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domingo, 10 de enero de 2016

El mundo real donde acaba el marketing, por Ricardo Ragendorfer (para "Veintitrés" del 07-01-16)





Por Ricardo Ragendorfer

Periodista y escritor. Autor de La Bonaerense y La secta del gatillo

Según la versión oficial, durante la última madrugada de 2015, los tres sujetos más buscados del país circulaban sin rumbo por el noreste de la provincia a bordo de la misma Ford Ranger utilizada en la fuga. Y eludían a tiro de fusil un control policial. “Sin duda, son ellos”, supo decir a la mañana el ministro bonaerense de Seguridad, Cristián Ritondo, antes de pronunciar una frase que seguramente será recordada por las generaciones futuras: “Los fugitivos están acorralados”. Insistiría con ello a lo largo de toda la jornada. Luego, se llamó a silencio.  

Al día siguiente, el ministro de Justicia, Carlos Mahiques, fue más cauto: “La pesquisa está dando sus primeros frutos”. Ya se sabía que los condenados por el llamado triple crimen de General Rodríguez habían efectuado compras en una verdulería de Quilmes y que uno de ellos –Cristián Lanatta– hasta visitado a su suegra por segunda vez desde la evasión.

Tal vez lo más atroz de esta historia –que incluye a dos policías con heridas de gravedad– sea su estructura de chiste.
Desde el punto de vista institucional, la increíble “salida” carcelaria de los hermanos Lanatta y Víctor Schillaci –ocurrida a 17 días de asumir las nuevas autoridades provinciales– no pudo ser más inoportuna. Y desató un festival de especulaciones por parte del espíritu público; entre ellas, un posible pago por los servicios prestados (en referencia a la entrevista de Jorge Lanata a Martín Lanatta, con sus consabidas secuelas electorales), una presunta maniobra del Servicio Penitenciario Bonaerense para marcar la cancha y, también, el largo brazo del narcotráfico. Por cierto, tal hipótesis fue al principio la predilecta de los flamantes funcionarios. Ahora, en cambio, han extendido hasta límites fantasmagóricos el universo de sus temores y sospechas.

Eso se tradujo en 62 allanamientos sin resultados, arrestos tan arbitrarios como breves (el del puntero Marcelo Mallo hizo que el juez platense César Melazo amenazara una investigación sobre cómo fue sembrada la pista falsa que lo llevó por un par de días a la sombra), un sinfín de acusaciones políticas y purgas policiales anunciadas con antelación. Esto último es una rareza: en las leyes secretas de las fuerzas de seguridad resalta la de no “boquear” los descabezamientos para así impedir la réplica –por lo general, algo virulenta– de los futuros exonerados. Los efectos iniciales de tamaña omisión ya están a la vista.

Al parecer –se dice por lo bajo en ciertos círculos macristas–, la llegada de María Eugenia Vidal al primer despacho de La Plata habría sido para ella tan sorpresiva que no tuvo tiempo de planificar debidamente su política policial y penitenciaria.

Con respecto a lo primero, no vaciló en aceptar la sugerencia de poner al frente de La Bonaerense al comisario general Pablo Bressi, sin tener en cuenta un hecho al menos simbólico: su rol de negociador en la toma de rehenes que derivó –el 17 de septiembre de 1999– en la masacre de Ramallo. Tal “sugerencia” se la hizo nada menos que el jefe saliente, Hugo Matzkin, quien a través de Bressi anhela prolongar su influencia en la fuerza. Además, la nueva gestión dejó intacta la estructura ministerial heredada de Alejandro Granados. Ambas decisiones ya desataron una vidriosa interna entre las líneas policiales en pugna por espacios de poder.

Con respecto al traspaso de la cúpula penitenciaria, la improvisación de la gobernadora fue tan extrema que ni siquiera tuvo en mente al reemplazante de María Piermarini, funcionaria del área designada por el ex ministro Ricardo Casal. Ella –desde el 10 de diciembre– ya había renunciado dos veces, antes de ser “removida”. 

Aquí de poco vale el marketing, la magia del focus group y los asesores de imagen. Ni la tropa a disciplinar es el personal del Teatro Colón sino fuerzas civiles armadas que se financian a sí mismas. Y se autogobiernan. Si algo enseña la historia de las últimas décadas es que tanto La Bonaerense como el Servicio Penitenciario provincial son dos Estados dentro del Estado. Bienvenida, María Eugenia, al mundo real.  


Publicado en:
http://www.veintitres.com.ar/article/details/51822/el-mundo-real-donde-acaba-el-marketing

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