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sábado, 19 de abril de 2025

Fondo Mileísta internacional, por Dante Augusto Palma

 



Alguna vez en este espacio mencionamos que con Milei es difícil negociar porque la presidencia para él es un puesto menor. Su proyecto es un proyecto mesiánico y no de construcción política, menos de permanencia en el poder. No creo que lo haga, pero Milei es alguien que un día podría levantarse e irse a su casa. Su afán refundacional se mezcla con aspectos psicológicos de necesidad de reconocimiento y de demostración en su disputa personal frente a quienes considera “pares”. Por eso, en el escándalo LIBRA, Milei no pudo utilizar la estrategia del “no sabía” y si ésta apareció fue balbuceando: es que para él es más doloroso quedar como un tonto que como un estafador. Narciso herido mata moralidad.


Dicho esto, incluso el presidente que desprecia su cargo, a tal punto que en su perfil de Twitter, su medio de presentación de cara al mundo, se presenta como economista y no como presidente, la lógica de la política, aun de manera inconsciente, opera y lo ha llevado a cometer errores que se han repetido en anteriores gobiernos.


 Puntualmente, respecto a la inflación, el gobierno queda preso de un éxito prematuro y probablemente sorprendente incluso para los propios funcionarios: tras devaluar 120%, la inflación de repente se desploma a menos de 3% mensual en pocos meses y se transforma en el gran activo del presidente, el cual, a su vez, le permite granjearse en su disputa intelectual acerca de la economía, Escuela austriaca, paleolibertarismo, etc., para sostener que la inflación se reduce a un fenómeno monetario. Fue tan sorprendente ese éxito que el 3,7% de inflación de marzo del 25 cayó como un balde de agua fría cuando un plan menos radical podría haber trazado un sendero en el que ese 3,7 hubiese sido celebrado. Con esto me refiero a que Milei podría haber planteado reducir a la mitad la inflación cada año de mandato para llegar al último casi en un dígito (105% en 2024, 52,5% en 2025, 26,25% en 2026 y algo más de 13% en 2027) y se estaría hablando del milagro argentino.


 Sin embargo, la alta imagen positiva sostenida en 2024 le dio a entender que la baja de inflación era su carta, y vaya si lo es. De aquí que haya sucumbido al clásico pisotón sobre el precio del dólar al que todos los gobiernos acuden. Y el resultado está a la vista: en pocos meses se comió el increíblemente exitoso blanqueo de entre 20000 y 23000 M de dólares y ahora debe acudir al FMI a pedir un préstamo de otros 20000 M. 


Según un twitt de CFK, la Fase 3 del programa, nombre que le dio el gobierno a este período inaugurado por el acuerdo con el Fondo para teñir de planificación lo que fue lisa y llanamente un salvataje, es el tercer período de carry trade a través del cual los grandes capitales y amigos del gobierno podrán acceder a pingües negocios con retornos en dólares únicos en el mundo durante unos meses, hasta que decidan pegar la vuelta. 


Es cierto que este será un gran momento para el carry trade más allá de que parece injusto, como mínimo, cargarle a Milei la devaluación inicial. En todo caso, podemos acordar que la devaluación fue desmedida y podemos criticar la decisión política de a quiénes se le cargó tal devaluación (porque no fue “solo” a “la casta”), pero esa bomba fue heredada, del mismo modo que la deuda también lo es, en este caso, no de parte del kirchnerismo, sino de su aliado, el macrismo en el préstamo político más escandaloso del que se tenga memoria y por el cual el propio FMI ha quedado atado de pies y manos al destino de la Argentina como en la famosa fábula del deudor y el acreedor que indica que si el préstamo es demasiado grande e impagable, el que está en problemas ya no es el deudor sino el acreedor. Si en aquel momento el FMI fue el Fondo Macrista Internacional, ahora no le queda otra que ser el Fondo Mileísta Internacional para tratar de salvar ese desastre que debería haberle costado la cabeza a más de un burócrata.


Ahora bien, donde sí parece hacer justicia la expresidente es en advertir que un nuevo préstamo con el Fondo no es una señal de triunfo sino la demostración de un fracaso. En este sentido, más allá de los carry trade, el gobierno se comió las ventajas de la megadevaluación, luego se comió los 20000/23000 M del blanqueo y todo hace presumir que, con un dólar a 1200, tras las elecciones, se va a comer los 20000 M del Fondo. Eso aun con superávit, licuadora y motosierra. Porque evidentemente, los números no dan. En el gobierno, naturalmente, esperan los dólares de la cosecha (por cierto, qué hermoso momento para estar vivos escuchar a un presidente anarco capitalista apretar a los exportadores exigiendo que liquiden antes que les suba el “impuesto”) y, a mediano plazo, inversiones grandes más acceso a los mercados gracias a la baja del Riesgo País. Pero a mediano plazo estamos todos muertos, y nadie explica de dónde van a salir los dólares que la Argentina necesita. 


Por cierto, tampoco lo hace la oposición que es capaz de afirmar que el dólar está barato y al minuto siguiente quejarse de una devaluación, que al final no fue tal (por ahora). A propósito de la vereda de enfrente, CFK dio un paso para atrás y le dio por ganada la batalla del desdoblamiento al gobernador. ¿Qué pedirá a cambio? ¿Lapicera con cartucho de tinta completo? ¿Avanzará en la insólita estrategia de bajar a ser candidata en la tercera sección para asegurarse ganar y así eclipsar al gobernador? 


Asimismo, Kicillof sabe que no puede ser Alberto Fernández y sale a disputar la conducción, lo único que se disputa en esta interna. No hay que dramatizar tanto. Sí, Kicillof quiere conducir. Los líderes no son eternos y CFK cometió muchos errores. Hay razones para pretender conducir. Pero en el peronismo, para conducir hay que ganar y cometer el “parricidio”. ¿Está Kicillof y su construcción política preparada para dar esa batalla?


 El apoyo a Quintela, quien ni siquiera fue capaz de juntar avales, fue un paso en falso que nos recuerda que, hasta ahora, a lo largo de todos estos años, quienes intentaron cometer el “parricidio” y quitar a CFK del medio, han sido impresentables o, al menos, no han tenido la capacidad para crear una alternativa potente.


 En cuanto a Kicillof, por lo pronto debería tratar de diferenciarse en algo que no sea simplemente “no me gusta que la lapicera la tengan los otros”. Entonces, ¿cuál sería la diferencia de cara a la sociedad? ¿Por qué votar a Kicillof y no a CFK? ¿Qué novedad superadora aporta el kicillofismo? ¿Qué receta ofrece para el posmileísmo? Evidentemente debería ser una receta diferente a la de 2015, cuando él era ministro de economía, y diferente a la que ofreció Alberto Fernández cuando él era gobernador. Ya sabemos que Milei es malo, malo, malo, malito y requetemalo, pero más allá de decir “me opongo”, no conocemos la propuesta superadora del progresismo 2027. ¿O se trata solo de llamar “fascismo” a todo lo que no nos gusta, esperar que el gobierno caiga por los errores propios y que nos una el espanto como en 2019 para luego no saber qué carajo hacer en el gobierno? 


En cuanto a las elecciones, suponer que las legislativas son determinantes para las presidenciales es un error que resulta evidente apenas levantamos la vista hacia el pasado próximo y vemos cómo el kirchnerismo perdió en 2009 y ganó en 2011 y el macrismo ganó en 2017 y perdió en 2019.


Asimismo, en lo que a butacas en el congreso se refiere, para el gobierno será todo ganancia porque no renueva ninguna y tampoco podrá tomarse como un dato preciso el eventual hecho de que le vaya mal a sus candidatos pues, como vimos en 2023, el candidato es Milei. El resto no importa. De aquí que cuando uno escucha análisis que, tomando la pobre performance del candidato libertario en Santa Fe, infieren de allí, la inminente caída del gobierno, no puede hacer más que sonreír. 

Además, una vez elegidos los legisladores, la reconfiguración es total. En CABA, Adorni y Lospennato se sacarán chispas, pero es probable que luego los legisladores de ambos espacios voten lo mismo. De modo que, a los fines estrictos de los espacios a ocupar en el Congreso, ir separado o ir juntos no altera demasiado. Sí, por supuesto, juega en el plano simbólico “ganar” una elección, pero no es ni más ni menos que eso: simbólico. Pensemos, si no, el caso de Santoro. Las encuestas lo dan arriba con cerca de 30 puntos, más o menos lo mismo que saca el kirchnerismo hace años y que no le sirve para una elección ejecutiva; y al PRO, la LLA, Rodríguez Larreta y Marra sumando unos 55 puntos aproximadamente, o sea, lo mismo de siempre, nada más que fragmentado por ser una elección legislativa donde no hace falta unirse contra otro y donde con 3 puntos metés un legislador. 


Ahora bien, ya que mencionamos el terreno simbólico, más interesante podría ser pensar la elección como una suerte de gran interna que, en ausencia de PASO, debe dirimirse en las generales: me refiero a la interna por quién conduce la coalición de centro izquierda y el espacio de centro derecha compartido por Macri y Milei.


Está claro, LLA busca fagocitarse al macrismo que apenas pretende hacer pie en el espacio que lo vio nacer: CABA. El resto está a tiro de darse vuelta como ya lo han hecho muchos. El caso de CFK, máxime si ella es candidata, una vez más, simbólicamente, mostraría a un cristinismo en retirada afincado en el lugar donde puede hacer pie: el conurbano bonaerense. ¿Eso abriría el juego a que alguien tome la posta y construya una alternativa a nivel país? ¿Kicillof? ¿Otro gobernador? ¿Han perdido Macri y CFK su capacidad de obturar toda alternativa? No parece. Entonces lo que sí sabemos es que, paradójicamente, los dos grandes actores de la política nacional de los últimos 20 años acabarían recluidos en “sus” distritos sin capacidad para imponerse más allá de ellos y sin control sobre la tropa, pero con la capacidad intacta de daño (más hacia adentro que hacia afuera).

Y a su vez, todo este escenario depende de cómo le vaya al gobierno. Aun sin devaluación, porque un dólar a 1200 no es devaluación, habrá remarcación y se esperan unos 2 o 3 meses con inflación arriba de 4, quizás 5. No es un buen pronóstico si bien es de suponer que el dólar permanecerá planchado hasta las elecciones y eso hará que agosto, septiembre, octubre, sean meses con una inflación más tolerable cercana a 3%. Esto golpeará más a los sectores bajos, los cuales, a su vez, serán testigos de unos meses de consumo a todo culo de capas medias altas y altas, con viajes al exterior, productos importados, etc. 


No parece que en el plano macroeconómico haya muchas novedades de acá a las elecciones. Con el acuerdo con el Fondo Mileísta Internacional, el gobierno blindó el año. Eso sí, luego de las elecciones, comienza otro partido y otro país, o quizás el país de siempre, que no es lo mismo, pero es igual.





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