cambiarias en el momento de la crisis, fundamentalmente por dos razones: una porque ya no estaba dada una regla cambiaria como en la convertibilidad, y otra, porque el propio establecimiento de un tipo de cambio depreciado le permitió acumular reservas internacionales y con ese sector de reservas administrar el tipo de cambio para evitar que se produjeran alteraciones bruscas, que son en general las que producen más descalabros financieros y sociales. Eso en cuanto a lo estructural, sumado al nivel muy bajo de deuda que tenemos: el endeudamiento externo no es un problema, y con una economía muy orientada al mercado externo y con un mercado interno bastante robusto.
Por otra parte, los factores coyunturales tienen que ver con que en 2009 –a diferencia de lo que sucedió en la historia de la política económica argentina- se implementó una verdadera política económica contracíclica. Lo realizado desde el gobierno fue, básicamente, acelerar los planes de inversión que se tenían en cartera para introducir un impulso que contrarrestara el shock externo. Asimismo, algunas de las cuestiones históricas como la AUH son decisiones que fueron tomadas en el medio de esta crisis y que contribuyeron, en mucho, a morigerar el impacto del shock externo.
Entonces, tenemos dos tipos de factores. Los estructurales: la economía está bastante mejor preparada que antes para soportar un shock externo; los coyunturales: no se descansó sólo en lo estructural sino que se intentaron diversas maneras para administrar la crisis, con una política fiscal contracíclica y una política cambiaria para evitar que el tipo de cambio se disparara.

-Uno de los ejes de la oposición para criticar a la economía argentina es la inflación. ¿Qué opina en relación a este tema y cómo repercute en las variables sociales?

Indudablemente, la discusión está bastante ensucisada por la situación del INDEC. Lo interesante, y paradójico al mismo tiempo, es que si uno observa estadísticas de inflación que no sean las oficiales (por ejemplo el promedio de inflación de las provincias) hoy Argentina tiene un problema inflacionario; es importante ya que llegó a tocar picos del 5 o 6% y está en un núcleo duro del 20%, que se está volviendo difícil de superar. Ahora bien, lo paradójico -y lo que también es una novedad en la dinámica de las variables sociales- es que por primera vez en la Argentina ese costo de la inflación no se traduce en un aumento “1 a 1” de la pobreza y la indigencia. Específicamente, en la historia argentina se comparaba el costo de la inflación con aquellos actores que percibían ingresos fijos (como los jubilados, los beneficiarios de subsidios y los asalariados de más bajos ingresos). Considero que buena parte de la política de ingresos implementada desde el 2007 a la fecha, tuvo un efecto en morigerar los impactos de la inflación sobre las variables sociales. Es por este motivo que creo que -al revés de lo que se lee en el discurso oficial- tener la inflación en torno al 20%, y lograr que la pobreza e indigencia no se incremente con ese entorno macroeconómico, es un éxito muy importante.
Claramente la discusión no se da en estos términos porque los números oficiales dicen otra cosa, pero podemos decir que incluso con esa dinámica las variables y los resultados en cuanto a indicadores sociales son buenos. Obviamente, cada vez que se genera inflación, ocurre que se frena el proceso de recuperación del salario real y la reducción de la pobreza e indigencia. Pero lo importante es que, si bien se da ese freno lo importante es que las variables no se volvieron negativas. En general, cuando empezaba a acelerarse la inflación, caía el salario real, aumentaba la pobreza y enseguida se incrementaba la indigencia. Tenemos que recordar que, lamentablemente, buena parte de esa batalla perdida que es la “inflacionaria”, fue producto de la negativa parlamentaria a aprobar el proyecto de las retenciones móviles e 2008. Si la Argentina tuviera un esquema de retenciones más robusto –móviles y segmentadas, estaríamos hablando de otros números inflacionarios porque esa era la medida clave para lograr que toda la inflación importada que está experimentando el mundo, no se traduzca en inflación doméstica. Uno tiene tres opciones cuando hay inflación importada: aprecia el tipo de cambio (como hacen los países de Latinoamérica) y entonces sabemos, por la experiencia de la “convertibilidad”, qué pasa cuando se aprecia en términos nominales; en segundo lugar, se puede genera recesión o subir un poquito el desempleo, junto a la generación de condiciones más desfavorables para la clase trabajadora con depresión de salarios; por último, se puede implementar algún esquema que permita desvincular los precios internacionales y los locales. Este último es justamente el esquema de retenciones. Lamentablemente, la Argentina no pudo tomar esa decisión y también se resistió a las otras dos opciones, la elección entre la apreciación cambiaria o la la recesión. En el caso de Brasil, por ejemplo, tiene un 5% de inflación y la mitad de la tasa de crecimiento de Argentina, sumado a un problema de cuenta corriente. Ninguna opción es, en sí misma, la mejor de todas; claramente hay costos y beneficios derivados de una estrategia como la de Brasil. Considero que la Argentina apostó al crecimiento y la reducción del desempleo, pagó algo en términos de inflación debido a la decisión sobre el tipo de cambio, y en un futuro no muy lejano puede ingresar en esquemas de ese tipo que permitan reducir la inflación en forma paulatina.

-A un año y medio de la implementación de la Asignación Universal por Hijo (AUH); habiendo Ud. realizado uno de los primeros estudios sobre su impacto ¿qué evaluación realiza?

Después de un año y medio lo que uno puede ver son dos cosas. Primero, nos tenemos que sacar cualquier tipo de duda inicial sobre la AUH: el la magnitud y el éxito de este instrumento de política es el más importante en Latinoamérica; esto surge de un estudio que hemos realizado en el contexto regional. Pero, más aun, un conjunto de especialistas de Naciones Unidos confirman que es la más importante del mundo, y me atrevo a decirlo porque es una palabra mucho más autorizada que la mía la que lo dice. Ahora debemos avanzar en lo que llamaríamos políticas de “segunda generación”. Ya con la AUH podemos identificar a los sectores que están más necesitados y lo que se puede hacer ahora es empezar a explotar esa identificación; ya se comenzó a trabajar en ese sentido con la Asignación por embarazo, que es un estímulo muy importante y que garantiza el cuidado de los más vulnerables que son los menores de parte de la madre.. Ahí entramos en una cuestión importante de comprender que los déficit nutricionales y de salud que puedan ocurrir durante el embarazo después tienen consecuencias irreversibles sobre las capacidades de aprender de los niños, y las posibilidades de desarrollo físico y psíquico, etc. Con lo cual necesitamos la profundización de esta política en el sentido adecuado, aunque también probablemente hay un conjunto de aspectos a mejorar en términos educativos. Los chicos que retoman el colegio en virtud y gracias a la AUH tienen que tener un tipo de apoyo especial porque seguramente si dejaron el colegio y ahora pueden volver a un estipendio de dinero- que es importante pero que no le cambia sustancialmente la vida a nadie- esta situación habla que realmente necesitan un apoyo adicional. Es importante y necesario que un programa de reinserción escolar se articule con la AUH.

-¿Podría explicar qué es el “Estado Empleador en Última Instancia”, que usted ha propiciado? ¿Cómo imagina su implementación en nuestro país?

Se trata de un término que surge a partir de una analogía con el rol de los bancos centrales en cualquier economía capitalista. ¿Cuáles son las funciones de un banco central en un país? Ser el prestamista en “última instancia”, es decir, que si el sistema financiero entra en una crisis, el banco tiene que intentar que el sistema no se caiga y arrastre a la economía en ese proceso. Lo estamos viendo hoy en EEUU, Europa y en todos los bancos centrales del mundo. Estos bancos hoy sostienen el sector financiero, no per se, sino para que la crisis financiera no se transforme en económica y social. Los que defendemos la actividad del Estado como empleador en “última instancia” entendemos que también las crisis sociales tienen consecuencias sobre la propia economía, sobre la propia sociedad y sobre la totalidad del país. Entonces lo que debe hacer el Estado, de la misma manera que sostiene al sector financiero ante estas crisis extremas, debe sostener a los trabajadores en crisis extremas, que es cuando el desempleo sube mucho, cuando ciertos sectores de la población son discriminados sistemáticamente en el mercado de trabajo (cuando el mercado no llega, debería llegar el Estado)
¿Cómo imagino que podría funcionar un esquema de Estado empleador de última instancia en Argentina? Haciendo foco en las personas que todavía no pudieron ingresar al mercado de trabajo y que históricamente son discriminadas. Hoy el desempleo ronda el 7%, pero ese valor se puede llegar a duplicar en jóvenes y mujeres, sobre todo en mujeres que son cabezas de hogar. Con lo cual creo que pensar en esquemas de empleo para este tipo de sectores es un desafío interesante y lo importante es que no hay que confundirlo con un subsidio. Se trata justamente de buscar si hay ciertos sectores de actividad donde esas franjas de la población pueden aportar un producto económicamente significativo, que tenga precio, que se venda, etc, y al mismo tiempo aportando eso desde el Estado se puede lograr que esas personas dejen de estar desempleadas. El caso paradigmático son las guarderías sociales o los sistemas nacionales de cuidado. Allí las mujeres que son discriminadas del mercado de trabajo –por ej, por ser cabeza de hogar, tienen muchos chicos a cargo y no pueden conseguir empleos full time porque deben cuidarlos, etc- con el establecimiento de un sistema de guarderías públicas (como existen en Francia), donde algunas mujeres puedan dejar a sus chicos para ir a trabajar y, al mismo tiempo, algunas que tienen chicos y no consiguen trabajo, pueden trabajar cuidando a los menores, ayudando con los temas de educación, salud, formación, puede ser una forma de resolver dos problemas. Uno de ellos relacionado a la mujer que quizá pierde una buena parte de su ingreso por contratar una señora para que le cuide a sus chicos y, el otro problema el de las mujeres que no consiguen empleo en otras ramas de la producción y que pueden aportar en un sistema de cuidados de carácter nacional. Actualmente, con las condiciones en que se desarrolla el mercado de trabajo argentino, imagino posible un sistema de ese tipo, aunque hay otros sistemas que también podrían funcionar. En Argentina la inclusión de mujeres y jóvenes es la clave para seguir profundizando la reducción del desempleo.

-Ud. ha combatido las tesis sobre la insuficiencia del ahorro. ¿Qué medidas por parte del Estado considera para financiar la inversión?

Un elemento importante a señalar es que hace 80 años que los economistas estamos discutiendo estas cuestiones: si es el ahorro el que financia la inversión o si es la inversión la que genera el nivel de ingreso necesario para que la población pueda ahorrar. Mi hipótesis, adhiriendo a la segunda opción, es que nadie puede ahorrar lo que no tiene, y, entonces, si no hay inversión, producción y generación de puestos de trabajo e ingreso, difícilmente alguien pueda ahorrar y financiar una inversión. Claramente la inversión precede lógica y físicamente al ahorro.
El punto es que en economías como la argentina -que históricamente han sido muy volátiles y están expuestas a shocks externos, cambiarios, etc.- el sistema financiero dentro de la economía no es muy grande y en general no se arriesga a prestar a proyectos que pueden tener un retorno social, e incluso económico, importante dada esta condición de riesgo. Hoy en Argentina las grandes obras de infraestructura que se necesitan o ramas de la producción que están empezando a aparecer y necesitan esos fondos para realizar inversiones, no pueden acceder al mercado de crédito y por lo tanto no pueden llevar a cabo esos proyectos de inversión. De este modo, no generan ingreso ni, por ende, ahorro. Entonces no hay una deficiencia de ahorro sino de inversión. Cuando uno analiza cualquier experiencia de desarrollo nacional más o menos exitosa, el rol del Estado es articular lo que puede llamarse una “banca de desarrollo”. Una banca que no hay que pensarla desde un esquema muy complejo como un banco de desarrollo. Yo creo actualmente el Estado tiene los instrumentos para avanzar hacia un esquema de financiación del desarrollo. ¿Cuáles son esos instrumentos? Necesitamos que la banca pública argentina se dedique mucho más al financiamiento de empresas; algo que hace pero que tiene algunos criterios de evaluación que le impide arriesgarse un poco más con la inversión. Hoy muchos de los bancos públicos son evaluados con criterios propios de los bancos privados, entonces tienen los mismos problemas que los privados para prestar al sector productivo. Otro instrumento que es una gran novedad en Argentina es el Fondo de Garantía de Sustentabilidad que maneja la ANSES y que está siendo utilizado para financiar inversiones. Por ejemplo, este Fondo tuvo un rol muy importante en la crisis de 2009, impidiendo que se destruyeran puestos de trabajo. Muchas veces se habla de ese Fondo como de “la plata de los jubilados” y hay que entender que tanto para los jubilados como para los trabajadores es sumamente positivo que ese Fondo financie inversiones y genere empleo, porque esa generación de empleo, a la vez, contribuye al mismo Fondo (mediante aportes patronales, recaudación por IVA E impuesto a las ganancias, etc.). En este sentido, hoy la Argentina tiene algunos elementos, que debe empezar a utilizar con mayor frecuencia y en forma más extendida, para lograr financiar proyectos de inversión que hoy no estamos sosteniendo pero que necesitamos ya que, sino, se van incorporando problemas específicos al proceso de desarrollo. Por ejemplo en el sector de Energía tenemos un problema con claridad, en relación a la generación de energía; un problema que se puede solucionar si el sector público y el privado empiezan a articularse en ese sentido.

-¿Hacia dónde debe orientarse el proceso de industrialización y qué papel tiene que tener el tipo de cambio?

Hoy el tipo de cambio uno no lo podemos definir taxativamente, si es o no competitivo. Observamos una típica heterogeneidad productiva de la Argentina pero en lo que respecta a la competitividad. Hay sectores que siguen siendo competitivos y otros que están un poco más comprometidos en competitividad externa. Actualmente el panorama es mucho más diverso y complejo que lo que teníamos en el año 2005 (donde uno no encontraba un sector que fuera más competitivo en relación a 1999 o 2000). Por este motivo, si bien hoy hay sectores que tienen problemas de competitividad, como justamente esos problemas son heterogéneos, las soluciones no pueden ser homogéneas. Subiendo el tipo de cambio no se soluciona nada porque en algunos sectores sus competitividades no dependen del tipo de cambio, sino de los mercados, de tener nuevos puertos, o mejorar los caminos, la logística, la interconectividad del país o el sistema impositivo. Por eso creo que no hay que buscar la solución mágica del tipo de cambio, particularmente por lo altos niveles de inflación: si apuntamos a la solución cambiaria podría empeorar la situación. Tenemos que planificar: mirar bien cuáles son los problemas específicos y encontrar las herramientas para cada sector. No es lo mismo lo que necesita el sector metalúrgico, el textil o el turístico. Es claro que una devaluación no le pega por igual a cada uno de los sectores y sobre todo una devaluación en Argentina podría no ser expansiva sino contractiva y generar una recesión. Hay que tener cuidado con pensar esta idea que una devaluación soluciona todo porque con las condiciones actuales se podría contribuir a una recesión

-Por último, ¿qué se pone en juego en materia económica con las elecciones de este año y cuáles cree que son los desafíos para el próximo mandato?

Están en juego dos cuestiones. Por una parte, al contrario de lo que pasa con el discurso oficial, el arco opositor heterogéneo no tiene un proyecto claro ni alternativo. Uno ve medidas aisladas y casi ninguna simpática; he escuchado a sectores supuestamente de “izquierda progresista” diciendo que hay que eliminar las retenciones, a sectores que tal vez no son tan progresistas que piensan que los jubilados que no aportaron al sistema no deberían haberse jubilado, etc. ¿Entonces qué hacemos con esos 2 millones y medio de personas que se pudieron jubilar con el Programa de Inclusión Previsional y que no aportaron -no porque no quisieron o se gastaron la plata- ya que durante los 90 trabajaron (con suerte) en negro o estuvieron en condición de desempleados? En tal sentido, no se observa la existencia de un proyecto alternativo; lo que sí me parece que se juega es la complejización de este proceso de desarrollo. La etapa más complicada de los procesos de desarrollo es cuando uno tiene que empezar planificar ese desarrollo y cuando éste ya no es el resultado de condiciones macroeconómicas favorables, que muchas veces están diseñadas e implementadas desde diversos sistemas económicos (esto quiere decir que Argentina no creció por el “viento de cola” e incluso cuando tuvimos “viento de frente” como en 2009, pudimos sortear los problemas). Lo importante es que ahora claramente no alcanza con esas condiciones, las cuales tienen que estar pero lo que tiene que pasar para seguir mejorando y profundizando estas tendencias es planificar de manera mucho más precisa y detallada y complejizar un conjunto de formas y medidas de intervención del Estado que, con claridad, considero que el momento para realizarlas. Si este proceso que empezó en 2003 sale fortalecido en esta elección de “tercer término” y me parecer que la sociedad está dando el visto bueno para que lo que se hizo se continúe y lo que faltó se empiece a realizar.

Publicado en :
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