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lunes, 14 de abril de 2014

MERCENARIOS SE OFRECEN, por Nicolás Rojas Scherer (para "Miradas al Sur" del 13-04-14)

Miradas al Sur. Año 7. Edición número 308. Domingo 13 de Abril de 2014
La agresiva política exterior norteamericana no se limita a invadir territorios y bombardear poblaciones inermes, también se apropia de “mano de obra” barata para el despliegue de sus tropas por el mundo.
Hace 501 años atrás, Maquiavelo advertía de forma asombrosamente actual sobre los riesgos que conllevaba para cualquier gobernante el uso de mercenarios. En el famoso tratado de El Príncipe, el diplomático e intelectual florentino señalaba que “opinión y máxima de los políticos sabios fue siempre que nada es tan débil ni tan vacilante como la reputación de una potencia que no esté fundada en las fuerzas propias. Son éstas las que se componen de soldados y de ciudadanos, hechuras del príncipe, y todas las demás son mercenarias o auxiliares”.
Medio milenio después, tanto los “halcones” como las “palomas” del Pentágono siguen sin escuchar los consejos del más famoso estadista italiano. Y es que la privatización de la guerra por medio de “contratistas”, como se les llama eufemísticamente a los mercenarios, a pesar de no ser un negocio nuevo, ha devenido en un lucrativo emprendimiento para los máximos jerarcas del complejo militar-industrial anglosajón. Sin embargo, no sólo en los países del norte se acumulan fortunas por medio del uso de fuerzas mercenarias o auxiliares, al decir de Maquiavelo. En nuestra región, una cantidad nada despreciable de militares retirados tanto de conflictos armados del siglo pasado en Centroamérica como de las dictaduras cívico- militares del Cono Sur operan como “contratistas” en las guerras de Estados Unidos en Medio Oriente. En todos los casos, la muerte, la tortura y la represión van de la mano de grandes ganancias para personajes de sospechosa lealtad a los principios de la democracia y los derechos humanos, hoy imperantes en América latina.

Las corporaciones de la guerra.

Aunque la literatura sobre las distintas empresas que operan en Medio Oriente como parte de la maquinaria bélica de Estados Unidos es abundante, los datos y las cifras son siempre inexactos. Obviamente, parte del negocio es la discreción. Y como se trabaja entre privados, el acceso a archivos que contenga información relacionada a número de personal contratado, asignación de tareas, bajas en combate, presupuestos y un largo etcétera, se vuelve casi imposible de recabar en su totalidad. Al mismo tiempo, otro de los factores que genera confusión es la vastedad del negocio, lo que crea una maraña de empresas y subempresas dentro de holdings que operan en una extensa red de intereses superpuestos.
La más conocida de estas multinacionales es la ex Blackwater, hoy rebautizada Xe - Services. Más allá de los rimbombantes nombres usados por estas Compañías Militares Privadas (CMP), Blackwater tuvo que realizar un aggiornamiento corporativo después de que en septiembre de 2007 los mercenarios de esta empresa dispararan contra civiles en Irak, asesinando a 17 personas entre mujeres y niños en el marco de un acompañamiento a diplomáticos en Bagdad. Claro que este fue el caso que rebasó los laxos límites de la decencia pública occidental, pues las acusaciones contra la empresa por masacrar y torturar a civiles iraquíes venían acumulándose desde bastante tiempo antes. En la actualidad, se estima que la compañía cuenta con una base militar propia, 20 aviones y un ejército de 20.000 “contratistas” dispuestos a hacer el trabajo sucio que los gobiernos beligerantes no desean exhibir ante la opinión pública mundial. Se estima además que unos 40.000 trabajadores reciben su sueldo de mandos de esta corporación, financiada gracias a suculentos contratos gubernamentales: hasta 2006, habían recibido contratos por US$500 millones de dólares, cifra que aumentó a US$1.200 millones ese mismo año.
Sin embargo y a pesar de ser la más conocida de las redes transnacionales de mercenarios en el mundo, Blackwater no es la más cotizada de estas empresas. Halliburton, donde el ex vicepresidente de Estados Unidos Dick Cheney operó como miembro de la junta directiva, recibió durante el mandato de Bush II hasta 2007 subvenciones por US$1.700 millones. Operaciones como el manejo de instalaciones donde se prueban artefactos nucleares, “reconstrucciones” en Irak y Afganistán y “protección” del personal diplomático de Estados Unidos y otros países en Medio Oriente son algunas de las tareas delegadas por el gobierno a esta empresa. Además, de su seno nació la compañía Kellogg, Brown & Root (KBR), la cual se convertiría con el paso del tiempo en una de las mayores empresas constructoras de instalaciones militares en Medio Oriente. Lo notable de KBR, como anotó Darío Azellini en Irak. El lado privado de la guerra (2008) es que su acumulación originaria la habría realizado por medio de un contrato con el gobierno de Estados Unidos por US$40 millones para localizar las armas de destrucción masiva que justificaron la guerra de Irak, pero que nunca fueron halladas.
Los números en dólares hasta aquí pueden no impresionar. Pero como afirma Roberto Montoya, 11 años después del comienzo de la guerra de Irak las CMP han facturado oficialmente un billón dólares, “aunque, según algunos economistas, esas facturas se elevan ya hoy al triple”. Por supuesto y como en todas las cosas, los dólares salen tanto de los ciudadanos estadounidenses como del saqueo de los países derrotados, en este caso Irak. “Entre las 10 grandes empresas que se repartieron el botín destaca, cómo no, KBR (Kellogg Brown and Root), el holding del cual fue número dos Dick Cheney, el vicepresidente de Bush junior, y que facturó sus servicios por 39.500 millones de dólares”, recalca Montoya.
Pero además, en la medida en que los números de las facturas privadas aumentan, el número de combatientes mercenarios se incrementa. Según Torres Rivera, en un artículo de RedBetances de Puerto Rico, en 2007 había 236 CMP operando en Irak, con al menos 100.000 mercenarios en terreno. Sin embargo, Vicky Peláez, de Ria Novosti, estima en 180.000 “mercs” (contratistas), superando los 160.000 soldados oficiales el mismo año. Del total, unos 50.000 trabajarían como mercenarios. A pesar de lo escalofriante de estos números, Darío Azellini en el trabajo antes citado estima que al 2008 había 632 CMP operando en Irak, con 180.000 empleados y 130.000 mercenarios. En cualquiera de los casos, los “managers en riesgo” o “asistentes de seguridad” (como les gusta que les llamen a los mercenarios actuales) superan con creces al ejército oficial de la “coalición” que derrotó a Saddam Hussein e instauró un régimen chií que, paradójicamente, cada vez se acerca más Irán.

Latinoamericanos en acción.

El discurso dominante estima que América latina no es una región importante en la geopolítica mundial de Estados Unidos. Nuestra región, según este relato, ha jugado desde siempre un papel secundario en los planes del poder global.
En el interior del discurso dominante, la presencia de mercenarios latinoamericanos en las actuales guerras del medio oriente se convierte en un tema tabú. A pesar de la presencia creciente de colombianos, hondureños, chilenos, peruanos, argentinos y brasileños, entre otros, su paso por la escuela de la guerra privada no encuentra eco en los medios de comunicación hegemónicos.
Lo cierto es que a partir de las guerras de Afganistán e Irak la presencia de compatriotas latinoamericanos en aquellos conflictos bélicos se ha incrementado. En este contexto, el caso de Colombia es paradigmático. Los ex combatientes retirados de las filas del ejército y que se han fogueado contra las guerrillas actualmente existentes son altamente valorados por las grandes corporaciones norteamericanas. Halliburton posee una filial que ofrece hasta US$7.000 al mes, seguro de vida, contrato por un año prorrogable hasta seis meses, así como vacaciones cortas en cualquier ciudad de Europa. De igual forma, Triple Canopy, después de perder sus privilegios en Filipinas, se dedica en la actualidad a contratar mercenarios salvadoreños, peruanos, chilenos y hondureños. En 2004, 100 hondureños partían hacia Irak con un sueldo de US$1.700 mensual, mientras que desde el 2005 hasta el 2008 la filial de Canopy en Lima, Perú, había contratado al menos 1.000 ex combatientes militares contra Sendero Luminoso de este país, despachándolos a Irak.
En Chile por su parte se han contratado unos 3.000 mercenarios en la actualidad, según datos proporcionados por Peláez. Al 2008, eran 1.200 los ex militares reclutados por la subempresa de Canopy, Red Táctica, “creada por ex oficiales chilenos vinculados a la CIA y al gobierno de Estados Unidos”, como anotó en 2004 la editorial 565 de Punto Final (PF), lo que habla de un incremento en las contrataciones. Como anotó PF, la experiencia en represión, tortura y combates irregulares adquiridos en la dictadura dirigida por Pinochet le entregaría un “valor agregado” a los mercenarios chilenos. Esta afirmación se vio confirmada cuando Gary Jackson, presidente de Blackwater, declarara al medio estadounidense The Guardian que “vamos hasta el fin del mundo en busca de profesionales y los comandos chilenos son muy, muy profesionales y se ajustan al sistema”. Ciertamente, este ajuste era realizado en Fuerte Aguayo, convertida recientemente en base militar estadounidense gracias a una inversión de US$500.000 realizada por la Embajada al ejército chileno, para convertir las instalaciones de donde salen los mercenarios de aquel país en un centro especializado en combates en centros urbanos.
Aún falta mucho por investigar. Y, sin embargo, a pesar de contar con datos relativos e incompletos, las conclusiones de la presencia de latinoamericanos en las guerras estadounidenses y de la mano de las transnacionales privadas no pueden ser alentadoras. Como Darío Azellini ha recalcado, “el hecho más preocupante, es que bajo el mando de CMP de Estados Unidos, se están sumando y preparando miles y miles de ex-militares y ex-policías de muchísimos países latinoamericanos, muchos implicados en casos de crímenes de lesa humanidad”, lo que convertiría a dichas tropas una vez desmovilizadas en contingentes de reserva para la desestabilización de gobiernos contrarios a los intereses de Esatdos Unidos en la región. Como ha sido visto en Venezuela, la profesionalización de la “protesta pacífica” contra gobiernos progresistas puede estar conectada con la “profesionalización” de ex soldados y ex policías en las academias de guerra privada dirigidas, finalmente, por el Pentágono.

Publicado en:
 http://sur.infonews.com/notas/mercenarios-se-ofrecen
 

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