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sábado, 20 de mayo de 2023

Comprensión de texto, por Dante Augusto Palma




“La gente tiene comprensión de texto”, afirmó CFK en la entrevista que brindara a Duro de Domar a propósito de la enésima aclaración respecto a su decisión de no candidatearse. Los que no parecen tener comprensión de texto son muchos dirigentes y periodistas, algunos de los cuales han hecho burdas operaciones de prensa en torno a su eventual postulación.
En todo caso, y más allá de que el próximo 25 de mayo una plaza entera recitará “la letanía” de “Cristina presidenta”, el nombre de CFK no estará en las boletas, lo cual es, para el FdT, un problema.
Es que, aunque se ha dicho hasta el hartazgo,
CFK es la candidata que más votos tiene en la Argentina. Sin embargo, también tiene una imagen negativa que casi con seguridad le impediría ganar un balotaje. “Piso alto y techo bajo”, para decirlo con la terminología de encuesta.   
Naturalmente, como parte de la disputa por el sentido del presente y de la historia, se discutirán las razones por las que CFK decide no ser candidata. Ella ha sido oscilante y lo que primero apareció como una decisión personal, luego comenzó a mezclarse con una supuesta imposición externa, lo cual es siempre una salida más elegante: la proscripción.
Pero digámoslo de esta manera:
¿Hay sectores del poder que la quisieran proscribir? Sí. ¿Es posible una eventual proscripción en el futuro? Sí. ¿Esta proscripta? No. Esto es un dato. En todo caso, luego podemos especular, pero esta es la foto de hoy: si ella quiere, se presenta.
Claro está, asumir que una de las razones por las que no se presenta es que electoralmente es casi una garantía de derrota en segunda vuelta, parece ofensivo para sus seguidores. Sin embargo, no debería serlo, especialmente si asumimos que es falso que los pueblos nunca se equivocan.
Entonces, si hacemos el ejercicio de no tomar como una afrenta personal el dato de que CFK no es una carta ganadora para las elecciones, independientemente de si nos gusta más o menos, será posible un análisis más racional.
De hecho, hay muchas variables que pueden entrar en juego, pero de fondo la cuenta no es tan compleja: CFK perdió en 2017 contra Esteban Bullrich una legislativa en la provincia de Buenos Aires; luego, en 2019, como también indicara en la entrevista, frente a sectores del peronismo que le habían dado la espalda (Alberto-randazzismo, massimo, CGT, movimientos sociales, algunos gobernadores), y frente a la evidencia de que “con ella sola no alcanza”, debe ceder la cabeza de la fórmula para ganar. Tras cuatro años de un mal gobierno donde ella tuvo un grado de responsabilidad, no solo por ser quien ungió al presidente sino por ocupar el rol de vicepresidente y tener gente “propia” en toda la administración, ¿es posible pensar que puede ganar? Una vez más: que nadie se ofenda. No es contra ella. De hecho, todos los números avalan que durante los más de 12 años de kirchnerismo se vivió infinitamente mejor que lo que se vive ahora, lo cual explica que más de una generación se sienta profundamente identificada con el proceso kirchnerista. Nadie duda que, CFK dixit, “no éramos Disneylandia” con una inflación del 25%, restricciones externas, etc… pero vamos… cualquiera que se permita hablar sin espuma en la boca reconocerá esto, desde los que se llaman Juan Domingo, Néstor y Eva, hasta el gorila más recalcitrante. Se vivía mejor y vivieron mejor todos. Son datos. Ahora bien, ¿esto alcanza para ganar hoy? No.    
Es natural que ni ella ni nadie del espacio acepten esto. Si yo estuviera en su lugar, tampoco lo aceptaría. Pero además, y en este punto sí entro en un terreno de especulación o, en todo caso, en un elemento que creo inferir de sus acciones y sus discursos pero del cual no hay plena certeza, creo que hay un segundo conjunto de razones para la toma de esta decisión:
CFK está cansada y asumir un eventual nuevo mandato supone un desgaste fenomenal. Una vez más, aun quienes más la detestan deberían aceptar que esta mujer ha pasado por todo y hoy cuenta con 70 años.
Mientras se escuchan comunicadores que dicen “ella ya no decide, es el pueblo el que la ha puesto ahí”, o cosas por el estilo, uno no puede dejar de imaginarse a CFK diciendo “¿por qué no se van a la mierda? ¿Quiénes son ustedes para decirme a mí en qué lugar me pone el pueblo?” Este desgaste probablemente esté acompañado de una profunda desazón, ya no con el ciudadano de a pie, sino con los propios dirigentes. Con esto quiero decir que, seguramente, salvo contadas excepciones, CFK sabe que el operativo clamor lanzado por muchos de ellos tiene que ver con el modo en que éstos se beneficiarían colgados de la boleta de CFK y no con convicciones profundas o respeto por su liderazgo. De hecho, muchos de estos dirigentes no solo forman parte de un kirchnerismo mágico, sino de una variante de “cristinismo no cristinista” o “cristinismo imaginario” que
construye una CFK distinta a la que es en realidad: más progresista que peronista, más ideologizada que pragmática. Dicen obedecer a alguien al que no escuchan ni quieren entender. Son los que dicen que ella es la mejor, pero quieren que ella se parezca a ellos; son los obsecuentes de una CFK imaginaria creada a imagen y semejanza de las taras ideológicas de sus constructores.    
Entonces ahora se milita la épica de un 17 de octubre que llega como farsa de redes sociales, cuando lo cierto es que la amenaza del “Si la tocan a CFK, qué quilombo se va a armar”, quedó en la playlist de Twitter. Porque le tiraron piedras al despacho y la condenaron, y no se armó ningún quilombo; porque le gatillaron dos veces en la cabeza y no prendieron fuego ni un tacho de basura. Entonces, ¿por qué CFK debería volver a poner el cuerpo? Que alguien se dedique a la militancia política toda la vida y que entienda que primero está la patria, luego el movimiento, etc., no hace que su dimensión personal desaparezca.
Las referencias a “tomen el bastón de mariscal”, “yo ya di todo”, o el llamado al “empoderamiento” de algunos años atrás, van en esa línea. Nadie la obligó a ser presidenta, pero estar en ese lugar supone enormes costos a nivel personal, imagino, y no se puede dejar de lado ese aspecto en el análisis.
Para cerrar, entonces, entiendo que la conjunción entre el cálculo electoral y el hastío personal ante los ataques de los adversarios y una dirigencia propia que no ha estado a la altura de lo que está en juego, son las principales razones por las que CFK ha tomado la decisión de no ser candidata. Es más, considero que ya en 2015 ella había tomado la decisión de no ocupar cargos, pero la necesidad de sostener Unidad ciudadana en 2017 y convencer al núcleo duro para que en 2019 vote a Alberto Fernández, la llevaron a poner entre paréntesis su decisión original. Si las circunstancias hacen que en un futuro ella considere que es necesario volver a jugar, es imposible saberlo. Con todo, haciendo comprensión de texto (y de contexto), parece difícil.

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