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domingo, 19 de diciembre de 2010

MAGNETTO HA DEJADO DE TENER RAZÓN, por Roberto Caballero (para "Tiempo Argentino" del 19-12-10)


El “autopremio” del CEO de Clarín en complicidad con ADEPA

Magnetto puede autopremiarse mintiendo apoyo y manipular la realidad para confundir a todos, pero cuando comienza a creer aquello que inventa, lo único que está mostrando es debilidad.

Nada desnuda más la soledad de una persona que el autohalago. Verlo a Héctor Magnetto, en compañía de su biógrafo oficial, José Ignacio López, durante la cena de ADEPA, donde el CEO de Clarín se autopremió como paladín de la “libertad de expresión”, comprueba que el hombre que alguna vez se pensó más poderoso que un presidente democrático –según reveló Samuel “Chiche” Gelblung–, está en franco declive.
Hasta el año pasado, Clarín daba sus premios a los mejores de cada rubro artístico. La fiesta era un clásico que transmitía en vivo Canal 13. Este año, sin embargo, tuvo que suspenderla por temor a los discursos y buscó consuelo en ADEPA, la entidad que agrupa a las patronales de diarios y revistas que le otorgó la distinción –junto a Bartolomé Mitre– más insólita de los últimos tiempos. Tanto Magnetto como Mitre están siendo investigados como presuntos partícipes en delitos de lesa humanidad cometidos durante el traspaso ilegal de Papel Prensa, en 1976. Ya era absurdo el reconocimiento de las patronales mediáticas a las dos expresiones más claras de la connivencia civil con la dictadura: Magnetto y Mitre manejaban los diarios de mayor tirada en la Argentina cuando toda una generación fue eliminada por el terrorismo de Estado. Pero, además, hacerlo ahora, cuando la justicia atesora sus nombres en expedientes abiertos por delitos imprescriptibles, en el marco del Estado de Derecho, es un atrevimiento corporativo antidemocrático, rayano en la provocación.
Hace tiempo que el Grupo Clarín perdió, aunque todavía no se haya dado cuenta. Comenzó a perder, en verdad, el día que Néstor Kirchner identificó públicamente a Magnetto como la cara de un poder que se asumía por encima de los otros poderes de la democracia. La errada estrategia de pelea en el barro que, desde entonces, Magnetto se dio para atacar al gobierno, en vez de generarle solidaridades, lo único que logró fue sumar adhesiones al kirchnerismo, de muchos que no eran ni se imaginaban siquiera como kirchneristas hace dos años. Eso es perder. El diario más importante de la Argentina –con el mejor plantel periodístico del país– cedió sus primeras 18 páginas de cada edición a difamar, dañar, lastimar y esmerilar a todos los funcionarios, con razón o sin ella, resignando su oferta a un malentendido cotidiano que aburre y molesta, incluso, a los antikirchneristas más duros. Eso también es perder. Hasta hace poco, si Clarín decía que iba a llover, la gente compraba paraguas. Es probable que hoy, si anuncia granizo, los autos sigan en la calle sin que nadie se preocupe demasiado. Eso se llama perder credibilidad.
De todos modos, Magnetto sigue siendo poderoso. Subestimar el poder de fuego de sus casi 200 licencias radiales y televisivas, o su alianza económica con el Grupo Techint en la Asociación Empresaria Argentina (AEA), sería una estupidez. Perdió Magnetto, y perdió mucho en estos dos años, pero todavía hay comunicadores, jueces, políticos (opositores y también oficialistas) que orbitan alrededor suyo, defendiendo una mirada conservadora, que se resiste a un orden nuevo de las cosas distinto al que había. Por caso, el día que Magnetto se autopremió en ADEPA, además de su biógrafo oficial López, en el cuarto piso del Hotel NH de la calle Bolívar, estuvieron presentes Ricardo Alfonsín, Patricia Bullrich, Norma Morandini, María Eugenia Estenssoro y Jorge Fontevecchia quizá para hacerlo sentir menos solo. Es cierto, no somos necios: la sola presencia no implica incondicionalidad. Pero después del testimonio lacerante de Lidia Papaleo, la histórica presentación en la Casa Rosada de la presidenta sobre Papel Prensa, la declaración de “interés público” en Diputados del proyecto de ley que regularía el monopolio del insumo básico para periódicos, el indesmentible vínculo con el poder dictatorial y el usufructo empresarial de esa relación en las últimas décadas por parte de Magnetto & Cía, uno podría preguntarse en voz alta y sin malicia qué necesidad había de ir a aplaudirlo, el mismo día que trabajadores gráficos de Clarín mantenían una huelga de hambre para ser reconocidos como delegados en AGR, empresa del grupo.
En los últimos 30 años, Magnetto condujo el proceso más exitoso de Clarín. No se puede negar: llegó a vender 1 millón de ejemplares los domingos (hoy 700 mil y 190 mil en la semana, reales), transformó sus tapas en la agenda que sigue todo el circuito tradicional de medios, se quedó con la conducción de la empresa de papel hundiendo sus propios costos, atacó o coptó por vía de la compra o la amenaza a sus anunciantes cualquier proyecto editorial que pretendiera hacerle sombra, resistió cualquier intento de organización sindical en sus empresas, le sacó a Menem los canales y radios, a Duhalde la Ley de Bienes Culturales y a Kirchner la extensión de las licencias. Es decir, que convirtió a un diario mediano en un holding comunicacional inmenso, llevando su facturación a cifras exorbitantes. Todos los accionistas del grupo, empezando por Ernestina Herrera, deberían saberlo: Magnetto logró todo eso.
Pero el mejor jugador, con el paso de los años, aunque no quiera, saca panza, se convierte en técnico y pone una escuelita de fútbol. El tiempo es cruel para todos. En la entrevista que Perfil publicó ayer a Magnetto, el CEO de Clarín tiene las típicas definiciones de alguien abatido. Sabe mejor que nadie que le queda menos de un año para derrotar a Cristina Kirchner: un gobierno revalidado en la urnas, más cohesionado ideológicamente y con mayor presencia en ambas cámaras es un adversario democrático portentoso para cualquier corporación, incluida la de Magnetto. Por eso, cuando el periodista de Perfil le pregunta: “¿Y qué pasa si gana Cristina de nuevo?”, él responde: “Creo que falta mucho para eso.” Es evidente que su análisis no reposa en el calendario, sino en el deseo. Magnetto necesita tiempo. Mucho más tiempo político del que tiene. Pide alargue, quiere llegar a los penales, busca un gol de último minuto, lo que sea con tal de no seguir perdiendo.
Pero en un partido, los dos equipos son responsables del resultado. Para que uno pierda, el otro tiene que ganar, y viceversa. En el fútbol, como en la vida, para ganar, primero hay que evitar perder. El más sabio de los estrategas falla si desacierta la táctica, y la táctica acertada es consecuencia de una lectura correcta (es decir, real) de la realidad. Para que se entienda mejor: la noticia de tapa del Clarín de ayer es la prueba cabal de que Magnetto se está quedando solo porque alimenta sus propias decisiones con una fantasía. Así como Galtieri no pudo ganar la Guerra de Malvinas ni con las tapas de Clarín (que voceaban la victoria donde sólo había pibes con hambre), la victoria pasa a ser una utopía para Magnetto cuando ahora consume lo que antes reservaba solamente a sus audiencias.
Veamos qué dice Clarín en su tapa de ayer, a título catástrofe: “Otra vez violencia: enfrentamientos y furia en Lugano”. Está ilustrada con la imagen de un hombre con la cara tapada, disparando con una gomera, detrás de una reja. En el copete, un poco más lúcido, admite que “hubo heridos leves”. Cualquier extranjero, de visita en el país o leyendo la versión digital del diario, puede suponer que vivimos una guerra civil, con insurrecciones a la vuelta de la esquina. Sin embargo, la portada del principal diario de la Argentina alude al siguiente conflicto: una canchita de fútbol fue ocupada por un centenar de habitantes de una villa vecina que vivían hacinados. La canchita en cuestión mide 20 x 80 metros. Hay un grupo de vecinos, no más de 100, que protesta. No los quiere ahí. Toda la violencia se circunscribe a un intercambio de piedrazos (uno de ellos alcanzó a Julio Bazán, el cronista de TN) en un perímetro reducido, todo bajo la atenta mirada de la policía, que está ahí hasta que una orden de desalojo se haga efectiva. Mientras esto sucede, los canales de noticias repiten las imágenes durante toda la tarde y dan micrófono a los vecinos más exaltados, que convocan a otros vecinos de la zona, que nunca acuden. En paralelo a la intencionalidad de Clarín por amplificar y azuzar al conflicto de Villa Lugano, el viernes 17, en la Argentina, morían una nena de once años en La Pampa y un camionero en Bahía Blanca. Ambos, en accidentes de tránsito que provocaron, además, cinco heridos en total. Pero esto no es todo: hubo dos asesinatos (es decir, homicidios violentos). Uno, el de un policía, en Rafael Castillo. Y otro, el de un preso, también en Bahía Blanca. Ayer mismo, sábado 18 de diciembre, hubo otros siete muertos en distintos accidentes y 31 heridos, dos de ellos graves; y dos asesinatos.
Magnetto puede autopremiarse mintiendo apoyo y manipular la realidad para confundir a todos, pero cuando comienza a creer aquello que inventa, lo único que está mostrando es debilidad. Es como un mago que comienza a creer que la magia existe por fuera de los trucos. Su destino ya no es Las Vegas, sino un lugar más sórdido, ese donde se amuchan los que han dejado de tener razón.

por Roberto Caballero.


Publicado el 19 de Diciembre de 2010 en :

http://tiempo.elargentino.com/notas/magnetto-ha-dejado-de-tener-razon

2 comentarios:

  1. armemos los premios yupanqui, lo diseño sí vos ponés la plata, el primero te lo damos a vos... o a mí por la escasa labor que he hecho en pos de nuestra santa y sagrada comunidad!

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  2. muy bueno el analisis sobre Magnetto,, me lo lei todo

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