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jueves, 9 de abril de 2015

LA VIGENCIA DE LOS BUZONES, por Eduardo Aliverti (para "Página 12" del 05-04-15)






 Por Eduardo Aliverti


La semana pasada parecía consumirse en la polémica, habitual, ya casi cansadora, por los alcances de un paro al que la falta de transporte público le quitó toda capacidad de sorpresa.
En adelante, el Gobierno podrá tomar, o no, alguna medida satisfactoria para el reclamo sindical sobre Ganancias, que en realidad es más acertado definir como impuesto sobre los ingresos; y los gremios involucrados se darán por satisfechos o lanzarán otro paro, de igual destino que el del martes pasado. Los últimos indicios muestran a los promotores sindicales en serias dudas, porque, al margen de la impresión de feriado causada por la paralización de actividades, saben que careció de apoyo popular auténtico. Lo que se decida de un lado u otro tendrá poca o ninguna incidencia en el horizonte político y social. Se estaba en eso, y en algunas alternativas más calentonas que calientes de la interna macrista capitalina, cuando apareció y sacudió una nota de denuncia enchufada en aquello a lo que ahora se denomina periodismo de investigación. Es decir, a cualquier cosa que contenga unos pocos datos no importa si falsos, unos cuantos números no importa si ridículos, algunas fuentes no importa si sólidas y ciertos testimonios no importa si relevantes. Lejos de ser una cuestión sólo profesional o un aporte de frivolidad inocente, el tema encaja con el accionar político definido, inescrupuloso, que operan factores de derecha a través de sus tanques mediáticos. Los tanques de la actualidad, a falta de los históricos.
Emir Sader, cientista político brasileño, habitual colaborador de Página/12, se preguntaba en este diario (domingo 15 de marzo) “¿qué puede proponer la derecha para Argentina, por ejemplo? ¿Qué actitud puede tener frente a los gobiernos que han recuperado al país de la peor crisis de su historia? ¿Van a cuestionar el modelo de crecimiento económico con distribución de la renta? ¿Van a salirse de los procesos de integración regional? ¿Van a disminuir el tamaño +del Estado, para volver a promover la centralidad del mercado? ¿Retomarán las políticas de paridad con el dólar? ¿Abolirán las políticas sociales, que han hecho que Argentina se recuperase de los terribles retrocesos impuestos a su pueblo por la dictadura militar y por el gobierno neoliberal?”. Sader extiende las preguntas al pasado concreto de la región. “¿No fue la derecha, con el gobierno de Cardoso, la que llevó a Brasil a su más profunda y prolongada recesión, con un inmenso endeudamiento con el FMI, de los cuales Brasil sólo salió con el gobierno de Lula? ¿No fue la derecha la que prácticamente privatizó Pdvsa, la empresa estatal venezolana de petróleo, que intentó derrumbar al gobierno legítimamente elegido de Hugo Chávez con un golpe en 2002? ¿No fue la derecha la que intentó privatizar el agua en Bolivia, intento frustrado por la formidable movilización del pueblo boliviano, liderado por Evo Morales? ¿No fue esa misma derecha la que intentó dividir al país, para bloquear los extraordinarios avances del primer gobierno indígena de Bolivia? ¿No fue la derecha la que entregó las riquezas ecuatorianas en manos de Chevron, promoviendo una brutal contaminación de la Amazonia ecuatoriana? ¿No fue la derecha (...) la que tuvo como candidato presidencial al más grande banquero de ese país? ¿No fue la derecha la responsable por los peores gobiernos que ha vivido el continente (...)? ¿No es la derecha la que quiere imponer un freno a los avances que los gobiernos progresistas han logrado, y forzar un retroceso de gigantescas dimensiones en esos países?”. El cierre del artículo arriesga que “porque no puede decir qué haría, en caso de ganar, la derecha se limita a las críticas; a la difusión de un escenario pesimista sobre la economía y sobre el país; al denuncismo vacío. Porque sólo si al país le va mal le puede ir bien a la derecha”.
El caso argentino llama a invertir el orden de las tácticas señaladas por Sader, porque el denuncismo vacío bien puede ir a la cabeza. El ejemplo ocurrido en los días recientes es asombroso, y cabe subrayar el adjetivo aunque se trate de Clarín. El festín de términos en potencial no es, en sí mismo, el aspecto más deplorable ni sorpresivo de la nota que pretendió enchastrar a Máximo Kirchner con una cuenta oculta y delincuencial en el exterior. Algunos editorialistas del diario –no todos, y también es válido resaltarlo– se caracterizan hace rato por esa costumbre de los condicionales que es una de las antítesis más acabadas del buen periodismo, pero lo hacen mayormente en los escritos de opinión. Llegan a contabilizarse allí entre dos y hasta tres potenciales por párrafo, lo cual, como ya se permitiera indicar hace poco esta columna, implicaría ser rechazado en la admisión a un periódico de barrio (malo). Esta práctica horrible era empleada con frecuencia menor en las notas de información general; y habrá pocos antecedentes, si es que los hay, de haberla instrumentado desde un título central de portada. Colegas y analistas del palo anti K, como Hugo Alconada Mon y Jorge Asís, se sumaron a la advertencia de tener mucho cuidado con el pescado podrido. El alerta no fue por la orgía de potenciales, sino por lo inverosímil de una presunta imputación que hasta equivocó el domicilio donde “estaría” radicada la cuenta del hijo de la Presidenta. La dirigencia opositora esta vez no se prendió; La Nación virtualmente ignoró el tema y algunos periodistas de los medios audiovisuales del propio Grupo Clarín se animaron a presentarlo como una versión, a la que no dieron especial destaque. Mas luego ignoraron la desmentida tajante de MK, retransmitida en el mismo momento por numerosos programas de diferente tendencia que el diario, al día siguiente, aludió como “integrantes de la cadena oficialista”. La acusación pasó a mejor vida, a todo esto, en parte porque el autor de la nota reconoció que debió usar los potenciales al carecer de información precisa; que se limitó a consignar lo que le dijeron fuentes que nunca le fallaron; que no chequeó la data con el involucrado porque es una persona de difícil acceso; que si es necesario pedirá disculpas. Y en parte porque Clarín fugó hacia adelante instalando que el kirchnerismo quiere a Máximo de candidato a algo, como si esa pretensión anulara el mentís de lo inventado. La retroalimentación en el propio jugo es notable, porque 48 horas antes publicaron en tapa que la actual embajadora ante la OEA “habría” participado de una triangulación financiera entre Argentina, Venezuela e Irán, y que la “supuesta” operación “habría” terminado con dos cuentas bancarias en Irán con cerca de 48 millones de dólares. Nilda Garré también rebatió una por una las versiones de esa nota, pero el diario editó su desmentida relativizándola. Un condimento fue la reproducción de lo consignado por el pasquín brasileño Veja, comandante junto con O Globo del movimiento destituyente contra Dilma Rousseff, que especuló con que Irán “habría” enviado dinero para la campaña de CFK en 2007 a cambio de negocios nucleares e impunidad por el ataque a la AMIA. Ese canje, naturalmente, articula con la hipótesis trastornada de Alberto Nisman, cuya muerte ya no sirve para socavar. Vale acotar que Erik Bretas, director de Medios Digitales del conglomerado Globo, anunció en su espacio de Facebook que el 15 de marzo concurriría a la marcha de la oposición para pedir el juicio político de la jefa de Estado. Y vale la obviedad de que el directivo periodístico fue por lo menos más franco que lo abundado por estos pagos.
Sería paupérrimo anclar en un diario, o en una nota en particular, el centro de algún análisis que –justamente– pretenda superar el campo de las conjeturas, la ausencia de datos certeros, los trascendidos sin fundamento. Apuntes como los anteriores, en todo caso, pueden servir para continuar ejercitando el sinceramiento a que dio lugar esta etapa política del país, acerca de cómo juegan los medios de comunicación. Ha sido a costa de un deterioro en la calidad, en líneas generales, pero ningún parto de esta naturaleza es aséptico. Tampoco se trata de abusar y caer en un periodismo sobre periodistas que aliente los prejuicios de cada quien al estilo cloacal de las redes. Pero sí es cierto que una operación de prensa cual la citada, por su nivel de grosería, va más allá del empleo a darle en las escuelas periodísticas o en la ratificación de cómo informan, no ya cómo opinan, las grandes corporaciones del sector. Si es por eso basta reiterar que no hace falta hacer los goles con la mano, cualquiera sea la ideología que se tenga. El tema es que maniobras de semejante tipo revelan hasta qué punto les es necesario ese ardid, a falta de mejores argumentos para sostener sus propuestas indecibles. Pareciera una desesperación por apretar, no condigna con la certidumbre que aseguran tener en torno de estar viviéndose un fin de ciclo decadente e irremediable. Por si fuera pertinente recordarlo, estamos hablando de uno de los medios que fija la agenda opositora. El carácter transitivo determina que no es un simple diario, ni una simple nota. Es una campaña integral, que, en este caso mucho más que en otros, resulta reveladora de los límites a cruzar cuando rige cierta impotencia.
Podrá preguntarse cuál es el negocio de vender falsedades. Podrá responderse que el negocio no es ése, sino ser garante de presentar un clima catastrófico, putrefacto, que tal vez los condujera a asegurar sus negocios de más adelante si hubiera la cantidad de gente necesaria para comer vidrio.

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