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lunes, 10 de enero de 2011

LA LUCHA POR LA DEMOCRACIA, por Adrián Corbella (para "Mirando hacia adentro")

Arriba : La simple complejidad de Mafalda.


Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la mayoría de los gobiernos se manejaron de manera autoritaria. Siempre existía un líder que, por derecho divino, por herencia, o por otros criterios ejercía el poder y lo transmitía a sus descendientes.

Sin embargo, en algunas sociedades de la antigüedad comenzaron a aparecer prácticas y criterios de tipo democrático. Las formas más primitivas fueron las llamadas “asambleas de soldados”. En muchas sociedades que tenían regímenes monárquicos, por ejemplo el viejo reino macedónico de Filipo y Alejandro, todos los varones capaces de armarse en defensa de la comunidad eran consultados en ocasiones muy especiales, por ejemplo para confirmar a un nuevo monarca ante el fallecimiento del precedente.

Estas “democracias de soldados” existieron, con diversas variantes, en muchas sociedades de la Antigüedad.

Pero, lo que hoy llamamos Democracia nos remite más bien a una sociedad cercana a la macedonia : la de la polis griega de Atenas. En Atenas todos los varones atenienses se reunían para votar las leyes y tomar todas la decisiones importantes de esa comunidad. Era lo que los teóricos políticos llaman una “democracia directa” porque, a diferencia de nuestro sistema, en el que elegimos representantes que luego deciden por nosotros durante cuatro años, los atenienses tomaban ellos mismos cada decisión concreta, votaban por sí o por no ante cada proyecto de ley.

La perfección de la democracia ateniense era más teórica que real : en Atenas existían muchos esclavos, que obviamente no votaban , y también vivían entre los atenienses los llamados “metecos”, hombres libres que eran o extranjeros o descendientes de extranjeros, y que carecían de derechos políticos.

Las democracias del siglo XX y XXI reconocen en la vieja Atenas la madre espiritual del sistema, pero en realidad han tomado su organización de los principios establecidos por la revolución francesa. En este gran conflicto europeo se proclamó el lema “Libertad, Igualdad, Fraternidad”, y se estableció la igualdad de todos los seres humanos. Las Constituciones francesas de ésta época y el Código Civil napoleónico sentaron las bases de lo que hoy llamamos “derechos civiles” y “derechos políticos”.

Tampoco la democracia surgida de la Revolución Francesa era perfecta. Las mujeres no tenían derecho al voto. Y, por otra parte, la idea de establecer una legislación absolutamente igualitaria obviaba el claro problema de las diferencias sociales que existían y que hacían que dicha igualdad terminara favoreciendo a los más poderosos.

Los primeros en cuestionar este principio de la igualdad irrestricta para débiles y poderosos fueron los obreros. Las luchas obreras por lograr mejores condiciones de vida y de trabajo condujeron al surgimiento de los sindicatos (mal vistos por los principios revolucionarios franceses) y a la aparición en el siglo XX de los llamados “derechos sociales” (derechos que protegen a grupos vulnerables que necesitan una protección adicional : trabajadores, familia, etc.) y luego a los llamados derechos de tercera generación (que se vinculan a aspectos tales como el medio ambiente y los derechos del consumidor).

Nuestro sistema constitucional contenía los derechos civiles y políticos en el texto original de 1853, incorpora derechos sociales con la reforma de 1957 (art.14bis) e introduce los derechos de tercera generación con la reforma de 1994.

Las democracias del siglo XXI no son democracias directas, como era la ateniense. Sería materialmente imposible que todos los ciudadanos nos dedicáramos a debatir todas y cada una de las leyes. Por eso ha surgido el sistema indirecto o “representativo” : elegimos representantes (presidente, senadores, diputados, gobernadores, intendentes, etc.) a los que damos un mandato por cierta cantidad de años para que decidan por nosotros.

Este sistema mostró siempre muchas imperfecciones.

Por un lado el ciudadano tiene muy escasos mecanismos para hacer saber a su representante su disconformidad con la forma en que está llevando adelante esa representación. Y a veces tampoco es tan claro el mensaje (¿Qué pasa cuando uno vive en una ciudad con un intendente de un signo político, ubicada en una provincia con un gobernador de un segundo signo político, con un presidente de un tercero?...).

Por el otro, siempre ha existido el problema de la capacidad de presión que tienen sectores sociales o empresariales poderosos, que pueden manifestar con toda claridad sus opiniones a las autoridades, de una manera que el ciudadano común no puede.

A estos problema tradicionales de la democracia, que sigue siendo el mejor sistema de gobierno que los humanos hemos inventado, se suman en nuestra época otros nuevos.

Vivimos en la era de la información. La mayoría de los que leen este pequeño artículo tienen en su poder un teléfono celular, tienen acceso a banda ancha, ven canales de televisión de varios países, pueden acceder a una cantidad realmente inmanejable de datos.

Vivimos en la era de la información. Y la información significa poder. Y por eso aquellos que manejan la información son poderosos.

Hoy como nunca la democracia se encuentra limitada por una amenaza nueva : la representada por los dueños de la información. Por supuesto que uno encuentra toda la información en Internet. Pero, cuando uno utiliza un buscador y le aparecen diez páginas de un total de dos mil… ¿Quién lee la página cincuenta de esa lista, ya no digamos la dos mil?...

Ciertas empresas, por su poder intrínseco, o por la cantidad de medios que manejan, controlan en la práctica la información. Esto es muy claro en la prensa escrita, en la vieja prensa de papel que uno compra en los puestos de diarios .

Normalmente, hay muchas más noticias de las que entran en un diario. Todo diario selecciona cuáles noticias le parecen relevantes, y cuáles no. Cuáles van a la tapa, y cuáles a la página 45. Elige un título, un copete, una foto que acompaña la noticia.

Es decir : cada medio incorpora a esa noticia su línea editorial e ideológica. La información entonces no es la misma en todos los diarios. Y no está tratada de la misma manera. Los que manejan grupos multimediáticos muy poderosos fijan su agenda política. Manipulan la información y a los que se informan con ella. Son muy poderosos. Muchas veces más poderosos que los gobiernos .

Por eso la prensa, a la que muchos llamaban “el cuarto poder”, hoy es más bien el primero. Y esto se ve en muchas partes del mundo, donde los medios alcanzan posiciones de poder político enormes. Pensemos en Italia, gobernada por un empresario de la información. Pensemos en Estados Unidos, donde las cadenas de noticias le hacen la vida imposible a Barack Obama. Pensemos en Brasil, donde algunos multimedios cartelizados encabezaron la campaña de oposición al PT en las elecciones presidenciales. Pensemos en Ecuador, donde Rafael Correa ha acusado a los medios de estar detrás del intento de golpe para derrocarlo. Pensemos en lo que está costando en la Argentina aplicar la nueva ley de servicios de comunicación audiovisual, aprobada con claras mayorías en ambas Cámaras, con muchos votos de legisladores opositores.

Hoy el poder mediático es el Verdadero Poder. Y allí donde el poder político elegido por el pueblo se toma en serio la representación popular e intentar gobernar sin consultar a ese poder que quiere manipular desde las sombras, los medios se lanzan a verdaderas cruzadas contra esos gobiernos, sea en Estados Unidos, Brasil o Argentina.

Por eso los argentinos nos enfrentamos este año a una elección muy particular, muy atípica. Porque en realidad no vamos a votar solamente por este o aquel candidato. Vamos a votar por algo mucho más profundo, y de más amplio alcance.

Nos enfrentamos a una elección histórica, a un momento de esos que se dan una vez cada tanto, una o dos veces en un siglo.

Los argentinos vamos a votar para decidir si los gobiernos que elijamos de aquí en adelante serán nuestros representantes, o si serán simples gerentes de un poder mediático que permanece en las sombras, como han sido tantas veces en el pasado.

Así de simple ; o de complicado.

Adrián Corbella, 9 de enero de 2011.

Esta nota fue publicada el 13 de enero de 2011 por el diario digital "elDiario24.com"


http://www.eldiario24.com/nota.php?id=212920

1 comentario:

sonoio dijo...

bueno creo que ya te lo comenté en un mail jeje
avisame si querés que lo suba


abrazos