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lunes, 22 de noviembre de 2010

EL CACHETAZO NO SORPRENDIÓ A NADIE, por Alejandro Horowicz (para "Tiempo Argentino" del 22-11-10)


Este ataque a la investidura parlamentaria, a la garantía de la libre expresión en el recinto, mereció diversas justificaciones pero ninguna condena. El golpe real de Camaño sintetiza el golpe virtual de la oposición parlamentaria.


El cachetazo de la diputada Graciela Camaño transparenta la política nacional. El linaje político de esas formas de hostilidad no constituye un secreto, y el doble discurso valorativo –depende de quién pegue se aplaude, se calla o se apostrofa– alcanzó una suerte de clímax mediático. La rencorosa fiesta parlamentaria es la contracara de un rango de inepcia pocas veces igualada. A saber, no sólo no dieron quórum en diputados para elidir el debate sobre el Presupuesto nacional 2011, transformándolo en una seguidilla de denuncias y chicanas sin sustento operativo –la Comisión de Asuntos Constitucionales resolvió archivarlas–, sino que el radicalismo terminó proponiendo sesiones extraordinarias para debatir un tema cajoneado por esa oposición obstructiva.
Tanta torpeza sólo se explica por la rencorosa unidad que permite disfrutar del cachetazo como si su destinatario fuera el gobierno, en la tapa de la prensa comercial, pero impide cualquier acuerdo más consistente: para este modelo de oposición, la política se reduce a la tapa de esos diarios. La sociedad argentina lo sabe, y las encuestas no hacen otra cosa que graficar numéricamente esta valoración compartida. Esta sustitución de la actividad política por la chicana parlamentaria volvió a instalar los programas de chimentos televisivos a la cabeza de la hegemonía discursiva. Incluso los que detestan al gobierno –que no son exactamente pocos– no dejan de reconocer y subrayar la absoluta inconsistencia de la oposición. Es decir, miden la fortaleza política del oficialismo en términos relativos, comprueban que el tiempo se les fuga y la única candidatura opositora que por ahora sigue en pie es la de Ricardo Alfonsín. Y a nadie se le escapa que si las cosas siguen al mismo tranco, el 2011 será un paseo electoral para el oficialismo.
La derecha argentina no se caracteriza, nunca se caracterizó, por la abundancia argumentativa. Hace un rato que practica una suerte de solipsismo discursivo. Esto no transforma al diputado Carlos Kunkel en una carmelita descalza, pero de ahí a caracterizarlo de “provocador profesional” media un paso excesivamente largo. Los dichos de Kunkel no formarán parte del refranero de Lord Brummel, tampoco es eso lo que se espera de un tribuno de la plebe, pero la idea de que la presidenta de la Comisión de Asuntos Constitucionales de la Cámara de Diputados no guarde ni elementalmente las formas, sólo puede integrar la argumentación del ingeniero Macri, un funcionario que ni siquiera respeta las reglas del tránsito, y por tanto no cree que tenga que pagar las multas del auto oficial por exceso de velocidad. No olvidemos las reflexiones del filósofo Alfredo Yabrán: poder, esto es, capacidad para la impunidad
Retomemos el hilo; el cachetazo más que desconocer las reglas del degradado juego parlamentario, sintetiza una estética política compartida. De ahí que sin enrojecer la doctora Carrió –que gusta vestirse con los oropeles de una constitucionalista académica– no vacile en instigar a Luis Barrionuevo, que no requiere ser instigado precisamente, para que golpee al diputado Kunkel en serio. Y lo dice tras informarnos que “quiere mucho” a la presidenta de la República. Leyeron bien, la quiere mucho. Sólo una exhibición de cinismo cristiano explicito, a cargo de la diputada Cynthia Hotton y su marido, permite igualar esa marca. Para los demás este ataque a la investidura parlamentaria, a la garantía de la libre expresión en el recinto, mereció diversas justificaciones pero ninguna condena. En apretada síntesis, el golpe real de Camaño sintetiza el golpe virtual de la oposición parlamentaria.
El doctor Freud nos explicó, hace ya mucho tiempo, que cuando Juan habla de Pedro no es poco lo que cuenta sobre el propio Juan. Y ese es exactamente el caso. El verdadero escándalo es que esa conducta, anterior al lenguaje articulado, no escandalice y adquiera el permisivo tono de una estudiantina jocosa. Esto es grave, pero mucho más grave resulta que la sociedad en lugar de procesar la naturaleza de un debate altamente significativo –el Presupuesto nacional 2011– sea distraída con malas artes y peores objetivos. Precisemos: La propuesta de incluir como coeficiente de corrección presupuestaria una tasa inflacionaria del 25% anual –rechazada por el oficialismo– no es un tecnicismo opinable, sino un atentado contra los ingresos populares.
Vale la pena explicarse. Los procesos inflacionarios reconocen dos fuentes. Una, significativo aumento de la masa monetaria –emisión sin contrapartida productiva– cosa que nadie señaló con razón, ya que el Banco Central no está incrementando la liquidez sistémica. Dos, aumento del costo de los insumos utilizados en la producción de bienes industriales. Como la economía está globalizada, semejante aumento debería reflejarse en la cotización y la composición de las importaciones. Cualquiera que observe el comportamiento de los precios en el mercado mundial, y observe el superávit de la balanza comercial, constatará que hasta ahora permanecieron planchados, pese a la depreciación del dólar. Ergo, ninguno de los dos motores capaces de alimentar un proceso inflacionario está por el momento encendido. Entonces, sostener vía Presupuesto 2011 una tasa inflacionaria inexistente equivale a legitimar a priori una subida de precios. Esta remarcación estimulada de precios, ya que de eso se trata, atenta contra la demanda solvente del conjunto de los sectores populares. Es decir, facilita una transferencia de ingresos hacia la cúpula empresarial concentrada, sin tener que aumentar la inversión productiva en un solo dólar. Esa es toda la estrategia presupuestaria del denominado Grupo A, y resultó defendida desde la vicepresidencia de la Unión Industrial Argentina. Ahora nos queda claro qué hay detrás del cachetazo de la diputada Camaño.





Periodista, escritor y docente universitario.


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