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miércoles, 2 de marzo de 2022

Los colores de la Paz, por Rocco Carbone (para "Facebook" del 27-02-22)





Toda guerra es un desastre para los pueblos que la padecen. Para el pueblo ucraniano es una desgracia, de igual modo que para el pueblo rebelde del Donbass, sobre todo en el medio de una pandemia que aún no ceja.


Si se acepta creer que Putin y la Federación Rusa se volvieron locxs de pronto es porque el sentido común hegemónico de EEUU está haciendo bien su trabajo.


Rusia no empezó la guerra. Se trata más bien de la prolongación de un conflicto desplegado sobre Ucrania por la OTAN entre 2013-14 con un golpe de Estado -incluso lo digo mal: una revolución de colores, una guerra híbrida- contra el presidente Víktor Yanukóvich. Éste había sido gobernador del óblast de Donetsk y luego líder del Partido de las Regiones. Durante su presidencia (2010-14) se negó a firmar una asociación estratégica entre Ucrania y la Unión Europea porque ésta rechazaba la relación de Kiev con Moscú y la Unión Euroasiatica. Durante su presidencia EEUU nombró como embajador a John Tefft (2009-2013), con un rico CV como consejero de la Revolución Naranja. “Tefft puede ser llamado profesional del cambio de gobiernos a través de la revolución de colores en la antigua periferia soviética, ya que apoyó al gobierno de Rose en Georgia durante su guerra contra Rusia y ayudó a concretar el derrocamiento de Yanukóvytch” (@AndrewKorybko). Las protestas conocidas con el nombre de EuroMaidan se iniciaron en noviembre de 2013. En febrero, el conflicto armado fue intensificado. A pesar de una tregua y de negociaciones entre el gobierno de Yanukóvich y la oposición, entre el 18 y 20 de febrero las protestas armadas continuaron y el entonces presidente huyó de Ucraina. El Parlamento votó luego su destitución e instauró un gobierno pro-Unión Europea y de oposición a Rusia el día 21/2. Yanukóvich fue reemplazado por un gobierno interino integrado por políticos neonazis y por una organización nacionalista: SVOBODA.


Luego del golpe la región del Donbass -al este de Ucrania, enclave siderúrgico y minero de importancia estratégica- empezó una rebelión contra el gobierno de Kiev -pro-Unión Europea y de oposición a Rusia- y se proclamaron dos repúblicas populares, de Lugansk y Donetsk, a través de dos referéndums, desconocidos por Kiev.


Luego del golpe, se encaminaron los acuerdos de Minsk (2014). Participaron el gobierno de Kiev, los independentistas del Donbass y Rusia. El objetivo: desmilitarizar el Donbass y respetar la autonomía reclamada por la región. Los acuerdos fracasaron y entonces se volvió a intentar un nuevo acuerdo (Minsk II, 2015) entre Francia, Alemania, Rusia, Ucrania y las dos repúblicas populares del Donbass para pacificar ese territorio. Moscú se comprometió a dejar de armar a los rebeldes del Donbass y Kiev a aceptar -teóricamente- la autonomía de la región, otorgándole un estatuto especial y el control de sus fronteras, pero no se privó de intervenir con milicias mercenarias: el Batallón Azov, de ideología supremacista blanca, “compuesto en su mayoría por voluntarios de organizaciones y partidos de extrema derecha como Pravy Sector, Svoboda y otras organizaciones, que no sólo reclutan en Ucrania sino en países europeos y en Estados Unidos. [...] en su escudo luce una runa idéntica a la usada por la 2ª división Panzer SS Das Reich” (www.eldebate.com/…/2022…/batallon-azov-fascismo-ucrania.html). Rusia reconoció las dos repúblicas populares luego de que las FFAA ucranianas avanzaran sobre el Donbass con apoyo occidental y desplegaran de nuevo antiguos dramas: el pogrom.


Luego de la caída de la URSS, la OTAN empezó a incorporar a su esquema de poder a varios ex países soviéticos. Desde 1997 sumó 15 adhesiones, que implican un peligro para la seguridad nacional rusa. Esas adhesiones se suman a la red de bases yanquis en el Cáucaso y al anillo constituido por el AUKUS (Australia, UK y USA). Esa articulación implica la creación de un corredor de contención militar que puede activarse contra Rusia y China. Ahora el ojo está puesto sobre Ucrania y Rusia se defiende de un instrumento yanqui en la vieja Europa -la OTAN-, expresión de un mundo unipolar configurado sobre la base de los intereses de EEUU. Estamos frente a un conflicto mundial entre una hegemonía que está peligrando frente a un mundo multipolar que pugna por constituirse desde Asia.


Volodimir Zelensky: la ficción hecha realidad. El actual presidente de Ucrania antes de ocupar la primera magistratura fue el protagonista de una serie TV -“Servidor del Pueblo”- en la que su personaje, por accidente, se convierte en presidente. Hoy el título de la serie es un partido político. Hizo campaña a través de las redes sociales -Twitter, Facebook, YouTube-, no tuvo empacho en decir que “Rusia es el enemigo de Ucrania”, se trata de un “político” que ha hecho virtud de la inexperiencia y que admitió no tener puntos de vistas políticos sólidos... Luego de ganar la Presidencia, la vocera del Departamento de Estado de Trump, Morgan Ortagus, dijo que Ucrania había llegado a una “democracia vibrante”.


Larreta ha iluminado el Obelisco con la bandera de Ucrania. De lo que deberíamos ser capaces mundialmente es iluminarnos con los colores de la paz porque toda guerra es una desgracia para los pueblos que la padecen: sean el pueblo rebelde del Donbass que lucha por su independencia o el pueblo ucraniano hoy bombardeado por los misiles rusos.


Que un mundo multipolar nazca, al margen de la máquina de guerra del capitalismo, es necesario. Igualmente necesario es que nazca de las formas humanistas de la paz más que de la guerra.



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