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miércoles, 15 de febrero de 2012

Liberté inégalité quebré, por Eduardo Anguita (para "Infonews" 13-02-12)



La mal llamada libertad económica no ha hecho más que consolidar la desigualdad social y terminó por encaminar a la quiebra a varias economías del Viejo Continente.



El escenario recesivo en Estados Unidos y Europa no puede ser explicado por las recetas de los banqueros y los líderes políticos de esos países. Cortados por la misma tijera, la explicación de los poderosos va en dirección a recortar el gasto público y a no tocar los privilegios de las élites económicas. El título de este artículo intenta poner de relieve el agotamiento que exhibe el sistema político europeo y norteamericano. Ambos dejaron de lado las enseñanzas de las políticas públicas activas de los años treinta, con el New Deal de Franklin Delano Roosevelt en Estados Unidos, o las teorías del economista inglés John Maynard Keynes. En ambos enfoques, la creación y mantenimiento de los puestos de trabajo constituyeron elementos constitutivos. El miércoles de la semana pasada, El País de Madrid publicaba la previsión del BBVA, uno de los dos bancos más poderosos de España, en materia de desempleo para 2013: nada menos que del 25%; es decir, uno de cada cuatro trabajadores en promedio, con una expectativa peor para las franjas de jóvenes. La idea de igualdad, libertad y fraternidad sufrió una mutación kafkiana en los laboratorios de quienes manejan el poder del hasta ahora llamado Primer Mundo. La mal llamada libertad económica no ha hecho más que consolidar la desigualdad social y terminó por encaminar a la quiebra a varias economías del Viejo Continente y dejar en una situación de fragilidad notable a la economía de Estados Unidos. Las tasas de endeudamiento de sus economías no se explican por los planes y políticas sociales que están recortando sino por el enriquecimiento de unas minorías que pagan cada vez menos impuestos.

La edición del sábado de Le Monde de París publicó en tapa un ácido balance de la última reunión del Foro Económico Mundial de Davos, que contiene la opinión de uno de los economistas heterodoxos más críticos de esta etapa del capitalismo. Se trata de Nouriel Roubini, nacido en Turquía, hijo de una familia judía iraní y asentado en Estados Unidos. Roubini enseña en la Universidad de Nueva York y afirma que en los años setenta, la brecha entre los salarios más altos y los más bajos en una empresa norteamericana era de 40 mientras que en 2007 pasó a 400. “La tecnología parece haber creado una fosa en provecho de la gente instruida –dice Roubini–. Sin embargo, interpelados, los ricos y los poderosos son cortos de ideas. Todavía se espera en vano la chispa que los ilumine.” Con una dureza entre el lamento y el cinismo, el profesor que vive donde se produjo el atentado a las Torres Gemelas dice que la falta de liderazgo llevó a que ya no exista más el G-20 sino el G0 (por el Ground Zero).


Precisamente a diez años de aquel atentado, el 11 de septiembre de 2011, The Wall Street Journal publicaba una entrevista a Roubini que sacude las columnas de la edificación del voraz capitalismo en esta etapa. Preguntado sobre qué podían hacer el gobierno estadounidense y las empresas para evitar “otra recesión (que está) a la vuelta de la esquina”, Roubini dijo: “Las empresas no están haciendo nada. No están sirviendo de ayuda. Todo este riesgo no hace sino ponerlas más nerviosas. Tiene su lado bueno esperar. Dicen que están haciendo recortes porque hay exceso de capacidad y que no contratan a trabajadores porque no hay suficiente demanda final, pero hay una paradoja aquí. Si no estás contratando trabajadores, no habrá suficientes ingresos salariales, suficiente confianza en los consumidores, suficiente consumo, no habrá suficiente demanda final. En los últimos dos o tres años hemos experimentado un genuino empeoramiento porque hemos asistido a una radical redistribución del ingreso desde el trabajo hacia el capital, desde los salarios hacia los beneficios, y la desigualdad de ingresos ha crecido y la propensión marginal al gasto de un hogar es mayor que la propensión marginal de una empresa, porque, si comparamos empresas con hogares, estos últimos tienen más propensión al ahorro. De modo que la redistribución del ingreso y de la riqueza empeora el problema de la inadecuada demanda agregada.”

Estas palabras sencillas son las de un hombre que fue funcionario del Departamento del Tesoro de Estados Unidos y que en 2006 hizo una presentación ante el FMI advirtiendo sobre la crisis de las hipotecas subprime sin que le prestaran atención. Dos años después, cuando explotó la burbuja, Roubini se ganó el mote de gurú, pero sus consejos parecen ser sólo buenos para publicar. Aquel día, en que los estadounidenses recordaban, shockeados, el ataque de Al Qaeda a la Manzana del Mundo, Robini le decía al diario financiero más prestigioso de Estados Unidos que desde hace unos años es propiedad del ultraconservador Rupert Murdoch: “Karl Marx tenía razón. Llegado a cierto punto, el capitalismo puede destruirse a sí mismo. No puedes perseverar en el desplazamiento de ingresos del trabajo al capital sin tener un exceso de capacidad y una falta de demanda agregada. Y eso es lo que ha ocurrido. Pensábamos que los mercados funcionaban. Pues no están funcionando. El individuo puede ser racional. Las empresas, para sobrevivir y salir adelante, pueden abaratar más y más los costos del trabajo, pero los costos del trabajo son los ingresos y el consumo de otros. Por eso es un proceso autodestructivo.”

Volviendo a Davos, es un fiel reflejo de los últimos 20 años de la globalización. Si bien su fundación data de 1971, por iniciativa del economista suizo Kaus Schwab, comenzó a tomar peso hacia 1991, con la disolución de la URSS y la clara supremacía de Estados Unidos. En esos años, era evidente la ausencia de otros modelos que no fueran la etapa de concentración y valorización financiera del capital. Sostenido por un centenar de poderosas multinacionales, fijaba la agenda de gobernantes, académicos y concitaba la presencia, cada año, de unos 40 jefes de Estado y más de un millar de presidentes y directores ejecutivos de las compañías de mayor facturación del mundo. Fue, incluso, una cita importante para los países que empezaban a vislumbrarse como actores importantes de los asuntos mundiales. El artículo de tapa de Le Monde es desolador respecto del vaciamiento del Foro de Davos: “El CEO de una gran compañía dice que diez años atrás las cenas de ejecutivos se hacían en salas mucho más grandes. Ahora, la gente va a las cenas de los chinos, los indios y los brasileños. Uno a uno, los oradores reconocen cosas como tenemos muchos problemas en los Estados Unidos; o el sistema está paralizado; o hay que volver a poner sobre rieles la economía y el sueño americano.”

Una encuesta del semanario Time (nave insignia del conglomerado AOL Time Warner) de octubre pasado revela que el 71% de los estadounidenses cree que su país está en franca declinación. Esa declinación no sólo es económica sino de identidad. Los principios de libertad e igualdad que llevaron a las 13 colonias a independizarse de Gran Bretaña están destruidos. Los supuestos principios de austeridad y ascetismo de los WASP (blancos, anglosajones y protestantes) son, en este año electoral estadounidense, una pantomima de supuestas glorias pasadas. Los precandidatos republicanos con más chances de confrontar con Barack Obama son Rick Santorum y Mitt Romney. El primero tiene un lugar de privilegio como columnista del grupo Fox, de Murdoch, y ganó notoriedad cuando en 2003 hizo campaña contra la homosexualidad, comparando a quienes no son heterosexuales con quienes practican la zoofilia o abusan de menores. Santorum, por estos días, no pierde oportunidad de promover un ataque armado a Irán. En el caso de Romney, su experiencia como predicador de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días le sirvió para que muchos estadounidenses confiaran sus ahorros en el fondo de inversión Bain Capital, fundado por Romney. Algunos de los millones de dólares de su cuenta personal están en las Islas Caimán, una manera de evadir impuestos. El precandidato reconoció hace poco que en 2011 pagó el 15% de impuesto a las ganancias, una ventaja que tienen quienes se dedican a las “inversiones financieras”, lo más bajo en la escala fiscal estadounidense .

Estados Unidos pareciera emular la situación en la que sumergió a América Latina durante los noventa. Durante esa década, según estudios de CEPAL, el continente se había convertido en el más inequitativo; es decir, aquel en el cual la brecha entre el 10% más rico y el 10% más pobre era más desigual. Ahora, entre los movimientos sociales emergentes contra la desigualdad en el norte, la consigna es “que el 99% combata contra el 1%” que maneja el poder económico del país.

Publicado en :

http://www.infonews.com/2012/02/13/politica-10501-liberte-inegalite-quebre.php



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