Una sentida columna, a 11 meses de la muerte de Néstor Kirchner.
"Después de este viento patagónico ya nada es igual"
Mónica Oporto
Cuando aquel 25 de mayo de 2003 Néstor Kirchner asumía la presidencia de la República Argentina, aún muchos estaban tratando de escrutar en sus palabras, en sus gestos y en sus actos quién era realmente este hombre poco conocido para tantos y preguntándose ¿qué haría en su gobierno?
Como todavía existía una herida sin cicatrizar que provenía de años de políticas que desnacionalizaron la política, la economía, la cultura, y que se enfocaron a estigmatizar la participación política, -es decir: a la militancia-, había un dejo de desconfianza en un pueblo castigado, dolorido y enojado.
Se sabía que Néstor venía de ser gobernador de una provincia “del sur”, que había trabajado mucho para dar vuelta la situación de aquella provincia a la que recibió llena de deudas y donde, por ejemplo, las escuelas carecían de tizas y los hospitales de lo más elemental...pero que, sin embargo seis meses le habían bastado para comenzar a revertir la situación.
Se decía que había hecho una gran obra en Santa Cruz...
Y así era.
A partir de que asumió la presidencia se encargó de dejar en claro su compromiso con todos los argentinos, puso en evidencia su voluntad de cambiar el país, de “mezclar y dar de nuevo" y de jugarse por todos los argentinos.
Fue entonces que las corporaciones, (que terminaron de entender la real dimensión de aquél Presidente), lo empezaron a tratar como a un enemigo y salieron a pegarle.
Fue grandioso.
Aquellos años de su gobierno devolvían la primavera, devolvían una parte de la Argentina que el golpe militar había tronchado.
Y los 7 años que pasó por la vida de todos los argentinos como Presidente, como expresidente, como Secretario General de la UNASUR, y fundamentalmente como militante (que nunca dejó de ser, porque este aspecto no quedó en la puerta de la Casa de Gobierno como ninguna de sus convicciones), los transitó con la misma energía y la vehemencia con que encaraba la vida y hacía lo que entendía que había que hacer.
El Presidente-Militante que tuvo la gran virtud de saber contagiar las ganas de hacer y de recuperar la mística de la militancia.
Pero también El Presidente que trabajó y le puso el corazón a la plaza recuperada, ese espacio de contacto-intercambio y opinión.
El Presidente que recuperó la política y que implementó las políticas de recuperación de nuestro país.
Tal vez sea una paradoja que muriera el mismo día en que los argentinos nos preparábamos a saber cuantos éramos. El día de ese censo que la prensa opositora denominó "Censo del miedo" desde la pantalla de TN.
Justo ese día él se fue.
Así como entró en las vidas de todos, con esa energía de viento patagónico, así se iba.
Pero lo cierto es que, por donde pasó dejó su marca.
Pero dejó mucho más que eso, mucho más de mil flores: dejó millones de militantes, de argentinos y argentinas, de personas de todas las edades comprometidas, atentas, participando. Personas agradecidas. Personas que se plantaron a mirar su destino desde otra perspectiva.
Por eso lo recuerdo hoy y todos los días.
Lo recuerdo con alegría, como se lo merece. Con la alegría del agradecimiento por la Argentina que nos devolvió, ¡la Argentina que se nos iba ALCA…rajo pero él lo evitó!
Y las lágrimas no están permitidas, deben ir para adentro (aunque, mientras esto escribo, algunas lágrimas no me hicieron caso…)
Dentro de unos días mucho se dirá, mucho se recordará al cumplirse el año de aquella mañana de censo en que recibimos la noticia de su partida, creo que a seguir la militancia desde el cielo.
Dentro de unos días habrá palabras, memorias, etc. pero, para mí, es necesario recordarlo todos los días.
En realidad se impone cada vez que nos enfrentamos con todo lo que hizo. Y lo que sigue haciendo, lo que ha logrado: ese cambio que, día tras día, se operó en todos nosotros. En los jóvenes que ingresaron a la política, en los que le perdieron el miedo a la política (introducido por años en la cabeza de todos los argentinos como una "mala palabra"), entre los que la recuperaron después del impasse de años de horror y descreimiento.
Enumerar los logros es importante. Otros lo harán.
Por sobre todas las cosas se debe destacar uno, tal vez el mayor logro: Néstor consiguió que los argentinos se fueran sumando, de a poco, desde distintas posiciones pero con convencimiento, en pos de un mismo proyecto nacional.
Tal vez lo consiguió porque Néstor fue el Presidente que se zambulló en el pueblo.
Ahí fructificó.
Ahí está.
Después de este viento patagónico ya nada es igual.
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