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jueves, 11 de octubre de 2012

Las huellas de un camino, por Gustavo Rosa (para “Apuntes Discontinuos” del 08-10-12)



Cada día, uno está más convencido de que nada de lo que está pasando se parece a algo que hayamos vivido, aunque nos crucemos con hechos que resultan repetidos. Nunca se dio algo así, que las elecciones presidenciales de un país lejano se vivan con tanta proximidad. Hasta muchos políticos –es un decir- locales fueron a hacer oposición a las tierras bolivarianas. Allí también fracasaron, vale aclarar. Y allí también dieron un poco de vergüenza, como nos tienen acostumbrados. Patricia Bullrich, fiel a su estilo, ya desde el viernes venía boicoteando las elecciones desde su cuenta de Twitter. También hacía campaña, subiendo videos con declaraciones de votantes opositores, ignorando la veda. Una diputada de la Nación que siempre clama por el respeto de las instituciones transgrediendo las normas electorales en otro país merece un llamado de atención del Congreso. Por supuesto, desde las usinas de estiércol dirán que se persigue al que piensa distinto y esas tonterías. Pero lo merece. Porque eso no es pensar distinto, sino sedición. De cualquier modo, los patoteros mensajes de Bullrich no lograron opacar las festivas elecciones venezolanas. El inicio del toque de diana, la tempranera asistencia de los votantes y el orgullo con que exhibían el meñique manchado constituyen un indicio de lo que significó ese crucial acto cívico.



“Le dedicamos este triunfo a Cristina –exclamó Chávez desde el balcón del Palacio Miraflores– esta victoria es también la victoria del pueblo argentino, de la patria del Che, de Perón y de Néstor Kirchner”. Pensar que hay una conexión tan fuerte entre un país y otro, realmente emociona. Que en medio de la exaltación por la victoria, una de las primeras frases contenga un saludo para Nuestra Presidenta y para todo el pueblo argentino, no es poca cosa. Hasta la languidecida oposición vernácula lo sintió así. Y hacia allá fueron, a apoyar a Henrique Capriles, como corresponde a toda derecha que se precie. Y Scioli, a la distancia, también apoyó a la oposición. Dicho esto para ir archivando, nada más. Pero además de apoyar, fueron a tomar apuntes, a indagar cómo hizo el candidato opositor para ir a la cabeza de 25 agrupaciones políticas, si acá no hay un candidato que pueda liderar tres. Capriles sí podrá ostentar un “somos el 45 por ciento”, a diferencia de los opositores de acá, que se desgañitan gritando algo similar, aunque el 46 que exhiben no sea más que una sumatoria de porcentajes que jamás podrá llegar a la unidad. Para ellos, presenciar la derrota de Chávez podría haber sido un aprendizaje para aniquilar a CFK en las próximas elecciones. Pobres, volvieron con las manos vacías y un odio más grandote.
Y los medios hegemónicos de allá, en simetría especular con los de acá, denuncian desde hace tiempo la “argentinización” de Venezuela. No se entiende, porque los de acá presentan la “chavización” como lo peor que le puede pasar a cualquier país. Y aunque los observadores internacionales y los periodistas declararon que el sistema electoral venezolano es el más transparente y eficaz del mundo, esos medios carroñeros –los de allá y los de acá- seguirán hablando de la falta de democracia del país caribeño. Y aunque en el sistema mediático de allá –y de acá también- haya más medios privados que públicos, seguirán denunciando la falta de libertad de expresión. Porque para los personeros de esos medios y los exponentes políticos que hacen de comparsa, todo gobierno que no obedezca los dictámenes del poder fáctico será considerado autoritario.
Ya se dijo que una comisión de notables de nuestra derecha criolla viajó a las tierras bolivarianas para demostrar que se puede ser cipayo en cualquier latitud. También fueron periodistas. Jorge Lanata debió ser el único periodista argentino que viajó hasta allá para entrevistar a Gabriela Michetti. Y también el único de los diez mil periodistas internacionales que tuvo problemas para salir del país. El destino se ensaña con él para alimentar su programa de escándalos y denuncias. Cuando la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Tibisay Lucena, anunció los resultados, suplicó el corte publicitario porque no podía soportar en cámara noticia tan ingrata. Después, se despidió sin decir demasiado y su expresión de velorio contrastaba con los fuegos de artificio que estallaban a su espalda.
Los insignes del PRO y del Peronismo Federal también manifestaron su desazón por la derrota del majunche. El triunfalismo ya los desbordaba desde el viernes por la tarde y estaban dispuestos a celebrar la victoria que en suelo argentino resulta esquiva. “Acompañando a Capriles, una esperanza de libertades personales y poder democrático”, twiteó el diputado macrista Federico Pinedo, que no se movió del búnker de Capriles por temor a chavizarse. Patricia Bullrich ya había enviado un mensaje con una encuesta “seria” en la que se anunciaba la derrota de Chávez por cuatro puntos y advertía sobre la posibilidad de fraude. Otra de sus valiosas intervenciones fue la difusión de una encuesta boca de urna –expresamente prohibidas antes de la finalización del acto comicial- que atribuía 52,8 por ciento a Capriles y 47,2 a Chávez. Inconsistente como pocas, después argumentó que las acusaciones en su contra son parte de una operación de “medios oficialistas”. Algo así como acusar al espejo de la propia fealdad. Si difundió esas estupideces, que se aguante lo que venga. Como gran demócrata que es, un nuevo mensaje debería dejar a la diputada en el umbral del desafuero: “Lamento profundamente el resultado electoral de Venezuela. Modelo donde la libertad y los derechos humanos no están garantizados". Otra mentirosa de pocas luces, Gabriela Michetti, destacó que encuentra “similitudes entre las administraciones del kirchnerismo y el chavismo”, y agregó que este último es “mucho más hegemónico y concentrador de poder. Pero en Argentina estamos en ese camino”. Otro iluminado opositor, Eduardo Amadeo, tildó al gobierno de Chávez como autoritario y se lamentó: "ha sido triste la derrota de Capriles, contra nuestras expectativas. Las encuestas parecían decir otra cosa", agregó, sólo para esparcir un poco de estiércol vernáculo en tierra extranjera. "Si el camino de CFK es Chávez –se esforzó por amenazar- debemos redoblar el esfuerzo por crear una alternativa a este delirio autoritario de una sociedad dividida".
Tan dividida quedó la sociedad venezolana que los festejos fueron masivos y en paz. No hubo violencia ni enfrentamientos entre las parcialidades y hasta los líderes garantizaron una convivencia feliz. Henrique Capriles salió a reconocer la derrota y su mensaje no fue rupturista ni amenazante, sino todo lo contrario. Aunque durante la campaña había atenuado un poco su contenido neoliberal, prometiendo una continuidad con las políticas sociales, también opinó que “no hay que regalar el petróleo a otros países cuando lo necesitan los venezolanos y no hay que pelearse tanto con Estados Unidos”. Aunque parezca increíble, se autodefinió como de centroizquierda. Ya veremos a Macri, en el futuro, probándose esos disfraces.
 “Créanmelo –anunció Chávez a la multitud desde el balcón del Palacio Miraflores- he sostenido una amena conversación telefónica con Henrique Capriles. Invito a la Unidad Nacional respetando nuestras diferencias”. “Felicito a la dirigencia opositora por reconocer la victoria del pueblo –agregó- Es importante para la paz de Venezuela, porque somos hermanos en la patria de Bolívar”. Y para demostrar su espíritu “autoritario y vengativo”, el bolivariano convocó “a los que andan promoviendo el odio, a los que han negado las cosas buenas de Venezuela, los invito al diálogo y el trabajo conjunto”.

El dedo meñique entintado quedará por unos días como un distintivo de los que participaron de las elecciones venezolanas. Más de un 80 por ciento de participación ciudadana en un acto que es optativo. Ocho millones de ciudadanos apostaron por la profundización de los cambios realizados en ese país, entre los que se destacan la reducción de la pobreza y el desempleo, la eliminación del analfabetismo y el acceso al sistema de salud. Nuestra región comienza a consolidar el camino de la equidad y tal vez, con el tiempo, se convierta en un faro que destierre la oscuridad en el resto del mundo. Mientras tanto, algunos serviles operadores tratan de arrastrarnos nuevamente hacia las sombras con la promesa de que hay más luz. Aunque se disfracen de tiernos corderitos, esta vez no lograrán consolidar el engaño.

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