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martes, 21 de agosto de 2012

Vivir con lo nuestro, por Esteban Rafele (para Revista “Debate” de agosto den 2012)


Las claves de la política de desendeudamiento. De qué manera quedan las cuentas de cara al mediano y largo plazo, una vez cancelado el Boden 2012. Cómo seguir pagando los compromisos con fondos propios sin resignar puntos de crecimiento.

El viernes 3 de agosto, la Argentina canceló la última cuota del Boden 2012, el bono emblema del corralón. Más allá de la carga simbólica, el Estado se sacó de encima pagos por 2.200 millones de dólares al año que cumplía religiosamente, cada agosto, desde 2005, y dio otro paso en su política de desendeudamiento. El Boden 2012 fue el bono más importante del corralón, ese cerco a los depósitos de 2002 que profundizó dramáticamente el corralito del ex ministro de Economía Domingo Cavallo.
No fue el único título con el que se buscó saldar esa deuda: el año próximo vencerá el Boden 2013. Se emitieron en total Boden 2012 por 19.300 millones de dólares. Primero, en 2002, para saldar las deudas del corralito, por unos 13.900 millones de dólares: les fueron otorgados a los ahorristas que quedaron atrapados en el corralón y sufrieron la pesificación asimétrica de sus depósitos, antes nominados en dólares. Ya durante la presidencia de Néstor Kirchner, el Gobierno prorrogó la emisión quince veces por 5.400 millones de dólares, a cambio de dinero que llegó desde la Venezuela de Hugo Chávez.
La mayoría de los ahorristas vendió los bonos, que fueron adquiridos por grandes bancos y fondos de inversión del extranjero. Por eso, al día de su vencimiento, sólo el 22 por ciento de los tenedores de esta deuda estaban radicados en el país, según datos del Ministerio de Economía.
Más allá de la carga simbólica que el Ejecutivo le dio al pago (el ministro de Economía, Hernán Lorenzino, instaló un contador que hizo una cuenta regresiva hasta el momento del pago y comenzó a promocionar en twitter la #IndependenciaEconómica), el desendeudamiento es importante en el corto plazo y los compromisos con acreedores se reducen notablemente en los años venideros.

MENOS PESO
El Gobierno se sacó de encima, con este pago, uno de los dos compromisos más importantes del año. Queda por saldar, en diciembre, el pago del Cupón PBI, por unos 3.000 millones de dólares. El año entrante, según estimaciones públicas y privadas, los compromisos externos se reducirán notablemente. Si en 2012 el Ejecutivo apelará a reservas del Banco Central por 5.679 millones de dólares para satisfacer los pagos de deuda en manos del sector privado, que ascienden a 8.000 millones de dólares, para 2013 se necesitarán cubrir entre 4.500 y 4.600 millones de dólares. Si la economía crece más del 3,2 por ciento este año (algo que los analistas ponen en duda), el Ejecutivo deberá saldar, además, otra bonificación del Cupón PBI, ese bono atado al crecimiento de la actividad que ideó el ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, para seducir a quienes participaron del canje de la deuda en default. Y para 2014, sin contar el Cupón, los vencimientos totalizan apenas unos 2.700 millones de dólares. Los compromisos con el sector privado nominados en moneda extranjera son inferiores. Según Ramiro Castiñeira, economista de Econométrica, se deberán saldar 3.600 millones de dólares en 2013 y 1.600 millones en 2014.
Los indicadores que muestran cómo se redujo la carga de la deuda son incontrastables. Los enarboló la presidenta Cristina Fernández el jueves 2, por cadena nacional, en los festejos del 158˚ aniversario de la Bolsa de Comercio. La deuda pública total, que llegó a representar el 161 por ciento del PBI en 2002, significó en 2011 apenas el 41,8 por ciento del tamaño de la economía nacional, a pesar de crecer en términos nominales (de 141.000 millones de dólares a 180.000 millones). Además, la deuda en manos del sector privado representó en 2011 sólo el 13 por ciento del PBI, algo inédito en las últimas cuatro décadas.
Los economistas distinguen entre la deuda pública que está en poder del mismo Estado, o deuda intrasector público, y la deuda que está en manos privadas. La deuda intra-sector público es mucho más fácil de refinanciar: basta con renovar la letra o el título público. Los compromisos que, efectivamente, se cumplen año tras años son los que están en el sector privado.
La estatización de las AFJP, a fines de 2008, significó el traspaso de una importante porción de deuda pública a manos estatales. Así, la deuda en poder de los privados, nominada en moneda extranjera, que en 2002 representaba el 96 por ciento del PBI, pasó a significar sólo el 8,4 por ciento del Producto, luego del último pago del Boden 2012. La deuda per capita, es decir, lo que en teoría debe cada argentino, cayó de 5.000 a 2.000 dólares en esta década. La Argentina recorrió el camino inverso al de España, que multiplicó su deuda externa desde los 34 puntos del PBI al 68,5 por ciento del último año. Italia debe más de lo que produce su economía: el 120 por ciento del PBI, por ejemplo.
Los sucesivos gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández fueron cumpliendo con todos estos pagos, sin efectuar colocaciones de deuda nueva en el mercado internacional. Sí apelaron al financiamiento de Venezuela, mediante la venta directa de bonos, y a créditos de organismos multilaterales. Al mismo tiempo, Kirchner canceló de forma anticipada la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI), a comienzos de 2006, por 10.0800 millones de dólares.
Para llevar adelante ese desendeudamiento, apelaron a una multiplicidad de recursos. Primero, al superávit financiero, que alcanzaba para cubrir todos los vencimientos, aunque se fue deteriorando hasta desaparecer. Pero la fuente de financiamiento más emblemática de los últimos años fue el pago de compromisos con reservas del Banco Central.
Desde 2010, el Gobierno comenzó a saldar con reservas los vencimientos de deuda en poder del sector privado. Es, en rigor, una transferencia de deuda: el Ejecutivo le pide prestado al Banco Central el dinero a una tasa mucho más conveniente de la que exigiría el mercado para reprogramar esos compromisos. En 2012, el Central girará en total 5.674 millones de dólares para saldar la deuda con los privados y otros 2.170 millones para los vencimientos con organismos multilaterales, como el Banco Interamericano de Desarrollo o el Banco Mundial.
Por esto, el diputado de Unidad Popular y economista de la CTA, Claudio Lozano, descree del desendeudamiento: “El Gobierno tiende a presentar como desendeudamiento el hecho de que parte significativa de la deuda (53,8 por ciento) está en manos de organismos públicos como el BCRA o el Anses. Asume, en este sentido, el criterio de que, a estos organismos, no habría que pagarles, como si esa decisión no produjera efectos en las jubilaciones actuales y futuras o en la evolución de los precios”, afirma.

LEJOS DEL MERCADO
El Gobierno coqueteó con una colocación internacional de deuda en 2010, luego de realizar el segundo tramo del canje de bonos en default. El tándem económico que conducía Amado Boudou y que tenía a Hernán Lorenzino como secretario de Finanzas llevó alternativas para endeudarse a un 8 por ciento anual en dólares. Era la tasa más baja que podía conseguir el país en momentos en que Brasil y Uruguay se financiaban a menos del 5 por ciento. En 2007, la Argentina le había pedido a Venezuela al 15 por ciento. Pero la Presidenta rechazó colocar deuda. En ese momento, se ratificó la idea de apelar a los recursos internos. El “vivir con lo nuestro”, ese latiguillo que patentó el economista Aldo Ferrer.
Desde entonces, la frontera entre el país y el mercado financiero se acrecentó. El riesgo país subió continuamente y superó al de Venezuela. Según la consultora Ecolatina, los indicadores de endeudamiento “vuelven a reforzar que la deuda pública dejó de ser un problema estructural”, por lo que “resulta paradójico que el mercado posicione nuestro país dentro de los más riesgosos del mundo”. Y ejemplificó: “El seguro de default (CDS) argentino está por encima del de los países europeos en crisis: sólo Ecuador, Pakistán y Chipre muestran una prima de riesgo más cara”. En un reporte, la consultora fundada por el ex ministro de Economía Roberto Lavagna concluyó que “para el mercado hay otros factores que pesan más que la evidente sustentabilidad de la deuda a la hora de medir el riesgo local”.
Así, la política de desendeudamiento se concentró en utilizar recursos del Estado para saldar vencimientos. Simplificando, toda deuda intraestatal se “rollovea” o se refinancia. Y toda deuda con privados se paga con dinero del Tesoro o del Banco Central. De 2010 a esta parte, el Central aportó reservas por unos 23.900 millones de dólares. Según el economista del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), Nadín Argañaraz, la reforma de la Carta Orgánica del organismo -que eliminó el concepto de reservas de libre disponibilidad, o sea, el excedente en dólares del respaldo de la base monetaria- permitiría apelar a esos recursos hasta 2019.
Pero no es gratuito. Castiñeira, de Econométrica, alerta sobre los riesgos de financiar la deuda con el “impuesto inflacionario” que significa, según su visión, la emisión de pesos por parte del Banco Central. En su opinión, eso podría evitarse reduciendo el déficit fiscal “con quita de subsidios”. Eso devolvería parcialmente el excedente de dinero que generaba el Gobierno luego de afrontar sus gastos hasta 2009.
Más allá de eso, hay economistas y empresarios que notan que el Ejecutivo está pagando deuda externa a expensas del crecimiento. Así lo resume Luciano Cohan, economista de Elypsis, en diálogo con Debate: “Se ve el desendeudamiento como un objetivo en sí mismo, en vez de pensarlo como algo más general en términos fiscales y de acceso al financiamiento del sector privado. Si bien uno puede festejar que los niveles de deuda actuales implican un menor riesgo macroeconómico, porque el país no está expuesto a las reversiones típicas del mercado de capitales, el proceso de repago de la deuda ya implica hoy un sacrificio en el nivel de actividad”.
Eso, continúa, “se ve, en particular, en el conjunto de medidas que implementó el Gobierno para juntar los dólares para pagar la deuda externa”. Las trabas a la importación de bienes frenaron la industria, que cayó el 1,1 por ciento en la primera mitad del año, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). El cepo al dólar, que provocó restricciones a ahorristas, también afectó a los empresarios -que notan que sus costos comienzan a medirse en dólar “blue”- y, sobre todo, al sector de la construcción, que cayó 0,8 por ciento en el primer semestre, luego de que se profundizaran las trabas al acceso de divisas. “No se aprovecha el bajo nivel de deuda, que se podría refinanciar a muy baja tasa, para evitar la fuerte contracción que está sintiendo la economía”, concluye Cohan.
“El control del comercio exterior es la herramienta elegida para asegurar el balance de la caja en dólares. De hecho, a julio se habría acumulado un saldo de 8.300 millones de dólares (con una suba del 29 por ciento interanual), lo que demuestra que el cerrojo a las importaciones sigue siendo intenso. Si bien una mayor generación de dólares es un dato positivo, seguimos remarcando que el estrangulamiento excesivo termina siendo demasiado costoso en términos de actividad económica”, consignó la consultora Analytica.
Con este argumento coincidieron, llamativamente, el presidente de la Bolsa, Adelmo Gabbi, y el de la Unión Industrial Argentina (UIA), José Ignacio De Mendiguren. Gabbi recibió a la Presidenta en los festejos por el aniversario de la entidad con un discurso en el que celebró el pago del Boden 2012, pidió saldar la deuda impaga con el Club de París (unos 6.800 millones de dólares más intereses punitorios) y… más endeudamiento. “A veces, endeudarse no es malo. Lo grave es no hacerlo al costo de caer en recesión”, dijo, con tono grave y el aplauso de los operadores de Bolsa que lo escuchaban.
Unos días antes, en Córdoba, De Mendiguren declaró: “Me parecieron exageradas las medidas para cumplir con un plan de de-
sendeudamiento; genera la sensación de que pasa otra cosa: la gente lo asocia a momentos en que había cuellos en la balanza comercial y provoca que se posterguen decisiones económicas”, alertó el empresario -siempre lejano a los postulados financieros de la city porteña- ante sus pares, al hablar en el coloquio organizado por la Unión Industrial de Córdoba.
“El punto es la sustentabilidad, no llevar la deuda a cero”, agrega la directora del Estudio Bein, Marina Dal Poggetto. “Las naciones, normalmente, no cancelan el capital de la deuda, sino que lo refinancian; en todo caso, no aumentan el stock al pagar los intereses. Pero pensar que un país pueda financiar infraestructura para el desarrollo con la recaudación del IVA no es muy sensato a mediano plazo”, opina.

CRECER Y DESENDEUDARSE
Con mucho de simbólico y con los datos a su favor, la Presidenta apeló a la cadena nacional en la Bolsa de Comercio para mostrarle al “mercado” que es posible crecer sin depender del humor de la comunidad financiera. Habló casi una hora y cuarto, remarcó los indicadores de deuda, destacó una mejora en la recaudación fiscal y en el superávit comercial, y remató con el anuncio del aumento en las jubilaciones correspondiente a la segunda mitad del año, tal como lo dispone la Ley de Movilidad Jubilatoria promovida por este Gobierno. La jubilación aumentará 11,4 por ciento, y un 31,05 por ciento en el año.
“Yo no sé si se advierte que hoy, en este lugar emblemático que es la Bolsa de Comercio de la Ciudad de Buenos Aires, hemos anunciado que mañana pagamos deudas que venían de otras gestiones, pero la continuidad del Estado es una sola, y al mismo tiempo estamos aumentando los sueldos de los jubilados”, dijo, entonces, Cristina Fernández. “Es decir, la posibilidad del crecimiento sin el ajuste”, remató.
Lorenzino dio una entrevista a Ámbito Financiero en la que afirmó que “la política de desendeudamiento seguirá firme y como cuestión de Estado, en un contexto en el cual las crisis económicas tuvieron como causa el nivel de endeudamiento de los Estados, como pasa en Europa”.
El Gobierno tiene una carta a su favor: los negocios que hicieron los bancos internacionales con la deuda externa argentina hasta el default de 2001 todavía pesan en las espaldas del país. También las calificadoras de riesgo, que vislumbraron una nueva cesación de pagos argentina en 2009 pero no el quiebre del banco Lehman Brothers ni la exacerbación de la crisis europea, quedaron desautorizadas. “Dos veces se quedaron con la plata de los argentinos: en 2001, cuando les dijeron que todo estaba fenómeno, y durante estos nueve años, donde le iban diciendo que todo era una porquería y tenían que deshacerse de los bonos porque no valían nada”, disparó Cristina en la Bolsa.
Quizás, los bajos vencimientos de deuda que deberá afrontar el país el año próximo relajen las restricciones en el comercio exterior y en el mercado de divisas, que resintieron el nivel de actividad y significaron un semestre de contracción económica para la industria y la construcción. El Gobierno podrá así seguir pagando sus compromisos con fondos propios sin resignar puntos de crecimiento.

Publicado en :

http://www.revistadebate.com.ar/2012/08/10/5763.php

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