La oposición política argentina popularizó- a falta de argumentos de los que carece- en el firmamento massmediático la expresión fin de ciclo para graficar el que, según su peculiar interpretación, es el inexorable cambio de época que transitamos: el imparable fin de la etapa en que los pingüinos hegemonizaron (y hegemonizan) el escenario argentino.
La crisis económica argentina y el estallido del 2001 funcionaron como bisagra entre dos etapas; a saber:
a) El país comenzado en 1989 y enajenado al consenso de Washington, las privatizaciones y la globalización. Las consecuencias económicas, políticas y sociales de tal etapa eclosionaron en el recordado diciembre del año 2001. Y
b) La ganada década a partir de 2003, fundada en la intervención estatal en la economía, la reindustrialización, la vigencia irrenunciable de la memoria, verdad y justicia y la distribución del ingreso, entre otros puntos sustanciales.
Resulta pertinente comparar los comienzos de ambas etapas para intentar ver que grado de adecuación a la realidad tiene el mentado fin de ciclo.
Recién retornaba la democracia cuando aquí se sabía- aunque sin plena conciencia de lo que significaba- que desde E.E.U.U. se había formulado el Consenso de Washington. Consenso tan particular en el cual- desde el centro del imperio- se ordenaba desregular la economía, seducir a los grandes capitales a través de entregarles el patrimonio nacional vía privatizaciones y liquidar todo lo posible la intervención del estado en la economía. La historia de la transición a la democracia puede sintetizarse- aunque pecando de reduccionismo- en como el gobierno del doctor Raúl Alfonsín intentó resistir las imposiciones del citado “consenso” y como Menem lo implementó “sin anestesia”. Como dice Naomi Klein, para imponer cambios favorables al poder económico y legitimados por las víctimas es preciso aplicarles un duro schok (concepto acuñada en prácticas psiquiátricas y luego generalizado a lo social). No otra fue la finalidad de la hiperinflación diseñada y ejecutada por las grandes empresas con tres objetivos principales:
1) Dejar en claro quién es el verdadero dueño del poder.
2) Licuar las ya escasas chances de la U.C.R. en la presidencial del año 1989.
3) Apuntalar la campaña presidencial de Menem y marcarle muy duramente sus escasos márgenes de maniobra.
Desde el contexto internacional ocurrían fenómenos significativos y que parecían contar con una potencia irresistible; uno de los cuales era el imparable triunfo del bando usamericano en la guerra fría. La caída de las U.R.S.S. desbalanceaba el tablero internacional y dejaba a los movimientos nacionales y populares latinoamericanos “desguarnecidos” frente a la presión imperial. Ninguno de estos conglomerados- tampoco el peronismo- pudo evitar travestirse hacia el neoliberalismo. La fuerza nacida el 17 de octubre de 1945 fue la única que volvió de tamaña defección.
Muchos cuadros del peronismo- entre ellos Néstor y Cristina- se sumaron con más o menos entusiasmo a la ola privatizadora. Pero la grandeza de un dirigente político reside no sólo en la pasión (el proyecto y la fuerza con que lo impulsa); si no también la capacidad que pudiere exhibir para balancear (auto) críticamente sus opciones con la finalidad de realizar correcciones y ajustes en sus orientaciones prácticas. En la Argentina de las tres décadas de democracia Néstor Kirchner y su esposa y continuadora son los únicos dirigentes políticos que realizaron exitosamente tal tarea. Raúl Alfonsín- otro enorme cuadro, pero fracasado como estadista- luego de su traumática salida del gobierno vegetó poniendo su incuestionable habilidad política al servicio de un objetivo tan limitado como escasamente valorable para las mayorías populares: la supervivencia de la U.C.R. y otras causas ramplonas y menores.
Las anteriores son consideraciones necesarias para acometer algunas definiciones acerca del contexto actual. Si los finales del ’80 fueron simbolizados por el derrumbe del muro de Berlín, que marcaban la pretensión imperialista de arrasar con el mundo vía imposición de sus postulados de libre cambio, desregulación, hábitos de consumo llegando, entre otras opciones, al uso de la fuerza militar. Por el contrario la etapa actual se halla fuertemente marcada por la debilidad del bloque gran-capitalista herido por haber ingerido su propia medicina. Los rasgos centrales de la globalización se volvieron como boomerang sobre los países centrales: la sobredeterminación de la actividad financiera favoreció la desindustrialización. Los desocupados, al flagelo del desempleo, debieron agregar el crecimiento exponencial de sus deudas con bancos más que impiadosos, al lado de los cuales los fondos buitres merecen el calificativo de blancas palomitas. El recorte de los presupuestos públicos alcanzó a los servicios y las prestaciones sociales, pero no al gasto militar o los subsidios y auxilios para entidades financieras en peligro. Podríamos seguir enumerando, pero el horror económico descripto es poco al lado de lo que sobrevendrá al advenir el hundimiento del dólar, que no tiene fecha concreta en el tiempo pero se trata de un fenómeno inexorable. Señalemos dos cuestiones para ir aproximando el barco a la realidad argentina. En U.S.A. y en Europa no hay inflación, señalada como el problema más grave de la economía nacional por hechiceros neoliberales que trajinan estudios televisivos y radiales. Las clases medias argentinas sienten fascinación fetichista por el dólar, en rigor un poco más que papel picado. El contexto internacional- medido desde sus dimensiones objetivas- augura continuidad para el proyecto nacional, el único que se halla claramente inserto en el conglomerado independentista latinoamericano. U.S.A. y Europa se agitan bajo los rigores de una crisis sin final, al tiempo que los países latinoamericanos ostentan tasas de crecimiento que serían la gran envidia de gobernantes del mundo en recesión. Los contextos mundiales son nítidamente opuestos: a principios de los `90 la ola neoliberal parecía imparable y en la actualidad sólo puede ser recomendada por fabricantes de purgantes. La mejor prueba es que el Massismo ocultó su condición neoliberal; ya que de haberla expuesto de modo abierto y trasparente los resultados hubieran sido distintos.
Las causas del retroceso electoral son diversas y complejas. Las clasificaremos en inevitables y evitables. En el primer grupo se destacan las restricciones cambiarias, que llevaron a multitud de personas de clases medias a alinearse con las oposiciones. Resulta inevitable porqué por causas que no viene al caso enumerar aquí la situación de la balanza comercial y de pagos se viene deteriorando y la holgura en las reservas del Banco Central ha dejado de ser tal. La inflación es otra causa habida cuenta que el gobierno ha optado por profundizar la inclusión social y no disminuir los aumentos de precios vía ajustes contrayendo la demanda. Tal vez el error fue enredarse en el inconducente debate sobre si existe o no, indec o no y no recargar nuestra prédica sobre los empresarios formadores de precios. La llamada inseguridad es otro ejemplo donde no supimos dar la batalla cultural. La derecha amplifica cada atraco, cada muerte responsabilizando al gobierno nacional; aunque hubiere ocurrido en jurisdicciones por completo ajenas a la Casa Rosada. ¿No hubo funcionario alguno que pudiere decirle a la sociedad que no hay estado ninguno en el mundo que lograse bajar a cero el delito y garantizarles a los ciudadanos que nada les podría ocurrir (en un mundo lleno de peligros)? El gobierno se enredó en un debate ridículo en términos de si la inseguridad es una realidad o una sensación y terminó haciéndole el caldo gordo a sus enemigos. Nada casualmente, la derecha cuando el gobierno acierta en medidas de fondo contra el delito- limpiezas diversas en distintas policías, por ejemplo- sale a batir el parche del “honor” policial mancillado. No sea cosa que se les termine el negocio de hablar de la inseguridad. Lo recién expuesto más la corrupción y los derechos logrados por los más sumergidos (eufemísticamente tildados de subsidios) fueron el collar de reivindicaciones de los cacerolazos. Lo peor que podemos hacer es recoger tales demandas; muchas opuestas por completo a los núcleos decisivos de nuestro modelo: hay que aceptar que es imposible lograr la unanimidad y decir que muchas de tales formulaciones son opuestas a los intereses y expectativas de las masas populares y no pasan de ser apenas utopías reaccionarias.
Más importancia debemos conferirle a los errores cometidos que podrían subsanarse en los dos próximos años, al menos en parte. Destacaremos algunos:
1) Cristina se condujo como si el 54% obtenido en el 2011 fuere un territorio propio y alambrado. Ejemplo fue la tonta y escasamente redituable expulsión de Moyano, una figura poco taquillera electoralmente; pero un aliado leal en momentos duros y con posibilidades de influir fuertemente en la gobernabilidad. Por otra parte se esperaba que la figura presidencial no sufra desgaste; percepción que se mostró errada. Aunque la presidente se puso la campaña al hombro en las P.A.S.O. de la provincia más grande no pudo revertir el triunfo del tigrense.
2) Durante la vida de Néstor se le criticaba constantemente la renuncia a construir una organización propia. La omisión fue salvada por la sucesora que apostó por Unidos y Organizados, en general. Y por La Cámpora, en particular. Lo cierto que se generaron fuertes corto circuitos entre el peronismo pejotista y unidos y organizados. Por otra parte, desde el justicialismo realmente existente se le vendió al gobierno información “cambiada” minimizando las posibilidades de Sergio Massa. Allí comenzó la traición, que fue una de las causas de la derrota en la provincia más grande.
3) En muchas áreas de gestión en el gobierno nacional se hizo “la plancha” sobre la base de la fuerte votación obtenida en el 2011 y además el espectáculo de internas feroces provocó rechazo de la población no politizada.
Resumiendo, el contexto internacional favorece la centralidad de los movimientos independentistas latinoamericanos. Y en el orden nacional contamos con crecimiento económico, mayorías parlamentarias y capacidad de iniciativa que; mediante los recientes cambios de gabinete, se logró desbaratar las pretensiones de referentes políticos y punteros massmediaticos que harían el deleite de tantos observadores críticos y divertidos. A modo de ejemplo, diversos columnistas de la (anti) Nación descubrían que el jefe de gabinete no contaba con poder propio, que la presidencia seguía recayendo en Cristina. Tantos adalides de la libertad de información no conocen algo que se puede encontrar en todos los medios; grandes o chicos, nacionales o territoriales: mal que le pese a la derecha el pueblo eligió jefe del Poder Ejecutivo hasta el 2015. La cuesta a remontar es empinada, pero mucho más dura es para la fragmentada oposición. Los peores enemigos en el camino del proyecto nacional son los desestabilizadores económicos (monopolios) o políticos (quienes manejan los hilos de los saqueos). Nadie dijo que el camino para (re)construir una patria justa, libre y soberana fuera un camino sereno ornada con orquídeas.
Publicado en:
http://www.redaccionpopular.com/articulo/%3Fcambio-de-epoca-o-epoca-de-cambios-fin-de-ciclo-que-ojala-no-ocurra
Muy Buen Artículo!! Sí quiero señalar una contradicción en cuanto al resultado de las Paso... Si se reconoce que Massa ocultó si esencia "Neoliberal",como así también escondió a gran parte de su gente (inmostrables cadáveres políticos y siniestros personajes),más el absoluto apoyo de Corporaciones económicas y mediáticas;no se puede decir que Cristina "se durmió en los laureles"(descansando en su imagen positiva ante la Sociedad,q quedó demostrado q sigue siendo amplia hasta hoy)
ResponderEliminarSí coincido en que hubo traidores... Massa un claro ejemplo y varios otros.