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miércoles, 30 de enero de 2013

¡ES LA DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO, ESTÚPIDO!, por Federico Bernal (para “Tiempo Argentino” del 30-01-13)



Comercio exterior, industrialización y empleo en argentina


Como siempre, el mitrismo histórico preocupadísimo por la industrialización y la modernización económica.




La Argentina cerró 2012 con un superávit de 12.600 millones de dólares, fuerte preservación del empleo y la producción. Nada mal en un año sumamente complejo para todas las economías del globo. La cristinista y chavista Fundación Mediterránea no puede estar más de acuerdo: "Entre el año 2008 y 2012, la población económicamente activa se incrementó al 0,9% promedio interanual (...) y el desempleo se redujo en promedio un 2,1% anual", agregando asimismo que "la participación de empleos informales o precarios se redujo del 53,8% al 42,6%" en igual período (Informe "Mercado laboral: El empleo público crece más desde 2008 y la reducción de la informalidad encuentra sus límites" - Noviembre de 2012). La generación de empleo (o su preservación en un contexto de crisis internacional aguda) refleja como ningún otro parámetro la importancia de seguir controlando el comercio exterior y aplicando políticas de defensa de la propia industria. Claro que para los intereses de la semicolonia todo esto resulta una verdadera pesadilla. Más empleo, más consumo y más mercado interno implican menos saldo exportable de granos y vacas, más bocas que alimentar, más obras que construir, más servicios públicos, más "gasto público". De gran aldea a Nación. Mitre se revuelve en su tumba.

LA ARGENTINA, ¿REGLA O EXCEPCIÓN A NIVEL DEL G-20? 

Acelerado por la crisis internacional, asistimos al fin del intervencionismo de mercado sobre el comercio exterior (o dicho de otro modo, al fin del libre comercio), cosa que para el diario La Nación no puede traer nada bueno. Así lo hace saber: "El comercio exterior de la Argentina cayó un 5%, la inversión pasó del ya pobre 24% del PBI en 2011 al 21% en 2012, y el país fue el único de América Latina en el que se derrumbaron las importaciones (7,5%)" (La Nación - 13/01/13). El articulista afirma también que el sector industrial ha sido "el más golpeado", consecuencia del derrumbe de las importaciones en rubros cruciales como agroquímicos, autopartes, petroquímica y automotor, entre otros". Como siempre, el mitrismo histórico preocupadísimo por la industrialización y la modernización económica. Ahora bien, supongamos verídica la afirmación de una Argentina a la cabeza de Latinoamérica en cuanto a la caída de compras de bienes e insumos industriales al exterior. En primer lugar, cabe señalar que la merma en las importaciones de este tipo de productos es una tendencia mundial. Más adelante explicaremos el por qué. En el último informe de la OMC y en relación a este aspecto, se lee claramente: "Las nuevas restricciones al comercio implementadas por las economías del G-20 durante los últimos cinco años afectan un amplio rango de productos. [...] Los sectores más fuertemente afectados en términos de protección comercial son: maquinaria eléctrica, maquinaria y partes mecánicas, productos químicos, plásticos, fertilizantes, aceites minerales y combustibles." (OMC. Reports on G-20 Trade and Investment Measures. Mid-May to Mid-October 2012). ¿Por qué el articulista no informa al lector de este pequeño detalle? La Argentina no es una disparatada excepción, como nos quiere hacer creer el reaccionario diario.

EL COMERCIO EXTERIOR ARGENTINO Y EL MUNDO REAL. 

En segundo lugar, y específicamente sobre la performance del comercio exterior argentino, conviene contextualizarla regional y mundialmente. Comencemos pues comparando la Argentina con Brasil, como tanto gustan hacer los gurúes de la ortodoxia económica. ¿Sabe el lector cuánto cayó el comercio exterior brasilero en 2012? Según el ministerio de Desarrollo de aquel país, un 34,78% en relación a 2011. Incluso, y a pesar de haberse conseguido un superávit de 19.430 millones, las exportaciones se desplomaron 5,26% (y las importaciones 1,37% menos). ¿El resultado de todo esto? El pasado 25 de enero el ministerio de Trabajo y Empleo informó que la tasa de creación de empleos en 2012 fue la peor de los últimos tres años, esto es, la peor desde el inicio de las crisis internacional. Tal indicador viene siendo observado con suma preocupación por el gobierno de Dilma Rousseff, como se sabe, emblema del neoliberalismo criollo. No es por tanto de extrañar las medidas proteccionistas y de estímulo industrial tomadas durante el año pasado. De la misma manera que la presidenta argentina, la primera mandataria no se deja engañar por el canto de sirenas del libre comercio e incrementa la defensa de la industria doméstica. Una vez más, echemos mano al referido informe de la OMC. Allí se destaca a la potencia sudamericana y sexta economía del mundo como el miembro del G-20 que más medidas anti-dumping tomó en 2012 (35% del total de medidas). En otras palabras, Brasil fue la economía más proteccionista del planeta tierra. Macri, Binner y Alfonsín cavan su propia fosa cuando dispensan loas al vecino país, salvo exista un Brasil marciano. Pero en realidad, la alegría "proteccionista" no es sólo brasileña. Por el contrario, se trata más bien de una tendencia global, algo que por supuesto el pasquín mitrista omite deliberadamente. En efecto, todas las naciones del mundo, desarrolladas o no, aumentan la regulación de su comercio exterior y erigen barreras comerciales. La caída de las importaciones en la mayoría de las naciones del G-20 son fiel testimonio de ello. La OMC en el citado reporte deja muy en claro el amesetamiento de las importaciones como suceso mundial. Prácticamente todos los países del G-20 sufrieron una caída más que marcada de las importaciones (y las exportaciones) durante el primer semestre de 2012. La Argentina, nuevamente, no es la excepción. En cuanto a los niveles de proteccionismo, dice la OMC: "Muchas de las restricciones introducidas desde el comienzo de la crisis global siguen vigentes. De acuerdo a la información provista por las delegaciones del G-20 a la Secretaría de la OMC, sólo un 21% de las medidas registradas (ejecutadas desde octubre de 2008) fueron removidas a mediados de octubre de 2012. [...] La lenta eliminación de las restricciones es materia de preocupación dado su impacto en la acumulación de las medidas [proteccionistas anteriores]".

¡ES LA DIVISIÓN INTERNACIONAL DEL TRABAJO, ESTÚPIDO! 

Para Rivadavia, Mitre y sus discípulos del siglo XXI, no hubo ni habrá indicador más importante que las importaciones. Y cuando caigan las compras externas de bienes de capital, correrán por izquierda al gobierno de turno. Sesudos estrategas desde Mayo. Pero el ocultamiento del mundo real tiene sus límites. Hemos visto que las manufacturas de mayor valor agregado (origen industrial) son las que mayor número de restricciones comerciales padecieron. En el aludido informe de la OMC, en su página 9, se detalla la diferencia en el porcentaje de restricción entre los productos industriales y los productos agrícolas. Los primeros, un 92,3% sobre las importaciones totales del G-20. Los segundos, apenas un 7,7%. Del primer grupo, los más afectados fueron: combustibles y aceites minerales (16,9%), fertilizantes (8,7%) y, en primerísimo lugar señor articulista de La Nación, el rubro de los equipos electrónicos, las maquinarias y sus piezas, con un 38,5 por ciento. ¿Y por qué fueron estos productos los más restringidos?, se preguntaría con razón mi hijo de 8 años y medio. Porque, hijito, son los que comprados al extranjero, más desequilibrio producen en la balanza comercial. Ironías aparte, se advierte pues que el objetivo de preservar un saldo comercial superavitario fue una meta universal durante el complejísimo año transcurrido, por más que ello atente transitoriamente contra los planes de expansión del empresariado local (siempre precario cuando no nebuloso, al menos en la Argentina). Están los países que lograron dicha meta y están los que no. Y dentro de los que lo lograron, los que además pudieron alcanzarla preservando o incluso aumentando el empleo y la producción. Y es aquí donde destaca la Argentina, que llegando a ser menos proteccionista que Brasil, para citar un caso, consiguió resguardar las fuentes de trabajo como pocos o ninguno. En fin, los medios de la semicolonia –representantes del liberalismo económico y comercial, y por ende, de intereses foráneos– ponen el grito en el cielo. Nada de proteccionismo, nada de caída de las importaciones, nada de control del comercio exterior, nada de independencia económica. Como ha ocurrido frente a cada una de las crisis del capitalismo desde mediados del siglo XIX a esta parte, el gran debate sigue siendo si una Argentina industrial o una semicolonia importadora de manufacturas y exportadora de materias primas. Por cierto, un debate que a los argentinos nos acompaña desde 1810. La regulación del comercio exterior, la protección de la propia industria, la búsqueda de mercados no tradicionales (sobre todo del eje Sur-Sur) en un contexto de diversificación y modernización económica, conjuntamente con la captación estatal de mayores niveles de rentas estratégicas, la clave para el éxito del modelo argentino vigente desde 2003, la clave para el triunfo del programa histórico de una nación socialmente justa y económicamente moderna y soberana. ¡Es la división internacional del trabajo, estúpido! 

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