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jueves, 11 de marzo de 2010
Deuda Externa, Reservas y Autonomía, por Adrián Corbella (para "Mirando hacia adentro")
Muchísima gente se endeuda con su tarjeta de crédito. Y llega al punto en que no puede saldar la deuda completamente. Debe recurrir entonces a cubrir sólo el “pago mínimo”, y refinanciar el resto. Ahí descubren con horror que los intereses que cobran las tarjetas son altísimos. Pueden protestar contra las tarjetas, proclamar al mundo que ellos son unos malditos usureros –lo son, y ya todo el mundo lo sabe- , pero lo que más les conviene es saldar esa deuda lo antes posible. Y no volverse a endeudar.
Porque si no pagan terminarán con un juicio, y con su nombre en el VERAZ.
Con las deudas externas de los países pasa algo parecido.
Hace décadas que el FMI es una herramienta de la política imperial de las potencias más fuertes. El Fondo presta casi con el único objetivo de poder luego condicionar las políticas internas del deudor. Imponer en él un modelo ideológico, una estructura económica, política y social : privatizaciones, ajustes, relaciones carnales, aperturas comerciales unilaterales… Creo que ya vimos esa película. Y no es buena.
El FMI busca delinear una periferia con características convenientes al centro, y a la cual se puedan trasladar con rapidez las crisis del sistema, descomprimiendo el corazón del mismo.
No es casualidad que la durísima crisis de 2008-09 haya golpeado con particular fuerza a economías “estrella”, “modelo”, como Irlanda o España, y que, como contrapartida, resbalara casi sin afectar a economías que, según el Fondo, “hacían todo mal”, como la de Argentina (la del 2008 es la primera crisis mundial de la historia que los argentinos vemos por televisión en lugar de sufrirla en carne propia).
La deuda externa argentina tiene, como muchas otras, un origen espurio. Arranca con el proceso militar, que en menos de 7 años casi la octuplicó ( de 6 mil a 47 mil millones). Con Alfonsín aumentó a un ritmo importante : un 50% en cinco años y medio.
Durante la Segunda Década Infame se duplicó con Menem –agravado por el hecho de que entró mucho dinero por la privatizaciones- , y la tendencia siguió con De La Rúa, que en apenas dos años nos agregó unos 30 mil millones.
Luego llegaron el default de Rodríguez Saá, la pesificación asimétrica de Duhalde, y el festival de bonos y cuasi monedas (Patacón, Lecop, y otros).
La mayor parte de esta deuda, cercana a los 150.000 millones en 2003, estaba integrada por cargas financieras, intereses de deudas más viejas o refinanciaciones alocadas , como el Plan Brady, el Megacanje o el Blindaje (que significaron cambiar una deuda a punto de vencer por otra deuda muchísimo mayor a mediano o largo plazo).
Desde 2003 vivimos un proceso sin precedentes en la historia argentina ; la deuda, en lugar de aumentar, disminuye.
Esto se produce, en parte por una inteligente renegociación en tiempos de Néstor Kirchner, y en parte por la política de pagar una y otra vez con reservas (cuyo nivel pese a eso no para de aumentar). El objetivo es claro : se busca saldar la deuda y así recuperar el pleno control de nuestra economía. Por eso el gobierno decidió, hace algunos años, pagar “cash” toda la deuda con el FMI, para evitar la continua, molesta y destructiva intromisión del organismo en nuestra economía – sus consejos nos llevaron a la crisis del 2001, como reconocen prestigiosos economistas extranjeros, como el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz-.
Si vamos a pagar la deuda ( y en esto coinciden el 99 % de las fuerzas con representación parlamentaria), hay solo tres maneras :
La primera es “volver a los mercados” (como dicen los liberales, del PRO y otras fuerzas políticas), es decir, refinanciarla, pateando su pago para adelante pero CON UN MONTO MUCHÍSIMO MAYOR. Haciendo esto, en tiempos de Menem y De La Rúa, llegamos al 2001. Obvian los comentarios.
La Segunda es “revisar el presupuesto”(como propone Ernesto Sanz, de la UCR, o Patricia Bullrich, de la Coalición Cívica), es decir, redistribuir los recursos quitándolos de otras áreas (como por ejemplo salud, educación, seguridad, justicia u obras públicas entre otras) para destinarlos al pago de la deuda. Esto se hizo con el dúo Fernando De La Rúa-Patricia Bullrich, cuando se rebajaron en un 13% las jubilaciones y los salarios de los empleados públicos. No creo que nadie quiera volver a eso.
La tercera opción es “pagar con reservas”, es decir, la posición del gobierno. Es indudablemente la mejor opción, ya que no tiene aspectos negativos de consideración. La cifra que debe pagarse compromete apenas la octava parte de las reservas, monto que puede recuperarse a lo largo del año cuando los exportadores liquiden las divisas de sus exportaciones. Además tenemos un nivel excesivo, innecesario de reservas (48 mil millones). Dinero acumulado en Basilea que apenas da intereses, y que está inmovilizado sin cumplir ninguna función financiera o productiva.
Por eso, hoy nos enfrentamos a una situación grotesca : la misma oposición (liberales, menemistas, duhaldistas, adolfistas y radicales) que hace unos años cuando eran gobierno, generó la deuda por decreto ; la misma oposición que en su momento no sabía cómo pagar la deuda y recurría a refinanciarla onerosamente o a hacer ajuste tras ajuste, no quiere que este gobierno, que tiene la plata para pagar, pague. Y son justamente ellos los que quieren dar cátedra de cómo debe hacerse para pagar, son los paladines de hacerlo todo sin decretos y por el Congreso.
Lo absurdo no termina allí : muchos ciudadanos que van a ser los primeras víctimas del ajuste si se paga como quiere la oposición, la apoyan. Sin entender que están pidiendo que los ajusten, que les bajen salarios, que les den menos cosas a cambio de sus impuestos.
Así es la política argentina. Y así es nuestra clase media, especialista en votar en contra de sus intereses, simplemente porque no les gusta la cara de alguien. Simplemente porque una vieja pelambre dormida, se eriza.
Cada pueblo tiene el gobierno que se merece, dice el viejo dicho… No siempre… Nos merecemos un gobierno mucho pero mucho peor que el que tenemos, uno como los que tuvimos en la Segunda Década Infame…
Y ese es el problema… Porque si seguimos así, quizás logremos lo que nos merecemos…
Adrián Corbella, 10 de marzo de 2010
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