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domingo, 6 de enero de 2013

Venezuela sigue siendo luz, por Juan Chaneton (para “Nos Comunicamos” del 05-01-12)





Chávez ha instaurado una cultura política enraizada de modo muy fuerte en las tradiciones sociales y nacionales de Venezuela. El chavismo no es ya sólo un partido político; es, sobre todo, un modo de concebir la vida de la nación venezolana y su lugar en el mundo.
El mapa geopolítico mundial cuenta hoy con un país llamado Venezuela y esto ocurre por primera vez en la historia de ese país latinoamericano. Los EE.UU., Inglaterra y la Unión Europea han debido tomar nota de que la estatura estratégica de Venezuela los obliga a considerarlo como un actor frente al cual hay que definir políticas. Esto no ocurría antes de Chávez.
Y el hecho de que la identidad política de Venezuela, de ahora en más y por largo tiempo, se perfile en términos de chavismo o antichavismo habla a las claras de cuál y de qué profundidad es la marca que el comandante Hugo Chávez Frías ha dejado en la historia de las luchas populares en América Latina.
En veinte años rescató a Simón Bolívar para todo el continente; le confirió otra dimensión geoestratégica a la integración regional con su incorporación al Mercosur; concibió -y avanzó en su consolidación- otra relación de las fuerzas armadas con la sociedad civil; fue un duro, ideológicamente hablando, ya que izó las banderas antiimperialistas al tope y no las arrió ni ante las peores amenazas y calumnias que sufrió su gobierno –e incluso su persona- provenientes de los Estados Unidos y de sus aliados internacionales y locales; y, como colofón, se hallaba diseñando, todos los días, una nueva estrategia de poder que condujera al pueblo venezolano y a los pueblos de Latinoamérica al nunca renunciado objetivo de la revolución socialista.
El 7 de octubre y el 16 de diciembre fueron hitos electorales en esa dirección pero nadie pierde de vista en Venezuela que el PSUV constituye la herramienta política con la que el pueblo pobre luchará, ahora y siempre, por instaurar una cultura de la solidaridad, de la justicia, del bienestar material y espiritual para todos y de la dignidad nacional como ejes no negociables de cara al futuro. Chávez consolidó una nueva conciencia en las masas trabajadoras de Venezuela.
Crear poder popular y tratar de entrever la forma concreta que asumirá en Venezuela ese poder popular fue, hasta hoy, el desvelo del Presidente Chávez. Y revolución que es creativa, no copia. Aquí no se trata de soviets, ni de cordones industriales, ni de comandos obrero-campesinos. Las comunas se van delineando, a lo largo y a lo ancho del país, como el germen de ese nuevo poder popular que debe acometer la tarea de dar vida concreta al Segundo Plan Socialista que Chávez presentó al país para el período 2013-2019 con la vista puesta en el Estado socialista bolivariano.
Esto implica, claro, una contradicción con las clásicas herramientas de la institucionalidad demoliberal: partidos que nominan candidatos, elecciones periódicas que permiten poner en juego los avances e, incluso, volver atrás restaurando el pasado neoliberal; poder judicial “independiente” en el que se abroquela la derecha para frenar los cambios; medios de comunicación que propugnan abiertamente el golpismo e, incluso, el asesinato del presidente. Deberá ser lo uno o lo otro.
De lo que se trata es de que los pueblos y sus líderes avanzan munidos de ese herramental institucional ya caduco para abrirse paso en la enmarañada ruta hacia una sociedad no capitalista y, de ese modo, superar el punto de no retorno, es decir, aquel en que ya no es posible la restauración neoliberal. Nada es posible asegurar en este punto y sólo el tiempo precipitará las certezas que hoy no se vislumbran.
Hasta hoy, las únicas informaciones que merecen crédito acerca de la salud del comandante Chávez son las que proporcionan los voceros de sus cirujanos. Entre las transnacionales de la calumnia y la mentira hizo punta el representante de los intereses antidemocráticos de la corona de Borbón, el ABC. Este diario, ha dado por muerto a Chávez por lo menos media docena de veces en el último año.
Lo cierto es que, con o sin Chávez, la revolución que éste comenzó a forjar allá por 1992 seguirá su curso.
Chávez debería asumir su nuevo mandato el 10 de enero. La Constitución venezolana establece que el pueblo, en cada elección presidencial, elige sólo Presidente, pero no vice. El Presidente elegido, una vez que asume, designa su gabinete de ministros y nombra a uno de esos ministros como vicepresidente. En el período anterior al 7 de octubre (fecha en que Chávez obtuvo otro mandato presidencial) el vicepresidente nombrado por Chávez fue Elías Jaua que ahora no está en funciones pues tuvo que renunciar para participar en las elecciones a gobernador por el Estado de Miranda donde perdió frente a Capriles.
Por lo tanto, el vice es Nicolás Maduro, a cargo de la presidencia. La Constitución establece que en caso de ausencia temporal o definitiva del Presidente, debe asumir la presidencia el presidente de la Asamblea Nacional, que ahora es Diosdado Cabello. Éste, siempre por mandato constitucional, debería llamar a elecciones dentro de los treinta días contados a partir del 10 de enero, que es la fecha en que debería asumir Chávez. Salvo que esta fecha se posponga. Una vez que se haya llamado a alecciones, el vicepresidente actual, Nicolás Maduro, renunciaría para hacer campaña como candidato del PSUV.
Nicolás Maduro es un hijo ideológico de Chávez y de la Revolución Bolivariana. Continúa el programa trazado por el Partido. Es conocido dentro y fuera de Venezuela, así como hoy Venezuela está en la primera plana de los diarios del mundo. Es mucho lo que se está jugando. Y aspiramos, huelga decirlo, a que el comandante no nos prive –ni temporariamente- de su querida presencia.

Juan Chaneton

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