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miércoles, 4 de diciembre de 2013

IGNACIO RAMONET: “Salí de aquel primer encuentro convencido de que […] el ‘huracán Chávez’ no tardaría en recorrer el continente levantando polémicas y controversias […] entusiasmos, pasiones y adhesiones ”, Fragmento de “Hugo Chávez. Mi primera vida”, Ed. Debate, Bs.As., 2013, pags. 37 a 42 y 48-49




“Jesucristo, Don Quijote y yo, somos los tres mayores necios que ha habido jamás, por soñar con un mundo mejor.”

Simón Bolívar


“Hace mucho tiempo que albergo la más profunda convicción de que, cuando la crisis llega, los líderes surgen. Así surgió Bolívar, cuando la ocupación de España por Napoleón y la imposición de un rey extranjero crearon las condiciones propicias para la independencia de las colonias españolas en este hemisferio. Así surgió José Martí, cuando llegó la hora propicia para el estallido de la Revolución independentista en Cuba. Y así surgió Chávez, cuando la terrible situación social y humana en Venezuela y América Latina determinaba que el momento de luchar por la segunda y verdadera independencia había llegado”

Fuidel Castro Ruz


“[…] lo que nosotros queremos es pasar de la democracia representativa a una democracia participativa, más directa. O sea queremos más democracia y no menos. Con una mayor intervención del pueblo en todos los niveles de decisión. Para mejor oponernos a cualquier violación de los derechos humanos”

“La democracia no es únicamente la igualdad política. Es también, e incluso antes que nada, la igualdad social, económica y cultural. Todo ello en la libertad. Éstos son los objetivos de la Revolución Bolivariana.”

Hugo Chávez Frías



“[….] con su genio coloquial, me contó cómo, en aquellos primeros meses de su mandato, se le acercaron obsequiosamente los grandes empresarios, las grandes fortunas, los que se pensaban ‘dueños naturales’ de Venezuela, para proponerle toda suerte de regalos y tentaciones –vehículos, apartamentos, negocios- como habían hecho con tantos presidentes anteriores. Creyendo que Chávez sería uno más de esos que tienen doble discurso y doble moral. Pero Chávez los expulsó de Miraflores ‘como Cristo expulsó a los mercaderes del Templo’, me dijo. Y a partir de ahí, esos oligarcas comenzaron a conspirar contra él. ‘No lo podemos comprar, entonces lo vamos a derrocar’. Ése fue, a partir de aquel instante, el plan de la oligarquía venezolana. Ahí empezaron las conspiraciones, los ataques, las campañas mediáticas de demonización, la preparación del golpe de Estado de 2002, los sabotajes…

¿Y cuál era su programa económico?. Chávez me expresó con claridad su deseo de alejarse del modelo neoliberal y resistirse a la globalización. ‘Queremos construir un Estado más horizontal, me declaró. El trabajo, y no el capital, debe ser el verdadero productor de riqueza.  El ser humano es lo principal. Debemos poner la economía al servicio del pueblo. Nuestro pueblo merecer lo mejor. Nos hace falta buscar el punto de equilibrio entre el mercado, el Estado, y la sociedad. Hay que hacer que converjan la ‘mano invisible’ del mercado y la ‘mano visible’ del Estado en un espacio económico  en el interior del cual el mercado existe tanto  como es posible y el Estado tanto como es necesario’

Me recordó que ‘…el imperialismo impuso a Venezuela, hace cien años, en el marco de la división internacional del trabajo, una tarea única: producir petróleo.  Pagaba una miseria por ese petróleo; y todo lo demás –alimentos, productos industriales- debíamos importarlo. Ahora, uno de nuestros objetivos es la independencia económica y la soberanía alimentaria; en el marco de la protección del medio ambiente y de los imperativos ecológicos’. Me precisó que la propiedad privada y las inversiones extranjeras estaban garantizadas, pero en los límites del interés superior del Estado, el cual velaría por conservar bajo su control (o rescatar) aquellos sectores estratégicos cuya venta significase la cesión de una parte de la soberanía nacional. O sea ni más ni menos que lo que propuso el Consejo Nacional de la Resistencia (CNR) en Francia al final de la Segunda Guerra Mundial, o lo que hizo el general De Gaulle cuando instauró la Quinta República en 1958. Pero en el contexto de la globalización neoliberal y de la fiebre de las privatizaciones, esas medidas parecían aún más revolucionarias.

 Oyéndole enunciar esos objetivos, me dije para mí mismo: ¿qué otra cosa pueden hacer los protagonistas principales de la globalización, dueños de tantos medios masivos de información, sino diabolizar a Chávez y su Revolución Bolivariana?

Pasamos horas conversando. Le pregunté si se definiría como ‘nacionalista’, y me contestó que se consideraba un ‘patriota’. Citando precisamente a De Gaulle, me explicó: ‘Ser patriota es amar a la patria. Ser nacionalista es detestar a los demás’. Acto seguido, en un gesto típico de oficial de Estado Mayor, colocó un gran mapa de América Latina sobre su mesa del despacho y me comentó que Venezuela estaba ‘mal vertebrada’, consecuencia de la ‘vieja planificación colonial’. Me mostró cómo, en una geografía ideal, la capital debería situarse en el centro del país… Describió las grandes obras de infraestructura indispensables para conformar un Estado cohesionado: ferrocarriles, autopistas, gasoductos y oleoductos, puentes, puertos, embalses, túneles, aeropuertos…

Me habló del imperativo de la integración sudamericana, anunciada y deseada por Simón Bolívar, y ‘soñada por todos los revolucionarios latinoamericanos’. Señaló en el mapa como el Libertador había optado, para liberar Sudamérica, por el ‘eje andino’ (Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia), y me declaró que hoy para liberarlo de la influencia neoliberal, se podía optar por una alianza del ‘eje atlántico’ (Brasil, Uruguay, Paraguay, Argentina). Me impresionó su fino conocimiento de Brasil, de su historia, de su economía, cosa poco frecuente en los dirigentes latino-americanos de lengua española.  Me reveló también su intención de liberarse de la dependencia de las relaciones verticales Norte-Sur, y establecer ‘conexiones horizontales’ con África, Asia y el mundo árabe-musulmán.

Su peculiar manera de razonar imbricando siempre teoría y praxis, historia y sociedad, así como el alcance internacional de toda su reflexión, me parecieron singularizar su perspectiva política. Me sedujeron sus razonamientos originales, siempre fundamentados, nunca dogmáticos. Apoyados en citas de pensadores progresistas, la mayoría de las veces latinoamericanos. No había duda de que poseía una mente de izquierdas, estructuralmente marxista, pero –por fortuna- liberado de las escolásticas referencias al ‘panteón obligatorio’ de Marx, Engels, Lenin, Trotsky, etc. Chávez pensaba por sí mismo, de manera original. No era la réplica de nadie, ni la secuela de ningún sistema existente.

Mientras le escuchaba exponer con ardor tantos y tantos proyectos de toda índole, me convencía de que ese hombre no había llegado por casualidad a la presidencia. Ni estaba de paso por Miraflores. Iba a crear escuela y doctrina, no había duda.  Se le notaba ‘habitado’ por una ardiente y ambiciosa misión: darle la vuelta a Venezuela, ponerla por fin de pie, transformarla de punta a cabo, recolocarla a la cabeza de América Latina como en tiempos de Bolívar, liberarla de la pobreza y de la marginalidad, devolverle a los humildes la dignidad de personas humanas, restaurar el orgullo del patriotismo… En suma, como decía, hacer de Venezuela, como decía el, un ‘país potencia’. En ningún momento sentí cualquier pretensión o apetencia personal. Aborrecía el caudillismo. Y su voluntad de crear patria era infinita.

Me pareció que el ‘enigma de los dos Chávez’ se resolvía constatando  que, en su personalidad, coexisten sencillamente dos temperamentos: una mente racional, lógica, cartesiana, pragmática; y un talante altruista, afectivo, entusiasta, tumultuoso, sentimental. Por sus circunstancias sociales, Chávez entendió muy pronto que la sociedad no regala nada, y que un individuo debe enfrentar, desde muy pequeño, los determinismos que lo rodean. Se percató que la condiciones materiales de existencia determinan la conciencia social. Tuvo que vencer el peso de la historia y el asedio de fuerzas poderosas.  Descubrió las relaciones de dominación, y las diferentes formas de violencia, tanto material como simbólica. Ello podía haber hecho de él una persona amargada, rencorosa o resentida. No lo era en absoluto, porque pronto decidió no aceptar el desorden del mundo. En ese sentido, Chávez fue –desde siempre- un ‘indignado’, un rebelde que supo conquistar la libertad a lo largo de su existencia social, oponiéndose a las coacciones y a las obligaciones cada vez que éstas le parecían absurdas o injustas. Lo constante de su personalidad fue su rechazo de la resignación. De ahí su espíritu de resistencia y su denuncia del carácter intolerable de una situación económica y social sometida a la hegemonía de las relaciones de fuerza.

Salí de aquel primer encuentro convencido de que algo nuevo estaba pasando en América Latina. Que este hombre crearía corriente y doctrina. Y que el ‘huracán Chávez’ no tardaría en recorrer el continente levantando polémicas y controversias. También entusiasmos, pasiones y adhesiones. Contacté con amigos periodistas e intelectuales de Europa y Latinoamérica, progresistas, para trasladarles mis impresiones positivas, invitarles a visitar Caracas, que vieran con sus propios ojos esa revolución democrática en marcha… Salvo contadas excepciones, todos me respondieron lo mismo: ‘¡Milicos no!”, ‘¡Golpistas nunca!’ Se equivocaban. Pero su reacción indicaba que, para el líder del bolivarianismo, la tarea de convencerles no sería sencilla”.



Fragmento tomado de:


 Hugo Chávez. Mi primera vida. Conversaciones con Ignacio Ramonet, Editorial Debate, Buenos Aires, 2013, pags. 37 a 42 y 48-49.

Selección de texto e imagenes y digitalización  a cargo de "Mirando hacia adentro"


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