Siguen las interpretaciones sobre los festejos del Bicentenario. Seleccioné partes de algunas que coinciden con mi perspectiva sobre la cuestión : los festejos NO TUVIERON UN CONTENIDO POLÍTICO-PARTIDARIO, pero TUVIERON UN CLARO SENTIDO IDEOLÓGICO.
A continuación reproduzco parte de los artículos aparecidos hoy domingo 30 de mayo en Tiempo Argentino (los de Pacho O'Donnell y Hernán Brienza) y en el último número de la Revista Veintitrés (el de Ricardo Forster):
“La gente común, la que lleva adelante el esfuerzo nacional, salió a festejar que el Bicentenario nos encuentra de pie, dignos, orgullosos de haber superado grandes dificultades.[...]"
"El discurso de la presidenta en esa misma oportunidad [se refiere al 25-05-10] tuvo una valiente toma de partido historiográfica cuando cuestionó a quienes reivindican a la Argentina del Centenario oponiéndola a la actual. Acertó al señalar que aquel era un país que enriquecía a algunos pero que empobrecía a casi todos, quienes debían someterse al estado de sitio, la represión, al fraude electoral y, sobre todo, a la absoluta ausencia de protección social para los trabajadores que estaban a merced del arbitrio de los patrones.
Fue muy coherente que Macri festejara en el Colón, eficientemente retaurado, rodeado de una élite del poder económico y social, y que el gobierno lo hiciera en la calle, con olor de multitud. A propósito ¿Tiene alguna importancia que la presidenta no haya concurrido a un teatro al que, sospecho, debe de haber concurrido en muy contadas oportunidades como la inmensa mayoría de ciudadanas y ciudadanos, yo incluido, en oportunidad en que el propósito no era celebrar el Bicentenario sino la recuperación de la sala?”
Fue muy coherente que Macri festejara en el Colón, eficientemente retaurado, rodeado de una élite del poder económico y social, y que el gobierno lo hiciera en la calle, con olor de multitud. A propósito ¿Tiene alguna importancia que la presidenta no haya concurrido a un teatro al que, sospecho, debe de haber concurrido en muy contadas oportunidades como la inmensa mayoría de ciudadanas y ciudadanos, yo incluido, en oportunidad en que el propósito no era celebrar el Bicentenario sino la recuperación de la sala?”
Pacho O’Donnell, extracto de la nota “Una pueblada maravillosa”, en el diario Tiempo Argentino del domingo 30 de mayo de 2010, pag.20
“Javier Colón, politólogo y amigo, escribió en Facebook esta semana con un dejo de ironía : ‘El lunes se festejaron el Primer Centenario y el Bicentenario al mismo tiempo. Los separaban las vallas, un par de camiones hidrantes, doscientos metros, y dos millones de personas’.
La frase, divertida, ingeniosa, despierta una sonrisa pero también convoca a la síntesis, al poder la imagen. Porque la celebración de la reapertura del Teatro Colón –una joya que los argentinos debemos cuidar porque es un ámbito de excelencia artística internacional- ofreció una colección de postales que habría que desmenuzar para pensar, reflexionar y analizar con cuidado.
Pero si hay un primer sabor que asoma a la boca cuando se observan esas escenas es el gusto a moho, a pan viejo, a cenizas en la boca. Porque resulta curioso que la ‘derecha’ que se presentó en el 2007 como ‘lo nuevo’ y ‘lo transformador’ no haya podido ofrecer a los argentinos más que destellos de un pasado con fecha de vencimiento : Fernando de la Rúa, el vicepresidente Julio Cobos, Mauricio Macri, Ricardo Fort, Susana Giménez, Mirtha Legrand, y Valeria Mazza se amalgamaban en un pastiche –palabra usada como un talismán por Orlando Barone- que recordaba a los noventa.”
Hernán Brienza, extracto de la nota “La derecha ‘colonizada’”, en el diario Tiempo Argentino del domingo 30 de mayo de 2010, pag.21.
“ Y no se trata de, como ya comienza a escucharse, una bucólica dilución de las diferencias para llenarnos la boca con la palabra unidad ; ni tampoco supone que los conflictos que atraviesan la democracia hayan quedado relegados frente a la exigencia popular de una comunidad sin fisuras ni antagonismos. Nada de eso. La desigualdad persiste. Los proyectos distintos de país están allí dirimiendo el presente y el futuro. Las dos celebraciones del 24 son algo más que la expresión de universos políticos enfrentados ; son, tal vez, la metáfora de un país en litigio, de mundos culturales que se han separado, de lenguajes muy distintos a la hora de relatar los 200 años de historia. El Colón convertido en icono de una derecha que sueña con esa otra Argentina del Primer Centenario, el de las vacas y las mieses para unos pocos, ese del estado de sitio, del voto restringido y la represión a los reclamos obreros y que siempre les ha temido a las multitudes aluvionales, que ha preferido hablar de ‘la gente’ para escamotear la palabra ‘pueblo’. Tal vez haya sido así : en la inauguración macrista del Teatro Colón estaba, eso diría algún periodista connotado, ‘la gente’, mientras que del Obelisco hacia el sur (ese sur donde, Borges diría, empieza la verdadera ciudad) estaba ‘el pueblo’. Metáfora de una historia no resuelta, materialización de aquello que nos sigue mostrando que el litigio por la igualdad sigue atravesando el cuerpo de nuestra sociedad.
Es en este sentido, que tanto el desfile de carrozas, conmovedor y complejo en su articulación simbólica de la historia argentina, como la inauguración de la galería de los patriotas latinoamericanos, asumen un posicionamiento en esta querella interpretativa, en estas construcciones enfrentadas a la hora a la hora de narrar el pasado y de actuar en el presente.
Los retratos de Sandino y del Che, de Zapata y de Evita, de Allende y de Perón, de Martí y de Getulio Vargas, para citar a algunos de los más emblemáticos, junto con los de Artigas y Bolívar, San Martín y Tupac Amaru, constituyen una extraordinaria decisión interpretativa de la historia latinoamericana, son los nombres propios de una mitología popular, la saga de los sueños emancipatorios y los anhelos de una igualdad todavía no alcanzada. Allí hubo un claro gesto a la hora de diseñar hacia atrás y hacia adelante los núcleos imprescindibles de nuestra memoria continental. Allí también, lo que quedó en evidencia es que la historia sigue siendo un campo de batalla político-interpretativa y que durante estas inolvidables jornadas hubo una apropiación popular de estos mismos símbolos que, en un conflicto reciente, fueron utilizados por quienes se sintieron y todavía se sienten en gran medida dueños del país porque son los dueños de la mayoría de sus tierras, para ellos la melancolía lleva la imagen de esa Argentina de la Infanta Isabel, de esa que fue añorada como paradigma de lo que fuimos y deberíamos volver a ser por el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires en su discurso del Colón. Mientras que la Presidenta Cristina Fernández eligió el momento de la inauguración del salón de los patriota latinoamericanos y rodeadada de los presidentes de los países hermanos, para hacer hincapié en la historia profunda de un continente y de un país que siguen aspirando a la igualdad y a la distribución más equitativa de las riquezas. Ella habló del pueblo, de la historia y de sus conflictos, de Castelli y de los revolucionarios de mayo, de una Argentina que se espejaba en los retratos de esos personajes decisivos de nuestra historia compartida. Dos retóricas completamente distintas, dos modos de actuar y de proyectar el país.”
Extracto de la nota de Ricardo Forster titulada “La lección del Bicentenario”, aparecida en Revista Veintitrés, epoca II, año 12, número 621 (Buenos Aires, mayo de 2010)
La frase, divertida, ingeniosa, despierta una sonrisa pero también convoca a la síntesis, al poder la imagen. Porque la celebración de la reapertura del Teatro Colón –una joya que los argentinos debemos cuidar porque es un ámbito de excelencia artística internacional- ofreció una colección de postales que habría que desmenuzar para pensar, reflexionar y analizar con cuidado.
Pero si hay un primer sabor que asoma a la boca cuando se observan esas escenas es el gusto a moho, a pan viejo, a cenizas en la boca. Porque resulta curioso que la ‘derecha’ que se presentó en el 2007 como ‘lo nuevo’ y ‘lo transformador’ no haya podido ofrecer a los argentinos más que destellos de un pasado con fecha de vencimiento : Fernando de la Rúa, el vicepresidente Julio Cobos, Mauricio Macri, Ricardo Fort, Susana Giménez, Mirtha Legrand, y Valeria Mazza se amalgamaban en un pastiche –palabra usada como un talismán por Orlando Barone- que recordaba a los noventa.”
Hernán Brienza, extracto de la nota “La derecha ‘colonizada’”, en el diario Tiempo Argentino del domingo 30 de mayo de 2010, pag.21.
“ Y no se trata de, como ya comienza a escucharse, una bucólica dilución de las diferencias para llenarnos la boca con la palabra unidad ; ni tampoco supone que los conflictos que atraviesan la democracia hayan quedado relegados frente a la exigencia popular de una comunidad sin fisuras ni antagonismos. Nada de eso. La desigualdad persiste. Los proyectos distintos de país están allí dirimiendo el presente y el futuro. Las dos celebraciones del 24 son algo más que la expresión de universos políticos enfrentados ; son, tal vez, la metáfora de un país en litigio, de mundos culturales que se han separado, de lenguajes muy distintos a la hora de relatar los 200 años de historia. El Colón convertido en icono de una derecha que sueña con esa otra Argentina del Primer Centenario, el de las vacas y las mieses para unos pocos, ese del estado de sitio, del voto restringido y la represión a los reclamos obreros y que siempre les ha temido a las multitudes aluvionales, que ha preferido hablar de ‘la gente’ para escamotear la palabra ‘pueblo’. Tal vez haya sido así : en la inauguración macrista del Teatro Colón estaba, eso diría algún periodista connotado, ‘la gente’, mientras que del Obelisco hacia el sur (ese sur donde, Borges diría, empieza la verdadera ciudad) estaba ‘el pueblo’. Metáfora de una historia no resuelta, materialización de aquello que nos sigue mostrando que el litigio por la igualdad sigue atravesando el cuerpo de nuestra sociedad.
Es en este sentido, que tanto el desfile de carrozas, conmovedor y complejo en su articulación simbólica de la historia argentina, como la inauguración de la galería de los patriotas latinoamericanos, asumen un posicionamiento en esta querella interpretativa, en estas construcciones enfrentadas a la hora a la hora de narrar el pasado y de actuar en el presente.
Los retratos de Sandino y del Che, de Zapata y de Evita, de Allende y de Perón, de Martí y de Getulio Vargas, para citar a algunos de los más emblemáticos, junto con los de Artigas y Bolívar, San Martín y Tupac Amaru, constituyen una extraordinaria decisión interpretativa de la historia latinoamericana, son los nombres propios de una mitología popular, la saga de los sueños emancipatorios y los anhelos de una igualdad todavía no alcanzada. Allí hubo un claro gesto a la hora de diseñar hacia atrás y hacia adelante los núcleos imprescindibles de nuestra memoria continental. Allí también, lo que quedó en evidencia es que la historia sigue siendo un campo de batalla político-interpretativa y que durante estas inolvidables jornadas hubo una apropiación popular de estos mismos símbolos que, en un conflicto reciente, fueron utilizados por quienes se sintieron y todavía se sienten en gran medida dueños del país porque son los dueños de la mayoría de sus tierras, para ellos la melancolía lleva la imagen de esa Argentina de la Infanta Isabel, de esa que fue añorada como paradigma de lo que fuimos y deberíamos volver a ser por el jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires en su discurso del Colón. Mientras que la Presidenta Cristina Fernández eligió el momento de la inauguración del salón de los patriota latinoamericanos y rodeadada de los presidentes de los países hermanos, para hacer hincapié en la historia profunda de un continente y de un país que siguen aspirando a la igualdad y a la distribución más equitativa de las riquezas. Ella habló del pueblo, de la historia y de sus conflictos, de Castelli y de los revolucionarios de mayo, de una Argentina que se espejaba en los retratos de esos personajes decisivos de nuestra historia compartida. Dos retóricas completamente distintas, dos modos de actuar y de proyectar el país.”
Extracto de la nota de Ricardo Forster titulada “La lección del Bicentenario”, aparecida en Revista Veintitrés, epoca II, año 12, número 621 (Buenos Aires, mayo de 2010)
No me pareció adecuado incluir alguna opinión del Pepe Eliaschev... El pobre no se iba a sentir cómodo entre tanto "populista primitivo y rutilante" (Son palabras del Pepe)...
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