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viernes, 16 de agosto de 2013

LAS PASO: EL PARAÍSO PERDIDO, por Gustavo Rosa (para "Apuntes Discontinuos" del 14-08-13)



Pero el sueño puede recuperarse
Tras unos días de abatimiento por el resultado de las PASO, la mente debe focalizar su función para analizar lo sucedido y planear lo que se viene. Claro, se esperaba un número cercano al 40 por ciento a nivel nacional y sólo se rasguñó el 30. Tal vez haya sido un chiste para envalentonar a las fuerzas no-políticas opositoras, para acrecentar el ego de los operadores periodísticos, para que las fauces de los carroñeros se inunden de saliva. Si es así, todo bien. Total, esto puede considerarse como un ensayo para las elecciones definitivas. Ahora, si no es un chiste ni una celada, hay que encontrar explicaciones para comprender por qué en esta evaluación pública las cifras quedaron tan exiguas. Antes de avanzar es necesario aclarar que, de repetirse esta foto, el kirchnerismo no quedará en desventaja en el Congreso, aunque sí, un poco ajustado. Pero no es ése el apoyo que merece un proyecto que está comenzando a transformar en serio nuestro querido país. Sobre todo cuando desde los frentes opositores las propuestas no explicitadas parecen sugerir una bandera blanca –o una alfombra roja- tendida hacia los personeros del Poder Fáctico. Y ya sabemos lo que eso significa. Un largo adiós hacia muchas de las conquistas de estos diez años.
Un ‘¿qué pasó?’ enorme puede orientar este apunte, a riesgo de perderse en tortuosos caminos. Pensar que los choricitos de Binner o la ancha avenida de Massa resultaron argumentos más convincentes que los logros de esta década dejarían mal parados a muchos de los votantes. Considerar el problema sólo a la luz de la supremacía mediática de los carroñeros nos pone en desventaja en el corto plazo. De ser así, el universo de lo virtual derrotaría sin más al mundo real y entonces, no hay salvación posible. Los números son contundentes porque exhiben una merma hasta en aquellos distritos que se consideraban conquistados: sólo en diez provincias el FPV le dio sentido a su nombre. Tal vez el problema pasa por reducir la contienda a un solo escenario: la provincia de Buenos Aires y la CABA. El país es mucho más que ese 40 por ciento de población tan expuesto a los bombardeos mediáticos y a la ciclotimia crónica. Hay todo un país que está a la espera para entrar en la contienda. Aunque sea un dato menor, pero el FPV ha ganado con contundencia en dos lugares que desde los medios parecían mostrar una ruptura. Aunque esto evoca a un candidato que anunciaba haber triunfado en una mesa de Necochea en unas elecciones ya lejanas, en la Antártida logró un 53 por ciento y en la Comunidad La Primavera más de un 70 por ciento. Y eso que se esforzaron por dibujar conflictos donde no los había y hasta involucraron al Papa.
Algo pasó con algunos gobernadores aliados y en la intimidad de las provincias las cosas parecen tensas. Sólo diez distritos acompañaron a los candidatos oficialistas. Hasta los aliados de Neuquén tropezaron con las urnas. Para refutar ese deseo disfrazado de fin de ciclo, las cosas tienen que ser diferentes en octubre. O deberemos quedarnos con la idea de que gran parte de la población ya no soporta a Cristina, aunque suene un poco ingrato. O aguantar que, con miradas socarronas, algún transeúnte nos diga ‘perdió la loca’. O quizá debamos dejar que los de Unen pegoteen a Argen y Tina. Tal vez, en el fuero íntimo, nos sentimos complacidos al ver a los amarillos que bailan entre los globos que sostienen su gobierno o que Massa hable triunfante de semillas y arbolitos. O -de puro masoquistas- disfrutamos cuando los periodistas corporativos condicionan y amenazan a La Presidenta y hablen de una transición inexistente. ¿O acaso no es humillante que un candidato haya obtenido más del 40 por ciento de los votos en Santa Fe con sólo mirar fijo a la cámara sin ofrecer más que su evidente mediocridad y servilismo?
Los principales dirigentes del kirchnerismo simularon calma. “No hay que dramatizar”, dijo Daniel Scioli. Claro que nada es definitivo. En los dos meses y monedas que faltan para las elecciones definitivas habrá que realizar ajustes a algunas líneas de campaña y redoblar esfuerzos para convencer a los indecisos. Aunque es duro reconocer que los artilugios mediáticos triunfaron sobre los argumentos políticos. Y más aún cuando están sostenidos por algunos datos irrebatibles. Desconcierta reconocer que el humo del denuncismo y las promesas de honestidad pudieron hacer mella en este colectivo. Peor aún: gran parte de los votantes todavía no comprende que el conflicto es ineludible cuando se quieren transformar las cosas en serio. Cualquiera se siente tentado por un país con buenos sueldos, sin impuestos ni inflación, sin peleas, donde todos se sonrían y nadie –absolutamente nadie- tenga la intención de robar. Un paraíso donde todo funcione bien sin demasiados esfuerzos y nada se rompa ni choque, ni se caiga ni explote. Promesas melosas que encierran oscuras intenciones. A veces desalienta tener que explicar todo tantas veces.
Porque parece que muchos no escuchan. En la CABA votaron a los que acumulan más ausencias al Congreso. ¿No se enteraron o no les importa? ¿O la democracia transcurre en los estudios televisivos y no en las Instituciones? ¿No es un poco irresponsable votar a quién faltó a casi todas las votaciones? Parece que lo más importante para algunos es quién denuncia mucho y no quien gobierna mejor.
En el apunte anterior apareció un término sugestivo: la parrhesía. Una palabra que evoca un decir comprometido, descarnado, auténtico, que se opone a la retórica, el arte de disfrazar, engañar, extraviar. El parrhesiasta interpela a los que escuchan, los convoca a una cruzada, les presenta un desafío. El rétor sólo busca encantar, complacer, adular. El resultado de las PASO deja el sabor amargo de reconocer que los retóricos están ganando terreno. Pero lo que endulza la jornada es confirmar que CFK no abandonará su rol de parrhesiasta.
En su primera aparición después del domingo, Cristina aseguró que este proyecto “se sostiene con coraje, convicciones, militancia, perseverancia y honestidad intelectual”. Y reiteró que “somos lo que somos, no mentimos y no vamos a prometer cosas que no se puedan cumplir”. Un decir sincero que señala al adversario: "tenemos que tener fuerza y templanza, porque los intereses que hoy enfrenta este proyecto no van con nombre y apellido en las listas, aunque sí tienen gerentes en esas listas". Un decir seguro que señala un rumbo: "el futuro está aquí, y para tener futuro hay que profundizar estas políticas". Pero para profundizar habrá que asumir conflictos. Como se ha demostrado a lo largo de esta década, cada conquista cuesta mucho esfuerzo. Y como nuestra historia evidencia, cuando las minorías recuperan el poder, transforman los derechos en privilegios y someten al resto a los peores tormentos. Y de un plumazo, sin disculpas ni anestesia, borran cualquier atisbo de bienestar si es un obstáculo para colmar sus arcas. Si retrocedemos un paso, estamos perdidos. Sería triste despedirnos sin más del sueño que nos hizo renacer.

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