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sábado, 9 de marzo de 2013

CHÁVEZ Y EL ESPÍRITU DE LA PATRIA GRANDE, por Adrián Corbella (para “Mirando hacia adentro”)






Durante casi dos siglos lo leímos en libros,  lo vimos en películas, lo estudiamos en escuelas o universidades, pero no nos parecía algo real, vivo, políticamente válido, sino una idea casi arqueológica, una simpática curiosidad de tiempos idos.
En esas décadas tuvimos una percepción brumosa, difusa, acerca de la Gran Colombia bolivariana, las gestas de Tupac Amaru, Sandino o Artigas, el ABC de Perón, el fracaso del Congreso de Panamá, el proyecto de monarquía incaica de San Martín y Belgrano o el espíritu latinoamericanista de los caudillos federales argentinos. Pero nos parecía que esos eran tiempos muertos y acabados, reemplazados definitivamente, nos gustara o no, por una América Latina balcanizada y sometida al Imperio. El “Patio Trasero” parecía una realidad inconmovible. La única “impureza” de esa América cipaya era la heroica isla de Cuba, que nos parecía la excepción que confirmaba la regla, la protagonista de una gesta admirable pero que difícilmente terminara bien.
Hugo Chávez cambio todo eso. Desde un país cuya historia, para los argentinos, parecía haberse “congelado”, terminado, luego de la desintegración de la Gran Colombia bolivariana, Hugo Chávez Frías comenzó una prédica solitaria tendiente a revivir conceptos arrumbados en las vitrinas de los museos: Patria Grande, Socialismo, Revolución, Justicia Social, Unidad latinoamericana. Por eso en un artículo reciente el periodista argentino Roberto Caballero ha llamado al líder venezolano “El Resucitador”.
Chávez no sólo democratizó la sociedad venezolana e impulsó un profundo cambio social, no sólo le devolvió a su país un lugar destacado en el mapa del mundo que no tenía desde tiempos de Bolívar, sino que se transformó en el eje y el símbolo de una América mestiza que busca reasumir su identidad y anunciar al mundo el nacimiento de “una nueva y gloriosa nación”.
A sus hijos biológicos el Comandante de Barinas le ha sumado otros, llamados ALBA, SUCRE, UNASUR, Banco del Sur, CELAC, varios de los cuales fueron gestados en o gracias a la Cumbre de las Américas de 2005, que fue seguramente la mayor humillación diplomática de la historia de los Estados Unidos.
Por supuesto que en estas gestas no estuvo solo: logró el apoyo de millones de venezolanos y de otros tantos compatriotas de otras comarcas de la Patria Grande. Fue el corazón y el orador principal de un equipo de “estrellas” latinoamericanas que sumaron sus talentos en pos de un mismo objetivo; evidentemente, los grandes logros populares son siempre colectivos.
En nuestras sociedades hay líderes, como son o fueron Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Luis Inacio “Lula” Da Silva, Rafael Correa, Evo Morales, Dilma Roussef, Cristina Fernández o Nicolás Maduro; pero cuando trabajan en equipo y se transforman en abanderados de sus pueblos, los resultados son más profundos y duraderos.
El Comandante Hugo Rafael Chávez Frías vivió apenas 58 años. Esas seis décadas le alcanzaron para ganar 14 elecciones, impulsar la más profunda transformación social de la historia de Venezuela, y sentar –pese a la ruda oposición desde el Norte- las bases de la unidad latinoamericana. Eso le basta y sobra para que su muerte sea simplemente un paso del mundo de los hombres a la misteriosa tierra de los mitos y leyendas, cuyos habitantes son inmortales.
Hugo Chávez Frías ya no camina entre nosotros; pero nos dejó flameando bien en alto sus banderas, sostenidas y vigiladas por un pueblo que aprendió de su ejemplo, dentro y fuera de Venezuela.
El Espíritu de la Patria Grande nos sobrevuela, nos acompaña, nos impulsa, nos inspira. Ese espíritu, que nos lleva “p’adelante”, tendrá siempre la cara y la voz del Comandante.

Adrián Corbella, 8 de marzo de 2013.

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