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sábado, 29 de abril de 2023

ATRAPADO EN EL LABERINTO KAFKIANO DE UNA ART, por Adrián Corbella




El lunes estaba dando clases en uno de los colegios donde trabajo, en Laferrere cerca del límite con González Catán, y tuve un accidente laboral. Tocó el timbre del recreo, esperé a que los alumnos salieran del curso, y salí detrás de ellos. Sería más preciso decir entre ellos, porque por ese pasillo avanzaban cuatro o cinco cursos…parecía la salida de un superclásico.
En ese pasillo hay tres escalones: dos del mismo tamaño, y el tercero más alto. Los conozco, pero estaba caminando en medio de una masa humana que no me dejaba ver el piso. Bajé bien el primer escalón, pero no encontré el segundo que pasé de largo y pisé directamente en el piso. No me caí, pero no soy un ser humano pequeño, y toda mi inmensidad se apoyó de manera desordenada sobre una pierna. Me tuve que sentar. Me dolían mucho los músculos de la pierna y el muslo.
Los directivos del colegio me pidieron que permaneciera sentado en sala de profesores, y llamaron a un servicio  médico de emergencia que tienen contratado. El médico llegó rápido, sacó la conclusión de que era algo muscular, y me dio 48 horas de reposo.
Yo me quería volver a mi casa, pero en el colegio insistieron en que era necesario dar aviso a la ART que tienen contratada, y me pidieron que concurriera a una clínica ubicada en Ramos Mejía, en Rivadavia al 13.000. Bajé rengueando hasta mi auto (el accidente ocurrió en un primer piso), me subí como pude –si bien es alto mi vehículo mi movilidad era muy limitada- y manejé hasta la otra punta de Matanza. La lesión no me dolía al manejar, pero subir y bajar del auto fue una pesadilla.
Llegué a Ramos, dejé el auto en un estacionamiento pago que está debajo del Sanatorio (muy grande y bonito), y me dirigí rengueando a la puerta principal… donde me dijeron que “los de ART” entrabamos por la puerta del costado. Desandé el camino -con mi renguera a cuestas- como 30 metros hasta una puerta ubicada junto al estacionamiento –esta vez, por la “puerta de servicio”, me dejaron entrar- y presente los papeles que me habían dado en el colegio. Obvio me hicieron esperar en una sala de espera. Todos estos días fueron así. Presentar papel y esperar. Presentar otro papel en otro extremo de un muy grande sanatorio y esperar. Otro papel y otra espera.
Finalmente me mandaron a la sala de espera de los consultorios: fin del pasillo, izquierda, derecha, izquierda…otros 40 metros. Yo y mi renguera fuimos, esperamos, y finalmente el médico nos atendió. Me revisó y decidió hacer una radiografía, y que luego de hacerla volviera… más pasillos, derecha, izquierda, derecha (o algo así, ya me perdí).
Esperé, me hicieron la placa, el radiólogo confirmó que no había nada óseo, y de vuelta al consultorio del médico. Mientras rengueaba por el sanatorio como si estuviera yendo a pie a Luján recordaba que en el colegio no querían que me moviera de la silla…en el Sanatorio me moví bastante…
El médico vio la placa y me dijo que tenía que volver a recepción para que me dieran un turno para el día siguiente, martes. Mi pregunta obvia fue

-¿Para qué?
-Yo soy el medico del sanatorio, mañana te tiene que ver el de la ART.
Y volví a transitar esa clínica tan enorme para lograr el turno para el martes a la mañana. Y volví a mi casa.
El martes estaba mejor, la doble dosis de diclofenac me había hecho bien, pero obviamente seguía un poco rengo.
Llegue a la hora convenida, y volví al ciclo de papel-espera, papel-espera e ir a otra sala. Finalmente me atendió una médica, que me dejó muy buena impresión, me citó para el viernes a las 11 –fecha en que ella estimaba en que me iban a dar el alta, como efectivamente pasó- y me envió otra vez a recepción para que me dieran turno para una ecografía y unas sesiones de kinesiología.
En recepción la empleada me pregunta:
-¿Dónde vivís?
-Lugano
-Entonces tendrías que venir a Ramos
-¿No tenés algo por capital… Lugano, Mataderos, Villa Luro, Devoto, Villa del Parque?
-Tenemos en Villa Luro
-Ese me gusta
Y me dio los dos turnos. Estuve toda la mañana en Ramos, por lo que me fui sin mirar demasiado. Cuando en casa veo en detalle los turnos, descubrí que tenía un turno en Ramos Mejía a las 10.30 y otro en Villa Luro a las 12. Me parecían muy lejos en el espacio, y muy cerca en el tiempo. Y no entendía de qué me servía ir a Villa Luro si igual tenía que pasar por Ramos.
Intenté llamar al de las 10.30 para ver si podía cambiar el turno. No tenía el teléfono. Intenté comunicarme con el de las 12: el teléfono que figuraba en los papeles estaba fuera de servicio. Intenté llamar a la ART: una máquina donde ninguna opción me servía para la consulta que tenía que hacer.
El miércoles fui más temprano, 9.30, al sanatorio de Ramos, y les plantee mi problema. Me dijeron que llamaban al de las 12 para que me esperaran si llegaba tarde.
El turno de las 10.30 era para una ecografía en Ramos, me dijeron que a 4 o 5 cuadras del sanatorio. Calle Espora. Ya estaba pagando estacionamiento en el sanatorio, no conozco Ramos pero sé que no es fácil estacionar… decidí ir a pie. Eran más 7,8 cuadras que 4,5… pero llegué. Espera. Reciben los papeles, y me dice que en la PC ellos tenían el turno a las 12.30, que tenía que esperar. Y de hecho mi turno estaba modificado con liquid paper y birome



-Tenés que esperar a las 12.30
-No puedo. Tengo turno a las 12 en Villa Luro  ¿No me puede atender ahora?
-No está. Llega al mediodía, pero te puedo dar turno en la otra sede que es a 6 cuadras de acá, en la calle Belgrano.
-Dale
Y seguí caminando. Llegué a Belgrano, y tuve que esperar muuuuucho. Cuando finalmente me llamaron, me dijo que me había llamado ya media hora antes…y sacando cuentas me di cuenta que me llamó cuando yo estaba caminando de Espora a Belgrano.  Me puso boca abajo en la camilla, me paso el gel frío, toco y pregunto en varios lugares si dolía o no. No sé cuándo sacó la ecografía, y nunca la vi. Si lo vi escribir seis o siete líneas con Word en un informe.
Salí, caminé una decena larga de cuadras hasta el auto que estaba en el sanatorio, y me fui prestamente a CABA. Llegué al kinesiólogo, en la calle Dante, apenas diez minutos tarde. Presente los papeles, espere mucho, y finalmente me llamaron. La operadora de los aparatos me tocó la espalda y me preguntó si me dolía ahí.
-Me duele la pierna, no la espalda
-Acá dice lumbar
-Me duele la pierna
Me puso el aparato detrás de la rodilla. Cuando me lo sacaron, el operador (era otro) me dice:
-¿Te sigue doliendo la rodilla?
-No me duele la rodilla, me duele arriba y debajo de la rodilla. La rodilla está bien
Farfulló una “explicación” poco creíble, y me fui.
El jueves fue un día tranquilo. Fui a la calle Dante, y los convencí de ponerme los electrodos donde me dolía.
El viernes fui a las 9.00 a kinesiología a Villa Luro, y tenía que volver a ver a los médicos de la ART en Ramos a las 11. Llegué bien a Rivadavia al 13.000, pero me hicieron esperar como dos horas. La explicación fue que no les había llegado la ecografía del martes, que finalmente llegó: esas seis líneas en Word. El estudio jamás lo vi
Otra espera. Finalmente me llama el médico. Miró la radiografía, que estaba bien. Miró el informe de la ecografía, que estaba bien. Y aunque le explique que al subir y bajar escaleras me sigue doliendo, y que tengo escaleras en todos los colegios, me dio el alta.
Todos los médicos que me vieron me dijeron que tenía que hacer reposo. El reposo me lo deben. No me dejaron hacerlo, aunque ellos mismos me dijeron que lo necesitaba. Y cumplidos esos dos estudios básicos (ni hablar de una resonancia, que es más cara), me dieron el alta aún con dolor. Ni siquiera se indicó a mis trabajos que debo desempeñarme por unos días en planta baja. Seguiré subiendo y bajando escaleras cuidando cada paso para que no me moleste
La atención médica en términos generales fue buena. Pero todo el sistema está atrapado en un laberinto burocrático infernal, que invalida la capacidad y buenas intenciones de los profesionales médicos.
Kafka, volvé que te perdonamos.



Adrián Corbella
29-04-23
 

2 comentarios:

  1. Para que se tome conciencia del desastre que son las ART

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  2. Después de leer tu relato, llego a la conclusión, una vez más, de que este sistema burocrático nos ahoga en los distintos ámbitos dónde lamentablemente tenemos que acceder. Una vergüenza!!

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