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sábado, 7 de mayo de 2011

INGENIERÍA ELECTORAL Y LABERINTO OPOSITOR, por Edgardo Mocca (para "Revista Umbrales" y "Espacio Iniciativa", mayo de 2011)



Ingeniería electoral y laberinto opositor
4 Mayo, 2011
Por Edgardo Mocca
El peronismo antikirchnerista terminó el último domingo el ciclo de un derrumbe que asoma irreversible, por lo menos en los ya estrechos márgenes del tiempo que nos separa de la elección presidencial. Primero fue Reutemann quien se alejó de la conducción del grupo y sostuvo obstinadamente su abstinencia electoral. Después Solá se negó a participar en las primarias. Y más tarde los siguió Das Neves, rotundamente persuadido por los resultados electorales en su provincia, Chubut. Después del abandono de Duhalde –no se ve como podría regresar a la saga de las internas “a la americana” sin profundizar el ridículo en el que cayeron tanto él como el proceso en su conjunto- el peronismo federal no es más que un grupo reducido de ex caudillos territoriales justicialistas unidos solamente por el resentimiento contra la conducción oficial del partido. Poco importa a este respecto lo que haga o deje de hacer Rodríguez Sáa.
No es sorpresivo el naufragio de la “disidencia” justicialista. Podía descontarse cuando sus figuras potencialmente más atractivas dejaron el barco. Pero su consumación, de todos modos, inicia la cuenta regresiva de la oposición. El sector más directamente afectado por el ocaso es, sin duda, el que lidera Mauricio Macri. No habrá, con toda probabilidad, “macriperonismo” en la contienda presidencial de octubre, más allá del selectivo reclutamiento por parte del PRO de algún referente justicialista que pueda agregar consistencia a su ingeniería electoral. Para el macrismo la mezcla con el universo federal del peronismo tiene sentido, si agrega votos en un volumen capaz de compensar los costos de un acercamiento difícil de ensamblar con el pregón de la “nueva política”. El territorio de caza del team de la camiseta amarilla estará, en consecuencia, mucho más acotado en dos dimensiones, la social y la territorial. En términos sociales, no hay lugar para la ilusión de revivir la alianza entre clases bajas y clases altas que el menemismo construyó en la década del noventa. Desde el punto de vista territorial, el PRO no podrá compensar con la estructura justicialista su ostensible carencia de implantación nacional.
No es de extrañar, entonces, que la candidatura nacional de Macri aparezca cada vez menos segura. Su continuidad significaría la decisión de lanzarse a una batalla nacional con las propias fuerzas, básicamente afincadas en la ciudad de Buenos Aires, a lo que se podría sumar la influencia en el conurbano bonaerense, el albur de la candidatura de Del Sel en Santa Fé y lo que pudiera agregar el sector salteño que lidera Romero a quien habría que ocultar fuera de su provincia. Es muy probable que De Narváez pudiera incluirse en este armado, siempre que el radicalismo alfonsinista no termine convenciendo a sus aliados menores actuales de la conveniencia de que el frente no sea tan progresista.
El radicalismo empieza a ilusionarse con la posibilidad de que la de Ricardo Alfonsín sea la única alternativa electoral relevante frente a la de Cristina Kirchner. Para lograrlo tiene que encontrar una ingeniería viable que pueda contener a sus actuales aliados que se definen de centroizquierda y que, al mismo tiempo, lo habilite como receptor de los votos de los huérfanos del macriperonismo. El movimiento a favor de la candidatura del socialista Binner empieza a aparecer como un obstáculo a sortear.En el terreno de las formas, la construcción de una oposición multicolor encabezada por el radicalismo es completamente posible. Para eso puede utilizarse allí donde haga falta el recurso de la “lista de adhesión” que en los últimos días ha perdido su status de engendro manipulador pergeñado por el oficialismo para convertirse en un probo mecanismo, apto para unir en un solo frente a todos los que quieren “cuidar la democracia”.
El problema no está en las formas sino en la naturaleza política de la oposición que se expresará en las próximas elecciones. El sector predominante del radicalismo sostiene que lo esencial es la coincidencia programática de los eventuales componentes del acuerdo. De sobra sabemos –y lo confirma dramáticamente el reciente documento “programático” del macrismo- que no es demasiado difícil elaborar documentos generales que convoquen a la defensa de valores como el desarrollo económico, la equidad social, la seguridad ciudadana, el respeto por las libertades individuales, con los que ningún ciudadano decente pudiera estar en desacuerdo. Pero el ethos de una fuerza política no lo constituyen esos papeles. Mientras se conversan acuerdos de esa o parecida naturaleza entre líderes, expertos técnicos y talentosos redactores, los proyectos políticos reales se construyen por fuera de esos ámbitos, en la escena pública, en las líneas de tensión que enfrentan intereses y valores; se construyen, en fin, en la política.
Y las escenas que se van sucediendo en los últimos meses van generando una dinámica de reagrupamiento que favorece, o por lo menos no amenaza al oficialismo. La oposición se muestra entusiasta ante cada batalla que enfrenta al gobierno con algún sector del poder económico y mediático y toma posición sin mucho cabildeo a favor de los adversarios corporativos o político-culturales del kirchnerismo. Se indigna furiosamente contra el bloqueo al diario Clarín y enciende las alarmas sobre la libertad de prensa; Macri radicaliza el juego hasta el absurdo de dictar un decreto que crea una figura penal contra las protestas gremiales en los medios de comunicación, en una operación que no resiste la más liviana de las miradas legales y constitucionales. Toma posición a favor de las grandes patronales frente al decreto que amplía la presencia estatal en su directorio, lo que constituye una contundente señal “programática” de lo que sería un gobierno de quienes hoy están en la oposición. Recatadamente se concentran en las formas de la decisión gubernamental y guardan, en general, un estrepitoso silencio sobre los derechos del Estado a supervisar la gestión privada de los cuantiosos fondos del ANSES del que disponen algunas grandes empresas. Son ni más ni menos que los dineros de los jubilados; aquellos que según se decía iban a desaparecer en manos de este gobierno. O los que, poco después, podían ser usados masivamente para conceder el 82% a los jubilados. Hacen causa común con Vargas Llosa en la sobreactuación contra una censura que nunca existió. Replican automáticamente las consignas de la “chavización” del gobierno, la necesidad de la “seguridad jurídica” (que como se ve, no incluye a los trabajadores que protestan). Hacen fila para descalificar a los líderes sindicales, sin otra relatividad que la que dicta la conveniencia política; no se oyen, por ejemplo, muchos cuestionamientos a Barrionuevo, al momo Venegas o a Cavalieri.
De esa dinámica de conflictos y tomas de posiciones, surge una escena en la que el gobierno construye su elenco de adversarios y su discurso preelectoral sin mayores inconvenientes. Si la población va a ser convocada a votar contra el peligro del fascismo, en solidaridad con el grupo Clarín y la multinacional Techint, en medio del crecimiento de la producción, el consumo de las clases medias y los ingresos de trabajadores y jubilados, el resultado es muy previsible. Si se deciden a adoptar el libreto de Vargas Llosa, Savater y otros invitados de honor a la feria del libro, que pregonan contra el populismo que distribuye “irresponsablemente” y auspician las políticas que en el país conocimos entre 1989 y 2003, no es muy difícil calcular el desenlace.
Una buena ingeniería electoral de acuerdos programáticos y listas de adhesión pueden mejorar la performance opositora. Pero el verdadero laberinto opositor no es ese. Una mirada rápida identifica dos planos. Uno es el reconocimiento de los grandes cambios de tendencia en el plano regional y mundial, que se expresan en la realidad argentina. El otro es el de abandonar la sujeción política sistemática a los intereses y el discurso de los poderes que actúan por fuera de la política formal. No parecen replanteos fáciles de concretar en unos pocos meses.

Publicado en :
http://revista-umbrales.blogspot.com/2011/04/cafe-umbrales-recomienda_22.html

y en :

http://espacioiniciativa.com.ar/?p=2496

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