La plaza del 25 de mayo, convocada por Cristina Fernández de Kirchner, fue una manifestación política impresionante.
Lo fue, por su masividad.
Eran cientos de miles de personas, amuchadas pecho contra espalda, hombro contra hombro, convertidas en un solo cuerpo colectivo compacto que cubría toda la Plaza, las dos Diagonales, Avenida de Mayo y las calles adyacentes entre Alsina, Bartolomé Mitre y la 9 de Julio. Era una enorme muchedumbre agolpada con horas de anticipación y bajo una persistente lluvia para esperar la palabra de esa mujer a la que ven y sienten como la conductora inequívoca del peronismo y de todo el movimiento nacional y popular.
Lo fue, por representar una alta unidad.
El acto reflejó de manera cabal que el movimiento nacional, con el peronismo como centro, está alcanzando niveles de unidad cada día más altos. Por cierto, fue una concentración variopinta que nucleó a la absoluta mayoría de las organizaciones políticas, sociales y sindicales del Frente de Todos (y más), y a muchísima gente suelta, inorgánica, que quiso estar presente, con mucho amor.
Mostró, además, un nutrido y variado escenario que le dio un amplio respaldo a la convocatoria.
Por momentos, ya en plena prédica de la vicepresidenta, daba la impresión de estar inmersos en una colosal asamblea popular. Ella, la conductora leal con la que se puede dialogar, interrumpía su discurso para responder alguna frase surgida espontánea desde el público. Y la multitud, entusiasta, aprovechaba el mínimo silencio de Cristina para gritar a viva voz el clamor profundo por su candidatura, “una más, y no jodemos más”.
Lo fue, por expresar nuevamente la formidable congruencia entre un pueblo movilizado y una conducción adecuada.
Como ocurrió aquel 9 de diciembre de 2015, en esa misma Plaza numerosa, cuando nos alentaba a las argentinas y los argentinos, “...cada uno de ustedes, cada uno de los 42 millones de argentinos, tiene un dirigente adentro y que cuando cada uno de ustedes, cada uno de esos 42 millones de argentinos sienta que aquellos en los que confió y depositó su voto, lo traicionaron, tome su bandera y sepa que él es el dirigente de su destino y el constructor de su vida”. Y no se despedía, sino todo lo contrario, “...los llevo siempre en mi corazón y sepan que siempre voy a estar junto a ustedes”.
Como ocurrió aquel 13 de abril de 2016, en ese multitudinario acto frente a Comodoro Py, donde formuló un verdadero plan de acción que con Unidad Ciudadana puso en claro quién tenía la conducción y los votos del peronismo, y luego, en 2019, llevó a la victoria electoral al Frente de Todos.
Pocas veces se da en la vida de los pueblos tal formidable congruencia. Y este 25 de mayo se manifestó una vez más. Allí confluyeron conducción y pueblo. Allí Cristina formuló la plataforma, expuso los ejes esenciales del programa que requiere el país para salir de la compleja situación en la que se encuentra. Y lo hizo de cara a un pueblo movilizado. Nada puede ser más esperanzador, “en busca de ese sueño hermoso, rebelde” (1). Nada ofrece mayor estímulo para que ayudemos con firmeza a sanar esta democracia mutilada, a mejorar el bienestar material de las mayorías populares (“alinear precios y tarifas con sueldos y jubilaciones”), y asegurar la soberanía nacional.
Cristina explicó y pidió que expliquemos esa plataforma en el barrio, en el trabajo, en la escuela...
reemplazar el actual acuerdo con el FMI por un programa de crecimiento, industrialización e innovación tecnológica, descartando propuestas basadas sólo en el crecimiento de las exportaciones;
promoción estratégica de asociaciones público-privadas para la agregación de valor en recursos estratégicos;
renovación del pacto democrático para erradicar la violencia política;
repensar el modelo institucional argentino para terminar con las rémoras monárquicas que perviven en el Poder Judicial y, particularmente en la Corte Suprema de la Nación.
Por todo esto, creo no equivocarme al señalar que la Plaza del 25 estuvo holgadamente a la altura de las circunstancias; que, en la coyuntura actual, fue un momento clave, germinal.
En esa Plaza del 25 Cristina dio además el puntapié inicial para el recambio generacional.
Y en esa misma Plaza quedó completamente en evidencia el ocaso político del presidente Alberto Fernández. Ese hombre que prometió escuchar a todas y todos, pero resultó incapaz de ponerle oído a su gran electora. Ese hombre que siempre tuvo palabras para interpretar la situación, pero le faltó consecuencia para traducirlas en acción (2).
La Plaza del 25 fue un acto de esperanza. Esperanza, en la unidad que se alcanza. Esperanza creciente, al contar con la conducción y la plataforma adecuadas. Esperanza sólida, en el crecimiento de la participación popular activa, organizada, indispensable para sacar a la Argentina adelante.
La moneda está en el aire (3). Y ya sea con PASO o por síntesis, tengamos la seguridad de que va a caer del lado más favorable para el pueblo y el país.
Ahora, a nosotras y nosotros nos toca. Hagamos realidad la esperanza.
Buenos Aires, 28 de mayo de 2023.
Reynaldo Daniel Sarraute.
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(1) Como canta el poeta Silvio Rodríguez.
(2) A excepción de la épica batalla que supo conducir para hacerle frente a la pandemia del coronavirus.
(3) Al decir de la conocida periodista Cynthia García.
Este es un espacio de reflexión social, política Y cultural. TWITTER: @Mirandohadentro @adrianccorbella
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