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domingo, 11 de diciembre de 2011

“No soy la presidenta de las corporaciones”, por Gabriel Bencivengo (para “Miradas al Sur” del 11-12-11)


Arriba : 10 de diciembre de 2011 . Comienza el tercer mandato kirchnerista.

Por

Gabriel Bencivengo

gbencivengo@miradasalsur.com

Ante la Asamblea Legislativa, Cristina Kirchner reivindicó lo hecho desde 2003, ratificó el rumbo y destacó la importancia de la política como construcción colectiva.

“Hoy no es un día fácil. Pese a la alegría y a la contundencia del voto popular, falta alguien que hace exactamente ocho años y cinco meses, en este mismo lugar, venía a decirles a todos los argentinos que pertenecía a una generación diezmada. Espero que en estos próximos cuatro años de mi mandato estos juicios, que llevan treinta años, puedan ser terminados. Sueño y pido que el próximo presidente no tenga que volver a pronunciar esta frase y que se haya dado vuelta definitiva a esta página trágica de nuestra historia”, arrancó la presidenta Cristina Kirchner ante la Asamblea Legislativa con una clara y contundente mención a los procesos por las violaciones a los derechos humanos.
No era un comienzo sencillo. La figura de Néstor Kirchner estaba presenta en la memoria de todos. “Cambio es el nombre del futuro”, señaló la Presidenta citando la frase que pronunció en 2003 el hombre que inició un proceso que, sin duda, se constituyó a poco de andar en un punto de inflexión en la historia nacional. “Estamos en una nueva Argentina y un nuevo mundo que implican mayores desafíos y compromisos con el pueblo y la sociedad. Hemos dado un salto fundamental. Veníamos de una desindustrialización fenomenal. Hoy, tenemos un país que ha registrado el mayor crecimiento en los últimos doscientos años y su producto bruto per cápita es uno de los que más ha crecido en el mundo durante los últimos años”, resaltó.
El discurso, en su conjunto, repasó los logros económicos y sociales, además de ratificar que los próximos cuatro años servirán para profundizar el rumbo. Lo hizo mediante un concepto sobre el que volvió en más de una ocasión y que sintetizó como “sintonía fina”. Para que no quedaran dudas sobre la voluntad política que la mueve afirmó: “No soy la presidenta de las corporaciones. Que quede claro. Que se den por enterados”. Una definición que disparó una cerrada ovación y cánticos que bajaron desde los palcos colmados por invitados especiales y militantes de La Cámpora; aclamación que contagió a los legisladores del Frente para la Victoria y a algunos aliados.

La sintonía fina. La política desarrollada por el Gobierno Nacional desde 2003 a la fecha fue uno de los ejes centrales del discurso ante la Asamblea Legislativa. Una forma de destacar los éxitos alcanzados en los últimos ocho años, pero también de ratificar que, de ahora en más, se tratará de profundizar e institucionalizar mediante leyes fundamentales los lineamientos que permitieron –como puntualizó– “agregar valor a la producción y encarar un proceso de industrialización que posibilitó la creación de cinco millones de puestos de trabajo”, concretar “más de dos mil convenios colectivos de trabajo” y “extender la cobertura jubilatoria al 96 por ciento de nuestros viejos”, además de alcanzar “el mejor salario mínimo vital y móvil de toda la región”. Acto seguido, aclaró que “todavía nos falta” y que el proyecto nacional y popular iniciado “no estará cumplimentado mientras haya un solo pobre en Argentina”.

Distribuir la palabra. El discurso quedó apuntalado con una batería de datos referidos a la situación económica y social. Más allá de la puntualización sobre la evolución de la macroeconomía y de los indicadores sociales, una buena parte del mensaje que insumió poco más de una hora apuntó a destacar que la distribución del ingreso se complementó con “la distribución de la palabra y del conocimiento”. Sobre el último punto, y tras resaltar la importancia de la nueva ley de medios audiovisuales, Cristina Kirchner subrayó que la “distribución de la palabra fue una construcción colectiva que requirió coraje y valentía”, porque –según recordó– “debió afrontar un formidable aparato mediático”. La ocasión fue propicia también para recocer el rol que tuvieron en el debate, elaboración y sanción de la iniciativa “un sector de la oposición que no es oficialista” y que, como los legisladores propios, “no se sometieron a las presiones”.

Deuda y soberanía. “Hizo falta gestión, administración y una clara definición: privilegiar al pueblo sobre cualquier otro interés”, dijo la Presidenta. Ya transitando el terreno económico, destacó la política de desendeudamiento instrumentada a través de las dos etapas del canje de la deuda pública, estrategia que permitió –según subrayó– disminuir en forma drástica la relación entre la deuda y el Producto Bruto Interno. “Lo que vivimos como un drama, el default, que nos arrojó afuera del mundo, hoy lo enfrentan otros países. Es casi un espejo de 2001”, reflexionó con referencia a las situaciones que atraviesan las economías centrales.
El punto sirvió para destacar que desde 2003 en adelante, el país nunca se mostró permeable a las presiones internacionales y de los grupos locales que abogaron, y abogan aún hoy, por la aplicación de las recetas de los organismos multilaterales. Fue así que rememoró la posición argentina que el ex presidente llevó ante la Asamblea General de las Naciones Unidas cuando reclamó que el país necesitaba que lo dejaran crecer para honrar sus deudas. “Ese fue el eje central del planteo del país ante el mundo”, enfatizó la Presidenta.
Seguidamente, resaltó que el kirchnerismo terminó con la dicotomía entre mercado interno y externo. Fue, quizás, el momento más vehemente de su discurso. “Esto nos permitió, apuntalados en un mercado interno pujante, sortear la crisis de 2008 y 2009, que ningún argentino tuviera que sufrir, y volver a crecer en 2010 y 2011. Pero también nos permitió acumular reservas internacionales por 46.368 millones de dólares, luego de pagar 26.316 millones a organismos multilaterales y acreedores privados; además de sortear cinco corridas cambiarias que hicieron las corporaciones pensando que este gobierno iba a ceder. Nos soy la presidenta de las corporaciones. Que quede claro. Que se den por enterados”, remató ante la cerrada aprobación que bajó desde los palcos y ganó el hemiciclo.
“Nos querían obligar a devaluar –siguió la Presidenta–. Hoy, tendríamos (en el Banco Central) 90 mil millones de dólares. No escupamos al cielo. No es un buen método. Cuidemos lo que hemos logrado. Los pequeños empresarios se convirtieron en medianos, los medianos en grandes y los grandes se cansaron de ganar plata. Nada de esto hubiera sido posible si no hubiéramos virado la economía y hubiéramos puesto nuestra mirada en el Mercosur y la Unasur, las mejoras defensas que podemos tener ante un mundo cada vez más complejo”, dijo en un pasaje que sirvió para ratificar el modelo de integración regional profundizado a partir de la cumbre de 2005 en Mar del Plata, donde encontró su entierro definitivo el Alca que impulsaba Washington.
Cristina Kirchner también subrayó “el formidable crecimiento del consumo y la inversión” y, como viene haciendo desde hace varios años en distintos foros, puntualizó que “la obra pública no es gasto, sino inversión”. Fue durante el pasaje en el que puso el acento sobre la importancia de la banca pública como herramienta para la distribución del crédito dirigido a la inversión productiva. Un capítulo del discurso donde mereció una especial mención el Banco Nación: “Todo esto no ha sido fácil. Lo más importante es que hemos podido hacerlo con el mundo en contra, fuera del mercado financiero internacional. Lo que parecía una desgracia fue una bendición”.

Sector por sector. La cuestión financiera y del crédito para la producción, en consonancia con la sintonía fina que propuso para los próximos cuatro años de gobierno, también apuntó a la banca privada. “Los bancos no pueden ser la finalidad, deben ser herramientas para que la economía se mueva. Pocas veces han mostrado balances como los que han logrado en estos años. Cuando la sociedad crece, crecen todos los sectores. Deben seguir aportando a la economía real”, señaló la Presidenta antes de confirmar que las cuestiones relativas al comercio exterior e interior serán abordadas de ahora en más por una única secretaría que funcionará en el ámbito del Ministerio de Economía. “Son dos caras de una misma moneda. Hay muchas ventanas en el Estado para las mismas cosas. Falta coordinación y esto convierte al Estado en un Estado bobo, y yo quiero ser cualquier cosa menos boba”, puntualizó de cara a un empresariado acostumbrado a reclamar beneficios.

El futuro. La competitividad de la economía y la necesidad imperiosa de agregar valor a la producción fueron dos cuestiones que ocuparon un espacio central en el discurso de la Presidenta. Tras anunciar la creación de una Subsecretaría de la Competitividad, puso el acento en la innovación tecnológica, a la que definió como “clave” de cara a los próximos años y que –según advirtió– “exigirá revisar rentabilidades”. Una mirada amplia que abarcó también a los trabajadores y a los sindicatos. “Derechos de huelga hay, pero no de chantaje”, dijo Cristina Kirchner. Antes había recordado sus intervenciones como legisladora contra los intentos de flexibilización laboral impulsados durante el gobierno menemista y tiempo después por el gobierno de la Alianza.
“Fue el principio del fin de un gobierno votado con ilusión. Por eso es importante hacer honor a la voluntad popular”, recordó Cristina Kirchner, al tiempo que convocó a la constitución de mesas de discusión donde tengan participación el Estado, los trabajadores y los empresarios. “No se gobierna por decreto o ley”, señaló casi sobre el final del mensaje. Una convocatoria al diálogo que no le impidió reclamar, con la legitimidad que otorgan el 54 por ciento de los votos obtenidos en las presidenciales de octubre, la sanción de la Ley de Tierras y la reforma de la Ley Penal Tributaria para “ponerles el traje a rayas a los evasores”.

Gracias a todos. La sociedad en su conjunto también tuvo un lugar privilegiado en el discurso presidencial. “Quiero darles las gracias a todos los argentinos que creyeron en nosotros, soy un proyecto colectivo”, señaló la Presidenta, al tiempo que destacó que la construcción de un proyecto nacional y democrático no hubiera sido posible sin “los que resistieron a pie firme, en las calles, en las bancas, a los que no desmayaron, a los que creyeron que valía la pena luchar por los ideales”. Un final de discurso que puso blanco sobre negro y que, como al inicio, recordó la figura de Néstor Kirchner: “Como dijo él, que no dejó las convicciones y por no dejarlas dejó la vida, les digo que no vamos a dejar las convicciones por una Argentina más justa, más equitativa y más solidaria”.

Publicado en :

http://sur.infonews.com/notas/no-soy-la-presidenta-de-las-corporaciones

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