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jueves, 23 de abril de 2015
LA QUIMERA DE LA PASO GRANDE, por Adrián Murano (para "INFOnews" del 23-04-15)
Adrián Murano
Con el comienzo del año electoral las acciones políticas de Sergio Massa cayeron en picada. Sus pocos candidatos brillaron por su magra cosecha, en Mendoza se colgó a la candidatura de un radical que lo desairó la misma noche de la elección y en la Ciudad de Buenos Aires su candidato aspira a sacar el 1,5% de los votos para superar el umbral de las PASO. El derrape en los comicios aceleró la sangría de dirigentes conurbanos –esta semana se sumó la defección del cacique de Avellaneda, Baldomero "Cacho" Álvarez– y la persistente presión del establishment para que baje su precandidatura presidencial y compita por la gobernación bonaerense. El Círculo Rojo razona con un silogismo sencillo:
–Su candidato, Mauricio Macri, necesita que el kirchnerismo no gane en la provincia si quiere garantizar al menos un pasaje al balotaje.
–Macri no tiene presencia de peso en el distrito y Massa, en cambio, viene de ganar en ese territorio que se muestra hostil a los candidatos del PRO.
–Massa tiene que inmolarse, si más no sea en una boleta corta, para garantizar que el intendente porteño pueda jugar la final.
Hasta acá, el tigrense venía resistiendo las presiones con un curioso argumento: "Si me bajo mis votos van a Scioli, y eso lo pone a tiro de ganar en primera vuelta" repitió, cada vez que pudo, frente a los CEOS de las empresas que patrocinan a la oposición. Por lo que se ve en los medios del establishment, la explicación no convenció: hasta los columnistas invitados piden su cabeza.
Pero Massa aún puede conseguir por la ventana de emergencia lo que la puerta grande de la política le quiere negar: llegar como presidenciable a unas PASO Grande donde compita con el resto de la oposición con posibilidad de merecer. La nueva excusa con la que buscará convencer a los CEOS es una remake: "Si voy a provincia, dejo un tendal de heridos que se van a ir con Scioli, y eso lo pone a tiro de ganar en primera vuelta."
Puede ser poco original, pero el razonamiento es acertado. En política, la aritmética electoral es imperfecta y las lealtades, volátiles. Sobre todo, si lo que se pone en juego es la supervivencia en los cargos. Como graficó uno de los intendentes que saltó del barco massista tiempo atrás: "Nosotros somos peronistas. Si Massa no nos garantiza un buen arrastre, nos vamos con los votos a otra parte."
Dispuesto a salvar algo de la fortuna económica y política que puso en una campaña que parece marchar hacia la extinción, el tigrense comenzó esta semana a sugerir que estaría dispuesto a subirse a una interna amplia y competir con Mauricio Macri, Ernesto Sanz y Elisa Carrió.
Es probable que, como ya lo hicieron, los personeros de la triple alianza rechacen el convite. Pero el tigrense tiene decidido jugar a fondo –desde su entorno difunden que formalizará la oferta el 1º de mayo–, para al menos poner a sus colegas en el incómodo lugar de ser ellos quienes deban rechazar la "unidad" de la oposición. "Si nos rechazan, y en octubre pierden, van a ser ellos los que paguen el costo" resume un operador massista, que busca hacer de la necesidad una virtud.
La quimera de la PASO Grande es otra vuelta de rosca al modelo "frentista" que el establishment le impuso a la oposición para competir con la amalgama kirchnerista. En Mendoza funcionó, pero la política no se rige con lógica matemática. Sumar, a veces, resta. La ideología, los prejuicios, la empatía, el temor, el enojo y otros comportamientos sociales suelen gravitar en el electorado tanto o más que los aparatos partidarios, el marketing de campaña y el conductismo mediático.
El comportamiento electoral es caprichoso. Existen formas de anticipar sus movimientos, pero no con la precisión de un GPS, como presumen los consultores con chapa de gurú.
Ya lo había advertido Aristóteles: el todo es más que la suma de las partes. Ahí radica el principal problema de la operación que se puso en marcha para forzar la polarización: aunque la sumatoria de los números que hoy ofrecen las encuestas permite inferir que la unión de las principales fuerzas opositoras alcanzaría al menos para forzar un balotaje, nada garantiza que la cuenta cierre en ese resultado. Puede fallar. Y si falla, el Frente para la Victoria podría obtener cuatro años más en el poder formal. Son los riesgos de amontonarse en una torre de Babel donde casi todos hablan –y piensan– distinto: se puede derrumbar.
Publicado en:
http://www.infonews.com/nota/196121/la-quimera-de-la-paso-grande
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