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jueves, 19 de agosto de 2021

Con Cristina, no pasaba, por Juan Chaneton (para "Va con firma" del 18-08-21)


Dan asco, francamente, los periodistas que se revuelcan, a estas horas, en la vulgaridad del previsible culebrón. Algunos dan asco. Otros, los propios que ahora salen a hablar de moral y buenas costumbres, son de cuidado y de cuidarse.


Juan Chaneton *

jchaneton022@gmail.com

Justo cuando el Frente de Todos se encaminaba a una segura y razonable victoria en noviembre, apareció un cisne negro con olor fuerte, por no decir una cagada. Con el agravante de que el fallo se inscribe en un proceso social que también comienza a generar una excrecencia fascistoide que tiene en la denuncia de la "casta política" su casi excluyente punto programático.


De modo que si se pierde en noviembre es grave; pero si además la antipolítica se consolida como opción de cara al futuro, nuestras primaveras inclusivas y ampliadoras de derechos habrán sido parecidas a Weimar pero sin el encanto de Weimar. Weimar fue una genuina orgía de imaginación que tuvo a la Bauhaus y a Gropius, Le Corbusier, Grete Stern, Paul Klee o Kandinsky como luces que se apagarán sólo cuando haga lo propio el sol; de nosotros, en cambio y en ese punto, mejor no hablar.


Lo cierto es que, como el jamón del sandwich, la gestión de Alberto Fernández queda, en la coyuntura, encerrada entre lo bueno que ya deparó y lo bueno que le queda por? ? hacer. Septiembre dirá, y más que septiembre, noviembre. Es mucho tiempo, noviembre. Si fuera hoy, el diagnóstico apunta a un engorde de la abstención, que puede estar incluso cerca o por encima de Milei o Espert, este último financiado por el narco, así acusado y nunca investigado, después nos quejamos.


Lo bueno tiene historia y Alberto Fernández es hijo de esa historia, avatar más o menos. Los años 2009-2011 fueron buenos. No sólo las jubilaciones eran otras y mejores; lo macro también andaba bien. Ente 2004 y 2005 la inflación era muy baja y el crecimiento? ? muy alto. Esto lo heredó Cristina y lo mantuvo. Lo mantuvo por lo menos hasta 2011: reactivación, crecimiento, consumo y ampliación de derechos. Siempre lo supimos, siempre fue así, pero ahora lo acaba de ratificar? ? un "liberal de izquierda" de la universidad Toruato Di Tella: Pablo Gerchunoff, el hijo de Alberto, aquel gaucho judío que dejó huella en la literatura.


Un buen cuadro este Pablo. Un aire fresco irradia. A sus veintipico era muy joven, a diferencia de otros amigos suyos de la época que a esa edad tenían como cien, a juzgar por lo que decían y por cómo lo decían. Pablo, en cambio, era jodón, cuasiperiodista y timbero. Le gustaba la rula en un séptimo B de Callao y Posadas los sábados a la noche en compañía de una caterva de cómplices que hoy, como él, también curten -algunos- las luminarias de la fama. Yo vivía en esa casa, pero como era el más jopende no me daban bola y sólo miraba. Barruntaba, en silencio, mi deseo: ¡coronar el doce...! Pero no me dejaban.


Tal vez por eso, por lo que fue? ? ayer, puede este académico integrar el "staff" de un púlpito bien sesgado a la derecha sin, por eso, ser un conservador extremo él mismo.? ? Y si no es así, no importa. Lo que importa es lo que dice. Y esto dice: «Yo diría que Cristina es una lideresa de la magnitud que es por la marca que dejó 2009-2011: una reactivación notable en medio de la épica de la viudez y las fiestas del Bicentenario. Empieza a generar iniciativas nuevas que son comparables con el 46-48, porque las dos son experiencias cortas. Perón construye su figura como el caudillo de la justicia social en dos años y medio; y después es un valle de lágrimas. Y Cristina se construye como personalidad política en dos años y medio. Perón sacó 60% y ella 54%, pero 54% es lo más alto que se llegó a sacar en un régimen democrático en la Argentina, quizás empatada con Yrigoyen...». Abrir enlace


No puede ser malo un gobierno que cuenta con la participación estelar de una dirigente de ese espesor, del espesor que señala Pablo Gerchunoff.


Seguro que lo van a fulminar al economista sus "iguales" de la academia. O algunos, por lo menos. Le van a decir, mínimo, que se volvió peronista. ¡Un horror! Y eso que el hombre no es ningún heterodoxo, al contrario, es un economista pro mercado hecho y derecho. Él se define como un hombre pro mercado que quiere la ampliación de derechos pero respetando las restricciones presupuestarias. Un verdadero oxímoron, claro. Recomendable, sin embargo, "La moneda en el aire", su último libro.


Gerchunoff viene a cuento porque, aunque él no lo crea así, Alberto Fernández, lleva dos años gobernando en plena pandemia y, no obstante esa catástrofe, marcha en un rumbo similar: ampliar derechos en el marco de unas reglas que hacen del mercado actor privilegiado de la actividad económica. Con Cristina esto no pasaba, claro, hubiera sido distinto pero muy parecido. La economía, digo, no las boludeces.


Que éstas, las boludeces, les sirven a la derecha para eludir sus cuentas pendientes, que son varias y abultadas: usar el Estado para obligarlo a aceptar una condonación de deuda a una empresa (Correo) cuyo dueño era el propio jefe del Estado; y usar el Estado (como Videla lo usaba para matar gente) para espiar opositores (como la derecha dice que hacen Maduro, Ortega y Díaz Canel). Y ya no se habla más de eso. Una pena.


Pero mayor pena es no hablar en esta campaña del proyecto de país pendiente. Y Gerchunoff (otra vez) dice ahora una cosa que no es verdad. Dice que cuando la política domina la política económica, en ese caso la coyuntura pasa a dominar sobre el largo plazo. Esto es apariencia pero no es realidad. Aceptar como verdad lo que dice Gerchunoff es aceptar que pensar en el largo plazo y planificarlo es algo que está y/o debería estar fuera de la política.


Con Cristina no pasaba lo que pasa ahora, pero pasaría algo parecido porque tanto Cristina como Alberto despiertan en el pueblo que los vota una sensación de protección muy diferente al desamparo que sentía ese mismo pueblo de a pie cuando no tenía con qué pagar las tarifas. O cuando le pasaban cosas peores. ¡Caramba...! ¿Será que la coyuntura me desactualizó hoy lo que era válido hace unas semanas? ¿Será que Alberto ya no nos cuida?


A acotar daños, entonces, si es que hay que hablar de "eso". Y parece que no es posible hablar de otra cosa más que de eso. Eso es más importante que el proyecto de país que deberíamos tener diseñado y en acto para debatir con Gerchunoff y con otros/as economistas.


Por un lado, dan asco, francamente, los periodistas que se revuelcan, a estas horas, en la vulgaridad del previsible culebrón. Algunos dan asco. Otros, los propios que ahora salen a hablar de moral y buenas costumbres, son de cuidado y de cuidarse; están más centrados en cubrirse de las pullas de Feinmann o Lanata que en analizar con profundidad lo que está ocurriendo en el país de los argentinos. Primero la "carrera", la "reputación" y la "profesión". El ardor militante viene después.


Y sobre todo, están descentrados del código deontológico del hombre común, que es simple y elemental: si te subiste al barco con mar de aceite, ahora que viene fuerte achicá sentina y aguantate. Y, sobre todo y si sos periodista en serio, decile a "tu público", que no se trata de celebrar ni la vacunación por izquierda de unos cuantos boludos, ni el jolgorio cumpleañero de otros tantos despistados/as, sino que de lo que se trata es de tomar, con decisión, las medidas políticas y económicas que permitan, a un tiempo, dejar atrás la decadencia, terminar con la pobreza (como hizo China), desendeudar al país y avanzar en la industrialización de una economía que está ofreciendo tal opción a grito pelado desde hace, por lo menos, un siglo. No todas las economías de Latinoamérica ofrecen tal posibilidad.


A todas luces, a ojos vista y por obra y gracia del santo espíritu del grupo Clarín-La Nación, una de las consecuencias del cumple de Fabiola ha sido un sorpresivo y rutilante conato de crisis de legitimidad del poder político y de su órgano presidente (órgano presidente es terminología del derecho administrativo). Lo dice Daniel Feierstein en una nota que guía los párrafos que siguen. Abrir enlace


Pasa en todo el mundo, dice el sociólogo, y es cierto. Pero esa crisis de legitimidad? ? -agregamos- es inherente a la democracia incluso en Europa y Estados Unidos. Sólo que allí la democracia cuenta con reaseguros que reciclan y renuevan su legitimidad, ausentes, esos reaseguros, en la periferia. La calidad de vida es el primero de estos reaseguros. Subsidiariamente, la represión. Emulan, en el siglo XXI, a Thatcher, Macron en Francia y Trump en Estados Unidos. Retengamos que en ese campo de batalla oscuro y silencioso que es el vientre de las democracias, late el niño genéticamente enfermo de la deslegitimación política. Vive allí, en estado de latencia.


Dice Feierstein que "Néstor Kirchner leyó la gravedad de la destrucción de las bases de legitimidad del ejercicio democrático y buscó recomponer con éxito la relación de la población con la política y sus representantes...".


Nótese que el autor de la nota incluye a Néstor Kirchner en esa funcionalidad sistémica cuyo ethoses una constante: la paulatina y creciente degradación de la legitimidad con que los gobernantes ejercen el poder. Intentó -con éxito- el ex presidente, detener esa degradación. Así lo dice Feierstein.


Desde Alfonsín a Macri la democracia ha venido peinando sus canas y luciendo unos esmóquines alquilados. Pero ocurre que con ropa usada y a pura apariencia no se puede bailar mucho rato sin que los que bailan y los que miran desde el costado se den cuenta y empiecen a sentirse incómodos con la heteróclita presencia del perdulario que se afana en el disimulo y se le nota.


"En un proyecto político cuya razón de ser es la reconstrucción de la confianza en la palabra pública y en el gobierno como herramientas de expresión de las necesidades de quienes más sufren, este hecho constituye una afrenta a todos y cada uno de esos valores". Y esta afrenta que señala Feierstein lo es, sin duda. La duda está en otro lado, en el primer párrafo está.


Pues nos parece que la ratio última de la política no debería ser "la reconstrucción de la confianza en la palabra pública" con independencia de quién enuncia la palabra; y mucho menos deberíamos asignarle a la palabra pública la función de "expresar las necesidades de quienes más sufren", y esto último porque los que más sufren ya han expuesto, en repetidas oportunidades, cuántos y cuáles son sus sufrimientos sin que nunca se les dé pelota; y lo primero, porque el corolario lógico de la secuencia de Feierstein (Alfonsín... Macri) nunca puede ser reconstruir la confianza en un lenguaje del que el pueblo desconfía con razón porque es la democracia (la episteme), en cuyo seno se genera tal lenguaje, la que está en crisis y clama, la democracia, por correr sus límites más allá de lo pensable como posible.


Es la realidad socioeconómica la que está muriendo y por eso está muriendo la palabra, pero no es cualquier palabra la que muere, es la de ellos no la nuestra, y muere con la de ellos la de los que parecen nuestros pero son de ellos porque no quieren ir más allá de la episteme, que es -la episteme- el conjunto de culturas que le fijan a la humanidad los límites de lo pensable, más acá de los cuales todo es pensable, pero más allá, nada lo es. Y ese es el desafío que, de no asumirse, depositará a alguna forma de fascismo vernáculo no sólo en la Argentina sino en toda Latinoamérica.


Pensar más allá de lo posible implica romper con una dinámica de envilecimiento de la democracia que amenaza concluir instalando a la antipolítica en el poder del Estado. O con el regreso del ajuste neoliberal pero esta vez en modo salvaje y con aplauso y aquiescencia popular, dos formas, en suma, de lo mismo conceptual.


Un volantazo en la superestructura es lo único que puede mover el todo en favor de los intereses populares. Y ese volantazo sólo lo puede dar Cristina. Alguien tiene que decir que el objetivo del gobierno es empoderar al pueblo y que el modo de empoderarlo es la reforma constitucional. El único que se las puede y se las sabe contra toda episteme es el pueblo organizado y actuando como "grupo en fusión", Sartre dixit.


"El cumpleaños en Olivos es el extremo grotesco de no haber comprendido nunca la gravedad ni las necesidades que imponía la situación pandémica". ¡Qué verdad es ésta, la que dice Feierstein! Pero, ¿por qué no se comprendió? Nacieron y vivieron haciendo no otra cosa que política y no se dan cuenta de que, a plena luz del día y con la calle vacía por el miedo a la pandemia, no se puede gritar ¡al ladrón, al ladrón...! cuando la billetera se la afanaron ellos. Todos se van a dar cuenta de que están macaneando. Tal proceder está contraindicado, incluso, si el marco moral no excede el de la política burguesa.? ? Así, no calificamos ni para la viveza criolla.


La vaciedad de los discursos es desesperante. Vinieron a "recuperar un espacio de construcción colectiva". Así dice Feierstein que dicen ellos, los que gobiernan. Y es cierto. Dicen eso. Pero, ¿qué es eso? ¿Qué quiere decir eso? Nada, no quiere decir nada. Y no se puede tener a la nada como estrategia.


Frente a eso la derecha dice "son todos ladrones". Y eso, ¿quiere decir algo? Sí, terminantemente sí. El pueblo entiende que sí, y luego, si quiere, opta por la derecha o no lo hace. Pero decir "son todos ladrones" es decir algo y perderse en sanatas vacías es no decir nada.


Habrá que recomponer la confianza, entonces, cuando todo apremia y se está perdiendo, en la coyuntura, un tiempo precioso. Pero recomponer la confianza no para más de lo mismo. El punto, de cara al futuro, es la reforma constitucional. Pero no una reforma que "mejore la gobernabilidad" y que venga, esa reforma, en tándem con un régimen parlamentario en vez de presidencialista, como han sostenido algunos que no se sabe si todavía lo siguen sosteniendo. El pueblo no necesita que el gobierno de turno mejore su "gobernabilidad". Eso perjudica al pueblo, en vez de beneficiarlo, porque eso recicla el engaño. El pueblo necesita una reforma constitucional que mejore su participación en el poder legislativo, que es el que hace las leyes. Eso es empoderar a ese pueblo al que Grabois se acaba de referir como los "negros de mierda". Y a eso le tienen miedo no sólo la derecha sino también algunos/as que no son derecha pero se le parecen. Tiene razón Grabois. Es elemental: si hay crisis de representación, lo que hay que cambiar es el tipo de representación. Los detalles técnicos de esta propuesta son para los técnicos, pero el lineamiento político es ese.


Si de recomponer la confianza se trata, ésta se recompone con decisión y arrasando con privilegios obscenos como los de los propietarios rurales, la banca concentrada, el empresariado lavador y el monopolio mediático. De no, olvidarse. En 2023 gana la derecha.


Ello ocurriría por no haber tenido la inteligencia para diseñar un programa y la voluntad para llevarlo a la práctica. Hay que reparar, claro, en el hecho de que generar trabajo a millones sólo lo logra la inversión (que no será ni estadounidense ni europea, esos no están para otra cosa más que para que sigamos siendo buenos vendedores de lechuga). Y el efecto de poder político que tiene la generación de trabajo formal en la Argentina es que la base social de la organización obrera se amplía, unos movimientos sociales que cuentan con algunos dirigentes más afines al macrismo que al FdT se encogen y perderían relevancia, y pasar a discutir la titularidad de la CGT devendría saludable ejercicio democrático. Nada menos.


Ellos decían "la pesada herencia"; y nosotros decimos "pero Macri". ¿Quiere esto decir que no debemos decir más "pero Macri"? No. Hay que seguir diciendo pero Macri, porque a la derecha le apretamos un huevo cuando decimos pero Macri, pues se quedan sin respuestas. Pero a condición de que alguien se haga cargo de que "pero Macri" es metáfora de capital concentrado y su propiedad y de sus propietarios que lavan y fugan lo que el pueblo, cada día, pierde en techo, en abrigo, en seguridad, en salud. Y esto vale sean macristas o no, esos fugadores, esos lavadores, esos explotadores. Alcanza con que se dispongan a trabajar para Larreta luego de haberse hecho dueños de la luz que les pagará el pueblo a tarifa triple si Larreta gana en 2023. Y eso lo rosquean con "nuestro" gobierno.


Nadie lo obligó a Alberto a estar ahí, pero estar en sus zapatos, a estas horas, ha de ser difícil. Que esto no sea un cajón de Herminio depende del futuro. Tenemos a favor que? ? aquel ataúd fue al cierre y esto ocurre cuatro meses antes de las elecciones de fondo. Hay un peligro cierto: si Olivos es un colador, esto recién empieza y más “selfies" alegrarán las mañanas de Magnetto y de Saguier. De cualquier modo y cualquiera sea el caso, hay que empezar a hablar, pronto, de lo que hay que hablar.


Ha sonado, así, con esta nota, una campana de palo, una más. Nadie escucha los sones de una campana de palo, porque no son sones, no tienen diapasón, esas campanas, ni metal noble que empuje, horadando el viento, su sonido, su repique, su quejumbre. Hacen mal, los que no escuchan, en no escuchar las razones que deslee, en el aire, el tono opaco y seco de la campana de madera, ¡oh!, melancólica quietud, que no jactancia, que inspira, entonces, esta flecha, y que da pábulo a una duda: como el rabino de Praga, ¿mira acaso Cristina con tristeza a su Golem? ¿Los mira Dios a ambos? ¿Será cierto que en las letras de rosaestá la rosa y todo el Nilo en la palabra Nilo? Si así fuera, ¿qué Cristina habrá en las letras de Cristina? ¿Bálsamo, o más sal en nuestras llagas?

(*) Abogado, periodista, escritor.


Publicado en:

https://www.vaconfirma.com.ar/?articulos_seccion_716/id_13847/con-cristina-no-pasaba

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