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miércoles, 27 de junio de 2012

Desventuras de un jefe sindical, por Alejandro Horowicz (para Infonews del 25 06 12)


A caballo de reclamos de cierta legitimidad (‘salario no es ganancia’), Moyano impulsa una jugada que no controla: imponerle sus términos al gobierno nacional, facilitando que sus ‘banderas’ cobijen todo lo que ‘resiste’ al gobierno K. La biografía política de Hugo Moyano no es exactamente un secreto. Repasarla permite inteligir, en parte, el conflicto en curso.

Por:

Alejandro Horowicz

La biografía política de Hugo Moyano no es exactamente un secreto. Repasarla permite inteligir, en parte, el conflicto en curso. La crisis general del capitalismo es el otro ingrediente; la “oposición” carece de juego político propio y marcha al ritmo que le insufla la crisis. No apuremos el tranco, empecemos por Moyano.

En la década del 70 militó en la CNU (Concentración Nacional Universitaria) contra los “infiltrados” del tercer peronismo, en sintonía con José López Rega y desde una trinchera menor, Mar del Plata. La CNU controló ese territorio pistola en mano y organizó allí un sistema de vasos comunicantes con la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), precisamente porque el asesinato de la estudiante Silvia Filler, el 6 de septiembre de 1971, anticipó un modelo con incidencia política: el terror a escala homeopática. Esto es, el camino que mediante el Operativo Independencia en Tucumán, en febrero de 1975, coronó una política terrorista sistemática que ejecutaron las FF AA, con los instrumentos del estado de excepción. Y, conviene no olvidarlo ni una sola vez, con el respaldo del arco de partidos parlamentarios: desde el PJ hasta la UCR, para no abundar en detalles escatológicos.

Por cierto, reducir a Moyano al “programa” de la CNU marplatense sería una grosera simplificación. En los ’90, cuando Carlos Saúl Menem cooptara a buena parte de las direcciones sindicales del segundo peronismo para la política del cuarto, la más cipaya de la historia nacional, Moyano tuvo otra conducta: organizó junto a Juan Manuel Palacios (UTA) el Movimiento de Trabajadores Argentinos (MTA), desde donde resistió la entrega de las conquistas históricas del movimiento obrero. Fueron derrotados, y recién en 2003 el presidente Néstor Kirchner le devolvió personería jurídica a la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte, personería que había sido retirada por la dictadura burguesa terrorista, y Moyano accedió a su estratégica Secretaría General.

Es que a la hora de la verdad, los “servicios prestados” en la batalla “ideológica” contra la “subversión” terminaban no contando, el odio de clase era y es mucho más potente que el macartismo compartido. Recién el 14 de julio de 2004, Moyano asume la Secretaría General de la CGT, sellando la “unidad” del movimiento obrero “peronista” (la Central de Trabajadores de la Argentina, CTA, nuclea a docentes y estatales que no integran esa CGT, al tiempo que abreva en otros pastos políticos) y sellando también una suerte de “acuerdo implícito” con el gobierno nacional. Acuerdo que lo lleva en 2009 a la vicepresidencia del PJ bonaerense, primero, y a la presidencia después (debido a la imposibilidad física de Alberto Balestrini). Pero la cumbre de su cursus honorum llega a mediados de octubre del 2010, en el estadio de River, con la presencia de Cristina Fernández, Néstor Kirchner y Daniel Scioli: Moyano había alcanzado el máximo escalón posible para un dirigente que no es un referente político sino sindical de los trabajadores, y desde esa escena congelada inició un proceso ininterrumpido de caída libre.

LA CRISIS GLOBAL. El derrumbe de Europa abandonó el terreno de las hipótesis analíticas. No se trata de cualquier debacle, sino del resurgimiento de la derecha más xenófoba y racista, cuyo límite sigue siendo Adolf Hitler. Mentar la “madurez política” de esa derecha porque no hace una guerra mundial roza el sinsentido: la guerra entre naciones ha sido sustituida por la guerra contra los últimos jirones del wellfare state, por la guerra contra las víctimas de la crisis. La creciente tasa de suicidios de mayores de 50 años ilustra la “campaña”, y los emigrantes profesionalmente calificados que huyen en todas direcciones permiten contabilizar el creciente proceso de descapitalización. Profesionales formados en Europa que no consiguen trabajo, marchan a conseguir conchabo por salarios menores a lugares que no invirtieron un peso para su formación. Antes, sólo la “periferia” del mundo estaba sometida a esa clase de lógica: dejó de ser así. La bancocracia global ha terminado por imponer sus términos, y la victoria “socialista” francesa no pareciera capaz de torcer ese rumbo.

La aspiradora financiera que la crisis puso en marcha, desde 2008, chupa de todas partes, todo el tiempo. Tanto España como Italia están siendo saqueadas y sus “excedentes financieros” (80 mil millones de dólares madrileños y 120 mil romanos) se depositaron en Berlín; al menos en parte. Se trata de un proceso continuo. El motivo no obedece a ninguna conspiración, sino a la “seguridad” que ofrece un sistema bancario cuya única seguridad está dada por una inquebrantable voluntad política: sostener los bancos a cualquier costo social y político. Todos los recursos negados a Grecia, España, Portugal, Italia e Irlanda se entregan en un abrir y cerrar de ojos al sistema financiero. Observar la España de Rajoy ahorra los detalles.

Por todo esto, volver a pensar los ejes del actual sistema tributario de la Argentina resulta imprescindible. No sólo por las manifiestas cuestiones de inequidad (pagan IVA los productos de la canasta familiar, no tributan impuesto los bancos que organizan los pool sojeros), ni siquiera porque esta política daña la relación del oficialismo con buena parte de sus votantes, sino y sobre todo porque facilita la fuga de capitales en dirección al mercado financiero mundial. La idea de gravar el consumo popular, para reducir por esa vía las importaciones de bienes intermedios, no tiene en cuenta un detalle: todas las empresas multinacionales giran los excedentes a sus casas matrices. En la Argentina esto es sumamente claro. De modo que es preciso afilar el lápiz, y saber que cuanto mayor sea la ganancia empresaria, mayor será la fuga de divisas.

LA NUEVA BATALLA CAMPERA. Desde el momento en que la provincia de Buenos Aires decidió elevar el impuesto inmobiliario rural (los terratenientes habían venido pagando como si fueran dueños de departamentos y no apropiadores de renta agraria), la Sociedad Rural se puso en pie de guerra. Está decidida a impedir ese aumento, y como los formularios para el incremento recién llegarán en julio, posponen para agosto y septiembre la batalla decisiva. Mientras tanto, hacen precalentamiento.

Cuentan, para dar batalla, con la presión implícita que suponen, en un mercado mundial en continua reducción, los ingresos por exportaciones que no bajan de precio (commodities apalancados en la burbuja financiera), y no olvidan tampoco la falta de voluntad política de gobernadores que prefieren “endeudarse” con el Estado nacional antes que cobrar impuestos a terratenientes multimillonarios. Total, a la hora de la verdad, terminan siendo condonados por Cristina Fernández, y a otra cosa.

Volvamos entonces a Hugo Moyano: el dirigente camionero expresa –lo sepa o lo ignore– el “ariete popular” contra el oficialismo. A caballo de reclamos de cierta legitimidad (“salario no es ganancia”) impulsa una jugada que no controla: imponerle sus términos al gobierno nacional, facilitando que sus “banderas” cobijen todo lo que “resiste” al gobierno K. Y como la Sociedad Rural es parte de lo que resiste, y ya sabe que los productores pequeños difícilmente se sumarán a su reclamo, las huestes del camionero alcanzan para los hombres de Hugo Biolcati y el resto de la oposición su máxima “valoración” política. Pero se trata de una jugada entre tramposos, ya que cada uno espera que el otro haga los gastos. Esto es, que la fuerza ajena simule la propia y “juntos” llenen el miércoles la Plaza de Mayo.

Los dichos de Moyano permiten saber que no se juega a fondo por la movilización, y que teme llevarla a cabo. Es cierto, logró el respaldo de egresados de Harvard, de los radicales del Club del Progreso, así como de la Pastoral Universitaria y legisladores de la UCR, pero sabe que eso es discurso, y por más que Mauricio Macri haga una finta en su favor, llenar la plaza es otra cosa. En ese punto el chiste de Rudy y Paz, en la tapa de Página/12, recobra toda su virulencia semiótica: dos “chicas bien” dialogan; una le dice a la otra que este es el peor de los gobiernos posibles; la otra ensaya motivos (los exhibidos por los caceroleros en TN) pero la réplica es contundente: “No, es el peor gobierno porque nos obliga a marchar con Moyano.” La “oposición” tiene un solo principio: acorralar al gobierno. Por eso, si se presenta la oportunidad, marchará junto al secretario general de la CGT y el Partido Obrero.

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http://www.infonews.com/2012/06/25/politica-26941-desventuras-de-un-jefe-sindical.php

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