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martes, 21 de agosto de 2012

La comunicación, los espejos y el poder, por Eric y Alfredo Eric Calcagno (para “Miradas al Sur” del 19-08-12)


Miradas al Sur. Año 5. Edición número 222. Domingo 19 de agosto de 2012

Por

Eric Calcagno* y Alfredo Eric Calcagno** *Diputado nacional (FpV), **Doctor en Ciencias Políticas

politica@miradasalsur.com

Los espejos.

Los medios de comunicación se proclaman ellos mismos como espejos imparciales de la realidad. Se atribuyen así una función parecida a la que Stendhal le asignaba a la novela: “Es un espejo que se pasea por una carretera. Tan pronto refleja el azul de los cielos como el barro de los charcos del camino”. El problema es que, en ciertas situaciones, el espejo puede romperse, o apuntar sólo para el lugar que le conviene al dueño, o como en los parques de diversiones, tomar formas cóncavas, convexas u onduladas que deforman la imagen.
Un caso típico de rotura del espejo fue el de los medios de comunicación durante el período de la represión del gobierno militar en la etapa 1976-1982. En esa época, frente al horror de la dictadura, algunos medios se callaron la boca y casi ninguno esbozó críticas; al contrario, la gran mayoría –encabezada por la prensa hegemónica– la justificó y defendió. No había espejo, ni bueno ni malo, que reflejara lo que ocurría. Como lo previene el dicho popular, esa rotura del espejo trajo siete años de desgracias para los argentinos.
Otra forma de desvirtuar la realidad consiste en que el dueño del espejo lo ubique para mostrar lo que le conviene. En el ejemplo de Stendhal, apuntar al cielo celeste y blanco, si se quiere sugerir bonanza; o mostrar la cancha embarrada, si el propósito es señalar dificultades. Lo que se exhibe es cierto, pero incompleto; más aún, en ciertos casos se puede poner el énfasis sobre hechos que además de fragmentarios son irrelevantes o equívocos. Una táctica recurrente del arco opositor consiste en levantar un escándalo cada semana, con amplia resonancia en los medios de comunicación, que se extinguen a los pocos días porque son cáscaras vacías. Un ejemplo típico es el del uso de las reservas del Banco Central para pagar deuda externa, que se presentó como catastrófico. Por el contrario, era la mejor solución: la más barata, las reservas se reconstituyeron con rapidez y se preservó el presupuesto; pero se jugó con los títulos escandalosos, y después no se habló de la falsedad de la denuncia.
La responsabilidad de los medios se agrava cuando ya no se trata de casos especiales, sino de una política persistente, desarrollada en todas las formas; en estas situaciones se desfiguran las imágenes, que así pasan a ser falsas. Es el mismo método que se utiliza en los parques de diversiones, una de cuyas atracciones suele ser la galería de los espejos ondulados, cóncavos o convexos; mediante ellos se deforma la imagen, que así adquiere caracteres grotescos o monstruosos.
Sin embargo, lo que en un parque de diversiones es una inocente diversión, en materia informativa es una de las peores aberraciones que cometen ciertos medios de comunicación. Con los espejos cóncavos se minimizan las imágenes; y se las magnifica con las convexas; además, se las deforma a todas con las ondulaciones; y cuando no hay forma de falsearlas, se rompe el espejo. Veamos.
En primer lugar, a quienes así proceden no les importa que sus afirmaciones tengan o no sustento; su propósito no es llegar a la verdad, sino generar profecías autocumplidas. Sólo interesa que los espejos truchos muestran una imagen de catástrofe, que genere desconfianza –o pánico– capaz de provocar los resultados que se anuncian sobre la base de informaciones falsas.
El “núcleo duro” de la maniobra reside en el establishment político y económico, que no tolera estar fuera del gobierno y que permanece siempre al acecho. ¿Pero cuál es el instrumento idóneo para intrigar y conspirar? La ineficiencia de los partidos políticos opositores ha transferido el liderazgo de la oposición a los medios de comunicación más reaccionarios; de tal modo, se transforman en instrumentos políticos, capaces de instalar debates, imponer ideas y fabricar líderes.
De allí la maraña de artículos en los diarios, comentarios en radio y televisión, e-mails en internet, que tienden a mostrar una situación de incertidumbre y de caos. Su único problema es que nada de lo que sostienen es cierto: la realidad muestra que la Argentina hace nueve años que está en un auge económico excepcional. Sin embargo, los espejos convexos, cóncavos u ondulados muestran una imagen de catástrofe general y minimizan lo obtenido.

Los medios de comunicación.

Los medios de comunicación hegemónicos que maneja el establishment han llevado a una degradación de la actividad periodística, que ha abandonado la regla de oro tradicional que imponía que los hechos que se relataban fueran ciertos; y después cada dueño de diario o periodista elaboraba su interpretación, que variaba de acuerdo con su ideología e intereses. Así, históricamente, se formó una prensa política, donde el lector conocía la ideología de cada medio de comunicación.
Con los años, este sistema fue reemplazado por la prensa mercantil, que vende información como podría vender automóviles o desodorantes; las ediciones de fin de semana de los mayores diarios parecen catálogos de supermercados, con algunas informaciones y opiniones intercaladas. Pero gozan de la ventaja de participar del poder político –más aún, a veces lo ejercen– y de los negocios, lo cual aumenta sus potestades y su rentabilidad. La mercantilización de la prensa hegemónica vino junto con la de la educación y la salud, y fue uno de los peores subproductos del neoliberalismo.
Esos medios de comunicación mercantiles ya forman parte del establishment, y en ciertos temas lo lidera. Frente a esta degradación monopólica, el Congreso Nacional sancionó la ley de regulación de los medios audiovisuales; es de esperar que cuando sea derrotada la “cautelocracia judicial” esta ley adquiera vigencia plena y quiebre ese monopolio informativo.
Esta nueva organización de la información termina con el mito del periodismo “independiente”. Ahora estamos en presencia de una dependencia de doble piso. No sólo los propietarios de los medios de comunicación forman parte del establishment económico y político, sino que los periodistas “estrellas” cobran importantes sueldos de algunas grandes empresas, aunque lo ocultan. En general, no se plantean dificultades con sus lealtades, porque todos forman parte del establishment; el problema es el de quienes leen, ven o escuchan a esos medios de comunicación y a sus periodistas. Se presentan como independientes y son dependientes, tanto por su pertenencia al establishment como por el sueldo que cobran; de allí el desconcierto y la indignación de esos periodistas cuando se descubren casos concretos, por ejemplo con la estatización de las empresas que los emplean subrepticiamente.
Este hecho hace pertinente la sanción de un código de ética periodística como lo señaló la Presidenta de la Nación; los destinatarios de los mensajes de los medios, deben saber desde dónde se emiten las informaciones y las opiniones. Nadie aceptaría que el árbitro de un partido de fútbol reciba un pago importante de uno de los clubes participantes; pero se presenta como objetivo e imparcial a un análisis económico o político elaborado por un periodista a sueldo de una de las partes, ocultando esa situación.
No habría objeciones éticas a notas o informaciones que favorecieran a una empresa, si se aclarara que han sido elaboradas por uno de sus empleados; pero es de una total inmoralidad si se hace creer que es una opinión objetiva de alguien ajeno a esa empresa.
En síntesis, si vamos a un parque de diversiones, ya sabemos que los espejos son cóncavos, convexos u ondulados y nos divertimos con las imágenes disparatadas que reflejan, porque nadie cree que muestran la realidad. En cambio, las informaciones u opiniones falsas o sesgadas que se publican en un medio de comunicación, y que se presentan como objetivas y desinteresadas, sin decir que constituyen la opinión del establishment y que han sido muy bien pagadas por los interesados, constituyen una tentativa de defraudación que debería ser penada. Además, esta operación periodística persigue un efecto perverso: pretende influir para que se produzca, por ejemplo, una situación recesiva o de pérdida de reservas. No debe confundirse libertad de prensa con libertad para inducir a error; y menos aún cuando se pretende concretar profecías autocumplidas.

Publicado en :

http://sur.infonews.com/notas/la-comunicacion-los-espejos-y-el-poder

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