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lunes, 27 de febrero de 2012

Intelectuales en liquidación, por Gustavo Rosa (para “Apuntes discontinuos” del 24-02-12)


Para no comenzar este Apunte en forma innecesariamente agresiva, desde una ingenuidad demasiado ingenua, puede decirse que cuesta creer en ciertas cosas. Que algunos crean en brujas, hadas y duendes o en un ángel personal que nos protege y con el que podemos comunicarnos en forma continua, vaya y pase. Pero que un grupo de intelectuales haya elaborado un documento titulado “Malvinas: una visión alternativa” en el que proponen al Gobierno “abdicar de la intención de imponerles (a los isleños) una soberanía, una ciudadanía y un gobierno que no desean” resulta verdaderamente increíble. Y la gran alternativa que este grupo de 17 intelectuales ofrece consta de una carilla. Una carilla pudieron elaborar. Pretenden resolver en una página un conflicto internacional que lleva 180 años y toneladas de papel en declaraciones y documentos. ¿Se creerán tan brillantes en su capacidad de síntesis o no les dio la cara para más? Este documento pensaba presentarse en una conferencia de prensa que debió suspenderse por la tragedia ferroviaria de Once. Tal vez las repercusiones negativas que tuvo tanto en la opinión pública como en el ambiente político conduzcan a estos pensadores a reformular lo escrito o, en la cima de la lucidez, hacer un bollito y arrojarlo a la papelera.

Este cruce de hechos quizá no sea casual. La tragedia de Once también tiene como protagonistas a individuos que no entienden. El grupo Cirigliano, propietario de la mayoría de las acciones de TBA está conformado por individuos que ya están haciendo mucho daño por pensar sólo en sus intereses. Claro, por eso son individuos y no ciudadanos. De tener sólo dos líneas de colectivos pasó en 1994 a ser dueño de la concesión de trenes. Un empresario cuya única habilidad fue alinearse al menemato y los gobiernos subsiguientes. En los primeros diez años de la explotación ferroviaria, acumuló la escalofriante cifra de 1372 muertes en distintos accidentes. Y en los últimos años, una cifra similar. Esto además de la calidad del servicio, que apenas resulta “aceptable” para el empresario.

En 1989, a pocos meses de comenzar el nefasto gobierno de Menem, se sancionó la ley 23696, que daba vía libre para el sorteo de las empresas de servicios públicos. Claro, en aquellos tiempos, el discurso dominante era el privatizador, que sostenía que el Estado no servía para gestionar esos servicios, por lo que el capital privado debía erigirse en salvador. Ahora, muchos privatizadores de antaño se han transformado en estatistas, aunque no con mucho énfasis. En realidad, esto no se trata de tirar la bola de un lado a otro como en un partido de tenis. Cuando se privatizó el servicio de trenes, hacía ya un tiempo que el Estado lo venía abandonando. Por lo tanto, la discusión no pasa por si es privado o estatal sino si presta un servicio eficiente, seguro, accesible y acorde a las necesidades de tránsito de la población. Un servicio debe servir, en manos de quien sea. Lo óptimo sería un servicio estatal, que deja afuera el lucro y la avidez empresarial.

El problema del servicio de los trenes suburbanos tiene una resolución posible en tres etapas. Un primer paso es estrictamente político y es el cambio de titularidad de la concesión. La empresa debe perder el derecho concedido sin indemnización alguna, pues bastante se han enriquecido en estos veinte años sin poner casi nada, sino todo lo contrario. Un segundo paso es el judicial, que tal vez lleve más tiempo, pero debe impulsar una investigación profunda de las causas del accidente, del mantenimiento de las vías, del destino de los fondos aportados en forma de subsidios por el Estado, de los sobre precios en compras y el cumplimiento del contrato. Posterior castigo a los (i) responsables sería muy conveniente. Un tercer paso, mucho más profundo y a largo plazo, es la desconcentración urbana y laboral. Que el conurbano en pleno se traslade a CABA todos los días produce amontonamiento y seguros inconvenientes. Desarrollar la oferta laboral en el Gran Buenos Aires y demás localidades bonaerenses va a disminuir la superpoblación de los trenes. Y más a largo plazo aún alentar la formación y el desarrollo económico y urbano de otras localidades no sólo en provincia de Buenos Aires sino en otras provincias del país. Una distribución más pareja de la población en todo el territorio nacional solucionaría el amontonamiento de los grandes centros urbanos y sus terribles consecuencias.

Lo que no tendrá consecuencias es el documento de los 17. Algunos son capaces de escupir la bandera con tal de lograr unos centímetros en los grandes medios. Lo que más destacan estos intelectuales en alquiler es que el conflicto por la soberanía en Malvinas debe solucionarse teniendo en cuenta el principio de autodeterminación de los isleños. Este derecho corresponde a los pueblos originarios, no a los trasplantados, por más que sus descendientes las habiten desde hace casi dos siglos. Pero, además, antes de abordar el tema de la soberanía, exigen una “crítica pública del apoyo social que acompañó a la guerra de Malvinas y movilizó a casi todos los sectores de la sociedad argentina”. ¿Perdimos los derechos sobre las islas porque cien mil personas aplaudieron su recuperación en aquel 2 de abril de 1982? ¿Pensarán eso en serio? Y los que no estuvimos en esa plaza, ¿sí tenemos derecho? ¿Y los que no habían nacido todavía?

En otro párrafo sesudo de este documento señala “la brecha que existe entre la enormidad de estos actos (por la recuperación) y la importancia real de la cuestión-Malvinas, así como su escasa relación con los grandes problemas políticos, sociales y económicos que nos aquejan”. ¿Acaso sugieren que la defensa de la soberanía no es un tema de importancia? El Gobierno Nacional no abandona la gestión para seguir avanzando en el proyecto de país en función de los reclamos diplomáticos a Gran Bretaña. Los “grandes problemas…” y demás lugares comunes no son tales como para sospechar que se está haciendo demagogia con este tema, que es en realidad lo que están sugiriendo.

Tan ciegos y rabiosos están en su oposición que se están oponiendo a un país entero. ¿Qué quieren lograr? ¿Qué reacción esperan? Estas iluminadas plumas declaran que “es necesario poner fin hoy a la contradictoria exigencia del gobierno argentino de abrir una negociación bilateral que incluya el tema de la soberanía al mismo tiempo que se anuncia que la soberanía argentina es innegociable”. Y claro que es así: las islas son argentinas y ellos las están usurpando. La única negociación posible se relaciona con la retirada y nada más, sin ningún costo para nuestro país. También se muestran muy preocupados por los malvinenses, que “deben ser reconocidos como sujeto de derecho y respetar su modo de vida”. Eso no está en discusión. Nadie piensa echarlos ni fusilarlos. Tampoco obligarles a cambiar de ciudadanía o de lengua. Serán lo mismo que son hoy en un territorio siempre argentino y sin la usurpación de la Corona.

En el colmo del odio en el que se inspira el documento, estos intelectuales afirman que “como miembros de una sociedad plural y diversa que tiene en la inmigración su fuente principal de integración poblacional no consideramos tener derechos preferenciales que nos permitan avasallar los de quienes viven y trabajan en Malvinas desde hace varias generaciones”. Los diplomáticos británicos no podrían encontrar una mejor defensa a sus intereses que la postura contracturada que estos intelectuales argentinos expresan en ese libelo. Qué lástima que no se les ocurrió invitar al plantel firmante a la periodista Sylvina Walger que, con toda la lucidez de que es capaz, separó las aguas para iluminar a la Humanidad con su intervención en el programa de Mariano Grondona. Allí dijo: “las Malvinas no son Cancún… hace frío… y hay ovejas…”. Los “exiliados europeos en Argentina” siguen haciendo de las suyas. Pero lo peor es que dicen que todo lo que hacen lo hacen por el bien del país. Pavada de cinismo.

Publicado en :

http://www.apuntesdiscontinuos.blogspot.com/2012/02/intelectuales-en-liquidacion.html

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