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domingo, 1 de diciembre de 2013

¿Qué ven cuando la ven?, por Gustavo Rosa (para "Apuntes Discontinuos" del 29-11-13)



Difícil dilucidar qué ven los votantes en la diputada Elisa Carrió. Más difícil aún es comprender qué esperan de ella. Algunos consideran que es valiente porque dice la verdad. Otros afirman que es honesta. Mientras tanto, los medios le siguen dando cabida y los políticos de la oposición, muchas veces, bailan a su ritmo. Nada de lo que denuncia tiene fundamento y ninguna propuesta surge de sus intervenciones. Carrió es como una cacerola gigante cuyo único fin es meter mucho ruido. Errática, divertida, molesta, manipuladora, pintoresca, inevitable, mentirosa. Todo esto y mucho más puede apuntarse sobre ella. Destituyente, también. Destructiva, individualista, despiadada, irrespetuosa. Pero lo que más abunda en ella es el desprecio y el resentimiento. Quizá sea esto lo que más valoran sus seguidores, ese sentimiento irracional de rechazo hacia lo que no se esfuerzan en comprender. No importa lo que diga, siempre y cuando contenga dicterios hacia el kirchnerismo y cualquier cosa que se le parezca. Todo lo que venga de ella será aceptado sin dudar por esos sujetos que se le parecen bastante. Porque al desprecio, se le suma la desconfianza permanente y la sospecha hacia todo. Una mirada no-política que amenaza seriamente la vida institucional de nuestro país.
El Instituto Hannah Arendt dirigido –es un decir- por ella fue el escenario del último de sus exabruptos, quizá el más llamativo, por desencajado. Los cincuenta asistentes a su charla deben haber quedado satisfechos después de escuchar tantos improperios inaceptables. En líneas generales, los dichos de Carrió rebajan el nivel de toda discusión y confunde a cualquiera que los escucha. No sólo por inverosímiles o incoherentes, sino porque no se puede entender que alguien así tenga semejante notoriedad. Por más que se haya transformado en una parodia de sí misma, hay que comenzar a tomarla con más seriedad. La mirada psiquiátrica de otrora la ha transformado en inimputable y por eso se ha tornado peligrosa. Menos mal que se sinceró: “cuando estoy cansada digo muchas pavadas", aclaró después de noventa minutos de vomitar agravios hacia todas las latitudes.
Como siempre, inundó su disertación con palabras como "régimen", "destrucción", "nazismo", "exterminio", "libertad", "holocausto"  e igualó los discursos de CFK con los del dictador Galtieri en tiempos de la Guerra de Malvinas. También manifestó el alivio de librarse, después de las elecciones de 2011, “de una enorme responsabilidad de años, de tener que conducir a estos imbéciles opositores”.  No todos merecen tal calificativo, aunque son más de lo conveniente. Después, profundizó la idea: “no son malos, son estúpidos”. Más allá de estas evaluaciones insultantes que no han recibido mucho repudio por parte de los aludidos, una duda sobrevuela su figura: ¿quién le dijo que es ella la que tiene que comandar a la oposición?; ¿quién le habrá hecho creer que puede dirigir a alguien? De acuerdo a sus conceptos, para no ser imbécil hay que seguirla. ¿No será al revés?
Pero lo más interesante de sus dichos no se encuentra entre lo más difundido. Quizá algunos lo consideren como un fallido o como un sincericidio extremo. Sin embargo, más parece una declaración de principios. De Sus Principios, vale aclarar. “Me aburre hablar de política, por eso no fui guerrillera”, explicó, como si estuviera pronunciando una genialidad. Para la diputada Elisa Carrió, que ocupa una banca en la que debe hablar de política para elaborar y aprobar las leyes, su trabajo es aburrido. Pero lo más grave es que el hablar de política es un paso hacia la guerrilla. Esto no lo piensa alguien que padece alteraciones mentales, sino quien se coloca en la derecha más extrema que se puede concebir. Pensar en este sentido es desterrar la democracia, que tiene la política como espíritu; es negar la República, que tiene el interés público como meta. Esta frase tan principista contiene una renuncia a su futuro: Carrió se despide porque no puede conducir imbéciles y no quiere ser guerrillera.
Estas consideraciones realizadas sobre los conceptos de la diputada no pretenden construir una demonización porque no la necesita. Quien se sienta atraído por ella sabe lo que está comprando: un personaje destructivo, casi siniestro. Y en lugar del vacío que merece, algunos insisten con escucharla y propagar su voz. Y hasta premiarla con sus votos. 

Publicado en:
 http://www.apuntesdiscontinuos.blogspot.com.ar/2013/11/que-ven-cuando-la-ven.html



Leer subnota de Gustavo Rosa: INMADUROS DENUNCIAN FALLIDOS

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