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lunes, 19 de julio de 2010

LO QUE TE CUESTA 678, por Carlos Barragán (para "Miradas al Sur")


Cada vez que Ernesto Tenembaum aborda el tema del periodismo no puedo evitar las ganas de contestarle. ¿Por qué? Porque lo que repite en sus columnas –invariablemente– se puede resumir así: el periodismo independiente existe, y está denunciando a este Gobierno corrupto hasta el tuétano, un gobierno tan corrupto que pone dinero para que unos mercenarios se dediquen a estropear a ese buen periodismo. Fin.

Así sucede una vez más en La Casualidad Permanente , donde Ernesto nos brinda un listado de casos de corrupción (ninguno probado en la Justicia, porque ya aprendimos que cuando la corrupción es tan honda, no hay juez capaz de probarla) y cita a los buenos periodistas que denuncian esos casos, refiere a los funcionarios que salen del Gobierno y a su vez lo denuncian, y cierra con una frase que juega al hermetismo: “Mucho más fácil es alinearse o cerrar el pico o hacer, digamos, por poner una cifra casual, unos once millones al año por, apenas ensuciar personas honestas”. Y yo que soy re-astuto me avivé: “cifra casual” es irónico, ¡los de los once millones somos nosotros! Somos los de 678 los que nos alineamos para ensuciar a personas honestas.


La afrenta.

En los días calientes del facebook de 678 alguien llevó una foto de Ernesto con un billete de dólar tapándole la boca. Era su propia interpretación a nuestras críticas a los medios. Indigerible semejante afrenta para Ernesto, nos la cobra eternamente a nosotros por decir que el periodismo independiente es una falacia construida por los mismos periodistas que para mantenerse en pie deben surfear las olas de la historia negando estar sobre esas olas.Esa magia me recuerda a la de la Iglesia. Los periodistas no son seculares, no son atravesados por las pasiones de la época, ni las políticas, ni las sociales ni las económicas. Están entre los hombres, pero no son hombres comunes. Y si Dios no los ilumina, los ilumina la verdad. Aunque como la Verdad ya es un concepto arrumbado, Ernesto prefiere hablar de Honestidad como un mangrullo desde donde el periodista logra ser independiente.


El pelotudo .

Cuando fue su día, el Día del Periodista, Ernesto conversó telefónicamente con Lanata, por ser un ejemplo de “los buenos”. Lanata en aquella oportunidad explicó que Víctor Hugo Morales defendía al Gobierno no porque fuera mala persona sino porque es un ingenuo al que lo llaman por teléfono y lo operan. Lo trató tácita y cariñosamente de pelotudo. Y pocos segundos después se despachó con una crítica a la figura de Walsh como ejemplo de periodista. Dijo Lanata que él nunca hubiera pertenecido, como Walsh, a una organización que debutó matando a un tipo en un sótano. Idea que a Ernesto le pareció maravillosa, ambos autosatisfechos por sus lecturas pampeanas, chatas, fáciles: Montoneros fue un grupo que mataba gente en sótanos, y el que defiende a este Gobierno –si no está vilmente comprado– es un pobre pelotudo.

Si en Ernesto la honestidad es el non plus ultra de la independencia periodística, podría haberle preguntado a Lanata por Crítica . Digo, para saber por qué Crítica fue un diario de baja honestidad durante el conflicto con el sector del agro. Preguntarle por qué se dedicó sistemáticamente a colaborar con poco disimulo con la causa sectorial, a engrandecer la figura de sus dirigentes, a ofender la inteligencia con sus titulares, “Guerra gaucha” y otras estupideces por el estilo, cuando cualquiera veía los colmillos de la Sociedad Rural y los pooles sojeros detrás de aquel reclamo/exigencia con un estilo de presión tan poco gaucho . Y quizá preguntarle por qué convocaba a tanto forista fascista, y por qué la Presidenta sólo aparecía como una caricatura, imbecilizada, tratada como una vedette vieja y medio chapa. Como también debería haberle preguntado por qué dejó al improbablemente fiable Sr. Mata al frente de su amado diario. Digo, porque a mí me gustaría saber por qué su diario Crítica fue una mierda y terminó como la mierda.


La cifra.

Si el periodismo independiente existe, honesto y bueno en la concepción de Ernesto, sólo existe en tanto atacante a ultranza del Gobierno.

Porque si atacás al Gobierno, si denunciás casos de corrupción (reales, probables, imaginados, deseados, inventados o sospechados) tenés el carnet de independiente. Aunque cobres una “cifra casual” de varias decenas de miles de pesos de la empresa que sea. Pesos que nadie quiere averiguar porque lo paga una empresa, y tiene derecho a ocultar sus cuentas. Aunque esa empresa –para evitar que su dueña vaya presa por crímenes de lesa humanidad– esté ahora protegida por Cavallo, antes socio de Lanata, el modelo de periodista independiente de Ernesto. Aunque esa empresa pague la “cifra casual” con dinero que históricamente viene de un lugar más truculento que el Presupuesto nacional para los medios públicos. Del que cobramos los de 678 para ensuciar a personas honestas.

Porque Ernesto cree que las relaciones perversas entre el dinero, el poder y la honestidad sólo cuentan cuando el dinero y el poder son los del Estado.

Honestidad es también ser obvio. Informar que un programa de televisión tiene un costo, que cuando el programa se hace, y sale al aire, es porque se gastó plata. Nadie se roba la “cifra casual”. Una cifra que según muchos que todos los días me paran por la calle está bien gastada por el Gobierno, porque (y es lo que me dicen) sirve para saber cómo y cuándo un medio te engaña, te hace la cabeza y esas cosas que para muchos son novedad.

Y si al mostrar esos mecanismos queda sucio algún periodista honesto, será porque su honestidad no alcanza para sortear la maquinaria de la empresa periodística donde trabaja. ¿O no es una “Casualidad Permanente” que cada cosa que se dice en los medios del Grupo Clarín cohesione con los intereses del Grupo Clarín?


Corrupción, divino tesoro.

Los noventa fueron años maravillosos. Un japonés nos contó que había llegado el fin de la historia, ya no estaba el Muro, las ideologías eran mitos perimidos, el Estado era un socotroco medio peroncho y medio soviético. La única verdad era la realidad del mercado, la globalización, las inversiones extranjeras y la eficacia matemática.

Verdades que sólo fueron discutidas por setentistas ridículos que querían quedarse en el pasado, vivir con lo nuestro, y seguir renegando de Miami, de las videograbadoras, de las papas fritas en tubo y del gel.

El menemismo fue entonces la manera más exacta de leer el mundo. Pero había un problemita: era muy corrupto. Lo de problemita no es irónico, la corrupción fue un mal muy menor al lado de lo que se hizo legalmente. Pero nuestro periodismo progre se cebó mostrándonos las casas de los políticos, sus aviones, yates, los cortinados de María Julia, las suegras millonarias, los gastos del Tango 01... Nos mostró las sobras del banquete, mientras el banquete éramos nosotros. Porque la ideología había muerto, y ninguno de ellos tenía una ideología viva que les permitiera ver más allá de la rapiña humana, para advertir el verdadero desastre.

Hoy siguen persiguiendo casos de corrupción como perros que le ladran a la rueda de un auto. Ocupados en la rueda, no les importa si en el auto va un asesino o se trata de una ambulancia.

Ernesto descarta esta idea y escribe: “Preocuparse por si un líder es honesto o no, sería en este caso, un mero prejuicio pequeño burgués, una tara de alguien que no entiende cómo se maneja el poder”.

Y yo diría que sí, que es una tara, pero no de pequeño burgués, sino de periodistas que siguen sin entender la diferencia entre lo interesante y lo importante. La corrupción es importante para un fiscal, para un buen periodista podrían ser más importantes otras cosas. Por ejemplo, ofrecernos lecturas políticas y no policiales.

Hagamos este ejercicio: supongamos que efectivamente hay coimas para que Argentina exporte manufacturas a Venezuela, cosa que significa trabajo y guita para los argentinos. ¿Es el mismo pecado que las coimas por la privatización de empresas estatales y otras medidas que significaron la quiebra del país?

Para Ernesto sí. Él podría titular “Menem y los K: todos ladrones”.

Pero terminemos. Esto tiene un solo secreto. Escuchando a nuestros periodistas consagrados uno se entera de que los políticos son una bazofia, los jueces son malos, el fútbol es una mafia, la salud es un desastre, la policía es un monstruo, los legisladores son una mugre, la educación está destruida, y el periodismo es independiente y bueno.

Salvo los de 678. Excepción que confirma la regla, claro.

Publicado en forma digital en :
http://sur.elargentino.com/notas/lo-que-te-cuesta-678
Publicado en la edición impresa de Miradas al Sur del domingo 18 de julio de 2010, pag.41


El subrayado es nuestro (Mirando hacia adentro)

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