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domingo, 19 de junio de 2011

EL RESCATE DE LA POLÍTICA, por Eric Calcagno (para "Miradas al Sur" de 19-06-11)





19/06/2011


Miradas al Sur. Año 4. Edición número 160. Domingo 19 de junio de 2011


Por


Eric Calcagno, Senador de la Nación


politica@miradasalsur.com




Prometeo: el fuego. Cuenta la mitología griega que hubo una “edad de oro” en la que los hombres eran felices porque vivían en armonía con los dioses. Relata el poeta griego Hesíodo (siglo VIII antes de J.C.) que para marcar las relaciones futuras entre dioses y hombres, de tal modo que cada uno tuviera lo suyo, Zeus le encargó a Prometeo que sacrificara a un buey y lo dividiera de modo justo entre dioses y mortales; pero Prometeo hizo trampa a favor de los hombres y Zeus se enfureció cuando descubrió el engaño. En castigo, le quitó a los hombres el fuego, con el cual se calientan y cuecen los alimentos. Era un duro castigo. Entonces Prometeo cometió un segundo crimen de lesa majestad: le robó el fuego a Zeus y se lo devolvió a los hombres. Para eso y mediante varios ardides pudo llegar hasta donde estaba el fuego, agarró un poco, lo escondió en un pedazo de junco y luego de muchas peripecias, se lo retornó a los humanos. Esta vez el castigo fue terrible: Zeus lo encadenó en lo alto de una montaña y le soltó un águila gigantesca que todos los días le devoraba el hígado, porque como su hígado era inmortal, se rehacía todas las noches.


Prometeo: las artes. El relato anterior de Hesíodo es diferente al de Platón en Protágoras. Veamos.
Cuenta la mitología griega que hubo un tiempo en el que existían los dioses pero no las especies mortales. A éstas las modelaron los dioses y cuando se disponían a sacarlas a la luz, ordenaron a los hermanos Epimeteo y Prometeo que distribuyeran las facultades, aptitudes y cualidades entre las especies, de modo que todas sobrevivieran. Epimeteo se encargó de los animales, a los que equipó armoniosamente; pero dejó inerme y abandonada a la especie humana. Como ya los humanos debían salir a la luz y era imposible encontrar otra solución para que sobrevivieran, Prometeo robó el fuego y la sabiduría de las artes y la técnica, y se las ofreció como regalo al hombre. “Con el fuego recibió el hombre la sabiduría para conservar su vida, pero no recibió la sabiduría política, porque estaba en poder de Zeus, y a Prometeo no le estaba permitido acceder a la mansión de Zeus, en la Acrópolis, en cuya entrada había dos guardianes terribles. Pero entró furtivamente al taller común de Atenea y Hefesto en el que practicaban juntos sus artes y, robando el arte del fuego de Hefesto y las demás artes de Atenea, se las dio al hombre. Y, debido a esto, el hombre adquiere los recursos necesarios para la vida ... El hombre, una vez que participó de una porción divina, fue el único de los animales que, a causa de este parentesco divino, primeramente reconoció a los dioses y comenzó a erigir altares e imágenes de dioses. Luego, adquirió rápidamente el arte de articular sonidos vocales y nombres, e inventó viviendas, vestidos, calzado, abrigos, alimentos de la tierra” (Platón, Protágoras). Zeus estaba indignado, porque los hombres eran entonces los únicos animales capaces de crear y podían creerse dioses. Prometeo había engendrado sin su acuerdo una especie peligrosa e inquietante, al darle el fuego y las artes y técnicas (incluida la política). Entonces, el terrible castigo que le impuso Zeus fue que un águila le comiera el hígado todos los días. Aquí coincide con Hesíodo.


Néstor Kirchner y la política como acción transformadora. A nosotros nos pasó algo parecido. Había una época en que, en general, las argentinas y los argentinos tenían la posibilidad de ser felices; fue desde mediados de los años ’40 hasta mediados de los años ’50. Esto no es un mito, sino un recuerdo personal o familiar. No era una metáfora: era una realidad. Habíamos pasado de la economía agraria a la hegemonía del sector industrial, con la sustitución de importaciones, con mayor justicia social, migraciones internas, renovación casi total de la elite política y organización de los trabajadores. Se vivía mejor, aumentaba de modo sustancial la inclusión social y se estructuraba un “Estado de bienestar”.
Pero no duró, porque a veces los dioses son crueles; y los dioses del Siglo XX se llamaban Fondo Monetario Internacional, organismos multilaterales de crédito, oligarquía terrateniente, sectores antinacionales de la Argentina; y nos castigaron como a los antiguos griegos: en vez del fuego mitológico, nos sacaron a la política como instrumento de acción para defender los intereses nacionales y populares. Nuestros dioses, aunque fueran profanos, reaccionaron igual que los griegos: no podían permitir que los hombres se arrogaran la facultad de gobernarse a sí mismos, como si fueran dioses.
En general, durante el cuarto de siglo que va desde 1976 a 2001, el establishment cívico-militar renunció a la soberanía nacional y aplastó a la soberanía popular, reprimió de modo salvaje, destruyó gran parte del sistema productivo, devastó la industria, endeudó al país para financiar la evasión de capitales, dilapidó el patrimonio nacional (sobre todo con la liquidación de las empresas públicas), deterioró los salarios reales, redujo la inversión.
Según las épocas, prevalecían diferentes formas de degradación de la soberanía nacional y el bienestar popular. Es cierto que desde 1983 hubo una democracia formal, pero las decisiones económicas instrumentaban el Consenso de Washington por medio de los programas de ajuste que nos imponía el Fondo Monetario Internacional; y en esa época prevalecía la economía y se eliminaba a la política. Así, se sucedieron dictaduras militares y democracias de baja intensidad, pero el poder perteneció siempre al establishment, aunque en algunas etapas perdiera una parte del gobierno.
El requisito fundamental para que ese desastre fuera posible, era la supresión de la política, lo cual lograron mediante la desaparición masiva de personas, la prohibición total de la política, y el fraude que implicaron las proscripciones. Retomando la alegoría mitológica, fuimos infelices, profundamente infelices durante mucho tiempo, hasta que Néstor Kirchner, a fuerza de convicciones y coraje, logró llegar al lugar donde el establishment escondía la política; agarró un poco de política y se la devolvió al pueblo argentino. Eso ocurrió el 25 de Mayo del 2003.
Después la política se multiplicó y ahora la hemos recuperado: ejecutamos reformas fundamentales y somos herederos de las mejores tradiciones populares de la Argentina. El presente es el lugar donde hacemos, producimos, realizamos nuestra acción de gobierno, y el futuro es lo que hemos rescatado para la patria. Así se explican los siete millones de personas en las calles y plazas del país durante el Bicentenario.
En los hechos, la política implica la defensa de lo que se tiene o la adquisición de lo que se carece, según diferentes visiones del mundo, de cada uno y de todo el resto. Es un campo donde no es fácil encontrar valores absolutos, al contrario de lo que ocurre con los sentimientos, las religiones o el deporte, puesto que “la verdad y la justicia son del orden de la persuasión”, no se encuentran en estado puro de modo natural y son más bien el resultado de una construcción social. La politización de los conflictos implica hacerlos públicos y discutirlos, que es la primer condición para resolverlos. Ninguna injusticia es más duradera que la que permanece en silencio (de allí la importancia de los medios de comunicación).
El regreso de la política, en esencia, significa la sublimación de la violencia en reglas y procedimientos que llamamos constitución o leyes; al mismo tiempo, se regula el conflicto entendido como pugna consciente entre individuos, grupos u organizaciones por el acceso al poder, la riqueza y el prestigio. Sin dioses profanos, no necesitamos anular a los ocasionales adversarios, sino llevar el terreno a la discusión y obtener la victoria en las urnas.
En síntesis, es necesario reconocer un hecho histórico: el establishment había hecho desaparecer la política de la Argentina y el Presidente Kirchner consiguió recuperarla. Así como Yrigoyen conquistó el voto limpio y Perón transformó la convivencia social y el funcionamiento económico, Néstor Kirchner logró rescatar la política de los falsos dioses y revivir el fuego de la militancia, quizá de todas las militancias. Es un verdadero cambio estructural que marca el inicio de una nueva etapa histórica.


Publicado en :


http://sur.elargentino.com/notas/el-rescate-de-la-politica



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