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lunes, 24 de septiembre de 2012

Un manojo de advertencias necesarias, por Gustavo Rosa (para “Apuntes Discontinuos” del 24-09-12)



El 7 de diciembre no se termina el mundo, si no una manera de mirarlo. Tampoco es tan así, pero algo de eso hay. No es que de un día para el otro todo cambiará y no habrá tantas mentiras ni manipulaciones. Es sólo una fecha, no un sortilegio. No será fácil, pues apelarán a todos los trucos posibles para prolongar su agonía, que no es ni más ni menos que el cumplimiento de la ley. Entonces se verá quiénes son los que defienden en serio las instituciones. La autoridad de aplicación, la AFSCA, aún no está plenamente constituida, porque los partidos de la oposición se niegan a enviar a sus representantes. Además, cuando muchos de ellos se expresan sobre el tema, sólo apelan a vaguedades de compromiso. No esperan un final feliz ni contribuyen a ello. Y eso que la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual tuvo una amplia aceptación en el Congreso por parte de fuerzas no kirchneristas. Sólo se opusieron los que siempre se oponen. Mientras tanto, a fuerza de tapas y cacerolazos, el Grupo mediático más poderoso de la región intentará resistir lo más posible. No será una guerra, pero se le parece bastante.
El cacerolazo del 13-S puede ser pensado como una primera presentación de fuerzas. Primero, tuvieron que sembrar el espectro informativo con consignas inconsistentes: la diktadura, el miedo, la opresión, la corrupción, el otro, los planes. Después, convocar a la protesta a través de las redes sociales operadas por aliados políticos y brindar una sutil propaganda a través de todos sus medios. Finalmente, presentar una lectura cargada de civismo, ejemplo de heroicidad y despojada de las deplorables muestras de odio que algunos medios sí mostraron. Espontanea y pacífica, dijeron. Si bien el carácter espontáneo no le aporta ni le quita nada, llama la atención la insistencia en instalar una falsedad. Y lo de pacífica se rompe al ver los carteles plagados de odio y desprecio, los rostros enojados y las consignas destructivas. A lo que se agregan las agresiones sufridas por muchos cronistas en el lugar. Un docente y periodista de la CABA, Raúl Isman, director del portal “Redacción Popular”, vivió una experiencia aterradora

El autor de estos Apuntes dejará que sea él mismo quien cuente los hechos.
“Cumplidas mis labores –relata Isman- pasadas las 22.30 me dirigí a mi domicilio en un interno de la línea 39 y me bajé en Avenida de Mayo al 1200. Caminaban caceroleros desconcentrándose. Me llamó la atención un grupo de ellos realizando el conocido gesto de Fuck you contra un local peronista. Me acerqué con prudencia a un patrullero y pregunté qué ocurría. A su vez me respondió un joven bastante calmo y yo cometí un error que pudo ser fatal. Dijo algo así como qué mal los k y le respondí yo también soy k,  (y podemos dialogar). Lo que va entre paréntesis no lo pudo oír porque me empezó a insultar a los gritos y la mujer que iba con él llamaba al resto a los alaridos: "aquí hay un k". Rápidamente me rodearon con rostros cargados de odio- siempre protegida mi persona por la policía- y comenzaron a insultarme en una demostración de su proverbial indigencia argumental: montonero, subversivo, hijo de puta, trabajá, andate a Venezuela con Chávez, fueron algunas de las ricas y sesudas expresiones vertidas, mientras que un grupo de jóvenes mujeres con distinguido atuendo saltaba futboleramente mientras gritaba se va a acabar, la dictadura de los k. Por cierto que por su edad, por fortuna no vivieron la siniestra dictadura 1976-1983, pero los insultos proferidos por sus co-caceroleantes antes citados nos permiten sospechar que no lo ignoran. Pero en realidad están de acuerdo y tal defensa del proceso constituye un punto nodal para explicitar porqué el odio exacerbado contra Crisitina Kirchner. Sólo recibí un puntapié mientras me subía al patrullero que me alejó del lugar, pero de no ser por la acción policial no podría escribir esta nota y ninguna más”.
Pero además de esta violencia no registrada por los medios con hegemonía en decadencia ni ningún otro, resulta interesante destacar un punto. Si bien en distintos lugares del país se hicieron protestas similares, no fueron tan numerosas ni portaron consignas tan agresivas y destituyentes. Muchas de las demandas estaban dirigidas más a las autoridades locales que a La Presidenta. 


En cambio, en la CABA no hubo una sola consigna orientada a falencias del alcalde, que las tiene en abundancia. El fenómeno cacerolero anti K parece ser exclusivo de la CABA, al menos con esas características. Y eso despierta una sospecha. O al menos sugiere que el carácter “a-político” de la protesta es una falacia. Y también, que la conclusión recurrente de que La Capital representa el estado de ánimo de todo el país es sumamente errónea.
Por supuesto que nadie puede poner en duda la legitimidad de la protesta cacharrera, aunque no haya sido tan espontánea ni tan inorgánica. Lo ilegítimo es el contenido de sus demandas. Muchos de los reclamos se basaban en mentiras y exageraciones instaladas desde la cadena de medios opositores. Como protagonista casi exclusivo estuvo el miedo, propalado a partir de un recorte mal intencionado de una frase de Cristina. Los individuos allí reunidos desafiaban un miedo inexistente y ostentaban una valentía innecesaria. También reclamaban una libertad que en ningún momento fue cercenada. Y se quejaban porque no pueden salir del país, aunque el turismo hacia el extranjero ha crecido un 20 por ciento desde el año pasado hasta ahora. Por eso las demandas expuestas en los cacerolazos de la CABA son ilegítimas porque son producidas a partir de una salmodia interminable de información maloliente. Quienes sacudieron sus cacharros constituyen el público cautivo de un relato cargado de resentimiento, xenofobia, desprecio y manipulación. Sólo puede esperarse que quienes asistieron a la plaza con reclamos más cercanos a la recuperación de derechos, como la inseguridad o, en todo caso, la inflación o el desempleo, hayan sentido un poco de vergüenza al ver los objetivos reales del grueso de los participantes.
Mientras tanto, desde el oficialismo se descartó la realización de una contra-marcha. En vano hacer algo así, porque no calmaría a las fieras, sino que las exaltaría. Esos bulliciosos sectores, que se consideran a-políticos y espontáneos, desprecian la organización, aunque hayan sido convocados desde las sombras por muchos integrantes del PRO, escudados en el anonimato de las redes sociales. Por más que las hordas K se presenten por millones en la plaza, el sentido común mediático impondrá la lectura de que fueron arrastrados, comprados o adoctrinados por el relato dictatorial. Porque precisamente la diferencia está en la valoración del carácter de una marcha. Para los caceroleros es una virtud no estar ligados a ningún partido político, aunque no sea tan así; creen en serio que asistieron espontáneamente a una protesta no-política; y, tal vez, consideran que sus demandas son legítimas. Pero lo inorgánico es la característica de los minerales, que son los menos sensibles y cambiantes del planeta. Por el contrario, los seres orgánicos son los que se transforman, crecen, se asocian, se reproducen, modifican su entorno. Y no caben dudas de que en nuestro país se han producido importantes transformaciones en los últimos años. De las inimaginables. Lo orgánico y lo planificado es lo que garantiza un rumbo. Lo contrario no es más que un deambular entre cacharros sobre una inmovilidad que huele a estiércol.

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