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sábado, 18 de enero de 2020

Merecemos saber la verdad, por Graciana Peñafort (para "Infobae" del 18-01-20)


El fiscal Alberto Nisman (Reuters)


Por Graciana Peñafort | 
18 de enero de 2020


El 18 de enero de 2015 el fiscal responsable de la Unidad Fiscal para la Investigación de la Causa AMIA (UFI-AMIA), Alberto Nisman, fue encontrado muerto en el baño de su casa, con una herida en su cráneo producto del disparo de una pistola semiautomática Bersa Thunder calibre .22.

De su muerte y las circunstancias previas, y pese a la prolongada investigación judicial, no sabemos demasiado. De hecho, aun hoy se discute si la muerte de Nisman se trató de un homicidio o de un suicidio. Quien escribe esta nota cree sinceramente que se trató de un suicidio. Pero soy plenamente consciente de que una investigación judicial no consiste en un acto de fe, sino en la colección de prueba, que esta prueba sea legal, y su análisis.

También sabemos poco de cómo vivió Nisman, en parte porque sobre todo en los últimos años, luego de su separación de la jueza Sandra Arroyo Salgado, su vida se tornó más confusa. Parece justo escribir en este punto que la separación de la madre de sus hijas no implicó que Nisman abandonase su rol de padre. Todos los testimonios dan cuenta de que el fiscal era un padre atento y amoroso, pese a la conflictiva relación que sostenía con su ex pareja.

En los últimos años de su vida, Nisman parece haber estado rodeado de situaciones pocos claras. Vivía en un departamento que alquilaba, aun cuando no tenía contrato firmado. La hija del propietario del departamento trabajaba en la fiscalía que él conducía. Tampoco era suyo el auto que manejaba. Se lo prestaba una empresa - Palermopack S.A- cuyo principal accionista está vinculado a un señor llamado Frank Holder, un ex agente de la CIA que actualmente se dedica a los servicios privados de seguridad.

Una buena parte del dinero del fiscal se encontraba en cuentas en el exterior cuyos titulares eran la madre de Nisman y un empleado de la fiscalía, Diego Lagomarsino. Estas cuentas no estaban declaradas por el fiscal. También estaban en negro tres lotes en Punta del Este en el emprendimiento Pueblo mío y dos departamentos sobre la calle Dorrego, en Palermo Hollywood. Actualmente existe una causa sobre posible lavado de activos, cuya justificación es imposible en base a los ingresos del fiscal. El juez que instruía esa causa era Canicoba Corral, hasta que fue recusado por la madre y la hermana de Alberto Nisman. La causa recayó en el juzgado de Claudio Bonadio. Y cosa extraña si las hay, ni la madre ni la hermana de Nisman objetaron la designación de Bonadio, pese a que el fiscal lo había denunciado, junto con Corach y el Fino Palacios, por formar parte de un complot destinado a amedrentar e incluso lesionar a él y a su familia. Hace poco más de un mes, fue la propia Cámara de Apelaciones de Comodoro Py quien le llamó la atención a Bonadio respecto al nulo avance de la causa de lavado de activos: “A la luz del letargo que exhibe el trámite del presente legajo, se torna necesario instar al juez de la anterior instancia a arbitrar los medios necesarios para que se avance en la pesquisa con la mayor celeridad que la investigación lo permita”. El llamado a indagatorias de la madre, la hermana, Diego Lagomarsino y del titular de la empresa titular del automóvil que conducía Nisman fue requerido durante 2015 por Canicoba. A casi cinco años, Bonadio jamás las llevo adelante.

Poco sabemos también sobre el contenido de las cajas de seguridad que tenía el fiscal Nisman. Su madre, a pocas horas de haber encontrado muerto a su hijo, concurrió a las entidades donde estaban dichas cajas y procedió a vaciarlas. Hecho que no declaró ante la Justicia, hasta que, en oportunidad de acompañar a la fiscal que investigaba la muerte de Alberto Nisman, los empleados de las entidades señalaron a la madre del fiscal como quien pocas horas antes había concurrido y había retirado lo que fuese que allí estuviese guardado. “Papeles”, contestó lacónica, cuando fue interrogada al respecto.

Sabemos además que el Poder Judicial no ha investigado que uno de los depositantes de dinero en las cuentas secreta de Nisman era el financista Damián Stefanini, quien desapareció en circunstancias que nunca fueron dilucidadas. Y que quien investiga dicha desaparición es Sandra Arroyo Salgado, ex mujer de Alberto Nisman.

Dentro de lo poco que sabemos, sabemos que el fiscal tenía custodia policial. También sabemos que solía utilizar los servicios de la custodia para buscar o llevar personas, o como sistema de mensajería. Y que esa utilización de su custodia para cuestiones que nada tenían que ver con la custodia podría haber comprometido su seguridad en las últimas horas de vida. Al menos eso sostienen quienes afirman que su muerte fue un homicidio.

También sabemos que frente al reclamo de su ex pareja sobre el modo en el que dejó a su hijita en un aeropuerto sin ropa, para regresar a la Argentina, Nisman escribió pocas horas antes de su muerte un mensaje que decía: “Estoy hecho mierda y vos encima seguís”. Y también sabemos que regresó al país porque temía que la entonces procuradora Gils Carbó lo despidiese de su puesto como fiscal de la causa AMIA. Sabemos además que uno de los testigos contó en su declaración que, cuando un tercero le leyó un mensaje que Alberto Nisman envió a muchos de sus conocidos, el testigo pensó: “Esto es una despedida. Esto es de una persona que se va a amasijar”. Un año después, el mismo testigo que declaró esto, Daniel Berliner, presentó una entrevista que le había realizado a Nisman el viernes previo a su muerte y que, a su juicio, demostraba que al fiscal lo asesinaron.

También sabemos, y esto fehacientemente, que presentó la denuncia contra la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, Héctor Timerman y otros durante la feria judicial del mes de enero. El 14 de enero de 2015 más precisamente. Y que su tratamiento durante la feria fue rechazado el 15 de enero por la jueza María Servini, dado que el fiscal no había aportado la prueba referenciada en la presentación.

También sabemos que la principal hipótesis de la denuncia de Nisman, esto es la presunta negociación de Argentina con Irán, respecto a la baja de las alertas rojas sobre los iraníes acusados del atentado a la AMIA, fue desmentida por el ex secretario de Interpol, el organismo que impone las alertas. Y sabemos también que, mucho tiempo antes de la denuncia de Nisman (el 15 de marzo de 2013), el asesor jurídico de Interpol había comunicado oficialmente a la Argentina que la suscripción del memorándum no implicaba ningún cambio de estatus en las alertas rojas de AMIA.

Además, sé, y esto porque junto con Alejandro Rúa fuimos los abogados de Héctor Timerman y de Cristina Fernández de Kirchner, que pese a los múltiples reclamos que realizamos para que se tomara declaración a Ronald Noble, ex secretario de Interpol, y a Joel Sollier, asesor jurídico de Interpol, Bonadio elevó a juicio la causa por Memorándum sin tomar esas declaraciones tan vitales. Y además conozco que el propio Noble solicitó brindar su declaración. Pedido infructuoso que ignoraron olímpicamente, tanto la Cámara de Apelaciones como el juez instructor,

Sabemos además que buena parte de la prueba resultante de las escuchas respondía a la intervención de un señor que se llama Allan Bogado. Que, en su denuncia, Nisman identificaba a Bogado como agente de inteligencia. Y también sabemos que Stiuso en noviembre de 2014 denunció Bogado por presentarse como agente de la entonces SIDE sin serlo. Y además sabemos, conforme las constancias del expediente que Bogado nunca fue agente de inteligencia. Y vimos en el documental de Netflix sobre la muerte de Nisman, que, respecto a la condición de agente de inteligencia de Bogado, es uno de ellos puntos donde patina lamentablemente Stiuso en su reportaje. Simplemente no puede explicar. Y pasa a decir alternativamente que Nisman sabía que Bogado no era agente de inteligencia, para luego decir que Bogado sí lo era. Cuando el nudo de palabras es ya evidente, Stiuso solo se ríe.

Lo cierto es que Bogado declaró en la causa de la denuncia de Nisman, dijo ser agente inorgánico de la SIDE y reportar a Stiuso. Varios años después, en una entrevista periodística Bogado declaró haber sido guionado para su testimonio por miembros del gobierno de Mauricio Macri.

También sabemos que Nisman intentó comunicarse telefónicamente varias veces con Stiuso y este no lo atendió. “Tenía el teléfono en vibrador y no lo escuche”, declaró el ex espía. Ello no le impidió atender otras llamadas, por cierto. Y también sabemos que luego de la muerte de Nisman recuperó su locuacidad e incluso contactó a Arroyo Salgado para darle, según afirmo, su sentido pésame.

Sabemos que la primera hipótesis del Poder Judicial fue que se trataba de un suicidio. Y sabemos también que luego de ser trasladado el expediente de la muerte de Nisman a la justicia federal, se trabajó durante estos años en la hipótesis de un asesinato. Conocemos perfectamente el vergonzoso sorteo de la causa de la muerte de Nisman, cuyo primer resultado fue anulado y luego se le atribuyendo la investigación de esa causa a un juez distinto al que originalmente había sido asignado.

Sabemos que la versión del homicidio fue lanzada a la opinión pública por Laura Alonso que, recién despierta el lunes 19 de enero de 2015, da una entrevista a Marcelo Longobardi y sin ningún tipo de información lanza esa efectista e irresponsable hipótesis. Además, conocemos que la autopsia no encontró signos de violencia y sus conclusiones son las esperables en una escena de suicidio. Sabemos además que luego que la causa entrase al fuero federal, se elaboró una pericia nueva. Y supimos que el resultado de dicha pericia daría como informe final que la muerte había sido resultado de un homicidio. Lo sabemos porque el diario Clarín publicó el resultado de la pericia…¡dos meses antes de que la pericia siquiera comenzara!

Sabemos además que la nueva pericia encontró rastros de ketamina que no habían sido detectados en la autopsia. Y que la ketamina estaba en viseras, cosa absolutamente imposible de hallar si la ketamina fue suministrada para adormecer al fiscal y que este no se resistiese a sus atacantes. Simplemente porque. para producir sus efectos, la ketamina debía haber sido metabolizada y el resultado de su metabolización es otra sustancia que se llama norketamina. Pero no fue norketamina lo que se encontró en la pericia. Con lo que le queda de inteligencia, el juez de la causa, Julián Ercolini, ignoró el detalle de la ketamina al momento de sostener el hipótesis del homicidio. Y de modo inaudito y sorprendente, nos enteramos de que existe un método para fijar matemáticamente la hora de muerte de una persona.

También nos enteramos de que Diego Lagomarsino está procesado como partícipe necesario de la muerte de Nisman. Partícipe necesario de un presunto homicidio del cual no sabemos ni el autor ni el móvil. Ecuaciones inverosímiles del poder judicial argentino.

Son tantas las cosas que aun no sabemos. Pero a cinco años de la muerte de Nisman yo si sé algo. Sé que un señor se murió y aunque muchos hayan hecho política con su muerte, aquellos que lo querían, sus hijas y sus amigos merecen saber la verdad de lo que pasó. Y la sociedad también mereces saberla. Porque un país sin verdad ni justicia es un país inviable en términos democráticos y de Estado de derecho.

Y también sé que todos los argentinos queremos la verdad sobre el atentado de la AMIA. Y la merecemos. Y la necesitamos. Casi un centenar de muertos que no descansan en paz.

Dentro de esos muertos entiendo a quienes ponen como víctima del atentado de la AMIA a Nisman. Yo creo que lo fue a su modo. Porque su vida, más que su muerte, estaba vinculada a la desidia en esa investigación. Que era manifiesta. Y al manejo político de la investigación de la causa AMIA. Manejo del que participaba el propio fiscal y que lo llevó a hacer cosas lamentables como llevar sus dictámenes a la embajada de otro país, para que este otro país diese su visto bueno. Eso es AMIA también, la causa en la que casi todos jugaron a la política con los muertos.

Y yo también pido justicia y verdad para otra víctima. Se llamaba Héctor Timerman. Dejó su vida buscando un avance para la causa AMIA detenida en el tiempo y la injusticia. Lo injuriaron, lo humillaron y finalmente lo condenaron a muerte, cuando impidieron que accediese al tratamiento para su cáncer. Y a diferencia de lo que sucede en la causa de la muerte de Alberto Nisman, donde todo es incertidumbre, la muerte de Héctor Timerman, de mi amigo Héctor Timerman, tiene responsables claros y partícipes necesarios que aun hoy no han dado explicaciones.

Nosotros vamos a seguir reclamando.

La autora es abogada y defendió a Héctor Timerman y a Cristina Fernández de Kirchner en la causa por el Memorándum con Irán

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