La película “La noche de los Lápices” nos muestra algunas características muy interesantes de la sociedad de la década del ’70. Ya en una de las primeras escenas vemos una asamblea estudiantil, en un colegio, discutiendo las medidas necesarias para presionar a las autoridades. Querían que éstas implementaran … el boleto estudiantil. Eso era la sociedad de los setenta : la gente no se quedaba en su casa esperando que el futuro llegara, sino que salía a la calle a buscarlo. Era una sociedad movilizada y politizada, donde se luchaba por los sueños. No fue un fenómeno exclusivamente argentino, ya que a partir de las grandes protestas obrero-estudiantiles de 1968 en París, Berlín y otros lugares, el mundo vivió unos años de mucha politización, de mucha movilización.
Algunos, y tampoco solamente en la Argentina, no se limitaban a movilizarse y protestar, sino que empuñaban las armas. En muchos países surgieron grupos guerrilleros que querían cambiar la sociedad a los balazos, fenómeno que, afortunadamente, está muy alejado de nuestra cultura del siglo XXI.
La reacción de los sectores poderosos fue una dura represión, que en Argentina comienza en 1975-76. El objetivo de estos gobiernos represivos fue no sólo eliminar los grupos guerrilleros sino desmovilizar la sociedad, despolitizarla, anular su capacidad de transformación. Por eso la represión apuntó a sectores que jamás habían empuñado un arma pero que podían acaudillar un proyecto alternativo : lideres estudiantiles, delegados sindicales, intelectuales, periodistas, sacerdotes tercermundistas y muchos otros.
Volviendo a la película antes mencionada, esto queda claramente de manifiesto con una frase del actor Lorenzo Quinteros, que representa en el film al único guardia que trataba a los chicos humanamente, quien le dice a sus compañeros cuando ve llegar a ese grupo de estudiantes encapuchados : “¡Siempre perejiles!, ¿Cuándo van a traer a un guerrillero de verdad, hijos de puta?”.
El regreso de la democracia en 1983 encontró a una sociedad distinta, más pasiva. Y si bien muchos sectores se entusiasmaron con el triunfo de Alfonsín y se afiliaron a la UCR, si bien se llenó la Plaza de Mayo en apoyo del gobierno en aquella Semana Santa en la que los carapintadas amenazaban con un golpe, lo que se fue construyendo fue un ciudadano “mediático”, es decir, una persona que se informaba por los diarios, la radio o la TV, y que cada dos años votaba, dejando la política a “los políticos”.
¿Y quiénes eran, o son, “los políticos”, o peor aún, la “clase política”? … Eran esas personas extrañas, que aparecían en la tele, y a los que uno votaba. Seres casi extraterrestres que se emparentaban con otros personajes “raros”, como los músicos y artístas. Claro que el voto no tenía demasiada importancia, porque uno votaba políticos, pero los que luego decidían eran los economistas que estaban detrás de ellos, que pensaban todos más o menos lo mismo, porque eran todos neoliberales. Y tampoco servía la alternativa de poner directamente como candidato al economista (como intentaron Cavallo y López Murphy), porque, en definitiva, los libretos eran importados ; los traían periódicamente esa especie de Virreyes que nos enviaba el FMI para controlar nuestra economía, de los cuales probablemente el más célebre fue el hindú Anoop Singh.
El ciudadano de los ochenta y noventa era un ciudadano mediático : leía, escuchaba, miraba la tele, votaba y protestaba. Pero las decisiones se tomaban en otro lado, y su voto generalmente no cambiaba nada, porque si subía otro partido, hacía lo mismo que el anterior…
Y así llegamos al 2001. A la Plaza llena de gente. A los ahorros encarcelados. A un presidente huyendo en helicóptero. A cinco presidentes en siete días, algunos realmente pintorescos. Al grito furioso de “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo” y a las Asambleas Populares en los barrios. Fue el fin de una época. Y fue el fin del ciudadano mediático …
No fue un fin abrupto, ya que quedan muchos de esos ciudadanos mediáticos. Pero el proceso parece indetenible. No sólo se ha producido un regreso de la militancia política de viejo cuño, el ingreso a alguna organización partidaria que se esfuerza por ver triunfar sus ideas, sino que todos nos hemos politizado más.
Cuando uno recibe un mail en cadena donde se critica o defiende al gobierno, y decide reenviarlo o borrarlo, está haciendo política ; cuando uno hace en su Facebook algún comentario sobre aspectos de la realidad política, social, económica o cultural, e ingresa en un diálogo o discusión acerca de esa cuestión con otras personas, está haciendo política ; cuando uno deja alguna idea en el twitter, o se la envía a alguna personalidad política o periodística, está haciendo política ; cuando uno se pone a discutir en la cola de la verdulería o del supermercado, por la inflación, la inseguridad, la ecología, los delirios de Carrió o las carteras de Cristina, está haciendo política ; cuando uno envía un correo de lectores a un diario, o deja comentarios en medios digitales , está haciendo política ; cuando uno participa de un ‘piquete’ por la inseguridad, por Candela Rodríguez, por la 125 –poco importa si es a favor o en contra-, por un semáforo en la esquina más peligrosa del barrio, o por la Ley de Medios, está haciendo política … La política ya no es una cuestión de esos seres extraños llamados “los políticos” … TODOS ESTAMOS HACIENDO POLÍTICA TODO EL TIEMPO, aunque algunos la hagan mientras dicen que son “apolíticos”, “independientes”, o que la política “no les interesa”. Incluso los que en lugar de mirar una programa “serio” optan por uno de entretenimiento un poco tonto, están haciendo política … “La política de la No Política”, que es también una opción política …
El ciudadano 2.0 está dejando de ser un “ciudadano televidente” y se está transformando en un “ciudadano militante”… ¿Qué es un militante, se preguntará a esta altura más de uno?... Un militante es una persona que tiene proyectos, ideales, sueños. Y que no está dispuesto a esperar que “los políticos”, alguna vez, los hagan realidad. El militante quiere aportar lo que pueda para bajar esos sueños del estante de las utopías y transformarlos en realidades. Opina, participa, se compromete. Quiere aportar su granito de arena para que la gran rueda de la Historia se mueva en la dirección que a él le parece correcta. Quiere hacer realidad aquella vieja definición de democracia : “El gobierno del pueblo”.
A fines del siglo pasado estábamos sentados mirando televisión y, cada dos años, votábamos. Ahora estamos de pie. Y queremos que nos escuchen. Y queremos participar de las grandes transformaciones.
No es poca cosa. Por el contrario, representa un cambio de época, y una profundización de la democracia, ya no como simple sistema político, sino como estilo de vida.
Adrián Corbella, 2 de octubre de 2011.
adriancorbella.blogspot.com
Publicado también en :
http://www.redaccionpopular.com/articulo/ciudadania-20-de-televidentes-militantes
http://nos-comunicamos.com.ar/content/de-televidentes-a-militantes
http://www.eldiario24.com/nota.php?id=234727
muy buen análisis adrián
ResponderEliminarpensaba
en el no te metás y eso como funcionó para encerrarnos
pero en el encierro y desde él surgió una forma de comunicarnos
y comunicarnos es un instinto profundo en el humano
abrazos!