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domingo, 28 de julio de 2013

Todos unidos y sin mirar atrás, por Hernán Dearriba (para "Tiempo Argentino" del 28-07-13.

 



Francisco De Narváez dice que está harto, hace berrinche electoral y afirma que hasta acá llegó, que no aguanta más tanto kirchnerismo explícito.

Gabriela Michetti sostiene que si nos juntamos se puede, aunque no queda claro qué es lo que somos capaces de hacer y quiénes los que se tienen que juntar. Puede parecer contradictorio, pero varias fuerzas progresistas apuntan a ese mismo mensaje que es insignia de la derecha e hijo de la cacerola: hay que unirse dicen todos. Sergio Massa afirma que la vida te devuelve lo que le das y que viene a proponer una locura: sumar, aunque ese algoritmo electoral implique poner en la misma canasta chorizos y palanganas. Margarita Stolbizer y Ricardo Alfonsín son los candidatos de "Argen" que se enfrentan con los de "Tina" pero proponen la unidad para que la sociedad deje de estar dividida. Un Hermes Binner de antología cuenta los chorizos que faltan en la parrilla dominguera por los amigos y las familias que se distancian a raíz de las disputas políticas. Un hombre del partido forjado en la figura de un polemista como Alfredo Palacios propone rehuir aquellas confrontaciones que les permitieron a los trabajadores recuperar conquistas históricas y lo hace apelando a la simbología peronista del choripán. Los publicitarios de la izquierda tradicional se enfrentan con la dificultad de no poder postular en su campaña el reclamo histórico de ruptura con el Fondo Monetario Internacional, eso ya se hizo. Hay cumbia, murga uruguaya, marchas militares y varios ritmos más pero lo que falta, no porque no haya sino porque se oculta, son propuestas políticas.
El oficialismo, se sabe, apela a la imagen de Cristina Fernández y a la inocultable y extensa nómina de derechos conseguidos durante las últimas tres administraciones. Además, frente a la estrategia del "juntos" opositor, postula la necesidad de elegir entre dos modelos que no pueden estar "juntos" porque son distintos, proponen cuestiones diferentes y están enfrentados políticamente.
A dos semanas de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) la campaña electoral está lanzada y empieza a tener impacto sobre los votantes.
El Frente para la Victoria designó como primer candidato a Martín Insaurralde, un intendente sin protagonismo mediático, pero con amplio respaldo en su distrito. En frente aparecía la nueva estrella de los medios dominantes, el intendente de Tigre, Sergio Massa, y el recontra instalado en los set de televisión y dueño del alica-alicate Francisco De Narváez.
Desde ese punto de partida los encuestadores anunciaban una ventaja inicial de Massa superior a los diez puntos porcentuales en los sondeos de opinión. Pero a medio camino de la campaña esa brecha parece haberse acortado significativamente y ahora la ubican entre cinco y ocho puntos. En esas mediciones, Insaurralde todavía no llega al que los encuestadores consideran que es el piso del kirchnerismo, en torno del 32%, número en el que hoy ronda el candidato de Tigre.
Ese reacomodamiento podría ser producto de varias cuestiones. Lentamente el electorado comienza a conectar a Insaurralde como el candidato de Cristina Fernández y por el otro, Massa –obligado a dar definiciones– se recuesta sobre su perfil opositor.
Pierde así un caudal de votantes kirchneristas que inicialmente lo consideraba como integrante del proyecto que lidera la presidenta. Pero la profundización de su perfil opositor no le aporta votantes adicionales porque ya aparecían contenidos en las encuestas iniciales. Lo sabe y lo sufre De Narváez que ve como la intención de voto se le escurre como la arena entre los dedos y por eso se desespera por vincular al intendente de Tigre al gobierno nacional.
En esa dinámica los resultados de las PASO se presentan a esta altura como abiertos y mucho más entonces el escenario que puede quedar de cara a las elecciones de medio término. Está claro que no es lo mismo un resultado amplio para Massa en la primera vuelta, como el que se postulaba en las primeras encuestas; que una victoria ajustada como la que parecen mostrar ahora los sondeos; o un triunfo del Frente para la Victoria con el que sueña el oficialismo.
El intendente de Tigre dice que no quiere debatir sobre política porque sólo quiere trabajar para la gente, se enoja si le recuerdan sus conversaciones en la Embajada de los Estados Unidos y promete presentar por Internet un paquete de proyectos que llevará al Congreso si es elegido en octubre. Mientras tanto, criticó a La Cámpora, la más interesante experiencia de movilización juvenil desde el regreso de la democracia, y lo hizo justo cuando el Papa Francisco llamó en Río de Janeiro a los jóvenes a armar lío.
Enfrente, la presidenta Cristina Fernández ajustó su mensaje de campaña, insistió con que no es eterna, pero advirtió que tampoco el modelo económico es infinito y recordó el impacto sobre las conquistas sociales de 25 años de políticas neoliberales entre el golpe de Estado de 1976 y el estallido que acabó con el gobierno de la Alianza en 2001. Esas políticas pensadas en un país para pocos, centrado en la especulación y sustentado sobre un ejército de excluidos. Un programa de gobierno que surgió de las entrañas mismas del establishment que ayer volvió a reunirse en la ceremonia de inauguración oficial de la Exposición de la Sociedad Rural Argentina (SRA) en Palermo.
El discurso del titular de la SRA, Luis Miguel Etchevehere fue sobradamente crítico contra el gobierno nacional. "Fueron por todo. Por la prensa libre, por la justicia independiente, por los mecanismos de control, por las reservas, los fondos de los jubilados, la estatua de Colón", dijo frente a buena parte de la oposición. Mauricio Macri, José Manuel de la Sota; Francisco de Narváez, Federico Pinedo, Oscar Aguad, Alfredo De Ángeli, Gerónimo Venegas y Eduardo Amadeo, entre otros, se enrojecían las manos aplaudiendo.
Deberían replantearse los radicales que se sumaron ayer al palco de la tradicional pista de Palermo su idiosincrasia partidaria ya que fueron esas mismas tribunas las que le propinaron al mejor presidente radical de la historia moderna de la Argentina la mayor falta de respeto a una investidura presidencial de la que se tenga memoria.
Pero eso también cambió en esta última década. Sólo algunos años atrás, cada invierno los gobiernos debían someterse al escarnio de la tribuna y el discurso de la Rural. Era una demostración de poder disfrazada de una tradición centenaria. Pero eso cambió.
La Rural dejó de ser un evento central de la política nacional para transformarse casi en un acto de la oposición. Uno que postula eliminar las retenciones (principal sostén de las políticas sociales), ampliar la rentabilidad empresaria por la vía de una devaluación sustancial de la moneda y el achicamiento del Estado. Ese programa que prohija la derecha es una de las pocas cosas que no cambió en la última década.

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 http://www.infonews.com/2013/07/28/politica-88618-todos-unidos-y-sin-mirar-atras-paso-2013.php

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