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domingo, 9 de enero de 2011

RAFAEL CORREA : “Pedí una pistola para defenderme”, entrevista realizada por Ignacio Ramonet (para "Miradas al Sur" del 09-01-11)


Arriba : Durante su reciente estadía en Buenos Aires, el Jefe de Estado andino presentó su libro “Ecuador, de Banana Republik a la No República”. (JUAN ULRICH)

Abajo : El primer mandatario sufrió en carne propia los gases lacrimógenos disparados durante la asonada policial de fines de septiembre en Quito. (AP)


Rafael Vicente Correa Delgado nació en Guayaquil el 6 de abril de 1963. Ganó las elecciones presidenciales de 2006 y obtuvo su posterior revalidación del cargo en las elecciones de 2009. Fue ministro de Economía en el gobierno de Alfredo Palacio en 2005. Luego de romper con él, fundó el movimiento político Alianza País con el que triunfó. El presidente ecuatoriano relata detalles inéditos sobre la tentativa de golpe de Estado que sufrió su país el pasado 30 de septiembre

El 30 de septiembre pasado, el principal regimiento de policía de Quito se sublevó contra el presidente Rafael Correa, que está llevando a cabo audaces reformas progresistas en Ecuador. El intento de golpe de Estado causó ocho muertos y 275 heridos, pero abortó. ¿Qué lecciones políticas ha sacado el Presidente de esa tentativa de derrocamiento? Para hablar de ello, de la Revolución Ciudadana, de la evolución de América latina y de diferentes frentes de política internacional, Rafael Correa nos recibe en el salón protocolar del Palacio Carondelet, en Quito.


Ignacio Ramonet –La tentativa de magnicidio del 30 de septiembre, usted la ha calificado de golpe de Estado. Algunas personas dicen que no lo fue. ¿Por qué considera usted que fue un golpe y no un simple motín policiaco?


Rafael Correa –Mi querido Ignacio, resulta que no sólo yo, sino lo propios países de Iberoamérica han declarado, en la última cumbre de Mar del Plata, su rechazo al “golpe de Estado del 30 de septiembre en Ecuador” porque de eso no hay ninguna duda. Sólo un ciego podría negarlo.
Los policías fueron claramente utilizados ese día, en base a la desinformación sobre una ley que era beneficiosa para ellos, como ahora lo reconocen ampliamente. En aquel momento, hablábamos con las delegaciones que nos enviaban, y nos decían: “No hemos leído la ley”. Se les explicaba y salían muy contentos.
Pero detrás, había toda una conspiración para desestabilizar al gobierno. De hecho, en el mismo Regimiento [de policía] Quito [que se amotinó], los reclamos no eran por un alza salarial, sino por el rechazo a que estábamos investigando atentados a los derechos humanos, y que estábamos pasando las competencias del transporte a los municipios. “Mueran los comunistas”, “Afuera Cuba y Venezuela”, “Viva Lucio Gutiérrez”, nos gritaron. Había toda una planificación para que se sumaran las Fuerzas Armadas, que finalmente no lo hicieron; para que salieran los ciudadanos a las calles, y no los lograron sacar. Trataron de sacar a los estudiantes a las calles, apenas dos o tres colegios en Guayaquil lo hicieron, nada más.
Y las informaciones de inteligencia posteriores me indican que eso fue planificado con tres semanas de anticipación. Lo que alteró todo el programa fue que me presenté en el Regimiento Quito y fui capturado. Pero la idea era sembrar el caos, durante dos o tres días, hasta que el gobierno cayese. No nos queda la menor duda de que fue un intento de golpe de Estado, de conspiración, de desestabilización.


I.R: –¿Piensa usted que fue imprudente yendo allí, al Regimiento? ¿Creyó usted que podía convencerlos únicamente hablando con ellos?

R.C. –Por supuesto, nunca nos imaginamos que había ese nivel de beligerancia. Ésa no es la forma de actuar. Yo he ido muchas veces a cuarteles policiales, militares, concentraciones de campesinos, indígenas, donde ha habido lugares de conflicto, transparentemente, en esa democracia directa que nosotros practicamos. Algunos han afirmado que el Presidente, usted lo acaba de decir, fue “imprudente”. ¡Imagínese! El Primer Mandatario, jefe máximo de la Policía, va a un cuartel de la Policía… ¿Es eso ser imprudente? Por favor…


I.R. –¿Su vida corrió peligro en ese momento?

R.C. –En ese momento tal vez no tanto; después, en el hospital policial, por supuesto. En un momento dado trataron de ingresar al tercer piso. Nos habíamos, si usted quiere, refugiado; no sé la palabra exacta, estábamos allí, en el último reducto que pudimos encontrar, porque cuando a mí me llevan de emergencia [después de haber sido herido] al hospital policial, enseguida cercan el hospital para evitar que salgamos… Entonces [mi escolta] me lleva al tercer piso, que era el lugar más seguro, y se cierra la puerta. Yo tenía todavía una reducida seguridad, cuatro o cinco personas que estaban dispuestas a dar la vida por el Presidente. En un momento determinado, [los golpistas] tratan de ingresar al tercer piso para tumbar la puerta, a tal punto que yo pido una pistola también para defenderme… Aunque yo no sé disparar, pero tampoco iba a permitir que me asesinasen tan fácilmente esos sanguinarios.
Por supuesto que ahí sentimos que estaban en peligro nuestras vidas. Como también cuando trataron de rescatarnos. Se fueron las luces, empezó el tiroteo, y sentíamos las balas encima de nuestras cabezas.

I.R. –¿Pensó usted que la “revolución ciudadana” se podía terminar con el magnicidio?

R.C. –Yo creo que nadie es indispensable, pero todos somos necesarios. Por supuesto, hubiera sido un golpe muy duro para la Revolución Ciudadana mi desaparición física. Pero esos son los grandes desafíos. Esto no depende de una persona, esto tiene que continuar y yo estaba seguro que si desaparecía físicamente en ese momento iban a salir miles de ciudadanos a tomar la posta, y no se iba a detener la Revolución Ciudadana. Pero obviamente hubiera sido un golpe muy duro para el proceso.


I.R. –¿Tiene usted la impresión de que realmente hubo un gran respaldo popular?
R.C. –Por supuesto. Eso nos dicen las encuestas. Nosotros llegamos al gobierno, al poder [en enero de 2007], prácticamente por una reacción espontánea de la ciudadanía. A diferencia de Evo Morales [en Bolivia] que viene de una lucha de muchos años de los movimientos sociales y dispone de una estructura de base; y a diferencia de Hugo Chávez [de Venezuela] que tenía el movimiento Quinta República.
Nosotros, en cambio, llegamos al gobierno sin movimiento, y siempre ha sido el desafío de construir esa estructura que, con el gran capital político que tengamos, se transforme en una estructura organizada, movilizada para impedir que grupos minúsculos puedan desestabilizar al gobierno como el 30 de septiembre pasado. En todo caso, sin esa estructura organizada, salieron decenas de miles de personas a las calles exponiendo sus vidas. Porque usted no se imagina, Ignacio, la brutalidad con la que actuaron los golpistas. Pese a eso, los ciudadanos seguían saliendo, y no sólo en Quito, sino en todas partes del país y del exterior, delante de nuestras embajadas. Hubo una reacción multitudinaria, más aún si consideramos que el gobierno todavía no dispone de ese movimiento político bien organizado y con capacidad de movilización.

I.R. –Usted ha dicho antes que los insurrectos trataron de tomar contacto con las Fuerzas Armadas. ¿Estaban implicadas las Fuerzas Armadas en el golpe?

R.C. –Mire, nosotros hemos recibido una conspiración permanente y esta gente sabe que no nos va a vencer en las urnas, y que parte de nuestro opositores vienen de las Fuerzas Armadas. Lo cual es una vergüenza para esta institución, como es el caso de Lucio Gutiérrez, un militar semiignorante, ambicioso de poder, pero tiene contactos en las FF.AA. Siempre su estrategia ha sido infiltrar la fuerza pública [Policía y Fuerzas Armadas]. Esto es producto de años de infiltración, y tienen infiltraciones en la Policía y en las Fuerzas Armadas. Las Fuerzas Armadas se han presentado más profesionales, con más liderazgo, y –tengo que decirlo con dolor, con respecto a la Policía–, con menos corrupción. Por ejemplo, uno de los detonantes de esta conspiración, que utilizó a la Policía, era que estábamos investigando atentados a los derechos humanos cometidos por la Policía, y que el tránsito iba a pasar a los municipios. El tránsito es una fuente de ingresos, muchas veces deshonesta, para algunos policías corruptos. Eso no existe en las Fuerzas Armadas que viven de su sueldo. Éstas saben que les hemos duplicado el sueldo, a los policías también, pero muchos policías no saben ni cuánto ganan porque sus ingresos vienen de otros lados.

I.R. –¿Hay alguna potencia extranjera implicada?

R.C. –No tenemos ninguna evidencia. Por el contrario, hubo una gran muestra de solidaridad por parte del Departamento de Estado de los Estado Unidos. Pero cuando llegamos al gobierno, nuestros servicios de inteligencia, unidades enteras de la Policía dependían de la Embajada de los Estados Unidos. Dependían totalmente, los gastos para investigar, pagos, doble sueldos. Excluimos que siguiesen esos contactos, incluso con el desconocimiento del propio gobierno de los Estados Unidos y de la propia Embajada. Usted sabe que la CIA y todas estas agencias actúan con agenda propia, eso no lo podemos excluir. De lo que sí tenemos certeza, es de que hay [en EE.UU.] todos estos grupos de extrema derecha, estas fundaciones que financian a los grupos que conspiran contra nuestro gobierno, les pasan dinero en forma camuflada, capacitaciones, unos nombres rimbombantes que, finalmente, financian a grupos opositores al gobierno y a muchos conspiradores.

I.R. –¿Es casualidad que haya habido una sucesión de golpes de Estado en los países de la Alianza Bolivariana de los pueblos de América (Alba)?

R.C. –No es casualidad. Claramente son intentos de desestabilización orientados a los gobiernos de verdadero cambio. Para la oligarquía latinoamericana, para los grupos norteamericanos más reaccionarios, para los halcones norteamericanos, la democracia en América latina es buena hasta que ellos digan que hay que cambiarla. La democracia no les interesa en absoluto, lo que les interesa es mantener sus privilegios, mantener sus posiciones de poder. Por eso, permanentemente, los países progresistas de la región, los de verdadero cambio, tenemos que soportar conspiraciones que usted ha señalado: Venezuela en 2002, Bolivia en 2008, Honduras, exitoso, en 2009, fracasado en Ecuador, en 2010. Todos golpes de Estado atípicos. Tal vez el más cercano a los típicos fue el de Honduras. Antes, los golpes de Estado en América latina, usted sabe que se realizaban cuando un general venía con su fuerza, su batallón, su compañía, sacaba al presidente y tomaba el poder. Eso ya es imposible, al menos en Latinoamérica, por eso tienen que camuflarlo en otras formas. De ahí estos golpes de Estado que hemos llamado “no ortodoxos”. Recuerde que, en Venezuela, se dijo que eran “protestas populares” y que el presidente Chávez había renunciado, sacaron imágenes en la televisión indicando que los chavistas habían disparado, cuando les dispararon a los chavistas, y crearon una atmósfera como de confrontación ciudadana. Así camuflan esos golpes.

I.R. –¿Qué responsabilidad tuvieron los medios de comunicación privados?

R.C. –Enorme, son unos conspiradores permanentes. Son los “perros guardianes” del statu quo. Eso no es nuevo ni en Ecuador, ni en América latina. Eso es lo que permanentemente hemos recibido desde nuestro primer día de gobierno, sobre todo por no someternos pasivamente a la prensa, que se considera un poder omnímodo. Lo era, pero está cambiando esa situación y es lo que más les preocupa. Han tratado de sembrar cizaña y desestabilizar al gobierno desde el primer día. Lo del 30 de septiembre fue fruto de lo que sembraron, porque ellos fueron de los primeros en crear desinformación sobre la ley. Tratando de ponernos a los servidores públicos en contra, porque propusimos pagarles la mitad de su indemnización en bonos, pero lo que no decían es que antes no había indemnización.
Antes, un servidor público que trabajaba 40 años se jubilaba con sus cuatro últimos salarios, si ganaba $500 salía con $ 2000, si ganaba $3000 salía con $12.000. Hoy pueden salir hasta con $36.000, ganen $500 o $3000, es decir: equidad. Porque tenemos a funcionarios de 80 años trabajando; no se retiran, porque antes no había ninguna indemnización, las jubilaciones eran de miseria. Ya no lo son. Obviamente pensamos que, con ese incentivo, se iba a retirar mucha gente, por eso propusimos en la ley que se pueda pagar hasta la mitad de esa indemnización, que no existía antes, con bonos del Estado que es una gran inversión. No se imagina la campaña que hicieron para decir que estábamos “estafando” al sector público. Entonces, aquí recibimos una permanente conspiración de esos medios de comunicación privados que generalmente son tremendamente corruptos y tremendamente mediocres.

I.R. –Hay una frase de Trotsky que dice: “La revolución necesita el látigo de la contrarrevolución”. ¿Piensa usted acelerar, radicalizar la Revolución Ciudadana?
R.C. –Por supuesto. Primero, estamos de acuerdo: no hay revolución sin contrarrevolución. Esto no se cambia sin tensiones, el proceso de cambio en América latina tiene grandes resistencias, que si no se manifiestan no es que no dejaron de existir, pero están esperando la oportunidad para liquidar esos procesos de cambio por todos los medios, como lo demostraron aquí el 30 de septiembre, agrediendo, disparando, matando, rompiendo la Constitución, tomándose la Asamblea, por todos los medios.
Necesitamos un cambio radical, profundo y rápido de la estructura vigente, pero también para llenar unos vacíos que teníamos. Sí, tenemos que ser autocríticos – por ejemplo, yo vengo de la Academia, estas cuestiones de seguridad e inteligencia no son mi campo– y tal vez por descuidarnos de esto, permitimos que se diera un 30 de septiembre. Tenemos que poner mucho más énfasis, mucho más cuidado en la parte de seguridad y en la parte de reconstruir los mecanismos de inteligencia, que tuvimos que, prácticamente, deshacer y volver a empezar. Porque, le insisto, no le estoy exagerando, Ignacio, aunque lo parezca: cuando llegamos al gobierno, los directores [de los aparatos de seguridad] eran puestos por la embajada de los Estado Unidos, pagados por la Embajada de los Estado Unidos. Aquí no había gastos reservados, no había gastos para inteligencia. Ya hay una nueva Ley de Seguridad que creó esos fondos. Los fondos para inteligencia eran pagados por la Embajada de los Estados Unidos; entonces era inteligencia de los Estados Unidos y no del país.

• “Queremos que los banqueros dejen de controlar los medios”

I.R. –Su gobierno está proponiendo una ley sobre la propiedad de los medios de comunicación que aparece como una de las más avanzadas del mundo. ¿Qué resistencias está suscitando la adopción de esa ley?


R.C. –Bueno, no sé si usted se refiere a lo que dice la Constitución, que prohibió que grupos financieros posean medios de comunicación y justo el plazo se acababa en el mes de octubre de 2010. Yo, en agosto, anticipé: “¡Estén atentos! Se puede esperar cualquier cosa”. Porque quitarle al sector financiero los medios de comunicación es un cambio real en las relaciones de poder. Antes, en este país, ¿qué podía hacer usted contra la banca? Si la banca, de los siete canales nacionales de televisión, poseía cinco… Y los otros dos, los controlaba mediante la publicidad. O sea que si usted quería legislar sobre tasas de interés, tenía una campaña permanente de “atentado a la propiedad privada”, a “la iniciativa privada”, a “la libre empresa”; y los dos canales que no eran de la banca tenían que quedarse calladitos porque, si no, perdían publicidad. Era un poder enorme. Entonces ésta es una medida que cambia realmente las relaciones de poder en nuestro país. Ya lo anticipé: “¡Estén muy atentos! Porque esta gente va a internar cualquier cosa para evitar llegar a octubre y que tengan que entregar los medios de comunicación”. No me equivoqué. Probablemente [el intento de golpe de] el 30 de septiembre fue una cosa fundamentada en esto, con financiamiento de parte de banqueros corruptos, de representantes del sector financiero que no querían perder sus medios de comunicación.
Pero les falló el golpe, y en octubre tuvieron que entregar los medios de comunicación. Estamos revisando algunas transacciones aparentemente ficticias que se han hecho, cambio de propiedad pero formal, los mismos banqueros quieren seguir manejando esos medios. Entonces es un golpe durísimo a favor del cambio de las relaciones de poder en función de las grandes mayorías. Y, por otra parte, en efecto, se está discutiendo una ley en la Asamblea Nacional, una ley muy avanzada para que la ciudadanía controle los excesos de cierta prensa. Pero no se imagina el ataque que ha recibido esa ley, la campaña tal vez más grande de este país, páginas enteras en los periódicos, todo coordinado, todos los periódicos con páginas enteras diciendo “más respeto”, “nuestra libertad está en juego”.

I.R. –¿Cómo explica usted que América latina sea hoy la región del mundo dónde más experiencias progresistas se están llevando a cabo?

R.C. –Coincidencias muy felices, ¿no? Y abusos en la falta de límites de la burguesía. Nos explotaron demasiado. O sea con el neoliberalismo, y después con el señor [George W.] Bush. Por ejemplo, los bancos centrales autónomos. ¿Qué eran los bancos centrales autónomos? Independientemente de quién llegase al poder, seguían haciendo la misma política monetaria. Eran autónomos de nuestra democracia, de nuestros pueblos, pero bien dependiente de la burocracia internacional. Entonces [ese sistema] estaba hecho para que nada cambie. Además del fracaso económico, social, democrático de estas décadas de la larga noche neoliberal.
América latina perdió hasta la dignidad, la autoestima, a nadie le sorprendía que viniese un burócrata del FMI a decirnos qué hacer, a revisarnos las cuentas. Ahora, baja un burócrata del avión y por el mismo avión se va de regreso. Yo nunca olvidaré –y esto me clarificó mucho las cosas, como lo acabo de decir en la Cumbre Iberoamericana–, cuando fui a acompañar a Cristina [Fernández] frente al féretro de Néstor Kirchner, pasaban decenas de miles de argentinos, sobre todo jóvenes, y nadie decía: “Gracias Néstor por haber aumentado las reservas monetarias”, o “Gracias Néstor por haber reducido el riesgo país”, decían: “Gracias Néstor por habernos devuelto la dignidad”. O sea América latina prefiere el riesgo de ser libre a la nefasta solvencia de los serviles.

Por

Ignacio Ramonet, director de "Le Monde Diplomatique".

contacto@miradasalsur.com


Publicado en :

http://sur.elargentino.com/notas/pedi-una-pistola-para-defenderme

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