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sábado, 2 de abril de 2011

LOS PROFETAS DEL APOCALIPSIS, por Alberto Dearriba (para "Tiempo Argentino" del 02-04-11)

Arriba : La imagen es responsabilidad exclusiva de "Mirando hacia adentro"
La mentira tiene patas cortas

Publicado en TIEMPO ARGENTINO el 2 de Abril de 2011 Por Alberto Dearriba Periodista.


Algunos medios pierden hoy credibilidad al describir el peor de los mundos para los argentinos. Pero si bien sería estúpido desconocer su impacto sobre la opinión pública, tampoco hay que sobrevalorarlo porque nadie come vidrio.


El recuerdo de aquel 2 de abril de 1982 demuestra que es posible abusar desde el poder de “toda la pobre inocencia de la gente”, como reza el himno pacifista de León Gieco. Pero también que cuando se conoce la verdad sin remedio, las sociedades suelen condenar severamente el engaño.

La reacción popular producida tras la rendición en Puerto Argentino puso en claro que las mentiras mediáticas y las excusas políticas pueden sostenerse un tiempo, pero al final quedan al descubierto.

Tras la derrota en Malvinas, los militares debieron abandonar el poder y algunos medios de difusión tuvieron que esconder las caras de los noticieros que habían quedado identificadas con el mentiroso exitismo patentizado en la frase “estamos ganando”.

Casi tres décadas después, algunos medios pierden hoy credibilidad al describir el peor de los mundos para los argentinos. Pero si bien sería estúpido desconocer su impacto sobre la opinión pública, tampoco hay que sobrevalorarlo porque nadie come vidrio.

Pese al repiqueteo mediático, todas las encuestas dan hoy ganadora a Cristina Fernández en las próximas elecciones.

Otro ejemplo del pisoteo de “la pobre inocencia de la gente” lo están dando los países más poderosos, que bombardean Libia con la pueril excusa de proteger la vida de la población. Ni los pilotos que descargan sus explosivos sobre el país de Khadafi creen semejante patraña y saben que la guerra huele a petróleo.

El argumento es tan pueril como el que esgrimieron los Estados Unidos para invadir Irak, donde sus tropas buscaron infructuosamente armas nucleares.

La presidenta criticó valientemente a la OTAN al señalar que los países centrales intentan resolver un conflicto a bombazos. Es obvio que las miradas políticas admiten distintos colores, pero un dirigente no puede decir cualquier disparate sin perder credibilidad y sin pagarlo en las urnas.

Un caso paradigmático es el de Lilita Carrió, que llegó a comparar a Néstor Kirchner con Hitler y vaticinó cien veces una hecatombe que jamás ocurrió. Tanto batió el parche con el apocalipsis que ya pocos le creen. De aquella dirigente progresista que emergió en la Constituyente de 1994, hoy sólo queda una deshilvanada candidata conservadora con escasa credibilidad.

Por supuesto que siempre hay discrepancias en los análisis del momento político. La razonabilidad comprende hoy desde quienes creen que este es el mejor momento de la democracia hasta quienes opinan que hubo momentos mejores desde 1983.

Pero que juzguen que estamos en “el peor momento” desde la recuperación del Estado de Derecho, seguramente son muy pocos.

Uno de ellos es Mauricio Macri, que acaba de proclamarlo públicamente. Pero los desatinos, como las mentiras, tienen patas cortas. Macri miente o comete un gran desatino al realizar tan tajante afirmación. O al menos omite intencionalmente situaciones dramáticas como la Semana Santa de Raúl Alfonsín, donde la República estuvo al borde de un nuevo golpe de Estado. También se le chispoteó la hiperdesocupación de Carlos Menem, en la cual una cuarta parte de las personas en edad de trabajar no tenía empleo y –fundamentalmente– el desbarajuste político, económico e institucional de 2001, cuando el país estuvo a punto de desintegrarse y en la Casa Rosada hubo cinco presidentes en once días. En tren de comprender el disparate, puede pensarse que muchas veces se juzga a la fiesta por cómo le fue a cada uno en el baile.

Macri debe estar confundiendo su situación política personal con la de la democracia en su conjunto: está procesado por la justicia y las encuestas le muestran un futuro tan dudoso que no sabe si asistir a misa o tocar la campana. Si juega en la liga nacional –como parece ahora– corre no sólo el riesgo cierto de perder frente a Cristina Fernández, sino también el de resignar su bastión en la Ciudad de Buenos Aires. Por eso dudó tanto con respecto a la fecha electoral de la Capital Federal, antes de inclinarse por el 10 de julio. Eso le da un mes para seguir vacilando sobre si será un contendiente municipal o nacional.

Y si finalmente se lanza a la carrera presidencial debe decidir su sucesión entre Gabriela Michetti y Horacio Rodríguez Larreta, sin que se le arme un fandango en el Pro. Macri no está en aquel momento de alza en el que olía la jefatura de gobierno, sino en un tembladeral en el que un mal paso le puede hacer perder todo. Para desdramatizar la situación, les recuerda a los suyos que Lula perdió varias elecciones antes de llegar a la presidencia del gigante sudamericano. No está mal el recuerdo para salir del paso, pero lo cierto es que no fue diciendo disparates que el dirigente sindical brasileño llegó al palacio de Planalto.

No piensan como Macri los millones de argentinos que ya decidieron votar a Cristina Fernández porque creen que al país le va bien, o razonablemente bien. No lo creen los beneficiarios del crecimiento de la economía, los dos millones y medio de argentinos que se pudieron jubilar, los cuatro millones que consiguieron empleo, ni los tres millones de beneficiarios de la Asignación para los pibes, ni los que mejoraron su situación respecto de los más ricos, según la última medición del índice de Gini, ni los trabajadores que con las paritarias consiguen al menos ajustar sus salarios.

Ni siquiera la mayoría de los opositores creen que la democracia argentina está en su peor momento.

Al radical Ernesto Sanz le va tan mal en la disputa interna con sus correligionarios que decidió postergar el enfrentamiento hasta las abiertas y obligatorias de agosto, en las que competirá con el favorito Ricardo Alfonsín y con Julio Cobos. Sanz es muy crítico del kirchnerismo y hasta cometió el desatino de criticar la Asignación Universal porque dijo que esos ingresos podrían ir a parar a la droga. Pero tiene el tacto y la lucidez suficiente como para saber que este no es el peor momento de la democracia.

Al gobernador Mario Das Neves tampoco le va bien, porque al margen del incierto resultado final de las elecciones en Chubut, el virtual empate en su terruño lo baja de la precandidatura que comenzarán a disputar Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Sáa el domingo en la Capital Federal.

Las deserciones en la oposición muestran realmente el mal momento que pasan, pero no el de la democracia.

Todos los precandidatos opositores comenzaron a oler una derrota en octubre y eso produjo algunos movimientos. Sanz, Duhalde, Macri y Francisco De Narváez, coquetean con la posibilidad de una gran entente antikirchnerista que les permita afrontar las elecciones con mayores posibilidades de forzar un ballotage. La derecha tendría allí una masa crítica.

Pero Alfonsín –quien fue sondeado por De Narváez que busca a toda costa un candidato presidencial– tiene algunos reparos, porque al sumar por derecha, podría perder el apoyo de los socialistas.

Sea como fuere, lo cierto es que en la oposición todos creen que Cristina Fernández pasa por su mejor momento derivado tal vez del crecimiento del consumo.

Pero eso no permite suponer a ningún dirigente razonable que la democracia pase por su peor momento.

Faltan siete meses para que la ciudadanía se exprese y allí se sabrá a ciencia cierta cuál es el humor de los argentinos.




ACLARACIÓN DE "MIRANDO HACIA ADENTRO" :

La nota original de Tiempo Argentino tenía los títulos invertidos. Decía "La Mentira tiene patas cortas. Los profetas del Apocalipsis" . Por decisión editorial de este blog ese título se puso al revés "Los profetas del Apocalipsis. La Mentira tiene patas cortas".

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