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miércoles, 19 de junio de 2013
A CFK le cuesta un poco más que a FDR, por Roberto Caballero (para "INFOnews" del 19-06-13)
Para superar los efectos sociales
dramáticos provocados por el Crack del ’29, Franklin Delano Roosevelt
lanzó el New Deal (el Nuevo Pacto), un programa de reconstrucción
nacional que incluyó la creación de decenas de nuevos organismos
públicos, un formidable incremento del gasto social y una inédita
defensa de la intervención y regulación estatal en la economía,
desconocidos hasta entonces por los estadounidenses.
El ambicioso plan, basado en la generación de
redes de seguridad social, una nueva mirada sobre la propiedad privada y
el fomento expreso del mercado interno para reactivar un país
devastado, rompió con el consenso político previo de la sociedad,
cuestionó las bases mismas de la religión laica (el individualismo) que
la animaba hasta la catástrofe y condenó abiertamente al filantropismo
(única idea empresaria para enfrentar la pobreza) como insuficiente para
rescatar a los condenados a la miseria y la desocupación. Roosevelt se
convirtió así en el líder de la reconstrucción material y moral de los
Estados Unidos. Fue presidente desde 1933 hasta 1945. Obtuvo cuatro
reelecciones. Hay una frase, con la que animaba a sus compatriotas todas
las noches en interminables alocuciones radiales, que se hizo famosa,
"lo único que debemos temer es al temor mismo", y otra que lo pinta de
cuerpo entero: "En la vida hay algo peor que el fracaso: el no haber
intentado nada". Fue amado por su pueblo y odiado por las corporaciones.
Su más implacable enemigo, sin embargo, no fue la polio, que lo dejó
postrado siendo joven, sino la Corte Suprema de Justicia, que atacó
todas y cada una de las reformas basadas en un centenar de leyes que
desafiaban el viejo orden legal vigente. Fue la pelea entre el viejo
orden y el nuevo. El viejo, había llevado al país al callejón sin salida
del desastre y la depresión. El nuevo, el de Roosevelt y el New Deal,
puso a los Estados Unidos a liderar el mundo en apenas dos décadas, nos
guste más o menos lo que luego hizo Estados Unidos con ese liderazgo. El fallo de la Corte Suprema de ayer, que sepultó la elección popular
de consejeros a la Magistratura, tiene tanto de corporativo como de
cortoplacista. Es probable que tenga un efecto búmeran para sus
integrantes, que son sin duda gente inteligente pero no por eso
infalibles. Puestos a elegir, decidieron la peor salida. El kirchnerismo
sale beneficiado porque logró que la Corte se muestre como garante de
un viejo orden legal, surgido en lo peor del neoliberalismo que explotó
por los aires en 2001, que no da respuestas a la sociedad en este tiempo
histórico que le toca vivir, después de una crisis monumental. Los
discursos republicanistas, la independencia de poderes cacareada, la
idea del contrapoder del Ejecutivo como todo propósito de la judicatura,
ponen a los supremos lejos, muy lejos de los problemas y los enfados de
la gente común con un sistema de justicia anacrónico; y muy cerca,
desgraciadamente, de los poderes fácticos que se expresan con verba
redencionista a través de sus propios diarios. Si había alguna duda, los supremos presididos por el abogado de
Rafaela y eterno reelecto hasta el 2030 Ricardo Lorenzetti, ayer la
disiparon por completo: los jueces no pueden democratizar la justicia,
porque piensan de un modo aristocrático y se perdieron una década de
cambios irreversibles en la sociedad argentina. No quieren que el voto
popular recorte ninguno de sus privilegios. Pasará a la historia el
fallo, pero no por lo que ellos presuponen: pasará a la historia como la
respuesta de una corporación desesperada al intento de un gobierno
elegido en las urnas de hacerles pagar el impuesto a las ganancias, a
que publiquen sus DD JJ en Internet, a que hagan públicos sus fallos, a
que admitan que la Argentina cambió y no tolera castas ni familias que
se crean por encima del conjunto social. Una pena: se esperaba de esta
Corte, la que impulsó Néstor Kirchner, mucho más que esto. En breve se
sabrá si la decisión tomada en tiempo récord, festejada por algunos
jueces y abogados que añoran la toga, es el primer paso a un escenario
de gravedad institucional con pronóstico reservado o es sólo un traspié.
Estos mismos jueces son los que decidirán en horas sobre la
constitucionalidad de la Ley de Medios, donde todo el sistema de
justicia le ha dado casi cuatro años al Grupo Clarín S.A. para que se
burle del gobierno democrático y sus leyes con artilugios e
interpretaciones que rozan lo ridículo, cuando no lo desfachatado. ¿Cómo solucionó Roosevelt su problema con la Corte? Dijo que iba a
ampliar su número y ganó las elecciones en 1936. No hizo falta ninguna
reforma extra. De golpe, la mayoría de cinco miembros que votaban contra
el New Deal pasaron a votar a favor.
Claro, eran jueces que querían interpretar el cambio de época sin
espíritu corporativo. Roosevelt tuvo suerte. A Cristina le cuesta un
poco más. Como casi siempre sucede con las mujeres. Pero da la impresión
de que no la conocen o no terminan de conocerla. Ese es el Talón de
Aquiles del fallo cortesano.
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