Casi el 55% de los niños menores de 14 años en Argentina son pobres pero el país tiene la suerte de que no lo gobierne la maldita derecha. La desorganización neoliberal de la vida que trajo el macrismo mutó en desorganización socialdemócrata y progresista de la vida. Inflación arriba del 100% pero con “ampliación de derechos” que abarca todo menos el derecho de esos casi 55% de niños pobres a dejar de serlo.
Argentina es un lugar donde los desastres del presente se sostienen en la siempre confirmada posibilidad de que el futuro empeore las cosas. Carentes de absolutos, en el espejo de un porvenir tenebroso, la comparación con el presente siempre es piadosa.
“Hoy estoy peor que ayer, pero mejor que mañana”, decía la canción de La Mosca y esa descripción es mucho más adecuada para dar cuenta de la situación del país, especialmente si se la compara con el estribillo repetido ad nauseam de esa otra canción de su autoría que reza: “muchachos, hoy nos volvimos a ilusionar”.
Porque la única ilusión que le queda a los argentinos, en términos electorales, es la de ver caer al adversario. “Estamos como el orto pero que no gane…”; es como si hubiera que matar al payaso IT de la política que adopta la forma de nuestros miedos: la derecha mala, los “70 años de peronismo” que ya van para 80…, etc.
Pero hablando de ilusiones…, ¿quién se puede ilusionar con Rodríguez Larreta? Se lo puede votar, claro. De hecho, se lo ha votado, pero ilusión es otra cosa. ¿Y qué es lo mejor que tiene el oficialismo para ilusionarnos? ¿Un gobierno de Massa? ¿El regreso de una Cristina debilitada que gracias a esta pobre gestión ya ni siquiera puede ungir a un candidato? ¿Acaso otra figura de una fuerza que gobernó 16 de los últimos 20 años y no ha sabido construir un candidato que pueda, si no reemplazar a CFK, al menos capitalizar los votos de ese espectro ideológico? Que el oficialismo deba ir a unas PASO no es una salida republicana y horizontal al problema de la legitimidad, sino la radiografía de una descomposición.
¿Y qué sucede con Milei? ¿Puede ilusionar a alguien? No. Sus votantes no votan con ilusión o, en todo caso, tienen la única ilusión de hacer realidad la escena final del Joker con toda una ciudad incendiada por payasos que no saben bien para qué, pero, por las dudas, rompen todo. Si durase una sola noche, el voto a Milei sería el castigo justo para una clase política que, salvo contadas excepciones, da vergüenza. El único detalle es que la presidencia dura 4 años y después de incendiarlo todo hay que seguir gobernando.
Pero, siguiendo con los músicos, habría que parafrasear a Ricardo Iorio y decir “Milei existe por ustedes”, para luego agregar el insulto correspondiente. Efectivamente, existe porque todos los países tienen formadores de precios, oligopolios y posiciones dominantes; y todos los países han sufrido la pandemia y las consecuencias indirectas de una guerra en Ucrania. Incluso el gobierno de Macri sufrió una sequía (menor a esta, pero sequía al fin). Sin embargo, Argentina es de los pocos países del mundo con este nivel de inflación. Entonces aceptamos que comuniquen como quieran. Incluso aceptamos que lo hagan como tiktokeros. Lo que no aceptamos es que nos tomen por idiotas.
“Hay funcionarios que siguen sin funcionar” dijo de Pedro esta semana y tiene razón, aunque lo que habría que decir a esta altura del partido es que lo que no funciona es el gobierno del cual forma parte. Lo he dicho aquí y lo repetiré hasta el hartazgo: se equivocan quienes dicen que el albertismo no existe. El albertismo existe pero no es una construcción política sino la destrucción de todo lo que lo rodea hasta transformarlo en expresiones minoritarias; es la fragmentación del poder en átomos impotentes cuya única oferta son las internas palaciegas de baja calidad. La noticia de su renuncia al intento de reelección en las últimas horas no hace más que confirmar lo que todos sabíamos: sin votos, sin poder, con un círculo de colaboradores fieles cada vez más restringido, se acabó este delirio de un presidente que nunca tuvo más del 5% de los votos y pretendía presentarse a una interna para perderla por paliza. Si la decisión no fue comunicada con anterioridad es más por narcisismo que por estrategia electoral. En el mientras tanto, el Frente de Todos se convirtió en el “Frente de Todos débiles”. En todo caso, habrá que ver cómo se mueven las piezas ahora que Alberto está corrido a un costado y no califica ni para jarrón chino, pero, en el debilitamiento del Frente, el albertismo ha tenido la efectividad que no tuvo para acumular poder y gobernar.
De hecho, gobernar en OFF es casi la mejor metáfora para un gobierno que nunca se encendió y que tampoco tuvo un plan ni lo tiene ahora, claro está. En el mejor de los casos, ese desastre indeseado que fue la pandemia le permitió ocultar la improvisación constante del presidente y de la fuerza que gobernaba por casi dos años hasta el acuerdo con el FMI. Pero pasada la zozobra y los muertos, la realidad emergió y mostró las consecuencias de un gobernar entendido como la distribución de cargos para que nadie se enoje y para que nadie saque los pies del plato. Si hay mierda, que salpique a todos (y bien salpicados deberían estar, por cierto) porque las responsabilidades no son las mismas pero los errores compartidos arreciaron en todos los dirigentes que forman el Frente. En este sentido, caer solo sobre la figura de Alberto Fernández, como sucederá ahora que ha renunciado a la posibilidad de su reelección, es un favor que le haríamos a muchos dirigentes con distintos grados de responsabilidad. Sucederá como Martín Guzmán que, de repente, se transformó en el único que llevó adelante la negociación con el FMI mientras los líderes del espacio fingían demencia. Ahora, el Alberto a un costado será presentado como el último estorbo que hacía falta para que florezca la verdadera esencia igualitarista del Frente. El “Ah, pero Macri” que había reemplazado al “Ah, pero Cristina” del macrismo, devendrá “Ah, pero Alberto” no solo desde la oposición sino desde el mismo Frente de Todos. En los últimos 3 años y medio, entonces, gobernó Alberto. El resto de los hombres y mujeres del Frente no han tenido ninguna responsabilidad.
Mientras tanto, el único clamor que se oye, entonces, por fuera de la burbuja de algunos dirigentes y comunicadores voluntaristas, es el que exige que hagan algo de una puta vez mientras el país se incendia. Pero la política ya no es voluntad de transformación sino solo administración de los tiempos de la bomba. ¿Acaso pedirle al FMI que adelante los USS 10000 millones que Argentina debía recibir este año como un aporte de campaña menor, claro está, a los USS 45000 millones que recibió la fugadora e inepta administración de Macri antes de chocar la calesita? ¿Un dólar soja que tendrá más capítulos que la saga de Rápido y Furioso? Todo esto es anecdótico porque siempre se va a necesitar algo más para llegar como sea no se sabe bien a qué, como si al 10 de diciembre no le sobreviniese inmediatamente el 11.
Con todo, no es momento para desmoralizarse. Tenemos razones para estar exultantes. Estamos dando la batalla cultural y, además, lo más importante es que todas las mañanas, a pesar de las dificultades, cuando ese casi 55% de chicos pobres despierta, tiene la tranquilidad de saber que, en la casa Rosada, no hay un gobierno de derecha.
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