Publicado en TIEMPO ARGENTINO el 2 de Octubre de 2011
Por Hernán Brienza
Periodista, escritor, politólogo.
No hay un desarrollo de una tradición intelectual de hombres y mujeres que piensen el Estado y elaboren un pensamiento estratégico para la Argentina. La intelectualidad, el pensamiento kirchnerista tiene un gran desafío por delante.
Hace unas pocas semanas, tras las elecciones primarias, en una nutrida mesa de intelectuales “ultra-K’s” –como diría el periódico “anti-k” Clarín–, alguien lanzó una pregunta incomodísima a los comensales, cuyos nombres no revelaré por obvia caballerosidad. “Bueno, señores –dijo una voz de mediana edad–, de ahora en más ¿cómo se profundiza el modelo?”
Las miradas se buscaron. Hubo un primer momento de zozobra hasta que uno de ellos rompió el silencio y aproximó una primera respuesta: “Evidentemente, llevando adelante medidas que vayan en dirección de una mayor redistribución de la riqueza, que incluya a la mayor proporción de la población y que disminuyan los índices de pobreza y miseria en nuestro país.” Todos afirmamos la carta de intención, pero una voz joven insistió: “¿Pero cuáles serían esas medidas?” Otra vez la sensación de ambigüedad, de languidez, de incertidumbre. Otro de los comensales ensayó: “Es muy difícil, porque siempre que se ha intentado profundizar un modelo de inclusión en nuestro país, los grupos económicos lo han impedido de forma brutal. Para muestra tenemos la experiencias de los años setenta.” Esta última palabra funcionó como talismán. Inmediatamente todos supimos de qué se hablaba. Los “setenta” significan revolución, derrota, evocación del tiempo perdido –no sin cierta evocación proustiana– y sobre todo una forma de elaborar el pensamiento centrado más en la crítica que en la proyección imaginativa, ya sea en términos utópicos o empíricos.Recordaba esa escena mientras veía por televisión el discurso de la presidenta ante la asamblea de la Naciones Unidas la semana pasada.
Más allá de las ventajas que tiene la conducción política sobre el pensamiento –iniciativa, sorpresa, estrategia y conocimiento de los fines y los medios– pensaba en la absoluta soledad en que se encontraba, en ese sentido, la conductora del actual proceso político argentino. Los intelectuales, los periodistas, los pensadores están en deuda con la encrucijada del momento. Es cierto que casi toda conducción política es centralizada críptica y cerrada. Pero también es verdad que no hay un desarrollo de una tradición intelectual de hombres y mujeres que piensen el Estado y elaboren un pensamiento estratégico para la Argentina. Hay sí un pensamiento de acompañamiento e interpretación, de justificación y de aplausos o descontentos sobre las medidas políticas, pero no hay iniciativa estratégica en la intelectualidad argentina.
En la tradición nacional y popular, los conductores han cultivado la elaboración de un pensamiento propio. Lo ha hecho Juan Domingo Perón y, hoy, Cristina Fernández de Kirchner, si bien no ha publicado libros y documentos como su antecesor, también intenta marcar algunos compases al pensamiento. Su capacidad discursiva es, quizás, la cualidad por donde respira la formación y concreción de sus ideas. Y a lo sumo en sus exégetas hay una reinterpretación más o menos acertada de las intenciones de la conductora.La intelectualidad, el pensamiento kirchnerista tiene un gran desafío por delante.
La primera etapa se vio sorprendido por la irrupción de Néstor Kirchner y su empuje político, y se dedicó a tratar de comprender e interpretar el nuevo emergente político que interpelaba desde el Estado a la sociedad argentina.
El segundo momento está marcado por la pelea abierta tras la 125 y que se mantuvo hasta principios de 2011 y su característica principal fue el combate de ideas, la guerra de posiciones, la defensa de lo que se fue consolidando como el modelo nacional, popular “y democrático” (CFK dixit). Esta segunda etapa fue reconocida como el período de la profundización de las medidas que apuntaban a la redistribución de la riqueza y la inclusión social. Reconstrucción-profundización-consolidación fueron las estaciones del proceso que caracterizó al kirchnerismo desde 2003 hasta la fecha.
El actual momento es clave para el futuro de la Argentina. Vislumbré esa perspectiva en el discurso de la presidenta en la ONU. Mientras las economías centrales parecen derrumbarse por la aplicación de recetas neoliberales que destrozaron la década pasada a los países latinoamericanos, nuestro continente parece a salvo de esos terremotos financieros. La crítica al Consejo de Seguridad, el encabezamiento del G-77, el alineamiento estratégico con la Unasur obligan a los intelectuales a pensar ahora la Argentina en forma dialéctica: desde adentro hacia afuera y viceversa.
Los años próximos estarán marcados por la forma en que la Argentina se sume a la discusión política de los organismos internacionales, en su relación bilateral con varias potencias de primer y segundo orden y, además, cómo engancha su trabajo a las líneas de producción y agregado de valor en el comercio internacional.
La Argentina tiene un nuevo desafío. Si continúa creciendo como lo hace, si logra colocar exportaciones con valor agregado, si convence al empresariado a que deposite sus excedentes en el sistema bancario argentino y no extranjero o que sea reinvertido en nuevos emprendimientos industriales está en condiciones de volver a tener peso en el mundo, no como “Argentina Potencia” sino como un país de segundo orden con posibilidad de incidir en la defensa de sus intereses primordiales. No mucho más que eso. Pero tampoco mucho menos. No es poco para un país que recién hace unos años volvió a cultivar la soberanía política.Los intelectuales, los pensadores kirchneristas tienen un gran desafío. Pensar el país en términos estratégicos. Abrir la discusión interna –de tipo sociológica y cultural– hacia la formación y gestión del Estado en defensa de los sectores del trabajo y articular ese pensamiento con el mundo empresarial y de los negocios. Y a partir de allí construir un pensamiento que permita a la Argentina posicionarse de manera diferente en el mundo sin prejuicios y sin eslóganes políticamente correctos.
Creo que nuestro país tiene una deficiencia en la construcción de una intelectualidad interdisciplinaria con mirada estratégica y de política realista y pragmática, que permita a nuestro país consolidar la profundización del modelo, al mismo tiempo de concretizar el Estado de Derecho y ponerlo en el camino de un crecimiento económico y social que trascienda el mercado interno. Porque en definitiva, perdonen mi optimismo de la voluntad, profundizar el modelo nacional no es otra cosa que pensar una Argentina con cierta grandeza. No con pompa y solemnidad, no con arrogancia estúpida, sino con una serena dignidad, con la nobleza de aquellos países que pudieron salir de un infierno particular.
Publicado en :
http://tiempo.elargentino.com/notas/pensar-una-gran-argentina
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