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domingo, 24 de octubre de 2010

LA VIOLENCIA COMO BANDERA, por Florencia Peña (para "Tiempo Argentino" del 24-10-10)


Por Florencia Peña

Da la casualidad que el líder del grupo que participó en el asesinato de Mariano es José Pedraza. Que es gremialista desde la época del proceso. Y en el menemato se hizo un festín. Son la patota de los intereses patronales. Son los que defienden la parte empresarial. Y lo hacen a los tiros.

La violencia es el miedo a los ideales de los demás.
Mahatma Gandhi

Fue un miércoles de horror. La muerte es impredecible, pero cuando sorprende de la peor manera se vuelve abrumadora. A Mariano Ferreyra le quitaron la vida. Solidario, decidió ponerle el cuerpo al reclamo de los trabajadores tercerizados del Ferrocarril Roca. Y llevó su militancia (en el Partido Obrero) hasta las últimas consecuencias. En el enfrentamiento con un grupo ligado a la conducción de la Unión Ferroviara, un disparo de arma de fuego terminó con su vida y dejó heridos de bala a otros dos compañeros. El hecho, más que repudiable, nos recuerda otras dos muertes militantes, las de Darío Kosteki y Maximiliano Santillán. Pero con una diferencia: aquellas muertes, con armas policiales, fueron el resultado de la represión del Estado, con Duhalde (presidente) y Felipe Solá (gobernador de la provincia) a la cabeza.
En aquel entonces los trabajadores reclamaban por la falta de empleo: eran épocas de ajuste y flexibilización laboral, de empresarios insaciables y sindicalistas arreglados. Ahora, la cosa cambió. El Estado no ataca, ni reprime las acciones de los movimientos sociales, mal que les pese a los medios: sponsors oficiales de la políticas represivas. Porque después de varios años de políticas de inclusión social y un fuerte crecimiento en la cantidad de puestos de trabajo, y a pesar de cargar con el estigma de ser una amenaza constante, los sindicatos recobraron fuerza y legitimidad: volvieron a representar a las bases, que se vuelven a unir en luchas por la equidad, por la recuperación y la ampliación de sus derechos.
Desde la llegada de los militares al poder, los trabajadores fueron perdiendo muchos derechos conquistados en las décadas previas. Y muchos de los dirigentes que presentaron resistencia fueron desaparecidos. Años más tarde, en la vuelta de la democracia, Alfonsín no pudo con los intereses económicos concentrados y muchos gremialistas, dóciles y corruptos, fueron, por aquellos días, cómplices de las políticas económicas de Menem y De la Rúa. ¿Se acuerdan de la flexibilización laboral ? ¿La que empujó a la pérdida de empleos, precarización, contratos temporarios, reducción de los salarios? Esas políticas de exclusión derivaron en la marginalidad de gran parte de la sociedad, mientras nuestra riqueza se fugaba al exterior.
Muchos de los que fueron gobierno en ese entonces hoy siguen siendo personajes centrales de la escena política. Hoy ocupan lugares clave en las bancas del Congreso. Se llenan la boca hablando del pueblo, la democracia y sus derechos y están viendo qué tajada política obtienen con esta muerte. A quién se la cargan y qué beneficios van a obtener. Porque “estos morochos patoteros son todos delincuentes. Hay que reprimirlos. No nos dejan circular. No es extraño que haya heridos y un que otro muerto, porque usan la fuerza como derecho. Que se maten entre ellos, que nos hacen un favor.” Esto es lo que piensa por lo bajo cierta gente “bien”. Cierta gente que todos conocemos y que, cada vez más, demuestra que no tiene la más mínima sensibilidad social. Gente que se queja por no poder pasear tranquila con sus autos caros. Que insiste con sus reclamos por la inseguridad, a ver si algún día se da el gusto de que ejecuten a alguien, y el país, gracias a la pena de muerte, se convierte en “un país en serio...”
Esos a los que no les interesa hablar de inclusión o de políticas sociales. Los que no quieren pagar sus impuestos porque están enfermos de poder. Porque los mayores evasores de impuestos del país son estos personajes que intentan, con artilugios de todo tipo, no hacerse responsables de sus deberes como ciudadanos. Y que si pueden comprar un auto para discapacitados y con eso bajar el costo de un coche de lujo lo hacen sin ningún pudor. Porque no pueden concebir la idea de comunidad, de pueblo, de que vivimos juntos y es fundamental que nos vaya bien a todos. Son los que dicen que es rencoroso revisar el pasado. Que hay que dejarse de joder. Que no revolvamos a ver si no salimos manchados. Que no les interesa la política, pero se consideran formadores de opinión. Que no quieren hablar de nada más que de sí mismos, ególatras mezquinos.
Y cuando hablan de “actualidad”, ¿qué destilan? “Ahora resulta que estos negros también luchan por sus derechos. Hacen actos multitudinarios. Arrean 100 mil personas y encima se los ve contentos. Con todo lo que está pasando en la Argentina y estos como si nada.” La fuerza de los gremios y los sindicatos, la movilización de los trabajadores está molestando a varios. Es un tumor para los poderosos. Les provoca odio. No están dispuestos a ceder ni un centavo. La oligarquía considera que nos estamos poniendo demasiado latinoamericanos y que el socialismo es la antesala del comunismo. Y están espantados.
Y en este contexto, a hechos como la muerte de Mariano hay que analizarlos detenidamente. Para distinguir qué interpretaciones se hacen y por qué. Porque da la casualidad que el líder del grupo que participó en el asesinato de Mariano es José Pedraza. Que es gremialista desde la época del proceso. Y en el menemato se hizo un festín. Este señor y sus hombres van a cumplir décadas de defender a la patronal. Son la patota de los intereses patronales. Son los que defienden la parte empresarial. Y lo hacen a los tiros. Estos tránfugas, nada tienen que ver con los trabajadores y militantes, que luchan por mejorar las condiciones precarias en la que se encuentran muchos de sus compañeros. Separemos el agua del aceite. Y en eso está hoy la Argentina: en una lucha encarnizada entre los que tienen tanto y viven con total impunidad, y los que menos tienen y quieren achicar la brecha hacia la igualdad. Y todavía hay quienes consideran esas luchas signos de tercermundismo. Esos que se la pasan hablando de capitales del planeta, y de que no existimos. Que somos unos piojos al lado de países como ¿¿¿Francia???
A esta altura tendríamos que darnos cuenta de que hay muchas cosas del “primer mundo” que son bárbaras. Pero cuando se intentan aplicar acá, estos mismos que se llenan la boca hablando de “ser un país en serio”, se agarran la capocha. ¡¡¡Stop!!! Todo bien, muchachos mientras no se metan con sus bolsillos. Tranquilos, porque te mandan la “patota”. Hay cosas que no son para nosotros: como la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas. ¡¡Que barbaridad!! Porque si los sindicatos quieren que la gente que hace mover al país mejore su calidad de vida, entonces “desalientan a los inversores”. Y por ese lado vuelven todas las cantilenas neoliberales. Del FMI que sigue animando a darnos recomendaciones, como achicar el “gasto público”, o sea, educación, vivienda, seguridad social... Y la de todos sus aliados locales que ya no saben en qué más contradecirse, ni qué hacer con los últimos diez años de sus curriculum.
Pero hay una diferencia entre la política como un puro espectáculo y las políticas concretas que repercuten sobre las condiciones de vida de las personas. La primera trabaja en un plano ideológico y es la que busca allanar el camino a intereses generalmente oscuros y predatorios: es la política que no se reconoce como tal, la de los afiches, la de las tapas de los diarios y revistas, la de los programas de charlas y los títulos de noticieros y canales informativos. La de bajar línea, instalar una realidad, sacar y poner candidatos, pero sin hacerse cargo.
La segunda, las políticas concretas, que inevitablemente necesitan ser visibilizadas, aunque no siempre lo logren porque no es lo que vende, lo que divierte, lo que asombra o estremece, esas políticas son las que desde hace varios años hacen que el país esté cada vez mejor: las que hacen que millones de personas reales tengan más trabajo, más ingresos, más educación, más salud y más infraestructura a su disposición. Y aunque nos sigan bombardeando con falsedades y datos irrelevantes, esas políticas siguen avanzando, profundizando cambios, y tarde o temprano, salen a la luz como los mineros, como la verdad.

Publicado en :
http://tiempo.elargentino.com/notas/violencia-como-bandera

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