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sábado, 26 de junio de 2010

LOS PLANES DE AJUSTE EUROPEOS CON EL GUIÓN DEL FMI, por Mario Rapoport (para "El Argentino")


EL ARGENTINO, 23-06-2010
por Mario Rapoport


Los sucesivos planes de ajuste que se están implementando en varios países europeos con el intento de restaurar sus economías de la formidable crisis que padecen, no tienen precedentes para el Viejo Continente, aunque sí se hicieron comunes en naciones en desarrollo o atrasadas. En el caso de éstas, el FMI condicionó una y otra vez a cambio de su ayuda, directa o indirecta, la implementación de planes similares cuando tenían problemas o crisis en sus balanzas de pagos o, lo que era también muy frecuente, aconsejaba su aplicación en forma preventiva. Países como la Argentina, que de crisis conocen bastante, constituyen un ejemplo del balance negativo de aquellas experiencias, que propiciaron un estado de inestabilidad permanente hasta el estallido del 2001. Suman una treintena los acuerdos stand-by (la gran mayoría) y convenios de otro tipo que firmó la Argentina desde su entrada al FMI en marzo de 1957 hasta diciembre de 2001, cuyas condicionalidades implicaron drásticos ajustes de la economía, es decir, reducciones del gasto público, salarios y jubilaciones; aumentos de impuestos; flexibilización laboral, y medidas que afectaron las condiciones de vida y de trabajo de la población. Entre ellos, uno lleva la preeminencia en la memoria de muchos argentinos. En 1959 Álvaro Alsogaray, entonces ministro de Economía y Trabajo, después de decir que no había dinero para pagar los sueldos de la administración pública ponía en práctica un “plan de austeridad” recordado, sobre todo, por una frase célebre: “Las medidas en curso permiten que podamos hoy lanzar una nueva fórmula, hay que pasar el invierno”. No se sabe con certeza si el dicho se refería a la sensación térmica resultante del congelamiento de los salarios y otras remuneraciones o a la del frío propio de la estación climática, pero se creaba sin duda una disciplina original: la “meteorología económica”. La implementación de estos programas no concordaba, sin embargo, con los objetivos primigenios establecidos para el FMI en el momento de su creación, en 1944, durante la conferencia de Bretton Woods. La cruel experiencia de la crisis de 1929 había alertado a economistas como John Maynard Keynes y Harry Dexter White, que representaban a las naciones líderes, Gran Bretaña y Estados Unidos, sobre las consecuencias que podrían tener medidas de ajuste como las practicadas por el presidente Hoover a principios de la década del ’30. Keynes mismo publicó un libro en 1936 que revolucionó la teoría económica a este respecto. En cambio, las políticas de reactivación de la demanda y del ingreso tendientes a estimular la actividad económica que puso en práctica su sucesor, el presidente Roosevelt con el New Deal, pudieron paliar en parte los efectos de la crisis. Por eso, el acuerdo según el cual se crea el FMI establece entre las obligaciones de la nueva institución, en el punto 2 de su artículo primero, expandir el comercio internacional “contribuyendo […] al fomento y mantenimiento de altos niveles de ocupación y de renta real así como al desarrollo de los recursos productivos de todos sus miembros [considerándolos] como objetivos fundamentales de política económica”. A esto se agrega en el punto 5 del mismo artículo que se pondría al alcance de los países miembros “los recursos disponibles […] dándoles la oportunidad de corregir los desajustes en sus balances de pagos sin recurrir a medidas destructivas de la prosperidad nacional e internacional” (Acuerdo de Bretton Woods sobre el FMI, 22 de julio de 1944). Pero estos objetivos no se tuvieron en cuenta desde que comenzó el funcionamiento del Fondo. En verdad, su fin último no fue ayudar a los países en crisis sino proteger y salvaguardar los intereses del sistema financiero internacional o contribuir a expandirlos. El Banco Central Europeo (BCE), con el apoyo del FMI, demanda ahora el ajuste de las economías de su esfera y toma el mismo camino. En vez de devaluar el euro y refinanciar las deudas existentes sobre la base de sus valores reales y no de los inflados por la especulación, o permitir que los países con problemas recuperen sus monedas y con ella instrumentos de contención cíclica como la tasa de interés y el tipo de cambio, el BCE prefiere mantener a todo precio la unidad monetaria y su valor. Exige para ello el retorno a las condiciones iniciales de entrada a la eurozona, cualesquiera que fueran los sacrificios necesarios. Aun a costa de la remoción de los últimos restos del estado de bienestar europeo y de una profunda depresión interna en los países afectados, como ocurrió con nuestro esquema de convertibilidad. El plan de ajuste que ya se aplica en Grecia y constituye la base de los que se están imponiendo en España y otros países de la zona refleja en buena medida el malhadado ejemplo argentino. En el memorándum del FMI, en el cual se explicita el acuerdo stand-by (IMF, Greece, 2010), existe, sin embargo, una toma de conciencia en cuanto a su severidad y a sus efectos negativos sobre la economía griega. Dice allí: “Las necesidades de ajuste no tienen precedentes y llevarán su tiempo, por lo que la fatiga podría establecerse [en la población] [Entonces] cualquier shock inesperado incidiría sobre la economía y el sistema bancario, aun con el programa de ajuste en ejecución. Grecia necesita perseverar para asegurarse la ayuda internacional”. A confesión de partes relevo de pruebas. Por un lado, el FMI anuncia precavidamente un posible cansancio de la gente frente al ajuste. Por otro, señala que esas medidas pueden no ser suficientes y extenderse demasiado en el tiempo. Finalmente, deja traslucir que si se produce un nuevo impacto externo, o el agravamiento de la crisis europea, el país necesitaría sacrificarse aún más para recibir ayuda adicional. Pero los párrafos más notables del informe son aquellos en los que plantea que el “ajuste por venir será socialmente doloroso. Mientras todos los segmentos de la sociedad griega sentirán [su] peso, el staff del FMI saluda las medidas destinadas a mitigar sus efectos sobre los grupos sociales más vulnerables […] y a resguardar a las personas con bajos salarios y jubilaciones del impacto de los recortes realizados”. Pareciera que cierto sentimentalismo aflora en estas palabras, aunque en el mismo documento sólo se indica que se asegurará el financiamiento de las jubilaciones menores, ya disminuidas, con una baja de las de más alto monto. Lo que podría entenderse, en el ambiente de ese organismo, como una redistribución “progresiva” de los ingresos. Propósitos loables a los que no ayudarán la disminución de los gastos de salud y el aumento del IVA, también programados. Por otro lado, se tiene en cuenta el sentir de otros sectores: “La fortaleza del programa –dice– crea las bases para una rápida mejora de los sentimientos de los mercados”, cuya confianza es preciso restablecer. El sistema bancario constituye finalmente una preocupación especial, por ello se creará un fondo de estabilidad financiera para que una adecuada capitalización le permita soportar bien la crisis. Con todo, el informe destaca un peligro mayor para el éxito del plan: la “fiera resistencia” de vastos sectores de la sociedad griega. ¿No se estará intentando mecer con demasiada fuerza la cuna de la civilización occidental?

Publicado en :

http://www.elargentino.com/nota-95966-Los-planes-de-ajuste-europeos-con-el-guion-del-FMI.html

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