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lunes, 17 de agosto de 2015

El riesgo de convertirse en un bodrio histórico, por Hernan Brienza (para "Tiempo Argentino" del 16-08-15)




El resultado de las PASO dejó a todos en la puerta, pero ningún candidato obtuvo un buen posicionamiento, ni logró su objetivo.

Los resultados de las PASO dejaron a todos en la puerta. Sergio Massa, porque hizo una elección relativamente digna, Mauricio Macri, porque se convirtió en el líder indiscutido de la oposición y sepulturero político e ideológico de la más que centenaria Unión Cívica Radical, y Daniel Scioli, porque si se mejoran un poco los guarismos se convierte en presidente en la Primera Vuelta. Sin embargo, más allá de que los tres candidatos obtuvieron un buen posicionamiento, ninguno de ellos logró limpiamente su objetivo.

El primero porque no le alcanzó para convertirse en un candidato realmente competitivo y lo relega a mirar de qué manera se repartirán "las ropas que dejó" los dos aspirantes a la presidencia que polarizarán en la primera vuelta. El segundo porque, después de tanto esfuerzo, tanto bailecito, tanta foto con pobres milimétricamente ensayadas, no pudo quebrar seriamente la línea del 30% del electorado, apenas rozó el 30,7 y nada asegura que no sea finalmente su techo. El tercero porque no alcanzó el 40%, lo que le hubiera dejado prácticamente al alcance de la mano al cetro presidencial. Pero, sobre todo, porque los resultados no le allanaron ni le desmalezaron la situación hacia el interior del peronismo.

Quizás uno de los principales capitales políticos de Scioli era su aura de invulnerabilidad electoral. "Es el único que puede ganar en primera vuelta", aseguraban los sciolistas entusiasmados e incluso los no sciolistas resignados. De esa manera, se construyó una imagen del actual gobernador de la provincia de Buenos Aires de "candidato victorioso", imagen carísima hacia el interior del peronismo, en el que "ganador mata galán".

Parafraseando a José de San Martín en un nuevo aniversario de su muerte, uno podría decir que el peronismo "será lo que deba ser o no será nada".

No sabemos qué tan magro habrían sido los resultados si otro hubiera sido el candidato, pero lo cierto es que si comparamos los resultados de las elección de 2009 y 2013 –legislativas, de medio término-, en las que el FPV realizó sus peores performances, podemos notar que Scioli, en elecciones ejecutivas, apenas aportó un 5% de los votos. Obviamente, no es culpa suya. Hay una serie de factores que inciden en esto: la "sensación" de parate económico, cierto cansancio de la sociedad respecto del peronismo, algunos aciertos de marketing macrista influyen en esta situación. Pero la cuestión central es que Scioli no ha podido conseguir, todavía, ese porcentaje propio que le permita poder decir que su victoria dejó de ser tributaria de la figura de Cristina Fernández de Kirchner.

Seguramente, en las elecciones de octubre, Scioli y el FPV recuperarán su calidad competitiva. Sectores del electorado massista se acercarán al candidato ganador, sectores del kirchnerismo progresista irredento que votaron a la izquierda regresarán espantados por el PRO, y un acuerdo macro con Juan Schiaretti, que le devolverá parte de los votos que en las PASO votaron a José Manuel de la Sota, lo colocarán a Scioli en el Poder Ejecutivo Nacional. Sin embargo, esta victoria ajustada no le permitirá al sciolismo no kirchnerista –intuyo que no incluye exactamente a Scioli personalmente- cumplir con los deseos imaginarios de desmarcarse definitivamente de la herencia del kirchnerismo. Seguramente, Scioli debe haber tomado nota que la mayoría de su votos vienen de arrastre. Y esto se observa incluso en la provincia que gobierna desde hace ocho años.

El resultado en la provincia demuestra que: a) el mito del peso del aparato bonaerense es falso; b) que el electorado de la provincia de Buenos Aires es tan sofisticado como cualquier otro; c) que el peronismo para ser hegemónico en ese ámbito no puede dividirse y que para recuperar espacio perdido hay que zurcir las heridas entre los sectores internos del espacio ampliado; d) que las internas salvajes siempre perjudican a ambos contrincantes; y e) que el peronismo tiene ganada la gobernación de Buenos Aires pero no la tiene asegurada y debe redoblar los esfuerzos para volver a seducir a la clientela política propia.

¿Scioli debe cambiar o mantener su táctica electoral? No pareciera ser necesario. Con inteligencia surfeó entre las aguas del kirchnerismo heterodoxo, por decirlo de algún modo, que le permitió ser deglutido incluso por los sectores no peronistas del propio kirchnerismo. Quizás el único esfuerzo que debería hacer ahora es acudir con la ambulancia recolectando aquellos sectores del peronismo no kirchnerista que pudieran sentirse heridos. Y respecto de lo discursivo, Scioli no interpreta mal la necesidad de "continuidad con cambios" que marcan algunas encuestas cualitativas.

Lo mejor que puede hacer el gobernador de Buenos Aires es convertir su figura en el "liderazgo institucional" del FPV y cumplir con los requerimientos esa mayoría que quiere "cambiar sólo algunas cosas". Esto requiere diálogo con el "liderazgo carismático e ideológico" y respetar acuerdos y también hacer explícita una agenda de continuidades de políticas públicas que representaron al kirchnerismo en los últimos 12 años. Lo peor que puede hacer Scioli, incluso para él mismo y su futuro gobierno, es querer volver a refundar el país y embarcarse en rupturas más que en continuidades, en intentar hacer síntesis con el neoliberalismo y llevar adelante un macartismo sin sentido contra las organizaciones específicamente kirchneristas. Posiblemente, la clave del éxito de Scioli esté en abrir un generoso proceso de articulación, de diálogo, de complementación, hacia el interior del peronismo y de moderación estilística pero de férrea continuidad del proyecto económico desarrollador, socialmente inclusivo y culturalmente nacional, típico del mejor peronismo.

Por su parte, el kirchnerismo más puro y duro también tiene un gran desafío: el de crecer hacia todos los costados. La victoria de Máximo Kirchner en Santa Cruz marca el inicio de su carrera real como dirigente político: no sólo legitimó su lugar a través de las urnas sino que deberá actuar, ahora, en el espacio público con libertad de acción. La obtención de algunos buenos resultados de candidatos kirchneristas en el territorio abre un nuevo proceso de acción política. La construcción de referentes propios en ámbitos legislativos también obliga a un crecimiento cualitativo hacia el interior del peronismo. La nueva situación –la de ya no depender directamente del Ejecutivo Nacional y su reverso, es decir ya no comprometer con su acción al presidente- debe abrir un espacio de debate, de discusión, de libertad hacia el interior de las organizaciones que permita crecer en la toma de conciencia y de decisiones que permita pasar a sus militantes de ser soldados a ser unidades políticas y de sus cuadros a ser dirigentes con representación ascendente y con visibilidad en todos los espacios públicos.

Por último, parafraseando a José de San Martín en un nuevo aniversario de su muerte, uno podría decir que el peronismo "será lo que deba ser o no será nada". Es decir, o respeta sus principios, sus banderas, su razón política de existencia, o se convertirá en un "bodrio histórico", como diría Leopoldo Marechal.

Publicado en:
http://www.infonews.com/nota/242082/el-riesgo-de-convertirse-en-un-bodrio-historico

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